miércoles, 28 de septiembre de 2016

Hogsmeade Arde


POV Draco
—Draco, ¿dónde estabas? —dijo una voz detrás de mí.
Giré para encontrarme cara a cara con la persona que se dirigía a mí, aunque no era necesario porque ya sabía de quien se trataba. De nada más y nada menos que mi padre.
—Padre —dije lo más natural posible.
—¿De dónde vienes, Draco?
Sonreí.
—Pues de donde más, padre. De buscar pistas sobre la tonta hermana de Potter.
Mi padre me estudiaba con la mirada.
—¿Y ya tienes una idea de donde puede estar esa mestiza? —me preguntó.
—Fui al Ministerio, y me infiltre en la oficina del traidor a la sangre de Weasley, pero al parecer tampoco sabe nada. Es como si la mocosa hubiera desaparecido del planeta.
—No pude desaparecer de esa manera —dijo mi padre con el rostro duro.
—Estos últimos días he tenido la idea de que San Potter también se haya llevado a su hermana con él —inventé.
Mi padre pareció pensarlo. Al fin y al cabo podrían creer mi teoría. Potter nunca dejaba a su hermana sola. Bueno, solo una esa vez que me la encontré en Francia.
—Si ese maldito de Potter se llevó a su hermana con él, esto molestara mucho a los planes del Lord.
—Pues el Lord tendrá que aceptar su derrota si mi teoría es cierta.
—Hablas como si te diera gusto que al Lord le salgan mal sus planes —me recriminó.
—Yo no he dicho eso, padre. No malinterpretes mis palabras —trate de convencerlo—. Yo estoy luchando por los ideales del bando al cual pertenezco.
—Eso espero, Draco, eso espero. Porque tu lealtad debe estar siempre con el Señor Tenebroso —me advirtió.
—Se perfectamente dónde y con quien está mi lealtad, padre —declaré.
Claro que se con quién está mi lealtad, lastimosamente nuestras lealtades están con diferentes bandos, padre, pensé.
—Bien, entonces, has todos lo posible por averiguar el paradero de esa mestiza, porque si no…
—Sí, sí, padre, ya sé. Si yo cumplo perfectamente con la misión que me encomendó el Lord, la familia Malfoy volvería a ser el brazo derecho del Lord.
—Qué bueno que tengas claro que es lo que debes hacer.
Asentí.
Di media vuelta y empecé a caminar hacia mi habitación.
—¿Adónde vas, Draco?
—A mi habitación —contesté sin voltear a mirarlo—, tengo cosas que pensar —después de eso seguí con mi camino.
Entré en mi habitación y me recosté sobre mi cama.
Lo único bueno de esta mierda de guerra es que Nicole por fin es mi esposa, que aunque me desprecie —como ella dice— sé que terminará cediendo en hacer todo lo que yo le diga. Y por lo menos ahora ella y mi hijo estarán seguros, espero que el viejo y Snape no estén tramando algo donde tenga que estar involucrada Nicole, porque si no juro que ahora si mataré a Dumbledore.
Pero ahora en lo que tengo que pensar es en cómo hacer para ayudar a todos los chicos que salen de paseo a Hogsmeade este fin de semana —tan solo pensar en que yo estoy dispuesto ayudar a otros personas que no fueran mi familia me causa risa, al antiguo Draco no le hubiera importado absolutamente nada lo que le pasara a los demás, porque el que tiene complejo de héroe es Potter no yo—. Pero me sigo preguntando como hare para avisarles a los demás sobre el ataque, es obvio que no puedo enviar lechuzas a Hogwarts dando el aviso, porque son interceptadas. Y mucho menos podría enviar un Patronus porque no sé cómo conjurarlo.

POV Autora
Mientras en la casa de Severus Snape, una pelirroja miraba atenta a Dumbledore. Hasta que por fin se decidió a hablar.
—¿Cómo es eso de que Malfoy le dirá al cara de serpiente que usted está vivo, señor? No lo entiendo.
—Es complicado de explicar, señora Malfoy —contestó serenamente Dumbledore.
Nicole hizo una mueca de molestia al escuchar que la llamaban «señora Malfoy».
—Profesor, solo llámeme por mi nombre, por favor. No hace falta que me llame por ese odioso apellido —pidió la pelirroja.
Dumbledore asintió.
—Entonces, ¿por qué se casó con el señor Malfoy? —preguntó el anciano profesor.
Nikki se puso roja de rabia.
—Porque me obligo.
—¿La obligo? —cuestionó Dumbledore.
—Me dijo que si nos casábamos, mi bebé —la pelirroja puso una mano sobre su vientre—, y yo estaríamos a salvo, y que también Harry estaría a salvo, porque el estúpido cara de serpiente ha mandado a que me capturen para hacer venir a mi hermano.
Dumbledore volvió asentir.
—Y luego me trajo aquí —agregó mirando el oscuro salón.
—El señor Malfoy hizo bien en traerla aquí, este lugar es el único lugar donde estará a salvo —confirmó Dumbledore.
—Tal vez, pero aun no me ha explicado eso de que Volde…
—¡No! No digas ese nombre, Nicole —la interrumpió el anciano.
—¿Perdón? —dijo la chica.
—Ahora ese nombre se ha convertido en tabú. Y cuando alguien menciona su nombre los seguidores de él aparecen —aclaró Dumbledore.
—Pero ¿no decía que esta casa es segura? —preguntó una alarmada Nicole.
—Sí, pero no hay que arriesgarnos.
Nicole asintió, y volvió a formular la pregunta que quería hacer antes.
—Pero ¿por qué el-que-usted-sabe lo cree muerto?
—Lamento no poder darte la respuesta que quieres, Nicole. No aun.
Nicole quería replicar, pero desistió porque ahora lo que realmente importaba era que los mortífagos no llegaran a dar con ella, y así su hermano no tendría que venir a por ella.
La pelirroja y el anciano profesor se quedaron en silencio por unos minutos, hasta que Dumbledore volvió su mirada en la chica.
—Que desconsidera de mi parte —dijo Dumbledore—, seguro que quieres descansar y yo no te indicado cuál va a ser tu habitación.
—Oh, no se preocupe por eso, señor —dijo Nicole.
—Si me preocupo, porque en tu estado debes estar lo más cómoda y tranquila posible.
¿Lo más cómoda y tranquila posible?, repitió Nicole en su mente. El idiota de Malfoy me tuvo secuestrada. Y aunque no me torturo ni me hizo nada malo, me tuvo al borde de la histeria al no saber si al día siguiente seguiría con vida o no. y con todo esto de la guerra, y mi hermano, Ron y Hermione, quien sabe dónde estén, no voy a tener tranquilidad. Ah, y ahora agreguemos el bono de que soy la esposa de ese idiota de Malfoy.
Minutos después Nicole se encontraba en una habitación, no tan amplia, pero limpia y oscura como el resto de la casa que ella había podido detallar.
¿De quién será esta casa?, se preguntaba Nicole.
Suspiró, y se acostó en la cama, ya que no tenía otra cosa que hacer, porque Pinky ya había ordenado todas sus cosas en el closet.
De pronto escuchó un plop.
—Ama Malfoy —el elfo hizo una reverencia ante la pelirroja, y esta hizo otra mueca al ser llamada «Ama Malfoy»—. Pinky venía a preguntarle a la ama, si necesita algo.
¿Podrías divorciarme del estúpido oxigenado?, pensaba Nicole.
—No, no necito nada. Muchas gracias, Pinky —hizo una pausa—. Y por favor, no me llames «Ama Malfoy», solo trátame igual que siempre, nada ha cambiado.
—Pinky no puede hacer eso —dijo el elfo, apenado y temeroso—, el amo Malfoy le ordeno a Pinky que la tratara como la señora Malfoy que es, y que siempre la llamará por su nuevo apellido.
Maldito, Malfoy, pensó Nicole.
Nicole miró al elfo y se dio cuenta de que temía su reacción. Y sonrió para infundirle confianza, después de todo el elfo no tenía la culpa de nada, él solo seguía órdenes.
—Está bien, no importa —dijo Nicole—. Pero ¿me podrías decir a quien pertenece esta casa? —Pinky miró hacia abajo—. Ah, comprendo, esto también te lo ordeno Malfoy.
El elfo asintió.
—Bien, no importa.
—Pinky lo lamenta, ama Malfoy —dijo el elfo—, pero Pinky solo está aquí para cuidarla y…
—Pero no para responder mis preguntas ni sacarme del lugar donde Malfoy me tenga encerrada, ¿verdad? —dijo Nicole con cierto fastidio.
Pinky negó con la cabeza.
—Pinky si puede responder a sus preguntas, ama Malfoy, pero solo algunas —se retractró.
Malfoy eres un reverendo estúpido, pensó Nicole.
—De acuerdo, Pinky. Puedes dejarme sola, por favor.
Pinky asintió.
—Pinky vendrá más tarde para traerle la cena, ama Malfoy —dijo el elfo, y luego de hacer otra reverencia desapareció con un plop.

***

El fin de semana llego y con él también llego la salida a Hogsmeade. En Hogwarts había una fila de chicos esperando salir a pasear al pueblo y tratar de olvidar un poco la guerra, aunque sería imposible dado el caso de varios ataques a familias de hijos de muggles. Pero aun así todos estaban obligados a ir a Hogsmeade.
Una pelirroja, una rubia y un chico de cabellos oscuros estaban casi al final de la fila.
—Algo me huele mal —comentó la pelirroja.
—Los nargles han estado más inquietos de lo normal, lo que quiere decir que deberíamos quedarnos en Hogwarts —dijo la rubia, que respondía al nombre de Luna Lovegood.
Ginny y Neville se quedaron mirando a Luna, sin entender, pero eso no era novedad, siempre les pasaba lo mismo cuando la rubia mencionaba a una de esas criaturas que solo ella —y su padre— podía ver. Pero aun así, ellos estaban seguros de algo: había algo raro en todo ese paseo a Hogsmeade, y se podía sentir hasta en el aire.
—Hola —Seamus Finnigan se acercó a ellos. El chico tenía el semblante apagado.
—Hola —saludaron los tres chicos a la vez.
Seamus Finnigan siempre se había llevado bien con sus compañeros de casa, pero con el que siempre paraba era con Dean Tomas, su mejor amigo. Pero las cosas ahora habían cambiado, Dean tuvo que escapar de Hogwarts —Ginny lo había ayudado— luego de que Snape tomara el puesto de director —puesto que antes ocupaba el fallecido Dumbledore— y que junto con el nuevo cargo de Snape, se incorporaron los hermanos Carrow a Hogwarts.
—Esto es absurdo —resopló Seamus—. Quien piensa en pasear por Hogsmeade cuando la guerra puede explotar en cualquier momento.
—Shhh —dijo Neville golpeando con el codo a Seamus—, te pueden escuchar. Además, se supone que «todo está bien, y no debemos preocuparnos por nada» —Neville había repetido lo que había dicho Alecto Carrow cuando se presentó como la nueva profesora de Estudios Muggles.
Ginny hizo una mueca.
La fila avanzo, y los chicos no prestaron atención a las clásicas palabras del conserje.
—Les advierto que si a su regreso los encuentro con bombas fétidas o algunas otras bromas, le pediré permiso al director Snape para colgarlos con cadenas de las vigas del techo más alto de este colegio.
La fila siguió avanzando y cuando los cuatro los tres leones y la águila se dieron cuenta ya estaban en los carruajes directo al pueblo.
El camino en carruaje fue largo y silencioso, nadie tenía nada que comentar, salvo que hablaran sobre los ataques a muggles o familiares desaparecidos de los hijos de muggles o de los traidores a la sangre asesinados.
Minutos después los chicos bajaban de los carruajes y tuvieron a la vista el pueblo, el cual estaba cubierto de nieve, y muy silencioso, porque ni siquiera se escuchaba las voces de los demás chicos, como era costumbre en las anteriores visitas al pueblo.
—¿Y ahora que se supone que tenemos que hacer? —preguntó Ginny.
—¿Divertirnos? —dijo Luna, con la vista perdida en algún punto del pueblo.
—Y si vamos a las Tres Escobas —propuso Neville—, seguramente allí es donde se encuentran todos los demás.
Seamus asintió, y dijo:
—Será lo mejor, podríamos tomar unas cervezas de mantequilla y hacer tiempo hasta regresar a Hogwarts.
Los cuatro chicos se encaminaron a las Tres Escobas. Por el camino se veían a chicos de Gryffindor, Ravenclaw y Hufflefupp, pero ningún Slytherin. Los cuatro chicos lo notaron, pero no comentaron nada, pensando que verían a las serpientes más adelante.
Siguieron caminando hasta llegar al bar, y cuando entraron vieron lo que habían notado afuera. No había ningún alumno de Slytherin dentro del bar.
Los cuatro se miraron con suspicacia.
—Algo raro está pasando, no hay ningún Slytherin, y por supuesto no es que me importe la presencia de esas serpientes —dijo Ginny.
—Y prácticamente nos obligaron a venir al pueblo —susurró Neville.
Pero aun y sabiendo que algo andaba mal, los chicos buscaron una mesa y se sentaron en ella, en silencio, pero con los sentidos alertas.
Madam Rosmerta se acercó a los chicos para saber que querían tomar —Rosmerta al igual que todos los demás no estaba tan alegre como era su costumbre, más bien todo lo contrario, ella parecía estar demacrada—. Cuando la dueña del local se fue por las cuatro cervezas de mantequilla que habían ordenado los chicos. Luna aprovecho para ir al baño.
—Ahora vuelvo —dijo la rubia.
—¿Adónde vas? —le preguntó Ginny.
—Al baño.
—No quieres que te acompañe —dijo Ginny parándose de su silla, pero la rubia la detuvo diciendo que no tardaría.
Pero la rubia no se había dado cuenta —más bien ninguno de los cuatro— de que alguien la seguía.

***

Por su parte Draco Malfoy —que ya había averiguado de que se trataría el ataque. Hogsmeade ardería— estaba camuflado con un hechizo. Él había ido al pueblo para avisar a uno de los leones de que iba a ver un ataque, pero su oportunidad llego cuando vio a la rubia dirigirse al baño.
Él camino sigilosamente hasta el baño de mujeres, se escondió en uno de los baños, hasta que escucho la puerta del baño abrirse, fue cuando el salió de su escondite. Allí, frente a él pudo ver a Luna Lovegood lavándose las manos, camino como cual serpiente y se colocó detrás de ella.
Luna se volvió rápidamente al sentir una respiración por su cuello. Pero cuando vio al hombre vestido de negro —obviamente un mortífago— dio un salto hacia atrás, golpeándose con el lavamanos.
—¿Qué…?
—¡Silencio, Lovegood! —dijo el mortífago interrumpiéndola—. Escúchame muy bien… tal vez no me creas, pero dentro de unos minutos habrá un ataque.
La rubia abrió más los ojos.
—Es por eso que no hay un solo Slytherin —dijo más para ella.
—Sí —graznó el mortífago—. Pero no hay tiempo para dar más detalles. Y te recomiendo que si quieres salvar tu vida y la de tus amiguitos, vayas ahora mismo y avísales.
Luna se le quedo mirando con fijeza al mortífago. Sin saber a Draco se le había escapado un poco de su cabello rubio platinado y Luna lo había reconocido, pero aun así quería asegurarse.
—Dime tu nombre —demandó la chica.
—¿Qué no escuchaste lo que te dije? Vete con tus amigos y los demás y pónganse a salvo.
—¡Espera!
—¡Vete, maldita sea! O será muy tarde después, te aseguro que no podrán salvarse si te sigues demorando —dijo Draco con voz fría. Y sin decir nada más, desapareció.
Luna sonrió levemente.
—Gracias, Draco Malfoy —susurró.
Y en ese preciso instante Ginny entro baño de manera violenta con la varita en alto, dispuesta a atacar a cualquiera que se atreviera a dañar a sus amigos.
—¿Qué paso? —interrogó la pelirroja mirando en todas direcciones.
Pero la rubia no contestó.
—¡Luna! —insistió Ginny acercándose a su amiga—. ¿Qué paso? ¿Por qué te demorabas tanto en el baño?
Y Luna fingiendo haber visto unas de esas criaturas que ella sola podía ver, le respondió a la pelirroja.
—Los mortífagos van atacar Hogsmeade.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó Ginny.
—Que va haber un ataque ahora mismo. Vamos, tenemos que avisarles a los demás para irnos o será muy tarde —dijo Luna tomando de la mano a Ginny para salir del baño.
Ginny se dejaba arrastrar por que la noticia le había sorprendido.
—Pero, ¿quién te lo dijo?
—Los nargles —contestó la rubia aun jalando a su amiga.
Cuando ya estaban fuera del baño de mujeres se encontraron cara a cara con Neville y Seamus, los cuales también estaban con las varitas en alto.
—¿Qué pasa? —preguntó Seamus, en alerta, igual que Neville.
—Luna dice que los mortífagos nos atacaran —contestó Ginny.
—¿Qué? Pero, ¿cómo es que lo sabes? —preguntó Neville.
—Dice que los nargles se los dijeron —volvió a responder la pelirroja, dudando un poco de cordura de su amiga.
Pero Luna se alejó de sus amigos y camino hasta el centro de bar.
—¡Atención todos, por favor! —gritó Luna.
Y todos los que estaban en el bar se volvieron para observar a la Ravenclaw.
—Espera, Luna —dijo Neville corriendo hacia ella, él no quería que la rubia alarmara a sus demás compañeros de clase solo porque a la rubia creía todo lo que esas supuestas criaturas le decían.
Pero Luna no le hizo caso, y siguió hablando.
—Tienen que salir todos del bar y si ven a alguien rondando por ahí avísenle de que Hogsmeade será atacado ahora. Así que por favor volvamos todos a Hogwarts.
Apenas la rubia termino de hablar empezó el loquerío. Todos los chicos se aglomeraban en las puertas del bar, tratando de salvar sus vidas y la de sus amigos.
—Luna, ¿por qué hiciste eso? —le preguntó Neville a rubia, pero apenas el chico termino de hablar el verdadero caos empezó cuando vieron a los mortífagos aparecer de un momento a otro—. ¡Demonios, era cierto! —exclamó el chico, mirando a la rubia con asombro.
Y sin pensarlo dos veces, los chicos se hicieron camino para salir del bar y empezar a luchar.
—¡Esperen! —dijo Luna—. Tenemos que ayudar a los más pequeños a regresar a Hogwarts.
Ginny que estaba su lado asintió.
—Nosotras nos encargaremos de eso —dijo.
—¿Pero cómo? —preguntó Neville.
—Tenemos que llevarlos a Honeydukes —dijo la pelirroja.
—Esa tienda no nos será de mucha ayuda, no podremos esconder allí a todos, Ginny —dijo Seamus.
—Un día escuche a Harry y a Ron decir que allí había un pasadizo secreto que nos llevara directo a Hogwarts —dijo la pelirroja.
—Bien. Cuidaremos sus espaldas —dijo Seamus con la varita en alto—. ¡Protego! —gritó cuando un mortífago quiso atacar a una chica de tercer año—. Dense prisa —las urgió
Las chicas trataron de calmar a los más pequeños, a la vez que lanzaban hechizos para defenderse de los mortífagos. Con mucho cuidado hicieron un grupo con los más pequeños, mientras trataban de cuidarse de los hechizos que pasaban por sus cabezas y costados.
—Hay que cruzar la calle principal para llegar a Honeydukes y evitar las maldiciones —dijo Ginny, Luna asintió—. Yo iré adelante.
—Pero, Ginny… —dijo la rubia.
—No hay de otra, Luna —dijo la pelirroja, en pose de ataque, cuando de repente un Expulso paso por su cabeza, mira al frente y se dio cuenta que quien había evitado que el ataque le diera era Michael Corner, su ex novio.
—Tienes que estar más atenta, Ginevra —dijo el Ravenclaw.
Ginny frunció el ceño.
—Gracias —dijo la chica.
Corner asintió.
—Tal vez no logremos ganar, pero por lo menos no se la dejaremos fácil —comentó Corner, mirando a su alrededor, y sí que habían bastantes mortífagos.
Ginny ya no dijo nada más, y entre ella y Luna se abrieron camino lanzando Impedomentas y otros hechizos de defensa.
La pelea entre los alumnos de los últimos cursos y los mortífagos no era equitativa ya que habían varios que están gravemente heridos, mientras que los del bando contrario no tenían ningún rasguño.
—Este será nuestro fin —dijo un chico de sexto de Hufflepupp.
—Cállate —le dijo Seamus, lanzando un Incarcerous a un mortífago—, y no te distraigas.
Mientras tanto Lucius Malfoy, el que estaba a cargo de destruir Hogsmeade con todos los chicos allí, corrió hacia donde estaban las Ginny y Luna con el grupo de chicos más pequeños y se puso delante de ellas.
—Vaya, vaya, pero que tenemos acá —siseó el rubio—. A la traidora a la sangre más buscada.
Ginny no retrocedió, al contrario, alzo la cabeza y encaró a Lucius.
—Miren a quien tenemos acá —repitió la pelirroja—, al lame botas del maldito desnarizado.
—¿Cómo te atreves a nombrar a mi señor, maldita mocosa? —siseó el mortífago—. ¡Cruc…!
—¡Expulso! —gritó Remus Lupin, lanzando a Lucius a unos cuantos metros, y evitando así que Ginny fuera agredida—. Pueden continuar, y no se preocupen que yo mismo me encargaré de que nadie más las sigan.
—Gracias, Lupin —dijo Ginny. Y al instante se pusieron en marcha nuevamente.
Y desde allí, ya fue más fácil, porque los de la Orden habían llegado, lo que quería decir que estarían a salvo.
Unos minutos después las chicas llegaron a la puerta trasera de Honeydukes, pero esta puerta estaba cerrada.
—¡Bombarda! —dijo Luna y la puerta exploto, dándoles pase a los chicos y a las dos amigas.
El camino fue largo, pero por llegaron a la entrada de la bruja tuerta, y por allí pasaron, pero no habían terminado de entrar cuando la bruja tuerta fue movida nuevamente. Luna y Ginny se pusieron en alerta pensando que los mortífagos las habían seguido, pero respiraron profundo cuando se dieron cuenta de que eran Neville y Seamus, ambos heridos, pero nada comparado con los demás chicos a quien venían ayudando.
—¿Qué ocurre? —preguntó Ginny.
—Shacklebolt nos mandó al colegio con los demás heridos —dijo Neville, tomándose del brazo herido.
—Sí, dijo que los de la Orden se encargarían de todo, y que nosotros regresáramos —contó Seamus, de pronto se escuchó unos ruidos detrás de la bruja tuerta—, deben ser los demás. Shacklebolt, el auror, dijo que nos estaría escoltando a los demás para que podamos regresar a Hogwarts.
Y así fue, ya que el otro grupo que entro era comandado por Corner, el cual tenía una gran herida en la cabeza que no dejaba de sangrar.
—Debemos llevarlos a la enfermería —dijo Luna, viendo a su compañero de casa.
—Sí, vamos —dijo Ginny.
—¿Cómo te hiciste esa herida? —le preguntó Neville a Corner.
El chico hizo una mueca de dolor.
—Trate de esquivar una bombarda que lanzo esa maldita bruja loca de Bellatrix Lestrange —contó Corner y Neville frunció el ceño al escuchar el nombre de la bruja—, pero no sirvió de mucho porque igual resulte herido. Pero eso no quedo allí, porque después esa loca empezó a lanzar varios Incendio por todos lugares, y ha causado un gran daño, a las justas logre escapar con ellos —señaló a los demás chicos.
—Maldita —susurró Neville.
Todos se encaminaron a la enfermería, pero para su mala suerte en el camino se encontraron con Snape. El cual los miró a todos con un rostro indescifrable. Y ni siquiera les preguntó que les paso, o como estaban, solo les ordeno que fueran a su oficina.
—Weasley, Lovegood, Longbottom, Finnigan, Bones y Corner, síganme.
—Pero, señor, Corner necesita ir a la enfermería así como los demás —dijo Luna.
Snape la miró de tal manera que si sus ojos hubieran sido dagas, Luna ya estaría muerta.
—He dicho que me sigan.
Y sin esperan nada más Snape dio medio vuelta y caminó directo a la antigua oficina de Dumbledore.
Cuando los seis chicos ya estuvieron dentro de la oficina del director, Snape por fin se decidió a preguntarle lo que sucedió.
—¿Cómo sino lo supiera? —dijo Ginny sin poder contenerse.
—Silencio, Weasley —siseó el nuevo director—. ¿Qué paso?
—Nos atacaron, señor… fueron los mortífagos —contestó Luna—. Yo les avise sobre el ataque, pero nos demoramos mucho en salir.
—¿Usted sabía que habría un ataque? —preguntó Snape, observando a la rubia con suspicacia.
—Sí, señor.
—¿Cómo se enteró? —siguió preguntando Snape. Algo le decía que había sido alertada de tal ataque incluso antes de que él les avisara a la Orden de dicho ataque comandado por Lucius.
—Los nargles me lo dijeron, señor —contestó la rubia con toda naturalidad.
Ginny quiso golpearse la cabeza ante tal contestación de su amiga, ya que Snape no los dejaría en paz con tal respuesta. Sí, ella quería a su amiga, pero esa respuesta era patética.
—Trata de burlarse de mí, Lovegood —gruñó Snape.
—No, señor —dijo Luna—, esa es la verdad.
—Pues si los «nargles» te dijeron sobre el ataque, por favor, Luna dime como son, tal vez y nos salven de más ataques futuros y yo quiero estar atento a ellos —comentó Seamus, empezando a creer en esos seres que ni siquiera estaba seguro que existían.
—Pues este en particular era alto y rubio —respondió Luna sin alterarse.
Snape se le quedo mirando a la rubia chica. Ahora sí que sus sospechas estaban claras.
Eres un imbécil, Draco, pensaba Snape.


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