lunes, 3 de abril de 2017

La espada de Gryffindor


POV Autora
Hermione abrió los ojos sobresaltada, estaba un poco oscuro dentro de la tienda de campaña, parpadeó varias veces acostumbrándose a la semi oscuridad. Bostezo, se sentía tan cansada, ella no había tenido una buena noche.
En realidad no había podido dormir bien desde que emprendieron la misión de acompañar a Harry, en busca de los Horrocruxes, pero ahora que Ron se había ido, sus noches eran peores. Se pasaba las noches pensando en él, si estaba bien, si estaba escondido, si los mortífagos no lo habían encontrado, si comía, si… aún se encontraba con vida.
Ese último pensamiento hizo que Hermione soltara un par de lágrimas. Lo extrañaba; Merlín lo extrañaba tanto, que no tenerlo junto a ella le costaba respirar.
—Eres un tonto, Ron. ¿Por qué te fuiste? —murmuró.
Las lágrimas seguían rodando por sus mejillas.
Ella se permitió llorar solo unos minutos más, porque cuando saliera de la tienda, Harry la tenía que ver fuerte, no podía simplemente mostrarse abatida por el abandono del pelirrojo. Aún tenía unos Horrocruxes que encontrar y destruir, personas que proteger y una guerra que ayudar a ganar.
Hermione aún tenía lágrimas por sus mejillas cuando escuchó que Harry la llamaba.
—¡Hermione! ¡Hermione!
La aludida salió prácticamente corriendo de la tienda y se encontró con Harry a unos diez pasos de la tienda de campaña.
—¿Qué sucede? —preguntó la castaña con una actitud alerta, mirando hacia todas direcciones—. ¿Estás herido?
—No —respondió Harry negando con la cabeza, la observó fijamente—. Lo siento —se disculpó—. Te desperté… creí que ya no dormías.
—Y no lo hacía.
—Eh, pues…
—¿Para qué me llamabas, Harry? —preguntó rápidamente Hermione, parando en seco a su amigo, ya que sabía que Harry había notado sus ojos rojos e hinchados por las lágrimas y lo que menos quería en esos momentos era dar explicaciones del porqué de su tristeza, aunque de seguro que él ya lo sabía.
Harry pareció entender la petición silenciosa de su amiga, así que se dispuso a decir lo que había pensado.
—Hermione, tú eres muy inteligente… así que pensé que tu podrías… arreglar mi varita —dijo esperanzado, mirando expectante a la castaña, esperando que dijera algo.
Pero Hermione se mordió el labio inferior con nerviosismo, y aparto la mirada. Eso que le pedía su amigo, era imposible, por más que ella fuera inteligente sabía que nunca podría arreglar una varita mágica.
Tenía ganas de volver a llorar. Había sido muy descuida, como había podido ser tan torpe y partir la varita de Harry.
Se pasó una mano por el enmarañado cabello, y volvió su mirada a su amigo.
—Lo siento mucho, Harry, pero… yo no puedo —hizo una pausa controlando el nudo que sentía en la garganta—. De verdad no creo poder…, recuerdas cuando en segundo año a… Ron —la voz se le quebró. Respiró profundo—, se le rompió su varita, y él… tuvo que comprar otra… tal vez el único que pueda arreglar una varita mágica sea el… señor Ollivander.
Harry bajo la mirada. Para él no tener una varita era mil veces peor que vivir con los Dursley.
Se acercó a Hermione.
—Pero, por favor, Hermione… podrías por los menos intentarlo… tal vez…
Hermione asintió, por lo menos haría eso por Harry, intentarlo. El pelinegro le devolvió su varita, que había estado usando para hacer guardia, y puso su varita rota en el suelo.
Hermione apunto a la varita de Harry.
¡Reparo! —dijo, y al instante la varita volvió a unirse, Harry se agacho y tomo su varita, sus verdes ojos parecían brillar.
—¡Aguamenti! —dijo Harry, pero apenas pronuncio el hechizo y agito su varita, está nuevamente se volvió a partir en dos.
Hermione se encogió ante lo que había presenciado. Estaba apenada.
—Lo siento —murmuró la chica.
Harry no contestó por unos minutos.
—Lo intentaste, y no funciono. Ya no tiene importancia —murmuró guardando su rota varita en el bolsillo.
Pasaron varios minutos más en silencio, cada uno metido en sus pensamientos.
Hermione se metió en la tienda y cuando volvió a salir encontró a Harry en el mismo lugar donde lo había dejado.
—Encontré… esto en la casa de Bathilda —dijo Harry enseñándole un libro. Harry la miró y luego miró el libro, lo tomo y cuando lo abrió, vio varias fotos, pero entonces vio una que se le hizo familiar.
—¿Sabes quién es él? —le preguntó.
Hermione miró la foto y negó con la cabeza.
—Lo siento, pero no sé quién es. ¿Por qué?
—Porque he soñado con él… por favor, míralo bien, y dime quien es —insistió el pelinegro.
—No se me hace familiar, es más es la primera vez que lo veo.
Harry se pasó ambas manos por sus cabellos, se sentía frustrado, débil e indefenso, muy indefenso ahora que no tenía una varita. Y ahora parecía una broma del destino ver la foto del chico con que había soñado, y no saber quién es, no tenía ninguna información sobre ese misterioso chico. El chico que había visto en sus sueños a través de Voldemort.
Por su parte Hermione se sentía culpable. Primero por haber rota la varita de Harry —el principal instrumento de un mago—. Segundo por no haberla podido arreglar. Y tercero por no saber la identidad de ese joven.
La castaña miró a su amigo, la culpabilidad se hizo más grande. Que haría Harry sin una varita, esto solo lo haría un blanco fácil para cualquiera, y era mucho peor para él, ya que siendo el niño que vivió y el indeseable número uno, estaba más que indefenso, y cualquier mortífago podría atacarlo.
Otra vez un nudo se le formo en la garganta.
—Haré la guardia —dijo Hermione, tratando de decirle a Harry que ahora él tenía que descansar.
—No, yo seguiré haciendo la guardia —se negó Harry.
—Pero Harry, tú también tienes que descasar —dijo Hermione—, déjame a mí…
Harry volvió a negar con la cabeza.
—Haré la guardia —dijo en un tono que hizo ver a Hermione que no daría su brazo a torcer.
—Está bien —dijo esta, y le dio su varita a su amigo.
Harry cogió la varita y se sentó junto a la tienda, la chica lo miró una vez más y entro a la tienda. Iba a volver a su litera, pero la noche estaba helando, y Harry estaba solo afuera. Y haciendo uso de su habilidad para hacer magia sin varita, puso a calentar agua para preparar té.
Minutos después, salía con dos tazas con té caliente, y le ofreció una a Harry. Este la tomo, pero se quedó mirando con sorpresa a su amiga.
—¿Cómo…?
Hermione se encogió de hombros y sonrió tristemente.
—Gracias —dijo Harry.
Hermione se sentó a su lado, dio un sorbo al té.
—Deberías entrar está helando —dijo el chico bebiendo su té.
—Entraré cuando termine mi té, por ahora tendrás que soportarme —trato de bromear, y funcionó por Harry sonrió.
Luego de que terminaran sus bebidas, Hermione recostó su cabeza en el hombro de Harry, cerró los ojos y se acurruco más cerca de él.
El chico paso su brazo por la cintura de Hermione, y la dejo descansar; él tenía los ojos abiertos, su mano estaba metida en su bolsillo apretando la varita mágica de su amiga, y cada ruido que escuchaba miraba buscando al culpable, pero siempre resultaba que el culpable era un animal.
Sentí la respiración de Hermione en su cuello, le hacía cosquillas, pero no la alejó, es más abrazo con fuerza, en esos momentos era lo único que tenía. Y no, no era que estaba confundiendo sus sentimientos hacia la castaña, él sabía perfectamente lo que sentía, él amaba a Ginny, y quería a Hermione como a una hermana.
Hermana, repitió en su mente.
El rostro de Nicole apareció en sus pensamientos. La extrañaba horrores, y estaba preocupado por ella, sentía que algo no anda bien, era como un presentimiento que le decía que su hermana estaba en peligro, y no solo ella, también el niño que llevaba en el vientre.
Tengo que encontrar la manera de saber de ella, pensaba.
Suspiró.
Cada vez helaba más, así que cargo a Hermione, entro a la tienda y la acostó en una de las literas. Y el nuevamente salió para seguir haciendo guardia.

***

La mañana siguiente, Hermione se levantó temprano, aunque al menos agradecía que las pesadillas la hayan abandonado por unas horas.
Harry entro a la tienda, se le veía cansado y con ojeras, por las muchas horas de no dormir.
La castaña le dedico una sonrisa cuando lo vio entrar.
Desayunaron algunas frutas que pudieron conseguir y té para entrar en calor. Luego del breve desayuno, decidieron que lo mejor sería desaparecer de los terrenos del Valle de Godric, ya que podría ser peligroso. Así que en la tarde recogieron todas sus cosas y desaparecieron.
Y nuevamente aparecieron en un bosque, había árboles frondosos los cuales estaban llenos de nieve.
Hermione se encargó de poner todos los hechizos protectores a los alrededores, y luego armaron la tienda de campaña en un lugar seguro.
—¿Dónde estamos? —preguntó Harry.
Hermione se volvió hacia el pelinegro.
—En el bosque de Dean —respondió con un suspiro—. Aquí acampe con mis padres una vez —Harry noto que Hermione estaba apenada, y la entendía, dejar a tus seres queridos para protegerlos era una decisión muy difícil. Y nuevamente llego a su mente las imágenes de las dos pelirrojas de su vida: su hermana y Ginny.
Entraron a la tienda porque el frío le calaba los huesos.
Y aunque había hechizos protectores alrededor, Harry estaba ansioso, saco de su bolsillo su chivatoscopio y lo dejo sobre la mesa, alerta por si alguien pudiera traspasar los hechizos y quisieran hacerles daño.
Esa tarde y noche paso normal, no hubo problemas. Y se protegían del frío por las llamas que Hermione creaba, las cuales podían ser transportadas a cualquier lugar que iban.
Por la mañana Harry se encontraba afuera, haciendo guardia —parecía tener una obsesión con hacer la guardia el solo—. Mientras que Hermione ya estaba despierta y con un libro entre las manos.
Cuando de pronto encontró algo en el libro que llamo su atención.
—¡Harry! —lo llamó.
El pelinegro entro al instante con la varita en mano, dispuesto a atacar, pensando que su amiga estaba en peligro.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Oh, no, no pasa nada malo —le aclaró la castaña, y el chico bajo la varita—. Solo quería mostrarte lo que encontré… —señaló el libro. Harry miró dicho libro, pero no sabía que podía ser eso tan importante—, es el libro que encontré en la casa de Bathilda Bagshot —explicó—, observa esto…
Harry se acercó a Hermione, tomo el libro y miró en la página que la castaña había estado leyendo, en la cual también había una fotografía de un muy joven Albus Dumbledore y el misterioso rubio de su sueño.
—¡Grindelwald!
Hermione asintió. Y Harry empezó a leer rápidamente; allí se enteró de la peculiar amistad entre Dumbledore y el mago oscuro.
Hermione espero a que Harry terminara de leer todo ese capítulo, y cuando lo hizo noto que su amigo estaba perdido en su mente.
—Harry —dijo Hermione—, yo sé que lo que acabas de leer no es agradable, pero…
Harry se sentía desbastado, casi igual como se sintió cuando murió Dumbledore, o cuando Ron los abandono.
Levanto la cabeza y miró a su mejor amiga.
—¿Qué no es agradable? —murmuró—. Hermione, tú has leído esto… Dime, dime que no te sientes igual que yo… ¡Ahora Dumbledore es solo un extraño para mí! ¿Qué pretendía?
—Harry… no debes creer todo lo que dice ese libro… ¿Es que acaso no te has dado cuenta que la que escribió ese libro es Rita…? No se puede confiar en esa mujer tan deshonesta.
Harry negó con la cabeza.
—¡Esa era la letra de Dumbledore! Tú también lo has visto, deja de defenderlo… al final él no era lo que yo creía.
—Se comete errores en la juventud… y él era muy joven…
Harry se llevó una mano a su sien y la masajeó.
—Por Merlín, Hermione, él tenía nuestra edad, ¿y míranos? Nosotros estamos arriesgando nuestras vidas para salvar a todo la comunidad mágica… constantemente estamos en peligro… y él quería gobernar a los muggles y a los magos nacidos de muggles… No lo puedo creer… era tan solo un hipócrita…
Hermione se quedó en silencio.
—Pero, luego él cambio…
—Yo ya no estoy seguro de nada —dijo Harry dejándose caer sobre una de las literas. Estaba tan cansado, tenía los músculos agarrotados.
Hermione pensaba que quizás Dumbledore había tenido un diferente ideal que al de Grindelwald, era por eso que había acabado con él después de todo, ¿no? Dumbledore era un hombre de buenos sentimientos.
Pero no le dijo nada Harry, él estaba ofuscado en ese momento, y contradecir sus deducciones solo sería empezar una discusión innecesaria.
Harry se levantó de la litera, se aseguró de tener la varita de Hermione en su bolsillo y se dispuso a salir nuevamente, se sentía que se ahogaba estando dentro de la tienda.
—Haré la guardia —dijo.
—No, descansa un poco, Harry, yo haré la guardia ahora.
Se acercó a él.
—Anda, duerme un poco.
—No —dijo Harry obstinadamente.
Hermione no discutiría con su amigo, levanto una mano y la coloco sobre la mejilla de Harry, e hizo una suave caricia, luego lo beso su mejilla y se abrazó a él.
Harry se sorprendió, pero luego paso sus brazos por cintura de la chica.
—Todo estará bien, todo saldrá bien —murmuró Hermione cerca del oído de Harry—. No hagas caso a todo lo que haya escrito esa bruja, porque a pesar de su pasado, yo sé que él te quería, Harry. Dumbledore te quería y nunca hubiera hecho algo para lastimarte.
Harry agradeció las palabras de su amiga, no estaba seguro de Dumbledore, pero en el fondo deseaba con todo el alma que todo que Hermione le dijo fuera cierto, y no que simplemente haya querido remendar sus culpas del pasado a través de él.
Rompieron el abrazo, y Harry salió a hacer la guardia.
Hermione suspiró. Ella confiaba en Dumbledore y aunque haya leído que todo lo escrito por Rita Skeeter, donde incluso insinuaba que Dumbledore había sido el que provoco la muerte de su hermana menor, no lo creía. Ella nunca creería a las invenciones de esa mujer.
Después de ese día ya no volvieron a hablar de Dumbledore, y Hermione no quería que Harry se deprimiera por la sola mención de su fallecido director o por Grindelwald.

***

Pasaron cinco días, en donde el frío los odiaba, porque parecía que cada día era más fuerte, pero eso no era lo peor, lo peor era que no tenían ni la más mínima idea de dónde ir, ni dónde buscar los otros Horrocruxes, de los cuales no sabían cómo destruir. Hermione creía que la espada de Gryffindor podría destruirlos, pero no la tenían, y no sabían dónde estaba.
Harry estaba sentado en unos de los sillones, con la bolsa de cuentas de Hermione. La abrió y saco el guardapelo de Slytherin y se lo colgó en el cuello, no sabía porque, pero tenía un presentimiento, era como si temiera extraviarlo, y no lo permitiría, no después de todo lo que habían tenido que pasar para encontrarlo.
—Hermione —dijo Harry cuando salió de la tienda de campaña, y el frío le pego en la cara, haciéndolo tiritar—. Ve a dormir, yo me haré cargo.
Hermione parpadeó.
—No, aun me falta una hora para terminar mi turno.
—No importa, ve a dormir, debes estar congelándote —dijo Harry ofreciéndole una mano para ayudarla a incorporarse.
Hermione tomo la mano de Harry y se levantó.
—Gracias —le dijo, metió su mano en su bolsillo y le entrego su varita, para luego entrar a la tienda.
Harry se sentó en el mismo lugar donde había estado Hermione, y así paso unas horas, todo estaba en calma. Pero luego de unos minutos vio algo brillante moverse entre los árboles. Se levantó, saco la varita de Hermione del bolsillo, y con un Lumos empezó a seguir a la figura brillante.
Cuando estuvo un poco más cerca noto que la figura brillante era una hermosa cierva, era un patronus. ¿Pero de quién? Y además, también se dio cuenta de que la cierva lo buscaba.
La cierva y él se miraron por un momento, pero luego ella se dio la vuelta.
Harry le grito que se detuviera, pero la cierva no le hizo caso. Siguió corriendo, alejándose de él. Harry la siguió, sentía la nieve crujir bajo sus pies, pero no le importo, él solo quería alcanzar a la cierva, y saber porque lo buscaba. Paso entre árboles y más árboles, alejándose de la tienda.
Harry estaba más intrigado, ¿qué era lo que quería esa cierva? ¿Por qué no se detenía? ¿Qué era lo que quería decirle?
Y finalmente la cierva se detuvo. Harry corrió más para alcanzarla, y mientras corría pensaba si todo eso no sería una emboscada; casi, casi ya estaba preparado para encontrarse cara a cara con los mortífagos.
Lumos —susurró.
Y todo lo que vio fue un lago congelado. ¿Un lago? ¿Por qué la cierva lo había guiado hasta ese lago?
Se acercó más y alumbro la superficie, y vio algo brillar dentro. Eran rubíes. No lo podía creer, el objeto que brillaba parecía ser la espada de Gryffindor.
Quiso atraer la espada con accio, pero no funciono. ¿Cómo podría sacar la espada del allí? Se preguntaba, y recordó lo que una vez le dijo Dumbledore: solo un verdadero Gryffindor podía sacarlo del sombrero. ¿Y cuáles eran las cualidades que lo definían como Gryffindor? La respuesta llego al instante: Su osadía, temple y caballerosidad ponen aparte a los de Gryffindor. Entonces no lo pensó y tampoco le importo congelarse, se quitó la ropa quedando solamente en bóxer, y con un Diffindo quebró el hielo, y se lanzó al lago. Nado hasta lo más profundo, donde estaba la espada, y sentía que su cuerpo gritaba protestando por la baja temperatura, no le hizo caso y siguió nadando hacia la espada.
Estiro la mano y la tomo por la empuñadura, y apenas tuvo la espada entre su mano, el guardapelo empezó a atacarlo, cerrándose alrededor de su cuello, lo estaba asfixiando.
Harry pataleo tratando de subir a la superficie, pero fue inútil, el Horrocrux no pensaba dejarlo salir con vida de allí.
Él siguió intentando salir. Nada resultaba, y lo peor de todo era que ya no podía respirar más bajo el agua, su cuerpo se estaba debilitando, y su mano que apretaba la empuñadura de la espada estaba cediendo… el Horrocrux estaba logrando su cometido…
Y entonces alguien paso sus brazos por su cuerpo y lo saco del lago, su cuerpo cayó sobre la nieve. Tosió y tosió escupiendo el agua que había tomado en su lucha con el guardapelo; tirito de frío… pero parpadeó cuando escucho unos pasos acercarse a él.
¿Dónde estaba la varita de Hermione? Palpo en la nieve, no lo encontró, pero entonces, se llevó una mano a su cuello, en busca del guardapelo. No estaba. Alzo la cabeza, dispuesto a preguntarle a su salvador sobre el Horrocrux. Pero su boca no obedeció la orden de hablar, ya que se quedó perplejo al reconocer al hombre alto de cabellos pelirrojos, completamente empapado.
—¿Acaso… estás… loco? ¿Por qué… de-demonios… te metiste… al… lago?
Harry estaba muy sorprendido, nunca pensó que Ron regresaría, y menos en un momento tan oportuno.
Se levantó del suelo, tiritando aun, sin dejar de mirar a su amigo, y fue allí cuando reparo en que Ron tenía en una mano la espada de Gryffindor y en la otra el Horrocrux.
—¿Y… por qué… demonios… no te quitaste… esta cosa… antes de lanzarte… al lago? —Ron también tiritaba. Y el Horrocrux en su mano no dejaba de balancearse como si quisiera hipnotizarlo.
Harry no supo que responder, lo único que tenía en la cabeza era que su mejor amigo había regresado, lo había salvado —zambulléndose en el agua helada—, y el patronus.
—¿E-eras… tú? —dijo Harry con los dientes castañeándole.
Ron lo observó confundido.
—Sí —dijo.
—¿Y tú conjuraste ese patronus? ¿Tú conjuraste a la cierva?
—¿Qué? No, yo no hice nada de eso —respondió Ron—. Yo también la vi, y pensé que eras tú, guiándome para encontrarlos.
—Mi patronus es un ciervo.
—Con razón lo note distinto —dijo Ron rascándose la cabeza.
Harry sonrió y luego empezó a ponerse su ropa de nuevo, cogió la varita de Hermione y se la guardo en el bolsillo.
—Tenemos que destruir el Horrocrux —dijo Harry con seriedad. Ron le paso el guardapelo—. Lo abriré y tú le clavaras la espada de inmediato —respiró profundo—. ¿Estás listo? —le preguntó.
—Harry… yo no creo poder… hacerlo… —dijo Ron retrocediendo un paso—, cuando yo portaba esa cosa… me hacía ver cosas horribles… y me afectaba mucho.
—Sé que puedes, Ron.
Ron negó con la cabeza.
—Ahora hablaré pársel, le diré que se abra… y tú le clavaras la espada.
Ron apretó la empuñadura y asintió.
Harry coloco el guardapelo en una superficie plana, sintiendo como este temblaba. Respiró profundo nuevamente, y le ordeno que se abriera.
Y entonces del guardapelo salió una neblina espesa, donde aparecieron dos ojos rojos, y cuando Ron estuvo a punto de clavar la espada, la neblina empezó a hablarle.
Te conozco, he visto tu corazón, Ronald Weasley, y es mío. He visto lo que hay dentro de él, he visto tus temores, tus miedos y tus ambiciones… —Ron estaba totalmente paralizado—, todos pueden hacerse realidad.
—Ron no le hagas caso. Clávale la espada —le gritaba Harry, pero Ron no reaccionaba, solo miraba a los ojos de Tom Riddle.
El menos amado, siempre, por la madre que deseaba una hija… El menos amado, ahora, por la muchacha que prefiere a tu amigo… El segundo mejor, siempre, eternamente en las sombras de otro…
—No lo escuches. Apuñálalo —volvió a gritar Harry.
Ron parpadeó, levanto la espada, dispuesto a apuñalarlo, pero entonces de entre la neblina, flotaron dos réplicas de Harry y Hermione, ambos desnudos. Ron retrocedió espantado.
—¡Ron! —gritó Harry, pero el Harry falso lo interrumpió.
¿Por qué regresaste? Estábamos mejor sin ti, más felices sin ti, contentos con tu ausencia… nos reíamos de tu estupidez, tu cobardía, tu presunción…
¡Si, de tu presunción…! —dijo la falsa Hermione, quien parecía incluso más bella que la verdadera Hermione—, ¿quién podría mirarte, quién jamás te miraría a ti, al lado de Harry Potter? ¿Qué has hecho, comparado con el Elegido? ¿Qué eres tú, comparado con El-Niño-Que-Vivió? —la falsa Hermione miró despectivamente a Ron—. ¡Tú no eres nadie a comparación de él! ¡Tú presencia me repugna…!
—Ron, apuñálalo. No le escuches —le gritó Harry nuevamente.
Pero entonces la voz del falso Harry habló.
Tu madre confesó —se mofó el Harry falso—, que ella hubiera preferido tenerme a mí como hijo, que felizmente cambiaría…
Quien no lo preferiría, que mujer te elegiría a ti, no eres nadie. Nadie, nadie, nadie, comparado con él —dijo a su vez la falsa Hermione restregándose con el falso Harry—. ¡Yo nunca me fijaría en ti! ¡En un pobretón! —y entonces el falso Harry abrazo por la cintura a la falsa Hermione y juntaron sus labios en un beso apasionado.
Ron estaba pálido, nervioso, pero entonces, los nerviosos se esfumaron y fueron reemplazados por la furia. Volvió a levantar la espada y la clavo en el Horrocrux. Un fuerte grito se escuchó al ser destruido.
Ron dejo caer la espada.
—¿Ron…? —dijo Harry.
Pero el aludido no respondió. Estuvieron varios minutos en silencio. Harry se acercó levanto la espada y el ahora destruido Horrocrux.
Se acercó a su amigo, y le puso una mano en el hombro, notando que Ron estaba tenso.
—Cuando… cuando te fuiste… Hermione… ella estaba muy triste… ha sufrido mucho con tu ausencia… aún sufre… llora todas las noches por ti… y un par de noches… la escuche llamarte en sueños… —Ron miró a su amigo—. Ella es como otra hermana para mí… Pensé… pensé que lo sabias.
—Lo sé —murmuró Ron.
Harry quito su mano y guardo el Horrocrux destruido en la pequeña bolsita que le regalo Hagrid. Ron fue por su mochila, y le dio la espalda a su amigo para que no lo viera limpiarse las lágrimas de impotencia e ira.
—Vamos con Hermione —dijo Harry.
Ron se puso repentinamente nervioso, pero asintió. Caminaron unos minutos hasta que llegaron a la tienda de campaña.
—¡Hermione! —la llamó Harry—. ¡Hermione! ¡Despierta! —la sacudió levemente, y esta abrió los ojos, y fijo su mirada en su amigo.
—¿Harry? —murmuró adormilada—. ¿Qué… su-sucede? ¿Te encuentras bien?
—Sí —dijo Harry asintiendo—. Mira quien está aquí —y se apartó para que la castaña vea a Ron.
Hermione abrió más los ojos al ver a Ron en la entrada de la tienda, goteando agua. Se levantó de la cama como si esta quemara de pronto, y se acercó al pelirrojo.
—¡Tú! ¿Cómo te atreves?
Ron se encogió ante la reacción de Hermione, pero después de todo él tenía la esperanza de que ella se sintiera tan feliz de verlo que no le reclamaría nada. Se equivocó.
—¡Eres un idiota! —gritó y seguidamente le soltó una fuerte bofetada y después varios golpes más en el pecho—. Idiota… insensible… yo te llame… te pedí que regresaras… —gritó y sus ojos ya estaban irritados, se volvió al pelinegro—, dame mi varita… ¡dámela ahora! —pero Harry se alejó de ella, y esta se volvió nuevamente hacia Ron—. ¡Te odio tanto, Ronald Weasley! ¡Eres un completo imbécil!
—Hermione… —dijo Harry, pero fue ignorado.
—Después de que te fuiste… yo salí a buscarte…
—Lo siento. Siento haberlos abandonado —dijo Ron bajando la mirada.
Harry se sintió mal por su amigo, así que decidió intervenir.
—Ron me salvo, Hermione… el Horrocrux quería matarme… y él me salvo.
—¿Cómo? —dijo Hermione, mirando a uno primero y al otro después.
—Yo estaba haciendo la guardia, pero de pronto se apareció una cierva… un patronus… y yo lo seguí… —Harry empezó a contarle todo lo acontecido hace más de una hora. Pero aun y con todo el heroísmo de Ron, Hermione no dejaba de estar enojada con este, y tal vez estaría enojada por mucho tiempo más.
—Ya se le pasara —le dijo Harry a Ron, cuando ambos estaban fuera de la tienda haciendo la guardia.
El pelirrojo ya estaba con ropa seca, el frío prácticamente había desaparecido de su cuerpo, pero no de su corazón, sí, él sentía frío, mucho frío al saber que Hermione aun no lo perdonaba. Él necesitaba tanto de Hermione, ahora más que nunca para que le devolviera la tibieza a su corazón y su alma.

***

—¿Estas lista? —le preguntó Draco a Diane.
Diane terminaba de bajar las escaleras, llevaba una túnica azul acero, la cual contrastaba con su pálida piel.
Ella se paró frente a Draco, y él noto la duda y el temor en los ojos de la francesa. Maldijo internamente, solo faltaba que Diane le dijera que se arrepentía, pero si ese fuera el caso, él la llevaría con Voldemort así tuviera que lanzarle un Imperius.
Diane suspiró y luego asintió.
—Estoy lista.
Draco saco un reloj de su bolsillo, lo observó unos segundos.
—Bien. Entonces vamos, pero antes debes de cambiar —la señaló.
Diane Moreau se concentró, arrugó la frente; y sus cabellos rubios empezaron ponerse pelirrojos, se hizo un poco más baja, y cuando abrió los ojos, estos ahora eran de un color avellana.
Nicole Potter estaba frente a él.
Draco levantó el brazo lentamente dispuesto a acariciarle el rostro a la pelirroja, pero cuando esta hizo un gesto de sorpresa, volvió a la realidad. Se había dejado llevar, por un momento creyó que era su esposa.
—Toma el reloj —dijo fríamente.
—¿Qué?
—Es un traslador, tómalo ahora —le ordenó, Diane hizo lo que Draco le dijo. Ambos tomaron el reloj y en segundos después estaban en el gran jardín de Malfoy Manor.
Diane estaba en el suelo, había caído sin poder evitarlo, ella nunca había sido buena para usar trasladores, Draco la tomo del brazo bruscamente y la levanto, metió su mano en el bolsillo de la túnica de la francesa y le quito la varita.
—¿Qué estás haciendo? —le reclamó Diane.
Draco frunció el ceño.
—Eres mi prisionera, por lo cual no te tengo permitido quedarte con tu varita —siseó guardándose la varita de Diane en el bolsillo.
—Pero…
—Cállate —le ordenó—. Desde este momento dejaste de ser dueña de tu persona.
Diane con la apariencia de Nicole miró a Draco con cierto temor, el tono frío y siseante de su voz lo hacía ver como un verdadero mortífago. Lo detallo bien, no lo hacía ver como un mortífago, él era un verdadero mortífago.
—Camina —gruñó apretándola del brazo, esta hizo un gesto de dolor.
Mientras caminaban Diane pudo ver a muchos hombres con túnicas negras, un escalofrío le recorrió la espalda cuando uno de esos hombres, el cual portaba una máscara, se acercó a ellos.
—Draco —dijo una voz profunda.
Draco murmuró algo por lo bajo a la vez que su rostro se contorsionaba en molestia. Había reconocido al hombre bajo la túnica negra y máscara, no había sabido de él desde la supuesta muerte de Dumbledore.
¿Qué hace él aquí?, pensaba Draco.
—Zabini —gruñó Draco.
El hombre se sacó la máscara, dejando ver un rostro moreno y una mirada seria. Miró a Draco y luego a la chica junto a él.
—¿Potter? —Zabini parecía sorprendido al ver a la chica allí, él nunca creyó que Draco fuera capaz de cumplir la misión que Voldemort le había encomendado. Si no había sido capaz de matar a Dumbledore, menos creyó que fuera capaz de tomar como prisionera a la hermana de Potter. No cuando parecía que su amigo estaba más que encaprichado con Nicole Potter—. ¿Qué hace ella aquí? —preguntó.
Draco soltó una risa petulante.
—El Señor Tenebroso la quiere, y yo solo he cumplido con una misión.
Zabini frunció el ceño. Miró a su amigo y a Nicole.
—Si ya terminaste con tu inspección, apártate, Zabini, tengo una prisionera que llevar a las mazmorras.
Y Draco siguió con su camino, arrastrando a Diane junto a él, se detuvieron en las puertas de la mansión.
—Actúa como una prisionera. Actúa como lo haría Nicole —le susurró.
Abrió las puertas y entro, todo estaba como siempre, algunos mortifagos andaban por su mansión como si fueran los dueños, eso le molestaba. Les dedico una mirada airada a todos los que veía.
Algunos seguían con su camino, pero otros se quedaban mirando a la pelirroja que él arrastraba.
Cuando entro al salón principal, se encontró con su tía Bellatrix junto con el perro asqueroso de Greyback; esté empezó a oler como la bestia que era apenas Draco puso un pie en el salón. Los ojos de Greyback brillaron con malicia y lujuria cuando divisaron a la pelirroja, se relamió los labios al ver el temor en los ojos de la chica.
Y era cierto, Diane estaba muy asustada, ella nunca había visto a un hombre —si es que a ese ser se le podía considerar un hombre— tan alto y corpulento, con una apariencia tosca, tan desaseado y con la piel peluda.
—¿Quién es tu acompañante, Draco? —le preguntó el hombre lobo sin quitar su vista de Diane.
Draco lo miró con furia.
—Una bestia como tú no tiene derecho a llamarme por mi nombre. Cuando te dirijas a mí, debes bajar la cabeza y llamarme por mi apellido —siseó Draco.
Greyback gruñó con fuerza y estuvo a punto de lanzarse sobre Draco por atreverse a despreciarlo, pero Bellatrix lo detuvo con un crucio.
El hombre lobo cayó sobre las finas alfombras revolcándose de dolor, mientras que la demente bruja reía como si le hubieran contado el mejor de los chistes.
Diane quiso retroceder horrorizada, pero no pudo porque aun Draco la tenía fuertemente agarrada del brazo, ella forcejeó, sin embargo no logró mover a su captor ni un centímetro. Alzo la mirada con lágrimas en los ojos, y vio a Draco sin ninguna expresión, era como si ese hombre —el cual seguía revolcándose y gritando de dolor— no hubiera querido atacarlo.
—Quieta —siseó.
En ese momento Bellatrix detuvo la tortura a Greyback y fijo sus marrones ojos en la pelirroja que estaba temblando de miedo. Rió. No había reparado antes en ella, estaba más concentrada en la disputa entre su sobrino y el hombre lobo.
Pero apenas pudo verla bien, la reconoció.
—Tú —la señaló con el dedo—, te recuerdo. Eres la maldita sangre sucia de Nicole Jones —Diane tembló y se preguntaba cuándo es que su amiga había tenido la desgracia de estar frente a frente con esa mujer—, pero que en realidad resulto ser la hermana del mocoso idiota de Potter —volvió a reír como una demente—. No pareces tan valiente ahora, ¿a qué no?
Greyback empezó a levantarse del suelo, se llevó una mano a la cabeza y clavo una mirada llena de furia sobre la bruja.
—¿Por qué? —gruñó acercándose a Bellatrix, esta hizo un gesto de asco al sentir el desagradable olor del hombre lobo.
—Porque me divierte —contestó sin inmutarse.
El hombre lobo gruñó, pero la bruja lo ignoró.
—Yo solo vine por mi paga. Ya he cumplido con mi trabajo y no me iré sin mi paga.
Bellatrix se volvió furiosa ante el hombre lobo y lo apuntó con su varita.
—El Señor Tenebroso te dará tu paga cuando vuelva. ¡Ahora largo! Contaminas el ambiente.
—No me iré sin mi paga, pero si se niegan a dármela, entonces yo podría conformarme con esa pelirroja de allí —señaló con un dedo mugroso a Diane.
Está chillo asustada.
—Tú no le pondrás ni un solo dedo encima —siseó Draco.
—La quiero, le diré al Señor Tenebroso que la quiero a ella como paga —insistió el hombre lobo—. Tiene un olor exquisito.
Diane estaba a punto de desfallecer.
—No la tocaras, el Lord le encargo a Draco traerla. Y por si no lo sabes, bestia, esa mocosa de allá es la hermana de Potter y le será de mucha utilidad al Lord.
—No lo sabía —dijo Greyback.
—Pero si eres una buena mascota —dijo Bellatrix burlonamente, Greyback gruñó—, puede que el Lord te la dé como premio, pero solo cuando ya no le sea útil —el hombre lobo sonrió lascivamente, y volvió a relamerse los labios—. ¡Ahora vete!
Greyback hizo una leve reverencia ante Bellatrix y salió del salón, dedicándole una última mirada a Diane.
—El Señor Tenebroso estará complacido al ver que has cumplido con tu misión, Draco —dijo Bellatrix, el rubio sonrió arrogantemente—. Llévala a las mazmorras.
—Bien —dijo Draco, pero antes de dar siquiera un paso, Lucius y Narcissa entraron al salón. El rubio mayor se quedó mirando a su hijo y a la pelirroja.
—¿Es la hermana de Potter? —preguntó Lucius a su hijo.
—Sí —respondió.
Lucius sonrió.
—Has hecho un buen trabajo, Draco. Estoy orgulloso de ti.
—Sí, debes sentirte muy orgulloso, Lucius, ya que Draco no heredo tu ineptitud —se mofó Bellatrix.
Lucius apretó los puños lleno de furia.
—No me hables de esa manera —siseó.
—¿Y si no qué? ¿Qué puedes hacerme tú? —lo retó.
—¡Ya basta! —dijo Narcissa antes de que su esposo y su hermana empezaran una pelea, que podría llegar a los oídos del Lord.
—Está bien, Cissy, por esta vez te haré caso, pero solo porque estoy de muy buen humor —dijo Bellatrix.
—La llevaré a las mazmorras —dijo Draco arrastrando a Diane fuera del salón.
Cuando ya estaban cerca de las mazmorras Draco le aseguro que la cuidaría, y que no permitiría que ni Greyback, ni ningún otro la dañara.
—Entra —le dijo al abrir las rejas de las mazmorras.
Diane se quedó parada allí.
—No puedo hacerlo —susurró al sentir la húmeda, el olor a rancio y moho.
—Si puedes. Acuérdate de Nicole —le susurró Draco a su vez, y dándole un empujoncito la hizo entrar. Cerró las rejas.
—¿Nicole? ¿Eres tú? —dijo una voz conocida. Draco se quedó parado queriendo escuchar nuevamente esa voz—. Nicole —volvieron a decir.
Y la reconoció. Reconoció esa voz soñadora e inocente.
Era Luna Lovegood.

domingo, 2 de abril de 2017

El Valle de Godric


POV Autora
Ya habían pasado unos días desde que Harry había pensado que Hermione había sido atrapada por los mortífagos. Y esa mañana Hermione estaba nerviosa y sumamente preocupada porque dentro de unos minutos irían al pueblo a investigar sobre la espada de Gryffindor.
La noche anterior Hermione había tomado el cabello de una pareja muggle de ancianos que pasaban cerca de ellos. Ahora Harry y Hermione tenían la apariencia de una pareja de ancianos.
La nueva Hermione —la ancianita— dio un suspiró.
Y mientras Harry se colocaba el guardapelo, Hermione repasaba mentalmente el plan.
—Ya es hora, Hermione —le dijo Harry.
Hermione asintió, y aunque no le dijo nada a su amigo, ella tenía un mal presentimiento, como si algo malo les fuera a ocurrir.
Caminaron lentamente por el pueblo, siempre alertas. De pronto Hermione dio un respingo.
—¿Qué sucede? —le preguntó su amigo.
—Mira —le dijo señalándole el suelo—, estamos dejando nuestras huellas en la nieve.
Harry sonrió levemente.
—No pasa nada, Hermione, nadie nos reconocerá, recuerdas que tenemos otra apariencia. Todo irá bien.
—Bien —dijo esta, y siguieron caminando.
Cuando llegaron al centro del pueblo, pudieron visualizar las pequeñas casas, con las fachadas muy parecidas, y pintorescas. Harry sonrió con nostalgia, ya que ese pueblo habría podido ser su hogar, si Voldemort no hubiera existido, o si el maldito de Peter Pettigrew no los hubiera traicionado. Harry hubiera podido pasar las navidades y los veranos en una de esas casitas, compartiendo con sus padres y su hermana, podría a ver invitado a sus amigos a pasar unas semanas con él. Y hasta quizás hubiera podido tener más hermanos, podrían haber sido una familia tan numerosa como los Weasley.
—Harry —le dijo Hermione, pero este no le contesto, estaba demasiado metido en sus pensamientos—. Harry —volvió a intentarlo, pero obtuvo el mismo resultado, entonces ella le puso una mano sobre el hombro y lo sacudió levemente—, Harry.
—¿Qué sucede? —dijo este, despertando de su ensoñación.
—Mira, parece que ya es Navidad —Hermione le señalo una vieja iglesia que estaba frente a ellos, y a pesar de la distancia, podían escuchar unos villancicos.
—Vaya —susurró Harry asintiendo, y cogió de la mano a Hermione para seguir caminando. Y mientras caminaban, pudieron ver un monumento hacia los caídos, y una de esas esculturas estaba lo que una vez fue su familia, sus padres sonreían, James parecía de unos veinte años al igual que su madre, su padre pasaba un brazo por la cintura de su madre, mientras esta lo llevaba en brazos. Harry nunca creyó que habría un monumento de sus padres y él, le resultaba tan extraño ver allí, representado en piedra, sin ninguna cicatriz en su frente.
Hermione no quiso interrumpir a su amigo, no tenía el valor, pero aun así tuvo que hacerlo, los efectos de la poción podría acabar en cualquier momento y alguien podría reconocerlos.
—Harry —lo llamo a la vez que le apretaba la mano, la cual aún tenía sujetada con la suya. El aludido se volvió para verla, y Hermione noto que los ojos de su amigo tenían lágrimas a punto de salir—. Debemos continuar —le susurró.
Este asintió, reprimiendo las lágrimas.
Los chicos siguieron su camino, y solo una vez Harry miró hacia atrás, pero las estatuas solo parecían piedras. No dijo nada y siguió caminando, y tan metido estaba en sus pensamientos que cuando reacciono ya estaban entrando al cementerio.
Las lapidas se hicieron presentes al instante, todas estaban cubiertas de nieve. Caminaron por entre las tumbas, Harry se sobre paro en una tumba cercana, leyó el nombre y se sorprendió.
—Ya viste, Hermione. ¡Es un Abbott! ¿Crees que podría ser un pariente lejano de Hannah?
La aludida miró de soslayo la lápida.
—Tal vez. Pero por favor baja la voz —le susurró.
Siguieron recorriendo cada tumba, Harry se alejó unos pasos de ella, mirando las lapidas, de pronto la chica empezó a llamarlo insistentemente. Harry se acercó a su amiga.
—¿Qué sucede? ¿Acaso es…?
Hermione negó con la cabeza.
—No, no es, pero mira.
Harry fijo su vista en aquella lapida que su amiga le señalaba, y lo que encontró lo sorprendió, las palabras que estaban grabadas eran: Kendra Dumbledore. Y bajo su fecha de nacimiento y de defunción había algo más: Y su hija Ariana.
Y también había una cita:

Donde está tu tesoro, también estará tu corazón.

Harry intuyó que esa cita la había puesto Dumbledore. Y le pareció extraño que el director nunca le hablara de su familia.
Tal vez nunca le pusiste la debida atención, le susurro una voz en su cabeza.
Harry se sintió mal por eso, ya que él siempre había visto a un Albus Dumbledore fuerte a pesar de su cuerpo anciano. Él siempre pensó que Dumbledore era inmune a cualquier hechizo y pociones del mundo mágico, estaba muy equivocado, Dumbledore solo era un humano, tan humano como él, con fortalezas y debilidades.
Y por segunda vez en el día, Hermione dejo a Harry sumido en sus pensamientos.
Este por su parte no dejaba de leer la frase en la lápida: Donde está tu tesoro, también estará tu corazón. No comprendía lo quería decir. Aunque si había sido Dumbledore quien lo había mandado a escribir, pues sería lógico, él muchas veces no comprendía lo que el anciano le quería decir.
Minutos después Harry le pidió a Hermione continuar su recorrido.
—¡Oh, Merlín! —susurró Hermione al ver una lápida en medio de la oscuridad, primero pensó que era la tumba de los Potter, pero luego de limpiar la nieve pudo ver otra cosa—. ¡Mira esto, Harry!
—¿Qué? —dijo el aludido volviendo su vista a su amiga—. Es una tumba muy vieja, no puedo leer bien el nombre —comentó cuando se agacho para ver la lápida.
—No, mira esto —dijo Hermione señalándole un símbolo, pero Harry no le tomo mucha importancia, es más parecía impaciente por continuar—. Es el mismo símbolo del libro —le tuvo que recordar la chica.
—Sí, es parecido, pero…
Hermione no lo dejo continuar saco su varita cautelosamente y pronuncio un Lumus, cerca de la tumba.
—Dice Ig-Ignotus, si creo que eso dice —dijo Hermione—, crees que podría tener relación entre sí…
Harry no dijo nada por unos segundos.
—Hermione, en realidad, no, no lo sé… —el anciano que en realidad era Harry, se pasó una mano por su frente, un poco exasperado, ese no era el motivo por el que había querido ir al Valle de Godric, él realmente había ido para encontrar algo de sus padres, o le quedara de ellos.
Harry siguió mirando lapidas, alejándose así de su amiga, minutos después él volvió a escuchar que Hermione lo llamaba, no quería ir, pero al notar la insistencia de la chica fue a regañadientes.
—Harry, aquí están… ven…
Caminó más rápidamente al entender que su amiga había encontrado la tumba de sus padres. Harry se dio cuenta de la tumba de sus padres solo estaba a unas filas detrás de la familia de Dumbledore.


JAMES POTTER
Nació el 27 de Marzo de 1960
Murió el 31 de Octubre de 1981

LILY POTTER
Nació el 30 de Enero de 1960
Murió el 31 de Octubre de 1981


El último enemigo que deberá ser destruido es la muerte.

Cuando leyó el nombre en las lapidas, Harry sintió una pena tan grande, una pena que no se comparaba con nada que hubiera vivido antes, ningún dolor era más grande que ese.
Allí, bajo esas tierras estaban las personas que habían sacrificado sus vidas por la suya, y todo para que él tuviera una vida, y estaba seguro de que no solo se habían sacrificado por él, también lo habían hecho por su hermana, era por eso que no habían dicho nada a nadie sobre la existencia de Nicole.
James y Lily querían que sus hijos estuvieran a salvo.
De pequeño Harry siempre había querido visitar las tumbas de sus padres, pero sus tíos siempre se lo habían impedido, y él no entendía porque, ahora ya lo sabía, los Dursley nunca habían querido que él se enterada sobre la magia, y venir a este lugar significa eso, magia.
—«El último enemigo que deberá ser destruido es la muerte» —leyó Harry en voz alta, y de pronto esa cita lo hizo estremecer—. Eso no es lo que piensan los mortífagos. ¿Por qué escribieron eso?
Hermione le puso una mano sobre su hombro, y lo apretó levemente, dándole así su apoyo.
—No, no, Harry. No se refiere a vencer a la muerte de la misma manera que los mortífagos —dijo Hermione—. Esta cita se refiere… a… vivir más allá de la muerte. Vivir aun después de la muerta. ¿Ya sabes? Es la cultura de la gente sin magia, vivir más allá de la muerte, la reencarnación…
Harry asintió, pero siguió con la vista fija en la tumba de sus padres. Hermione lo tomo de la mano y la apretó levemente, diciéndole silenciosamente que ella siempre estaría allí para él, Harry le devolvió el apretón, y esta recostó su cabeza en el hombro del chico, ambos mirando las tumbas.
Harry soltó un suspiro antes de decidir seguir su camino de regreso, pero antes de abandonar el cementerio, Hermione alzó su varita, hizo un círculo en el aire y una corona de rosas floreció sobre las lapidas.
Harry pasó un brazo por los hombros de Hermione y empezaron a caminar hacia la salida, pero a medida que avanzaban, la chica sintió una presencia, como si alguien los observara.
—Harry, para por favor.
—¿Qué sucede, Hermione?
—Alguien nos vigila, siento su presencia.
Harry miró a su alrededor, pero no vio nada extraño.
—¿Estás segura? Porque yo no veo nada.
—Sí, estoy segura.
Harry volvió a mirar en todas direcciones y nuevamente no vio nada extraño.
—Tranquila, Hermione, tenemos la apariencia de muggles, nadie sospecha que somos nosotros.
—Sí, unos muggles que acaban de poner unas flores en la tumba de tus padres.
—Tal vez es un gato o un pájaro —dijo Harry—. Lo mejor será no seguir aquí. Vámonos.
Salieron del cementerio, y Hermione siguió sintiendo esa presencia que los vigilaba.
Tal vez no fuimos lo suficientemente discretos, pensaba Hermione. Lo mejor será desaparecer inmediatamente del Valle de Godric.
Las pintorescas casitas volvieron a hacerse presente, y Hermione temió cuando noto el lugar demasiado tranquilo, ya que eso solo significaba una cosa: peligro. Apresuro el paso, e hizo que Harry también lo hiciera, ya no le importaba seguir con sus planes, y aunque Hermione había aceptado venir a este pueblo porque creía que Dumbledore le había dejado la espada de Gryffindor a Bathilda, ahora ya no había tiempo para eso, lo principal era salir de allí.
Ya luego vería como ver a Bathilda, estaría más alerta.
Por su parte Harry se dejaba arrastrar por su amiga, pasando casa por casa sin mucha importancia, pero de pronto algo lo hizo detenerse, a dos casas había una casa en ruinas, y no sabía porque, pero él creía que esa había sido su casa anteriormente.
—Harry —dijo Hermione, tratando de hacer que continuara con el camino, pero el chico no le hizo, es más, se separó de ella y corrió directo a la casa en ruinas. El chico sentía el corazón latiéndole con mucha más fuerza, claro, él había reconocido esa casa a pesar de no tener memorias de ese lugar, sabía que era su casa, su hogar, incluso antes de Hogwarts, ya que allí había nacido, allí había vivido con sus padres, había reído y llorado, y había sido amado por sus padres.
Las lágrimas que no había derramado cuando había estado en el cementerio, las derramaba ahora que estaba en la puerta de esa casa, y con brusquedad se limpió con la manga de su suéter las lágrimas.
Minutos después una agitada Hermione llego junto a él.
—¿Por qué corriste, Harry? ¿Qué ocurre? —le cuestionó la chica.
Harry simplemente le señalo la casa en ruinas, y Hermione ahí recién reparo en ella, sorprendida se llevó las manos a la boca, no podía creer que esa era la casa de los Potter.
Ambos se quedaron varios minutos observando la destruida casa, hasta que por fin Harry decidió entrar, pero antes de que Harry diera un paso a dentro Hermione lo detuvo, el chico le pregunto porque, y esta le dijo que tal vez no era segura, pero Harry siendo tan terco como siempre insistió en entrar, paso su capa de invisibilidad sobre Hermione y el mismo.
Harry saco una mano por debajo de la capa, y toco la oxidada y fría reja, y al instante que lo hizo, un cartel empezó a salir del suelo frente a ellos. Y en medio de la madera las letras doradas empezaron a formarse.

En este lugar, en la noche del 31 de octubre de 1981,
Lilly y James Potter perdieron sus vidas.
Su hijo, Harry, es el único mago
Que ha sobrevivido la Maldición Asesina.
Esta casa, invisible para los muggles, ha sido dejada
En su estado ruinoso como un monumento a los Potter
Y como recuerdo de la violencia
Que separó a su familia.

Y alrededor de esta escritura aparecieron otras frases, al parecer escritas por otro magos y brujas: «Buena suerte, Harry, donde quiera que estés», «¡Si lees esto, Harry, estamos todos contigo!» y «Larga vida a Harry Potter».
Harry sonrió, esas frases lo motivaban a continuar, iba a comentar algo cuando sintió una presencia. Parecía que en verdad alguien los observaba, pero era imposible estando bajo la protección de la capa, se volvió lentamente, y allí la vio, una figura de una anciana mujer, la cual lo miraba fijamente. Sintió un escalofrió recorriendo su espalda, a su lado Hermione se tensó, no sabía porque, pero esa anciana no le daba buena espina, y más al notar que la anciana miraba en dirección a Harry.
La anciana de pronto señalo a Harry y con señas le pidió que lo siguiera. Hermione negó con su cabeza y lo sujeto del brazo.
—No, Harry —le susurró.
Harry se quedó mirando la mano de Hermione en su brazo, a la vez en que se debatía entre seguir a la anciana o hacerle caso a su amiga.
—Pero… creo que quiere que la siga —susurró Harry luego de unos minutos.
—Puede ser peligroso, no sé, pero hay algo en esa anciana que… que me da miedo —respondió Hermione en un tono bajo.
Harry lo medito por unos segundos.
—Es una bruja —dijo—, sino no podría vernos, ¿no lo crees, Hermione?
—Precisamente por eso, Harry. Es que no te das cuenta de lo grave que puede ser esto, estamos bajo la capa de invisibilidad, y ella nos puede ver… esa mujer no es confiable… lo mejor será irnos… por favor… —suplicó.
La anciana volvió a hacer señas a Harry para que la siguiera, y el niño que vivió tenía mucha curiosidad, quería saber lo que la anciana podría decirle, así que sin pensarlo más se quitó la capa.
—Harry, no —chilló Hermione.
—¿Quiere que la siga? —le preguntó Harry, y la anciana asintió.
Hermione también se quitó la capa, y volvió a tomar a Harry del brazo.
—¿Quién es usted? —cuestionó Hermione a la anciana.
Pero la anciana no respondió, y volvió a mirar insistentemente a Harry.
—¿Es usted Bathilda Bagshot? —preguntó el elegido y Hermione dio un respingo.
La anciana asintió, y a Harry se le iluminaron los ojos, en ese momento empezó a creer que tal esa mujer lo había estado esperando a él todo ese tiempo, o quizás Dumbledore quería que se encontrara con la mujer porque tendría alguna pista importante que indicarle.
La anciana volvió a hacer señas para que la siguiera. Y Harry empezó a seguirla hasta su casa, y Hermione iba junto a su amigo, porque aunque no estuviera de acuerdo con Harry en seguir a la mujer, ella nunca dejaría solo a su amigo.
Al llegar a la reja de la casa, se empezó a sentir un fuerte olor, era como si la casa estuviera abandonada, ya que el hedor era demasiado fuerte, y antes de que Hermione pudiera detener a Harry para evitar que entrara en esa casa, la anciana tomo del brazo a Harry, indicándole que entrara a la casa con ella.
Y así lo hicieron, Harry y la anciana entraron en la casa, seguida de Hermione.
—¿Quiere que subamos? —preguntó Harry, cuando la mujer le indicaba que suba las escaleras.
Hermione frunció el ceño, ella también subiría junto con Harry, pero antes de hablar siquiera, la anciana se le adelanto haciéndole señas a Harry, indicándole que solo él podía subir con ella.
—Harry, no —le susurró Hermione en el oído.
—Pero ella quiere que la siga… y quiere que vaya yo solo, no me pasara nada, espérame aquí.
—Ten cuidado —le dijo Hermione.
Harry asintió.
Hermione observó cómo su amigo subía las escaleras. Algo no estaba bien, pero su amigo era tan terco como ella. Miró a su alrededor, y encima de una mesa, Hermione noto un libro que al parecer iba dirigido a la anciana. Tomo el libro y lo detallo.
—Al parecer después de todo si resulto ser Bathilda —susurró Hermione.
Soltó un suspiró, dispuesta a esperar a que bajara su amigo, cuando de pronto un fuerte golpe, en la segundo piso, la puso en alerta.
—Harry —chilló, y rápidamente se dirigió al lugar donde estaba su amigo. La oscuridad la envolvió, no podía ver nada, así que saco su varita y conjuro un Lumus, observó la habitación por un momento, era como si hubiera habido una batalla en ese lugar, había cosas destruidas y Harry sangraba de un brazo, mientras que una enorme serpiente trataba de atacarlo una y otra vez. Hermione corrió hacia su amigo, pero a la serpiente se le adelanto y lo atrapo antes.
Hermione chilló desesperada.
Por su parte Harry sentía que el Horrocrux que tenía colgado del cuello, se apretaba en su pecho, estaba frío y latía, él se ahogaba y la visión se le volvía cada vez más borrosa, pero aun así seguía luchando para liberarse. Hermione saco su lanzo un hechizo, y lo único que consiguió fue que las ventanas se rompieran.
Harry se cubrió lo mejor que pudo de los vidrios rotos, trato de sacar su varita, pero esta se le resbalo de la mano. Él ya no pudo más y se desvaneció por unos minutos, Nagini al notar esto, lo dejo libre.
Hermione se acercó a él al ver que la serpiente solo estaba vigilante, parecía que creía que ya nada podía salvarlos, por eso la dejo acercarse.
—¿Harry? ¡Harry! —gritó Hermione, golpeando levemente las mejillas de su amigo, este reacciono luego de unos minutos—. Tenemos que salir de aquí —susurró.
—No podremos escapar los dos —dijo Harry—, vete, Hermione. Escápate, tú puedes hacerlo.
Hermione negó con la cabeza, y las lágrimas salían a borbotones de sus ojos.
—No te dejaré —dijo Hermione.
La serpiente parecía burlarse de ellos al notar su desesperación.
—Vete —volvió a decirle Harry—. ¡Él ya está en camino! ¡Ya viene, Hermione!
—No —dijo Hermione negando con la cabeza.
—Ya está aquí, puedo sentirlo —dijo Harry.
Nagini se acercó a Harry y Hermione dispuesta a atacar por si intentaban escapar, pero no mataría al chico sabía que su amo se enojaría mucho si osara en hacerlo.
Harry gritó, la cicatriz le dolía horrores, ya no podía soportarlo más, parecía que se abría la cicatriz. Señal de que Voldemort estaba demasiado cerca, quizás en el primer piso.
Ya era tarde.
—¡No! —gritó Hermione, y actuó rápido, saco su varita y lanzó un hechizo a la serpiente, esta choco contra la pared, tomo a Harry por el brazo y con otro hechizo desaparecieron los dos de la casa, a la vez que Harry y Voldemort gritaban a la misma vez, puesto que el dolor que sentía Voldemort también lo podías sentir Harry.
Hermione apareció cerca de la tienda de campaña, y con mucho cuidado metió a Harry dentro de la tienda, y luego lo recostó sobre una de las literas. Salió nuevamente y empezó a poner más hechizos protectores, y cuando estuvo segura de que estaba a salvo, se acercó a su amigo.
Harry estaba herido, ella saco de su bolsa de cuenta un frasquito de Díctamo, le limpio las heridas y luego le aplico unas cuantas gotas de la poción en sus lesiones.
Aun y con las heridas en proceso de curación, Hermione sentía a su amigo intranquilo, se agitaba y murmuraba cosas que no podía entender. La chica se acercó a su amigo y verifico que no tuviera más heridas, pero luego se dio cuenta, era el Horrocrux, trato de quitárselo, pero este parecía pegado en su piel.
Hermione se desesperó, volvió a intentar quitárselo, pero obtuvo el mismo resultado. Saco su varita y con un hechizo logro quitárselo, dejándole una marca en su piel.
La chica tomo el Horrocrux y lo dejo sobre la mesa, no quería colgarse esa cosa del cuello, por lo menos no en ese momento.
Esa noche Hermione se la pasó en vela, cuidando de su amigo, el cual se retorcía por momentos, y ella le pasaba trapos húmedos limpiándole el sudor del rostro.
Cuando el sol empezó a hacerse presente, Harry lentamente abrió los ojos, miró a su alrededor confundido, todo estaba borroso, tanteo por una mesita de noche y sobre esta encontró sus gafas, se las puso, notando a su amiga sentada en una silla cerca de su litera, ella dormía, pero supo inmediatamente que recién se había quedado dormida porque había unas bosas negras bajo sus ojos.
Quito las sabanas, las cuales estaban empapadas de sudor y trato de incorporarse, pero se mareo y trastabillo cayendo sobre la cama. El ruido sordo que hizo el cuerpo de Harry al caer sobre la litera despertó a Hermione.
—Harry —dijo Hermione y se lanzó a sus brazos, sin importarle que este estaba sudado. Este hizo un gesto de dolor y la chica se separó al instante—. Lo siento, te hice daño.
Harry sonrió levemente.
—¿Te encuentras mejor? —preguntó Hermione.
—Un poco. ¿Qué paso?
Hermione procedió a contarle todo lo que había pasado y lo que vieron en la casa de la anciana que resulto ser Nagini y su escape justo a tiempo.
Harry asintió, ahora recordaba, por unos instantes él pudo sentirse como el mismísimo Señor de las Tinieblas, vivió la muerte y se vio a él mismo como un bebé, y después todo fue confuso, ya no era Voldemort, ya no era nada.
Harry negó con la cabeza, y decidió no contar nada de esto a su amiga.
—Lamento que no hayas podido descansar por mi culpa —dijo el ojiverde.
—No te preocupes por eso, Harry. Lo importante es que estas bien —la chica le sonrió.
Harry se pasó una mano por su adolorido cuello, pero se alarmo al no encontrar el Horrocrux. Hermione le explico rápidamente que estaba sobre la mesa y que era recomendable no usarlo al menos por ese día, ya que le había costado trabajo quitárselo porque parecía pegado a su piel.
—Descansa, Harry, aun estas débil —le dijo Hermione.
Harry asintió y volvió a la litera, pero luego sintió que algo más le faltaba y así lo hizo saber.
—¿Dónde está mi varita?
Hermione se mordió el labio nerviosamente.
—Lo siento mucho, Harry —empezó la chica—, creo que la rompí cuando aleje a la serpiente —Hermione saco de uno de sus bolsillos su varita partida en dos—. Lo siento en verdad.
Harry estaba atónito, su varita estaba rota. ¿Cómo se suponía que se iba a defender sin una varita?
—Pero… tú puedes arreglarla, ¿verdad, Hermione? —la chica bajo la cabeza—. ¿Puedes verdad? Tú eres muy inteligente, estoy seguro que puedes… arreglarla.
—No puedo hacerlo, Harry —respondió Hermione empezando a sentir las lágrimas acumularse en sus ojos.
Harry se sintió enojado y desesperanzado.
—Entonces… utilizaré la tuya… por lo menos cuando me toque hacer guardia —dijo Harry, y Hermione asintió.
—Lo siento, Harry —dijo Hermione antes de salir de tienda de campaña.

***

Mientras tanto en una mansión de Francia, unos chicos rubios se encontraban en una habitación, practicando.
—Tienes que cerrar tu mente —decía Draco arrastrando las palabras con molestia.
—¡Eso intento! —decía la francesa, agitada.
—No es suficiente.
Diane frunció el ceño y camino hacia Draco.
—Estoy cansada —gruñó—, por eso no puedo concentrarme, ya había avanzado, pero tú —lo apuntó con el dedo—, lo único que haces es exigir y exigir. Soy un ser humano y me canso.
—Al Señor Oscuro no le importara que estés cansada y penetrara tu mente cuando menos te lo imagines, y entonces que le dirás: “Estoy cansada, podgías espegag a que coma y duegma como es debido” —dijo Draco imitando su tono francés de Diane.
—Vous êtes un stupide (Eres un estúpido) —rezongó la chica.
Draco ignoro el insulto.
—Vamos a intentarlo una vez más, y si logras cerrar tu mente, podrás irte a descasar.
Diane asintió y se alejó unos pasos del rubio.
Legeremens —susurró Draco, y pudo ver penetrar la mente de la francesa, la vio a ella siendo una niña pasando una tarde con sus padres, luego la vio junto a Nicole, pero pequeñas, tenían once años, y parecía que apenas tenían unos meses en Beauxbatons, luego nuevamente la vio a ella y Nicole, pero más grande, parecía que estaban en una biblioteca…, pero cuando quiso ver más, algo se lo impidió, y fue expulsado. Diane acababa de expulsarlo de su mente, y de una manera nada agradable.
Draco miró a la chica, estaba agitada, a pesar de todo lo molesta que podía ser esa francesa, debía reconocer que era una buena alumna, solo algo princesa, ya que siempre quería descansar y comer a sus horas.
Sonrió socarronamente.
—Ya tienes lo que quegías, ahoga me voy a descansag —dijo Diane.
—Solo una hora —advirtió Draco.
—No me digas que haceg. Ya me tienes hagta —rezongó Diane—, no sé cómo Nicole pudo acostagse contigo, eges gealmente insopogtable —y sin esperar respuesta del rubio, la chica se alejó refunfuñando en francés.
Draco frunció el ceño por la falta de respeto de Diane, pero luego sonrió, por lo menos por el carácter, podría decirse que en verdad era Nicole. Aunque claro, nadie le ganaba a su pelirroja, ella sí que era difícil de domar.
¿Qué le enseñan en Beauxbatons? ¿Qué les dan de comer en esa escuela para que tengan ese carácter?, se preguntaba Draco.