lunes, 3 de abril de 2017

La espada de Gryffindor


POV Autora
Hermione abrió los ojos sobresaltada, estaba un poco oscuro dentro de la tienda de campaña, parpadeó varias veces acostumbrándose a la semi oscuridad. Bostezo, se sentía tan cansada, ella no había tenido una buena noche.
En realidad no había podido dormir bien desde que emprendieron la misión de acompañar a Harry, en busca de los Horrocruxes, pero ahora que Ron se había ido, sus noches eran peores. Se pasaba las noches pensando en él, si estaba bien, si estaba escondido, si los mortífagos no lo habían encontrado, si comía, si… aún se encontraba con vida.
Ese último pensamiento hizo que Hermione soltara un par de lágrimas. Lo extrañaba; Merlín lo extrañaba tanto, que no tenerlo junto a ella le costaba respirar.
—Eres un tonto, Ron. ¿Por qué te fuiste? —murmuró.
Las lágrimas seguían rodando por sus mejillas.
Ella se permitió llorar solo unos minutos más, porque cuando saliera de la tienda, Harry la tenía que ver fuerte, no podía simplemente mostrarse abatida por el abandono del pelirrojo. Aún tenía unos Horrocruxes que encontrar y destruir, personas que proteger y una guerra que ayudar a ganar.
Hermione aún tenía lágrimas por sus mejillas cuando escuchó que Harry la llamaba.
—¡Hermione! ¡Hermione!
La aludida salió prácticamente corriendo de la tienda y se encontró con Harry a unos diez pasos de la tienda de campaña.
—¿Qué sucede? —preguntó la castaña con una actitud alerta, mirando hacia todas direcciones—. ¿Estás herido?
—No —respondió Harry negando con la cabeza, la observó fijamente—. Lo siento —se disculpó—. Te desperté… creí que ya no dormías.
—Y no lo hacía.
—Eh, pues…
—¿Para qué me llamabas, Harry? —preguntó rápidamente Hermione, parando en seco a su amigo, ya que sabía que Harry había notado sus ojos rojos e hinchados por las lágrimas y lo que menos quería en esos momentos era dar explicaciones del porqué de su tristeza, aunque de seguro que él ya lo sabía.
Harry pareció entender la petición silenciosa de su amiga, así que se dispuso a decir lo que había pensado.
—Hermione, tú eres muy inteligente… así que pensé que tu podrías… arreglar mi varita —dijo esperanzado, mirando expectante a la castaña, esperando que dijera algo.
Pero Hermione se mordió el labio inferior con nerviosismo, y aparto la mirada. Eso que le pedía su amigo, era imposible, por más que ella fuera inteligente sabía que nunca podría arreglar una varita mágica.
Tenía ganas de volver a llorar. Había sido muy descuida, como había podido ser tan torpe y partir la varita de Harry.
Se pasó una mano por el enmarañado cabello, y volvió su mirada a su amigo.
—Lo siento mucho, Harry, pero… yo no puedo —hizo una pausa controlando el nudo que sentía en la garganta—. De verdad no creo poder…, recuerdas cuando en segundo año a… Ron —la voz se le quebró. Respiró profundo—, se le rompió su varita, y él… tuvo que comprar otra… tal vez el único que pueda arreglar una varita mágica sea el… señor Ollivander.
Harry bajo la mirada. Para él no tener una varita era mil veces peor que vivir con los Dursley.
Se acercó a Hermione.
—Pero, por favor, Hermione… podrías por los menos intentarlo… tal vez…
Hermione asintió, por lo menos haría eso por Harry, intentarlo. El pelinegro le devolvió su varita, que había estado usando para hacer guardia, y puso su varita rota en el suelo.
Hermione apunto a la varita de Harry.
¡Reparo! —dijo, y al instante la varita volvió a unirse, Harry se agacho y tomo su varita, sus verdes ojos parecían brillar.
—¡Aguamenti! —dijo Harry, pero apenas pronuncio el hechizo y agito su varita, está nuevamente se volvió a partir en dos.
Hermione se encogió ante lo que había presenciado. Estaba apenada.
—Lo siento —murmuró la chica.
Harry no contestó por unos minutos.
—Lo intentaste, y no funciono. Ya no tiene importancia —murmuró guardando su rota varita en el bolsillo.
Pasaron varios minutos más en silencio, cada uno metido en sus pensamientos.
Hermione se metió en la tienda y cuando volvió a salir encontró a Harry en el mismo lugar donde lo había dejado.
—Encontré… esto en la casa de Bathilda —dijo Harry enseñándole un libro. Harry la miró y luego miró el libro, lo tomo y cuando lo abrió, vio varias fotos, pero entonces vio una que se le hizo familiar.
—¿Sabes quién es él? —le preguntó.
Hermione miró la foto y negó con la cabeza.
—Lo siento, pero no sé quién es. ¿Por qué?
—Porque he soñado con él… por favor, míralo bien, y dime quien es —insistió el pelinegro.
—No se me hace familiar, es más es la primera vez que lo veo.
Harry se pasó ambas manos por sus cabellos, se sentía frustrado, débil e indefenso, muy indefenso ahora que no tenía una varita. Y ahora parecía una broma del destino ver la foto del chico con que había soñado, y no saber quién es, no tenía ninguna información sobre ese misterioso chico. El chico que había visto en sus sueños a través de Voldemort.
Por su parte Hermione se sentía culpable. Primero por haber rota la varita de Harry —el principal instrumento de un mago—. Segundo por no haberla podido arreglar. Y tercero por no saber la identidad de ese joven.
La castaña miró a su amigo, la culpabilidad se hizo más grande. Que haría Harry sin una varita, esto solo lo haría un blanco fácil para cualquiera, y era mucho peor para él, ya que siendo el niño que vivió y el indeseable número uno, estaba más que indefenso, y cualquier mortífago podría atacarlo.
Otra vez un nudo se le formo en la garganta.
—Haré la guardia —dijo Hermione, tratando de decirle a Harry que ahora él tenía que descansar.
—No, yo seguiré haciendo la guardia —se negó Harry.
—Pero Harry, tú también tienes que descasar —dijo Hermione—, déjame a mí…
Harry volvió a negar con la cabeza.
—Haré la guardia —dijo en un tono que hizo ver a Hermione que no daría su brazo a torcer.
—Está bien —dijo esta, y le dio su varita a su amigo.
Harry cogió la varita y se sentó junto a la tienda, la chica lo miró una vez más y entro a la tienda. Iba a volver a su litera, pero la noche estaba helando, y Harry estaba solo afuera. Y haciendo uso de su habilidad para hacer magia sin varita, puso a calentar agua para preparar té.
Minutos después, salía con dos tazas con té caliente, y le ofreció una a Harry. Este la tomo, pero se quedó mirando con sorpresa a su amiga.
—¿Cómo…?
Hermione se encogió de hombros y sonrió tristemente.
—Gracias —dijo Harry.
Hermione se sentó a su lado, dio un sorbo al té.
—Deberías entrar está helando —dijo el chico bebiendo su té.
—Entraré cuando termine mi té, por ahora tendrás que soportarme —trato de bromear, y funcionó por Harry sonrió.
Luego de que terminaran sus bebidas, Hermione recostó su cabeza en el hombro de Harry, cerró los ojos y se acurruco más cerca de él.
El chico paso su brazo por la cintura de Hermione, y la dejo descansar; él tenía los ojos abiertos, su mano estaba metida en su bolsillo apretando la varita mágica de su amiga, y cada ruido que escuchaba miraba buscando al culpable, pero siempre resultaba que el culpable era un animal.
Sentí la respiración de Hermione en su cuello, le hacía cosquillas, pero no la alejó, es más abrazo con fuerza, en esos momentos era lo único que tenía. Y no, no era que estaba confundiendo sus sentimientos hacia la castaña, él sabía perfectamente lo que sentía, él amaba a Ginny, y quería a Hermione como a una hermana.
Hermana, repitió en su mente.
El rostro de Nicole apareció en sus pensamientos. La extrañaba horrores, y estaba preocupado por ella, sentía que algo no anda bien, era como un presentimiento que le decía que su hermana estaba en peligro, y no solo ella, también el niño que llevaba en el vientre.
Tengo que encontrar la manera de saber de ella, pensaba.
Suspiró.
Cada vez helaba más, así que cargo a Hermione, entro a la tienda y la acostó en una de las literas. Y el nuevamente salió para seguir haciendo guardia.

***

La mañana siguiente, Hermione se levantó temprano, aunque al menos agradecía que las pesadillas la hayan abandonado por unas horas.
Harry entro a la tienda, se le veía cansado y con ojeras, por las muchas horas de no dormir.
La castaña le dedico una sonrisa cuando lo vio entrar.
Desayunaron algunas frutas que pudieron conseguir y té para entrar en calor. Luego del breve desayuno, decidieron que lo mejor sería desaparecer de los terrenos del Valle de Godric, ya que podría ser peligroso. Así que en la tarde recogieron todas sus cosas y desaparecieron.
Y nuevamente aparecieron en un bosque, había árboles frondosos los cuales estaban llenos de nieve.
Hermione se encargó de poner todos los hechizos protectores a los alrededores, y luego armaron la tienda de campaña en un lugar seguro.
—¿Dónde estamos? —preguntó Harry.
Hermione se volvió hacia el pelinegro.
—En el bosque de Dean —respondió con un suspiro—. Aquí acampe con mis padres una vez —Harry noto que Hermione estaba apenada, y la entendía, dejar a tus seres queridos para protegerlos era una decisión muy difícil. Y nuevamente llego a su mente las imágenes de las dos pelirrojas de su vida: su hermana y Ginny.
Entraron a la tienda porque el frío le calaba los huesos.
Y aunque había hechizos protectores alrededor, Harry estaba ansioso, saco de su bolsillo su chivatoscopio y lo dejo sobre la mesa, alerta por si alguien pudiera traspasar los hechizos y quisieran hacerles daño.
Esa tarde y noche paso normal, no hubo problemas. Y se protegían del frío por las llamas que Hermione creaba, las cuales podían ser transportadas a cualquier lugar que iban.
Por la mañana Harry se encontraba afuera, haciendo guardia —parecía tener una obsesión con hacer la guardia el solo—. Mientras que Hermione ya estaba despierta y con un libro entre las manos.
Cuando de pronto encontró algo en el libro que llamo su atención.
—¡Harry! —lo llamó.
El pelinegro entro al instante con la varita en mano, dispuesto a atacar, pensando que su amiga estaba en peligro.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Oh, no, no pasa nada malo —le aclaró la castaña, y el chico bajo la varita—. Solo quería mostrarte lo que encontré… —señaló el libro. Harry miró dicho libro, pero no sabía que podía ser eso tan importante—, es el libro que encontré en la casa de Bathilda Bagshot —explicó—, observa esto…
Harry se acercó a Hermione, tomo el libro y miró en la página que la castaña había estado leyendo, en la cual también había una fotografía de un muy joven Albus Dumbledore y el misterioso rubio de su sueño.
—¡Grindelwald!
Hermione asintió. Y Harry empezó a leer rápidamente; allí se enteró de la peculiar amistad entre Dumbledore y el mago oscuro.
Hermione espero a que Harry terminara de leer todo ese capítulo, y cuando lo hizo noto que su amigo estaba perdido en su mente.
—Harry —dijo Hermione—, yo sé que lo que acabas de leer no es agradable, pero…
Harry se sentía desbastado, casi igual como se sintió cuando murió Dumbledore, o cuando Ron los abandono.
Levanto la cabeza y miró a su mejor amiga.
—¿Qué no es agradable? —murmuró—. Hermione, tú has leído esto… Dime, dime que no te sientes igual que yo… ¡Ahora Dumbledore es solo un extraño para mí! ¿Qué pretendía?
—Harry… no debes creer todo lo que dice ese libro… ¿Es que acaso no te has dado cuenta que la que escribió ese libro es Rita…? No se puede confiar en esa mujer tan deshonesta.
Harry negó con la cabeza.
—¡Esa era la letra de Dumbledore! Tú también lo has visto, deja de defenderlo… al final él no era lo que yo creía.
—Se comete errores en la juventud… y él era muy joven…
Harry se llevó una mano a su sien y la masajeó.
—Por Merlín, Hermione, él tenía nuestra edad, ¿y míranos? Nosotros estamos arriesgando nuestras vidas para salvar a todo la comunidad mágica… constantemente estamos en peligro… y él quería gobernar a los muggles y a los magos nacidos de muggles… No lo puedo creer… era tan solo un hipócrita…
Hermione se quedó en silencio.
—Pero, luego él cambio…
—Yo ya no estoy seguro de nada —dijo Harry dejándose caer sobre una de las literas. Estaba tan cansado, tenía los músculos agarrotados.
Hermione pensaba que quizás Dumbledore había tenido un diferente ideal que al de Grindelwald, era por eso que había acabado con él después de todo, ¿no? Dumbledore era un hombre de buenos sentimientos.
Pero no le dijo nada Harry, él estaba ofuscado en ese momento, y contradecir sus deducciones solo sería empezar una discusión innecesaria.
Harry se levantó de la litera, se aseguró de tener la varita de Hermione en su bolsillo y se dispuso a salir nuevamente, se sentía que se ahogaba estando dentro de la tienda.
—Haré la guardia —dijo.
—No, descansa un poco, Harry, yo haré la guardia ahora.
Se acercó a él.
—Anda, duerme un poco.
—No —dijo Harry obstinadamente.
Hermione no discutiría con su amigo, levanto una mano y la coloco sobre la mejilla de Harry, e hizo una suave caricia, luego lo beso su mejilla y se abrazó a él.
Harry se sorprendió, pero luego paso sus brazos por cintura de la chica.
—Todo estará bien, todo saldrá bien —murmuró Hermione cerca del oído de Harry—. No hagas caso a todo lo que haya escrito esa bruja, porque a pesar de su pasado, yo sé que él te quería, Harry. Dumbledore te quería y nunca hubiera hecho algo para lastimarte.
Harry agradeció las palabras de su amiga, no estaba seguro de Dumbledore, pero en el fondo deseaba con todo el alma que todo que Hermione le dijo fuera cierto, y no que simplemente haya querido remendar sus culpas del pasado a través de él.
Rompieron el abrazo, y Harry salió a hacer la guardia.
Hermione suspiró. Ella confiaba en Dumbledore y aunque haya leído que todo lo escrito por Rita Skeeter, donde incluso insinuaba que Dumbledore había sido el que provoco la muerte de su hermana menor, no lo creía. Ella nunca creería a las invenciones de esa mujer.
Después de ese día ya no volvieron a hablar de Dumbledore, y Hermione no quería que Harry se deprimiera por la sola mención de su fallecido director o por Grindelwald.

***

Pasaron cinco días, en donde el frío los odiaba, porque parecía que cada día era más fuerte, pero eso no era lo peor, lo peor era que no tenían ni la más mínima idea de dónde ir, ni dónde buscar los otros Horrocruxes, de los cuales no sabían cómo destruir. Hermione creía que la espada de Gryffindor podría destruirlos, pero no la tenían, y no sabían dónde estaba.
Harry estaba sentado en unos de los sillones, con la bolsa de cuentas de Hermione. La abrió y saco el guardapelo de Slytherin y se lo colgó en el cuello, no sabía porque, pero tenía un presentimiento, era como si temiera extraviarlo, y no lo permitiría, no después de todo lo que habían tenido que pasar para encontrarlo.
—Hermione —dijo Harry cuando salió de la tienda de campaña, y el frío le pego en la cara, haciéndolo tiritar—. Ve a dormir, yo me haré cargo.
Hermione parpadeó.
—No, aun me falta una hora para terminar mi turno.
—No importa, ve a dormir, debes estar congelándote —dijo Harry ofreciéndole una mano para ayudarla a incorporarse.
Hermione tomo la mano de Harry y se levantó.
—Gracias —le dijo, metió su mano en su bolsillo y le entrego su varita, para luego entrar a la tienda.
Harry se sentó en el mismo lugar donde había estado Hermione, y así paso unas horas, todo estaba en calma. Pero luego de unos minutos vio algo brillante moverse entre los árboles. Se levantó, saco la varita de Hermione del bolsillo, y con un Lumos empezó a seguir a la figura brillante.
Cuando estuvo un poco más cerca noto que la figura brillante era una hermosa cierva, era un patronus. ¿Pero de quién? Y además, también se dio cuenta de que la cierva lo buscaba.
La cierva y él se miraron por un momento, pero luego ella se dio la vuelta.
Harry le grito que se detuviera, pero la cierva no le hizo caso. Siguió corriendo, alejándose de él. Harry la siguió, sentía la nieve crujir bajo sus pies, pero no le importo, él solo quería alcanzar a la cierva, y saber porque lo buscaba. Paso entre árboles y más árboles, alejándose de la tienda.
Harry estaba más intrigado, ¿qué era lo que quería esa cierva? ¿Por qué no se detenía? ¿Qué era lo que quería decirle?
Y finalmente la cierva se detuvo. Harry corrió más para alcanzarla, y mientras corría pensaba si todo eso no sería una emboscada; casi, casi ya estaba preparado para encontrarse cara a cara con los mortífagos.
Lumos —susurró.
Y todo lo que vio fue un lago congelado. ¿Un lago? ¿Por qué la cierva lo había guiado hasta ese lago?
Se acercó más y alumbro la superficie, y vio algo brillar dentro. Eran rubíes. No lo podía creer, el objeto que brillaba parecía ser la espada de Gryffindor.
Quiso atraer la espada con accio, pero no funciono. ¿Cómo podría sacar la espada del allí? Se preguntaba, y recordó lo que una vez le dijo Dumbledore: solo un verdadero Gryffindor podía sacarlo del sombrero. ¿Y cuáles eran las cualidades que lo definían como Gryffindor? La respuesta llego al instante: Su osadía, temple y caballerosidad ponen aparte a los de Gryffindor. Entonces no lo pensó y tampoco le importo congelarse, se quitó la ropa quedando solamente en bóxer, y con un Diffindo quebró el hielo, y se lanzó al lago. Nado hasta lo más profundo, donde estaba la espada, y sentía que su cuerpo gritaba protestando por la baja temperatura, no le hizo caso y siguió nadando hacia la espada.
Estiro la mano y la tomo por la empuñadura, y apenas tuvo la espada entre su mano, el guardapelo empezó a atacarlo, cerrándose alrededor de su cuello, lo estaba asfixiando.
Harry pataleo tratando de subir a la superficie, pero fue inútil, el Horrocrux no pensaba dejarlo salir con vida de allí.
Él siguió intentando salir. Nada resultaba, y lo peor de todo era que ya no podía respirar más bajo el agua, su cuerpo se estaba debilitando, y su mano que apretaba la empuñadura de la espada estaba cediendo… el Horrocrux estaba logrando su cometido…
Y entonces alguien paso sus brazos por su cuerpo y lo saco del lago, su cuerpo cayó sobre la nieve. Tosió y tosió escupiendo el agua que había tomado en su lucha con el guardapelo; tirito de frío… pero parpadeó cuando escucho unos pasos acercarse a él.
¿Dónde estaba la varita de Hermione? Palpo en la nieve, no lo encontró, pero entonces, se llevó una mano a su cuello, en busca del guardapelo. No estaba. Alzo la cabeza, dispuesto a preguntarle a su salvador sobre el Horrocrux. Pero su boca no obedeció la orden de hablar, ya que se quedó perplejo al reconocer al hombre alto de cabellos pelirrojos, completamente empapado.
—¿Acaso… estás… loco? ¿Por qué… de-demonios… te metiste… al… lago?
Harry estaba muy sorprendido, nunca pensó que Ron regresaría, y menos en un momento tan oportuno.
Se levantó del suelo, tiritando aun, sin dejar de mirar a su amigo, y fue allí cuando reparo en que Ron tenía en una mano la espada de Gryffindor y en la otra el Horrocrux.
—¿Y… por qué… demonios… no te quitaste… esta cosa… antes de lanzarte… al lago? —Ron también tiritaba. Y el Horrocrux en su mano no dejaba de balancearse como si quisiera hipnotizarlo.
Harry no supo que responder, lo único que tenía en la cabeza era que su mejor amigo había regresado, lo había salvado —zambulléndose en el agua helada—, y el patronus.
—¿E-eras… tú? —dijo Harry con los dientes castañeándole.
Ron lo observó confundido.
—Sí —dijo.
—¿Y tú conjuraste ese patronus? ¿Tú conjuraste a la cierva?
—¿Qué? No, yo no hice nada de eso —respondió Ron—. Yo también la vi, y pensé que eras tú, guiándome para encontrarlos.
—Mi patronus es un ciervo.
—Con razón lo note distinto —dijo Ron rascándose la cabeza.
Harry sonrió y luego empezó a ponerse su ropa de nuevo, cogió la varita de Hermione y se la guardo en el bolsillo.
—Tenemos que destruir el Horrocrux —dijo Harry con seriedad. Ron le paso el guardapelo—. Lo abriré y tú le clavaras la espada de inmediato —respiró profundo—. ¿Estás listo? —le preguntó.
—Harry… yo no creo poder… hacerlo… —dijo Ron retrocediendo un paso—, cuando yo portaba esa cosa… me hacía ver cosas horribles… y me afectaba mucho.
—Sé que puedes, Ron.
Ron negó con la cabeza.
—Ahora hablaré pársel, le diré que se abra… y tú le clavaras la espada.
Ron apretó la empuñadura y asintió.
Harry coloco el guardapelo en una superficie plana, sintiendo como este temblaba. Respiró profundo nuevamente, y le ordeno que se abriera.
Y entonces del guardapelo salió una neblina espesa, donde aparecieron dos ojos rojos, y cuando Ron estuvo a punto de clavar la espada, la neblina empezó a hablarle.
Te conozco, he visto tu corazón, Ronald Weasley, y es mío. He visto lo que hay dentro de él, he visto tus temores, tus miedos y tus ambiciones… —Ron estaba totalmente paralizado—, todos pueden hacerse realidad.
—Ron no le hagas caso. Clávale la espada —le gritaba Harry, pero Ron no reaccionaba, solo miraba a los ojos de Tom Riddle.
El menos amado, siempre, por la madre que deseaba una hija… El menos amado, ahora, por la muchacha que prefiere a tu amigo… El segundo mejor, siempre, eternamente en las sombras de otro…
—No lo escuches. Apuñálalo —volvió a gritar Harry.
Ron parpadeó, levanto la espada, dispuesto a apuñalarlo, pero entonces de entre la neblina, flotaron dos réplicas de Harry y Hermione, ambos desnudos. Ron retrocedió espantado.
—¡Ron! —gritó Harry, pero el Harry falso lo interrumpió.
¿Por qué regresaste? Estábamos mejor sin ti, más felices sin ti, contentos con tu ausencia… nos reíamos de tu estupidez, tu cobardía, tu presunción…
¡Si, de tu presunción…! —dijo la falsa Hermione, quien parecía incluso más bella que la verdadera Hermione—, ¿quién podría mirarte, quién jamás te miraría a ti, al lado de Harry Potter? ¿Qué has hecho, comparado con el Elegido? ¿Qué eres tú, comparado con El-Niño-Que-Vivió? —la falsa Hermione miró despectivamente a Ron—. ¡Tú no eres nadie a comparación de él! ¡Tú presencia me repugna…!
—Ron, apuñálalo. No le escuches —le gritó Harry nuevamente.
Pero entonces la voz del falso Harry habló.
Tu madre confesó —se mofó el Harry falso—, que ella hubiera preferido tenerme a mí como hijo, que felizmente cambiaría…
Quien no lo preferiría, que mujer te elegiría a ti, no eres nadie. Nadie, nadie, nadie, comparado con él —dijo a su vez la falsa Hermione restregándose con el falso Harry—. ¡Yo nunca me fijaría en ti! ¡En un pobretón! —y entonces el falso Harry abrazo por la cintura a la falsa Hermione y juntaron sus labios en un beso apasionado.
Ron estaba pálido, nervioso, pero entonces, los nerviosos se esfumaron y fueron reemplazados por la furia. Volvió a levantar la espada y la clavo en el Horrocrux. Un fuerte grito se escuchó al ser destruido.
Ron dejo caer la espada.
—¿Ron…? —dijo Harry.
Pero el aludido no respondió. Estuvieron varios minutos en silencio. Harry se acercó levanto la espada y el ahora destruido Horrocrux.
Se acercó a su amigo, y le puso una mano en el hombro, notando que Ron estaba tenso.
—Cuando… cuando te fuiste… Hermione… ella estaba muy triste… ha sufrido mucho con tu ausencia… aún sufre… llora todas las noches por ti… y un par de noches… la escuche llamarte en sueños… —Ron miró a su amigo—. Ella es como otra hermana para mí… Pensé… pensé que lo sabias.
—Lo sé —murmuró Ron.
Harry quito su mano y guardo el Horrocrux destruido en la pequeña bolsita que le regalo Hagrid. Ron fue por su mochila, y le dio la espalda a su amigo para que no lo viera limpiarse las lágrimas de impotencia e ira.
—Vamos con Hermione —dijo Harry.
Ron se puso repentinamente nervioso, pero asintió. Caminaron unos minutos hasta que llegaron a la tienda de campaña.
—¡Hermione! —la llamó Harry—. ¡Hermione! ¡Despierta! —la sacudió levemente, y esta abrió los ojos, y fijo su mirada en su amigo.
—¿Harry? —murmuró adormilada—. ¿Qué… su-sucede? ¿Te encuentras bien?
—Sí —dijo Harry asintiendo—. Mira quien está aquí —y se apartó para que la castaña vea a Ron.
Hermione abrió más los ojos al ver a Ron en la entrada de la tienda, goteando agua. Se levantó de la cama como si esta quemara de pronto, y se acercó al pelirrojo.
—¡Tú! ¿Cómo te atreves?
Ron se encogió ante la reacción de Hermione, pero después de todo él tenía la esperanza de que ella se sintiera tan feliz de verlo que no le reclamaría nada. Se equivocó.
—¡Eres un idiota! —gritó y seguidamente le soltó una fuerte bofetada y después varios golpes más en el pecho—. Idiota… insensible… yo te llame… te pedí que regresaras… —gritó y sus ojos ya estaban irritados, se volvió al pelinegro—, dame mi varita… ¡dámela ahora! —pero Harry se alejó de ella, y esta se volvió nuevamente hacia Ron—. ¡Te odio tanto, Ronald Weasley! ¡Eres un completo imbécil!
—Hermione… —dijo Harry, pero fue ignorado.
—Después de que te fuiste… yo salí a buscarte…
—Lo siento. Siento haberlos abandonado —dijo Ron bajando la mirada.
Harry se sintió mal por su amigo, así que decidió intervenir.
—Ron me salvo, Hermione… el Horrocrux quería matarme… y él me salvo.
—¿Cómo? —dijo Hermione, mirando a uno primero y al otro después.
—Yo estaba haciendo la guardia, pero de pronto se apareció una cierva… un patronus… y yo lo seguí… —Harry empezó a contarle todo lo acontecido hace más de una hora. Pero aun y con todo el heroísmo de Ron, Hermione no dejaba de estar enojada con este, y tal vez estaría enojada por mucho tiempo más.
—Ya se le pasara —le dijo Harry a Ron, cuando ambos estaban fuera de la tienda haciendo la guardia.
El pelirrojo ya estaba con ropa seca, el frío prácticamente había desaparecido de su cuerpo, pero no de su corazón, sí, él sentía frío, mucho frío al saber que Hermione aun no lo perdonaba. Él necesitaba tanto de Hermione, ahora más que nunca para que le devolviera la tibieza a su corazón y su alma.

***

—¿Estas lista? —le preguntó Draco a Diane.
Diane terminaba de bajar las escaleras, llevaba una túnica azul acero, la cual contrastaba con su pálida piel.
Ella se paró frente a Draco, y él noto la duda y el temor en los ojos de la francesa. Maldijo internamente, solo faltaba que Diane le dijera que se arrepentía, pero si ese fuera el caso, él la llevaría con Voldemort así tuviera que lanzarle un Imperius.
Diane suspiró y luego asintió.
—Estoy lista.
Draco saco un reloj de su bolsillo, lo observó unos segundos.
—Bien. Entonces vamos, pero antes debes de cambiar —la señaló.
Diane Moreau se concentró, arrugó la frente; y sus cabellos rubios empezaron ponerse pelirrojos, se hizo un poco más baja, y cuando abrió los ojos, estos ahora eran de un color avellana.
Nicole Potter estaba frente a él.
Draco levantó el brazo lentamente dispuesto a acariciarle el rostro a la pelirroja, pero cuando esta hizo un gesto de sorpresa, volvió a la realidad. Se había dejado llevar, por un momento creyó que era su esposa.
—Toma el reloj —dijo fríamente.
—¿Qué?
—Es un traslador, tómalo ahora —le ordenó, Diane hizo lo que Draco le dijo. Ambos tomaron el reloj y en segundos después estaban en el gran jardín de Malfoy Manor.
Diane estaba en el suelo, había caído sin poder evitarlo, ella nunca había sido buena para usar trasladores, Draco la tomo del brazo bruscamente y la levanto, metió su mano en el bolsillo de la túnica de la francesa y le quito la varita.
—¿Qué estás haciendo? —le reclamó Diane.
Draco frunció el ceño.
—Eres mi prisionera, por lo cual no te tengo permitido quedarte con tu varita —siseó guardándose la varita de Diane en el bolsillo.
—Pero…
—Cállate —le ordenó—. Desde este momento dejaste de ser dueña de tu persona.
Diane con la apariencia de Nicole miró a Draco con cierto temor, el tono frío y siseante de su voz lo hacía ver como un verdadero mortífago. Lo detallo bien, no lo hacía ver como un mortífago, él era un verdadero mortífago.
—Camina —gruñó apretándola del brazo, esta hizo un gesto de dolor.
Mientras caminaban Diane pudo ver a muchos hombres con túnicas negras, un escalofrío le recorrió la espalda cuando uno de esos hombres, el cual portaba una máscara, se acercó a ellos.
—Draco —dijo una voz profunda.
Draco murmuró algo por lo bajo a la vez que su rostro se contorsionaba en molestia. Había reconocido al hombre bajo la túnica negra y máscara, no había sabido de él desde la supuesta muerte de Dumbledore.
¿Qué hace él aquí?, pensaba Draco.
—Zabini —gruñó Draco.
El hombre se sacó la máscara, dejando ver un rostro moreno y una mirada seria. Miró a Draco y luego a la chica junto a él.
—¿Potter? —Zabini parecía sorprendido al ver a la chica allí, él nunca creyó que Draco fuera capaz de cumplir la misión que Voldemort le había encomendado. Si no había sido capaz de matar a Dumbledore, menos creyó que fuera capaz de tomar como prisionera a la hermana de Potter. No cuando parecía que su amigo estaba más que encaprichado con Nicole Potter—. ¿Qué hace ella aquí? —preguntó.
Draco soltó una risa petulante.
—El Señor Tenebroso la quiere, y yo solo he cumplido con una misión.
Zabini frunció el ceño. Miró a su amigo y a Nicole.
—Si ya terminaste con tu inspección, apártate, Zabini, tengo una prisionera que llevar a las mazmorras.
Y Draco siguió con su camino, arrastrando a Diane junto a él, se detuvieron en las puertas de la mansión.
—Actúa como una prisionera. Actúa como lo haría Nicole —le susurró.
Abrió las puertas y entro, todo estaba como siempre, algunos mortifagos andaban por su mansión como si fueran los dueños, eso le molestaba. Les dedico una mirada airada a todos los que veía.
Algunos seguían con su camino, pero otros se quedaban mirando a la pelirroja que él arrastraba.
Cuando entro al salón principal, se encontró con su tía Bellatrix junto con el perro asqueroso de Greyback; esté empezó a oler como la bestia que era apenas Draco puso un pie en el salón. Los ojos de Greyback brillaron con malicia y lujuria cuando divisaron a la pelirroja, se relamió los labios al ver el temor en los ojos de la chica.
Y era cierto, Diane estaba muy asustada, ella nunca había visto a un hombre —si es que a ese ser se le podía considerar un hombre— tan alto y corpulento, con una apariencia tosca, tan desaseado y con la piel peluda.
—¿Quién es tu acompañante, Draco? —le preguntó el hombre lobo sin quitar su vista de Diane.
Draco lo miró con furia.
—Una bestia como tú no tiene derecho a llamarme por mi nombre. Cuando te dirijas a mí, debes bajar la cabeza y llamarme por mi apellido —siseó Draco.
Greyback gruñó con fuerza y estuvo a punto de lanzarse sobre Draco por atreverse a despreciarlo, pero Bellatrix lo detuvo con un crucio.
El hombre lobo cayó sobre las finas alfombras revolcándose de dolor, mientras que la demente bruja reía como si le hubieran contado el mejor de los chistes.
Diane quiso retroceder horrorizada, pero no pudo porque aun Draco la tenía fuertemente agarrada del brazo, ella forcejeó, sin embargo no logró mover a su captor ni un centímetro. Alzo la mirada con lágrimas en los ojos, y vio a Draco sin ninguna expresión, era como si ese hombre —el cual seguía revolcándose y gritando de dolor— no hubiera querido atacarlo.
—Quieta —siseó.
En ese momento Bellatrix detuvo la tortura a Greyback y fijo sus marrones ojos en la pelirroja que estaba temblando de miedo. Rió. No había reparado antes en ella, estaba más concentrada en la disputa entre su sobrino y el hombre lobo.
Pero apenas pudo verla bien, la reconoció.
—Tú —la señaló con el dedo—, te recuerdo. Eres la maldita sangre sucia de Nicole Jones —Diane tembló y se preguntaba cuándo es que su amiga había tenido la desgracia de estar frente a frente con esa mujer—, pero que en realidad resulto ser la hermana del mocoso idiota de Potter —volvió a reír como una demente—. No pareces tan valiente ahora, ¿a qué no?
Greyback empezó a levantarse del suelo, se llevó una mano a la cabeza y clavo una mirada llena de furia sobre la bruja.
—¿Por qué? —gruñó acercándose a Bellatrix, esta hizo un gesto de asco al sentir el desagradable olor del hombre lobo.
—Porque me divierte —contestó sin inmutarse.
El hombre lobo gruñó, pero la bruja lo ignoró.
—Yo solo vine por mi paga. Ya he cumplido con mi trabajo y no me iré sin mi paga.
Bellatrix se volvió furiosa ante el hombre lobo y lo apuntó con su varita.
—El Señor Tenebroso te dará tu paga cuando vuelva. ¡Ahora largo! Contaminas el ambiente.
—No me iré sin mi paga, pero si se niegan a dármela, entonces yo podría conformarme con esa pelirroja de allí —señaló con un dedo mugroso a Diane.
Está chillo asustada.
—Tú no le pondrás ni un solo dedo encima —siseó Draco.
—La quiero, le diré al Señor Tenebroso que la quiero a ella como paga —insistió el hombre lobo—. Tiene un olor exquisito.
Diane estaba a punto de desfallecer.
—No la tocaras, el Lord le encargo a Draco traerla. Y por si no lo sabes, bestia, esa mocosa de allá es la hermana de Potter y le será de mucha utilidad al Lord.
—No lo sabía —dijo Greyback.
—Pero si eres una buena mascota —dijo Bellatrix burlonamente, Greyback gruñó—, puede que el Lord te la dé como premio, pero solo cuando ya no le sea útil —el hombre lobo sonrió lascivamente, y volvió a relamerse los labios—. ¡Ahora vete!
Greyback hizo una leve reverencia ante Bellatrix y salió del salón, dedicándole una última mirada a Diane.
—El Señor Tenebroso estará complacido al ver que has cumplido con tu misión, Draco —dijo Bellatrix, el rubio sonrió arrogantemente—. Llévala a las mazmorras.
—Bien —dijo Draco, pero antes de dar siquiera un paso, Lucius y Narcissa entraron al salón. El rubio mayor se quedó mirando a su hijo y a la pelirroja.
—¿Es la hermana de Potter? —preguntó Lucius a su hijo.
—Sí —respondió.
Lucius sonrió.
—Has hecho un buen trabajo, Draco. Estoy orgulloso de ti.
—Sí, debes sentirte muy orgulloso, Lucius, ya que Draco no heredo tu ineptitud —se mofó Bellatrix.
Lucius apretó los puños lleno de furia.
—No me hables de esa manera —siseó.
—¿Y si no qué? ¿Qué puedes hacerme tú? —lo retó.
—¡Ya basta! —dijo Narcissa antes de que su esposo y su hermana empezaran una pelea, que podría llegar a los oídos del Lord.
—Está bien, Cissy, por esta vez te haré caso, pero solo porque estoy de muy buen humor —dijo Bellatrix.
—La llevaré a las mazmorras —dijo Draco arrastrando a Diane fuera del salón.
Cuando ya estaban cerca de las mazmorras Draco le aseguro que la cuidaría, y que no permitiría que ni Greyback, ni ningún otro la dañara.
—Entra —le dijo al abrir las rejas de las mazmorras.
Diane se quedó parada allí.
—No puedo hacerlo —susurró al sentir la húmeda, el olor a rancio y moho.
—Si puedes. Acuérdate de Nicole —le susurró Draco a su vez, y dándole un empujoncito la hizo entrar. Cerró las rejas.
—¿Nicole? ¿Eres tú? —dijo una voz conocida. Draco se quedó parado queriendo escuchar nuevamente esa voz—. Nicole —volvieron a decir.
Y la reconoció. Reconoció esa voz soñadora e inocente.
Era Luna Lovegood.

No hay comentarios:

Publicar un comentario