POV Autora
—¡CRUCIO!
—gritó Voldemort, con una voz tan fría que hasta podría asustar al mismísimo
Satanás—. ¡SON UNOS ESTÚPIDOS! ¡MALDITOS INCOMPETENTES! ¡CRUCIO!
—L-lo…
sen-senti-mos… amo —dijo Lucius desde el suelo. Sí, Lucius Malfoy, el orgulloso
sangre pura, estaba tirado en el suelo, todo desparramado como un trapo sucio,
humillado ante su señor.
—¡¿LO SIENTEN?!
—vociferó Voldemort sin bajar la varita— ¡TE DI UNA OPORTUNIDAD MÁS DE
DEMOSTRARME TU VALÍA, LUCIUS! PERO FRACASASTE COMO SIEMPRE. ¡CRUCIO! —Lucius
volvió a revolcarse de dolor, pero sin emitir ningún quejido.
Voldemort
estaba verdaderamente furioso de que sus planes se hayan arruinado y todo por
la culpa de los inútiles de sus mortífagos.
El Señor
Tenebroso dejo a Lucius por el momento, y se giró hacia la pelinegra con cara
de demente, él la miró con sus furiosos ojos rojos.
—¿Y TÚ,
BELLATRIX, QUÉ TIENES QUE DECIR? —gritó Voldemort.
—Amo, yo…
—¡CRUCIO!
—gritó Voldemort, lanzando así el hechizo sobre Bellatrix, impidiéndole
hablar—. ¡NO QUIERO ESCUCHAR TUS PATÉTICAS ESCUSAS! ¿CÓMO PUDIERON DEJAR QUE
ESOS MOCOSOS SE HAYAN SALVADO DE UNA MUERTE SEGURA?
Bellatrix se
retorcía de dolor, definitivamente el poder de Voldemort cuando estaba enojado
se multiplicaba por mil.
—Mi… se-señor
—balbuceó la bruja de cabellos negros—, al-algui-ien avi-so… a los est-túpi-dos
de la Or-orden.
Voldemort
observó a todos sus mortífagos, los cuales trataban de aparentar serenidad,
pero no lo lograban del todo, y ese miedo lo podía olor el Señor Tenebroso.
—ASÍ QUE HAY UN
TRAIDOR EN MIS FILAS —la voz de Voldemort resonó en toda la habitación.
—Mi… señor,
nadie se atr…
—¡AVADA
KEDAVRA! —dijo Voldemort y un rayo verde salió de su varita y cayó directo al
corazón de mortífago. El Señor Tenebroso sonrió sádicamente y con voz suave se
dirigió a su mascota—, Nagini, ya tienes tu cena —la gran serpiente se deslizo
lentamente hasta llegar al cuerpo inerte del mortífago y de un solo bocado
Nagini lo devoro. Voldemort soltó una gran carcajada, cosa que hizo estremecer
a sus mortífagos.
Luego del
espectáculo de Nagini, Voldemort siguió castigando de la manera más cruel a sus
mortífagos, y por supuesto lanzo la maldición asesina a tres más de sus
seguidores, solo por hablar fuera de tiempo como el primero.
—¡Y no crean
que esto se quedara así! ¡Sé que hay un traidor entre mis filas! Descubriré
quien es el que se atrevido a traicionarme, y cuando lo encuentre… —Voldemort
hizo una pausa mirando con sus orbes inyectados de sangre a cada una de sus
mortífagos— ¡LAMENTARÁ HABER NACIDO! ¡LAMENTARÁ HABERME TRAICIONADO! ¡Y SU
MUERTE SERÁ LA MÁS LENTA Y DOLOROSA! —siseó—. Y AHORA, FUERA DE MI VISTA
—gritó. Todos los mortífagos se retiraron de la habitación y como podían le
hacían una reverencia.
Bellatrix y
Lucius —los cuales fueron los peor castigados— se quedaron hasta el último.
—Mi señor —dijo
la bruja con tono sumiso, pero Voldemort ni siquiera la miró—, yo creo que… no
debería confiar tanto en… Snape…
Voldemort se
volvió tan rápidamente a la bruja que la hizo trastabillar.
—¿Snape?
—Voldemort rió—. Snape es el más fiel de mis lacayos, Bellatrix —la bruja hizo
un gesto de molestia—, se lo que piensa, se cómo actúa… Y tú, mi querida Bella,
estás celosa de Snape por tener más cerebro que todos ustedes juntos —Nagini,
que aún estaba allí subió lentamente por el cuerpo de su amo, hasta posar su
cabeza en el hombro de mago oscuro, el cual le acaricio la cabeza de manera
cariñosa—. ¡LARGO!
Lucius y su
cuñada empezaron a caminar hacia la salida de la habitación.
—¡Tú no,
Lucius! —dijo Voldemort.
El rubio mago
dio media vuelta y espero paciente a que su señor hablará.
—No creas que
ya he terminado contigo, Lucius.
El aludido
empalideció más de lo que ya era.
—No olvidaré tu
ineficacia, Lucius… que lastima me das, derrotado por el licántropo —dijo
Voldemort, burlándose de su lacayo—. Tal vez si hubiera convencido a Lupin a
pertenecer a mis filas al igual que al idiota de Colagusano, ese perro hubiera
hecho mejor tu trabajo. Mil veces mejor.
Lucius no se
atrevió a contestar, solo apretaba los puños, lleno de rabia.
—¿A quién
escoges, Lucius? —preguntó Voldemort, a lo que el rubio miró a su señor con
confusión—. ¿A quién escoges? ¿A tu amada Narcissa o a tu adorado Draco?
—Me temo que no
le entiendo, mi señor —dijo Lucius.
—No me
sorprende —se mofó el mago tenebroso—. Te dije que tu castigo aún no ha
terminado… por eso te preguntó: ¿a quién de los dos escoges para morir? ¿Quién
de los dos morirá por tu ineficacia? ¿Tu esposa o tu hijo?
—Mi señor…
—susurró Lucius.
Voldemort rió.
—Será fácil,
puedo apostar que Nagini aún sigue hambrienta —la serpiente saco la lengua al
escuchar las palabras de su amo—. Aunque tal vez no tengas que escoger. Creo
que la hermosa Narcissa será la que muera esta noche —Lucius sintió su duro y
frío corazón acelerarse—, porque Draco aún me es útil, él aún me tiene que
traer a la hermana de Potter —Voldemort se acercó a Lucius—. Espero que tu hijo
sea mejor tú y pueda cumplir con la misión que le encomendé.
—Él cumplirá,
mi señor… pero…
Lucius cayó con
una sola mirada de Voldemort.
—Tienes miedo,
Lucius, puedo olerlo —se mofó—. Está bien, seré misericordioso contigo, pero
todo depende de Draco —Lucius iba a hablar, pero Voldemort lo ignoró—. Si tu
hijo cumple con traerme a la mocosa y me la pone en bandeja de plata, perdonaré
la vida de la hermosa Narcissa y también perdonaré tu estupidez, pero si Draco
es tan mediocre como tú, los mataré a los tres, y los Malfoy desaparecerán del
mundo mágico sin dejar rastro.
Lucius asintió.
—Muchas
gracias, mi señor —dijo Lucius haciendo una reverencia hacia el mago
tenebroso—. Y le aseguro que Draco no le fallará, mi señor —dijo Lucius.
—Espero, Lucius.
Espero. Ahora saca tu inmunda humidad de mi presencia.
El rubio mago
hizo otra reverencia y salió del salón de su propia mansión.
Tienes que
cumplir con la misión que te encomendó el Lord, Draco. Todo depende de ti, pensaba
Lucius con todas sus fuerzas.
***
Ya habían
pasado varios días desde la misión fallida de los mortífagos, dos días desde
que Lord Voldemort había castigado cruelmente a sus seguidores y hasta había
asesinado a algunos de ellos, y también habían pasado varios días desde que
Draco Malfoy andaba irritable, enojado, y porque no decirlo, demasiado
asustado. Ya que esta nueva orden del Lord era incluso peor que cuando le
ordeno asesinar a Dumbledore.
—¡Maldita sea
mi suerte! —refunfuñaba Draco—. ¿Y ahora que mierda se supone que voy hacer?
—el rubio caminaba por su habitación de un lado a otro, e irónicamente, parecía
un león enjaulado—. Pero definitivamente entregar a Nicole al Lord no está en
mis planes.
—Pues eso
debiste pensarlo antes. Eres un verdadero imbécil, Draco. —La voz grave de
Snape resonó en la habitación, y el rubio de tuvo su andar, y se volvió
rápidamente hacia su ex jefe de casa, lo observó lleno de ira.
—¿Y tú qué
demonios haces aquí? Te hago saber que mi habitación no es Hogwarts, porque no
es ahí donde deberías de estar, en vez de venirme a joder cada vez que se te da
la gana —siseó el rubio.
Snape se acercó
a Draco y lo cogió del cuello de la túnica, pero no tuvo necesidad de ponerlo a
su altura porque el rubio era tan alto como él.
—Mocoso
impertinente, que juega a ser un hombre y un espía —siseó el nuevo director de
Hogwarts—. Te informo que Lovegood te reconoció.
Draco no tomo
en cuenta el insulto de Snape, porque primero se asombró cuando escucho
mencionar a la lunática de Lovegood, pero luego puso en su rostro su típica
máscara de frialdad.
—¿Qué Lovegood
me reconoció? ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Draco fingiendo
indiferencia.
—¿Así que
quieres seguir con este juego? ¡Perfecto! —dijo Snape, soltando a Draco
bruscamente. Sacó su varita y lanzo un hechizo a la puerta, impidiendo así que
alguien entre y que sobre todo evitando que oídos curiosos escuchen su conversación—.
Sé que fuiste tú el que le aviso a la señorita Lovegood sobre el ataque a
Hogsmeade…
—Yo no veo a
Lovegood hace meses. Si recuerdas que yo no asisto a Hogwarts desde la supuesta
muerte del viejo chiflado, ¿verdad? —dijo Draco interrumpiendo a Severus—. Y
además desde cuando le haces caso a esa lunática. Que mal estás, Snape —el
rubio negó con la cabeza.
El hombre de
cabellera negra rió sarcásticamente.
—El que va
estar mal vas a ser tú cuando no puedas manejar todo esto, y el Lord termine
matando no solo a la chica y a tu hijo, sino también a tus padres enfrente de
ti; ah, y porque no a ti también por traidor.
Draco se quedó
paralizado.
—Eso no
sucederá.
Snape enarco
una ceja.
—¿Y cómo
piensas evitarlo? ¿Acaso vas entregar a la madre de tu futuro hijo? —dijo Snape
con voz dura—. Porque te informó, que todo depende de ti, Draco.
—¡YA LO SÉ!
—gritó el rubio—. ¡NO TIENES QUE RECORDARME LA MISMA MIERDA QUE MI PADRE ME
DICE CADA DOS POR TRES!
—Entonces, para
la próxima piensa bien las cosas antes de actuar. Porque ahora no solo tienes
que cuidar que el Lord no vea tus recuerdos, sino que también tienes que cuidar
más de ella.
—Eso es lo que
estoy haciendo —siseó Draco—, por eso la lleve a tu casa.
—No me refiero
a eso —dijo pocionista.
—¿Qué? —dijo el
rubio lleno de confusión.
—Te prohíbo ir
a mi casa a verla —sentenció Severus.
—¡TÚ NO PUEDES
PROHIBIRME ESO! —exclamó Draco, con la ira burbujeando de sus poros—. ELLA ES
MI ESPOSA. ME PERTENECE.
Snape no se vio
sorprendido por lo que se acababa de enterar, porque ya se lo esperaba.
—Claro que
puedo, y no a dejar que tus estupideces la pongan en peligro —advirtió Snape—.
¿O es que acaso quieres que le pase algo a ella y a tu hijo?
Draco se quedó
en silencio, ya que sabía que Snape tenía razón, pero ni loco se lo diría,
porque entonces eso sería como otorgarle el permiso de manejar su vida a su
antojo.
Snape tampoco
espero la respuesta del rubio, así que dedicándole una última mirada de
advertencia, quito los hechizos de la habitación y salió de ella.
***
Snape apareció
cerca de Hogwarts y con paso firme entro al imponente castillo y se dirigió en
la dirección, en la cual se encerró, ya que no quería encontrarse con los
idiotas de los hermanos Carrow, quejándose de cada problema que tuviera con
algún alumno o queriendo imponer los más crueles castigos.
Eres más
imbécil que tu padre, Draco, pensaba Snape. Solo espero que
tus impulsos de macho, no te haga cometer más errores. Ya tengo suficiente con cuidar
de Potter como para andar detrás de ti paso a paso.
Y Severus Snape
tenía razón, ya estaba suficientemente metido en toda esa porquería de guerra
como para andar siempre cuidando no solo de Harry Potter, sino también de su
idiota ahijado.
Y después de
modificarle la memoria a Yaxley, había tenido que estar muy pendiente de que el
Señor Oscuro no descubra nada, y ahí no quedaba todo también tenía que estar
muy cuidadoso sobre la Orden y el aviso que les había dado sobre el ataque al
pueblo de Hogsmeade, cuidar de Dumbledore y de Nicole Potter. Y ahora para
cerrar con broche de oro, la noche anterior Longbottom, Weasley y Lovegood
habían tratado de entrar a su despacho y robarse la espada de Gryffindor, y por
ese incidente se había visto en la necesidad de hechizar la entrada de su
despacho para que nadie, a excepción de él pudiera entrar allí, ya que no se
volvería a arriesgar por uno de los mediocres planes de esos adolescentes. Lo
único bueno fue que él los había encontrado y no ninguno de sus nuevos profesores,
así que el castigo que les dio fue solo mandarlos con Hagrid.
Severus soltó
un suspiró lleno de cansancio.
Esa noche había
una reunión en la mansión Malfoy con el Lord. Y el Señor Tenebroso todavía
estaba de mal humor por el fallido ataque a Hogmeade y no dejaba de recordarles
a sus mortífagos los inútiles que eran acompañado de un Crucio. Pero Snape
sabía que el Lord no solo estaba de mal humor por el fallido ataque, sino que
también estaba muy enojado por no haber podido encontrar lo que tanto ansiaba;
porque Potter estaba prófugo junto con sus amigos, y por último porque Draco
aún no le traía a la hermana de Potter.
Snape cogió un
pergamino que le había llegado del Ministerio, cuando escucho unos golpes en su
puerta.
Maldijo por lo
bajo. Y con un movimiento de su varita quito el hechizo de su puerta para
permitir que el mortífago pasara.
—Pasa, Amycus
—dijo con voz pausa, pero fría, aun sin levantar la vista del pergamino.
El mortífago
pasó al despacho y dirigió una mirada por el lugar, haciendo una mueca de
molestia al notar que Snape aún no había cambiado la sosa decoración de
Dumbledore.
—¿Cómo puedes
estar en este despacho sin vomitar? —siseó Amycus.
—¿Qué quieres,
Amycus? Habla de una vez que no tengo todo tu tiempo —dijo Snape, levantando la
vista del pergamino.
***
Habían pasado
varias semanas desde que Harry, Ron y Hermione habían abandonado Grimmauld
Place, y el trío se aparecían en lugares solitarios y poco concurridos, y por
supuesto siempre poniendo hechizos protectores.
Hace una semana
había sido el cumpleaños número dieciocho de Hermione, pero este paso
desapercibido por ella, ya que estaba más preocupada en buscar una forma de
destruir el Horrocrux, en cambio sus amigos si se acordaron y la saludaron,
pero ahí quedo todo, porque Ron en un acto de amabilidad con su castaña amiga
le dijo que ya que era su cumpleaños, él llevaría el Horrocrux.
Fue un error.
Ron estuvo de mal humor todo ese día y no dejaba de hacer comentarios
sarcásticos; Hermione se arrepintió de haber aceptado que su amigo llevara el
Horrocrux.
Ellos habían
descubierto que el Horrocrux le modificaba el carácter. Los ponía de mal humor
—sobre todo a Ron— cada vez que uno de ellos lo portaba.
Harry se volvía
solitario y pesimista, todo lo veía negativo, y hasta llegaba a creer que nunca
podría encontrar los otros Horrocruxes y mucho menos ganarle a Voldemort. Ron
se volvía borde y siempre se quejaba de todo, sobre todo por la falta de
comida. Y por su parte Hermione se volvía callada y cuando le hablaban siempre
estaba irritable.
Y ese día
nuevamente Ron llevaba el Horrocrux.
Los tres
estaban almorzando o por lo menos eso era lo que hacían Harry y Hermione,
porque Ron lo único que hacía era revolver los alimentos de su plato.
—Esto es
incomible —comentó Ron de mala manera—. Mi mamá hace que la comida aparezca —el
pelirrojo empujo el plato con setas y pescado.
Hermione hizo
una mueca entre tristeza y enojo.
—Imposible. Lo
que dices es imposible, Ron. Tu madre no puede aparecer la comida de la nada,
nadie puede —dijo Hermione conteniendo sus ganas de gritarle a su amigo
pelirrojo que era un desconsiderado—. La comida es la primera de las cinco
Excepciones Principales a la Ley de Transformación Elemental de Gamp…
Ron hizo un
gesto de exasperación.
—¡Oh, Merlín!
Puedes decirlo en términos comunes.
La castaña
respiró profundo.
—¡Es imposible
hacer una buena comida de la nada! Puedes convocarla si sabes dónde
está, puedes transformarla,
puedes aumentar la cantidad si ya tienes un poco…
—Pues será
mejor que no aumentes esto. ¡Está realmente asqueroso!
Hermione evito
mirar a Ron, porque las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos marrones.
—Harry ha
conseguido estas setas y ese pescado, y yo he tratado de cocinarlo lo mejor
posible. Y si no lo recuerdas o no vez bien, yo no soy tu mamá para cocinar como
a ti te gusta.
Ron rió
sarcásticamente.
—Pues menos mal
que te das cuenta de que no sirves para cocinar…
Harry se llevó
una mano a la sien, escuchar discutir a sus amigos era el pan de cada día, pero
aun así, él siempre estaba atento a todos los movimientos de sus amigos, porque
no vaya a ser que uno de los dos decidiera atacarse.
—¡BASTA LOS
DOS! —gritó Harry cuando se cansó de escucharlos discutir.
La castaña y el
pelirrojo se callaron cuando escucharon el grito de su amigo. Pasaran unos
minutos en un silencio casi sepulcral, cuando de pronto empezaron a escuchar
ruidos cerca de donde ellos estaban, los tres chicos por instinto tomaron sus
varitas y con sigilo se fueron acercando hacia el lugar de donde provenían las
voces.
Y Hermione que
siempre andaba tenía su bolsa de cuentas, saca de allí unas orejas extensibles
que los gemelos le habían dado —por lo que sea que lo necesiten— y le dio una a
cada uno de sus amigos. Harry lo tomo al instante, pero Ron que aún seguía
enojado lo tomo de mala gana. Los tres chicos empezaron a escuchar atentos la
conversación ajena.
Esa voz se me
es muy familiar, pensaba Harry al escuchar a uno de los hombre hablar. Pero ¿dónde la
he escuchado?
Los chicos no
podían escuchar muy bien la conversación porque el ruido de las aguas del rió
hacia interferencia.
Algunas voces
eran agudas, lo cual significaba que eran duendes, ya que por ratos hablaban en
otro idioma, pero las otras voces eran graves, lo que quería decir que eran
unos hombres, pero ¿quiénes?
Tanto pensar,
Harry pudo recordar, una de las voces graves, y esta voz pertenecía a Ted
Tonks, el esposo de Andrómeda y padre de Tonks. Harry se sintió mal por el
hombre, ya que si estaba con los duendes quería decir que estaba huyendo y
escondiéndose como un vulgar ladrón, era por el estatus de su sangre. Harry y
Ron observaron disimuladamente a Hermione, la cual estaba concentrada en la
conversación, y sin duda los chicos llegaron a una conclusión, que si su amiga
no estuviera con ellos, ella también hubiera tenido que huir por la misma
situación que Ted Tonks. La castaña levantó la vista al sentirse observada, y
trato de sonreír, pero lo único que le salió fue una mueca de impotencia.
Los duendes
seguían hablando y contaban que habían abandonado el mundo mágico después de
que rehusaron cumplir las órdenes de los mortífagos, y que ahora estaban más
tranquilos a pesar de estar exiliados, ellos alegaban que no tenían partidos en
la guerra de los humanos, pero que tampoco se expondrían a la venganza de
cualquier mortífago o inclusive del mismo Señor Tenebroso.
Luego
escucharon que Ted Tonks discutía con el otro mago, al cual Harry no había
podido reconocer la voz. Los hombres discutían sobre las estupideces que
publicaban en El Profeta. Cuando de
pronto se escuchó una tercera voz de un hombre, más bien de un chico como
ellos, y los tres chicos la reconocieron al instante, sobre todo Harry, ya que
había estado muy celoso de ese chico cuando era novio de Ginny. Y la voz del
chico pertenecía a Dean Thomas, y al parecer también estaba escondiéndose de
los mortífagos.
Hermione apretó
los puños al escuchar la voz de su compañero de clase.
Estúpidos
mortífagos, por su culpa los hijos de muggles tenemos que estar escondidos
porque si no nos enjuician o nos matan, pensaba la castaña.
Luego de que
hablaran del periódico El profeta, los chicos
escucharon con gran interés como el periódico El Quisquilloso, apoyaba a
Harry, periódico que alguna vez Hermione desprecio porque solo hablaba de
criaturas que no existían y más cosas tontas, pero ahora era el periódico que
era más veraz, porque mencionaba sin tapujos los hechos que no aparecían en el
supuesto periódico más serio de la comunidad mágica.
Después se
volvió a escuchar la voz de un duende, al cual habían llamado Griphook, y él
menciono algo sobre la espada de Gryffindor, decía que la espada era una
perfecta falsificación de la original —cosa que al comienzo confundió al trío—
y que al parecer se les “olvidó” mencionar que este hecho a los mortífagos que
llevaron la espada a guardar a una de las bóvedas de Gringotts.
Harry y
Hermione al escuchar esa parte sintieron que se les detenía el corazón.
¿Por qué tanto
interés por la espada de Gryffindor?, se preguntaba Harry.
La conversación
siguió hasta que escucharon decir a Dean Thomas que él se encontraba en ese
momento a salvo porque Ginny lo había ayudado a escapar de Hogwarts —Harry se
mostraba ansioso por escuchar más sobre su pelirroja—. Los tres chicos se
miraron entre sí al saber que la pelirroja se había puesto en peligro al lograr
tal proeza, pero sabían que ella haría cualquier cosa por salvar a los
inocentes. Luego también escucharon sobre que Ginny, Luna y Neville planeaban
entrar a la oficina de Snape y que si este los encontraba infraganti pues
entonces se llevarían un buen castigo.
Harry casi dejo
de respirar al pensar en qué clase de castigo le podría ponerle Snape a sus
amigos y a la mujer que amaba con todo el corazón.
***
Luego de la
reunión —que duro más de cuatro horas— en donde Voldemort estuvo dando órdenes,
y por supuesto también recriminando a todos su mortífagos lo incompetentes que
eran. El rubio tuvo que mostrarse lo más frío posible y usar la Oclumancia como si fuera
una capa de invisibilidad para que el Lord no pueda leer sus pensamientos.
Pero eso no lo
salvo de que el Lord no lo amenazara con indirectas muy directas: Draco, si fallas
morías tú, y tu patética familia.
Así que Draco
no pudiendo aguantar más con la presión, sucumbió a la advertencia de Snape, y
a su promesa que se había hecho a sí mismo: Ir a ver a su esposa, y no
importaba que esta estuviera dormida o no quisiera dirigirle la palabra, él se
conformaría con verla. Ella y su futuro hijo era lo único bueno en toda esa
mierda de guerra.
Draco se
apareció en la casa de Snape, y se sorprendió de que aun pudiera entrar en
ella, ya que él era el único —después de Severus— que podía aparecerse y
desparecerse de esa oscura casa. Y después de la advertencia que le hizo, él
creyó que Snape había puesto protecciones impidiéndole la entrada, pero se
había equivocado gratamente.
El rubio camino
por la casa, buscando a su esposa. Pero si se ponía a buscar por las
habitaciones le llevaría mucho tiempo, así que llamo al elfo que cuidaba de la
pelirroja.
—Pinky —la
pequeña criatura apareció al instante con plop.
—El amo llamo a
Pinky —dijo el elfo haciendo una reverencia.
—¿Cuál es la
habitación de mi mujer? —preguntó sin siquiera observar al elfo.
—La última del
pasillo, amo.
Draco emprendió
su camino hasta llegar a la habitación de la pelirroja, abrió la puerta y entro
en ella, pero no la encontró.
Maldita sea,
espero que ese viejo chiflado no la haya metido en uno de sus planes, pensó el
rubio.
Pero apenas
hubo terminado de pensar, la puerta del baño se abrió y de allí salió la
pelirroja, envuelta en un albornoz de color blanco.
La chica se
asustó al verlo parado allí, y retrocedió un paso, cosa que hizo que el rubio
sonriera de lado.
—¿Qué haces
aquí? —preguntó Nicole, observando con el ceño fruncido a su esposo.
Draco la
observó detenidamente, hace varios días que no la veía, y la encontró más
hermosa desde la última vez que la vio. Se acercó a ella y la tomo de la
cintura. Y el olor a jabón que desprendía la piel de la chica lo excito.
—¿Acaso no me
extrañaste, mi amor? —dijo el rubio para luego posar sus labios sobre los de la
chica y besarla con desesperación.
oh, merlin, este fue un maravilloso capitulo =)
ResponderEliminarpor favor no te demores mucho en actualizar
si!!!! actualizaste, gracias ♥
ResponderEliminarpero maldito Voldemort cara de serpiente, lo odio