POV Autora
Hermione
abrió los ojos sobresaltada, estaba un poco oscuro dentro de la tienda de
campaña, parpadeó varias veces acostumbrándose a la semi oscuridad. Bostezo, se
sentía tan cansada, ella no había tenido una buena noche.
En
realidad no había podido dormir bien desde que emprendieron la misión de
acompañar a Harry, en busca de los Horrocruxes, pero ahora que Ron se había
ido, sus noches eran peores. Se pasaba las noches pensando en él, si estaba
bien, si estaba escondido, si los mortífagos no lo habían encontrado, si comía,
si… aún se encontraba con vida.
Ese
último pensamiento hizo que Hermione soltara un par de lágrimas. Lo extrañaba;
Merlín lo extrañaba tanto, que no tenerlo junto a ella le costaba respirar.
—Eres
un tonto, Ron. ¿Por qué te fuiste? —murmuró.
Las
lágrimas seguían rodando por sus mejillas.
Ella
se permitió llorar solo unos minutos más, porque cuando saliera de la tienda,
Harry la tenía que ver fuerte, no podía simplemente mostrarse abatida por el
abandono del pelirrojo. Aún tenía unos Horrocruxes que encontrar y destruir, personas
que proteger y una guerra que ayudar a ganar.
Hermione
aún tenía lágrimas por sus mejillas cuando escuchó que Harry la llamaba.
—¡Hermione!
¡Hermione!
La
aludida salió prácticamente corriendo de la tienda y se encontró con Harry a
unos diez pasos de la tienda de campaña.
—¿Qué
sucede? —preguntó la castaña con una actitud alerta, mirando hacia todas
direcciones—. ¿Estás herido?
—No
—respondió Harry negando con la cabeza, la observó fijamente—. Lo siento —se
disculpó—. Te desperté… creí que ya no dormías.
—Y
no lo hacía.
—Eh,
pues…
—¿Para
qué me llamabas, Harry? —preguntó rápidamente Hermione, parando en seco a su
amigo, ya que sabía que Harry había notado sus ojos rojos e hinchados por las
lágrimas y lo que menos quería en esos momentos era dar explicaciones del
porqué de su tristeza, aunque de seguro que él ya lo sabía.
Harry
pareció entender la petición silenciosa de su amiga, así que se dispuso a decir
lo que había pensado.
—Hermione,
tú eres muy inteligente… así que pensé que tu podrías… arreglar mi varita —dijo
esperanzado, mirando expectante a la castaña, esperando que dijera algo.
Pero
Hermione se mordió el labio inferior con nerviosismo, y aparto la mirada. Eso
que le pedía su amigo, era imposible, por más que ella fuera inteligente sabía
que nunca podría arreglar una varita mágica.
Tenía
ganas de volver a llorar. Había sido muy descuida, como había podido ser tan
torpe y partir la varita de Harry.
Se
pasó una mano por el enmarañado cabello, y volvió su mirada a su amigo.
—Lo
siento mucho, Harry, pero… yo no puedo —hizo una pausa controlando el nudo que
sentía en la garganta—. De verdad no creo poder…, recuerdas cuando en segundo
año a… Ron —la voz se le quebró. Respiró profundo—, se le rompió su varita, y
él… tuvo que comprar otra… tal vez el único que pueda arreglar una varita
mágica sea el… señor Ollivander.
Harry
bajo la mirada. Para él no tener una varita era mil veces peor que vivir con
los Dursley.
Se
acercó a Hermione.
—Pero,
por favor, Hermione… podrías por los menos intentarlo… tal vez…
Hermione
asintió, por lo menos haría eso por Harry, intentarlo. El pelinegro le devolvió
su varita, que había estado usando para hacer guardia, y puso su varita rota en
el suelo.
Hermione
apunto a la varita de Harry.
—¡Reparo! —dijo, y al instante la varita
volvió a unirse, Harry se agacho y tomo su varita, sus verdes ojos parecían
brillar.
—¡Aguamenti!
—dijo Harry, pero apenas pronuncio el hechizo y agito su varita, está
nuevamente se volvió a partir en dos.
Hermione
se encogió ante lo que había presenciado. Estaba apenada.
—Lo
siento —murmuró la chica.
Harry
no contestó por unos minutos.
—Lo
intentaste, y no funciono. Ya no tiene importancia —murmuró guardando su rota
varita en el bolsillo.
Pasaron
varios minutos más en silencio, cada uno metido en sus pensamientos.
Hermione
se metió en la tienda y cuando volvió a salir encontró a Harry en el mismo
lugar donde lo había dejado.
—Encontré…
esto en la casa de Bathilda —dijo Harry enseñándole un libro. Harry la miró y
luego miró el libro, lo tomo y cuando lo abrió, vio varias fotos, pero entonces
vio una que se le hizo familiar.
—¿Sabes
quién es él? —le preguntó.
Hermione
miró la foto y negó con la cabeza.
—Lo
siento, pero no sé quién es. ¿Por qué?
—Porque
he soñado con él… por favor, míralo bien, y dime quien es —insistió el pelinegro.
—No
se me hace familiar, es más es la primera vez que lo veo.
Harry
se pasó ambas manos por sus cabellos, se sentía frustrado, débil e indefenso,
muy indefenso ahora que no tenía una varita. Y ahora parecía una broma del
destino ver la foto del chico con que había soñado, y no saber quién es, no
tenía ninguna información sobre ese misterioso chico. El chico que había visto
en sus sueños a través de Voldemort.
Por
su parte Hermione se sentía culpable. Primero por haber rota la varita de Harry
—el principal instrumento de un mago—. Segundo por no haberla podido arreglar.
Y tercero por no saber la identidad de ese joven.
La
castaña miró a su amigo, la culpabilidad se hizo más grande. Que haría Harry
sin una varita, esto solo lo haría un blanco fácil para cualquiera, y era mucho
peor para él, ya que siendo el niño que vivió y el indeseable número uno,
estaba más que indefenso, y cualquier mortífago podría atacarlo.
Otra
vez un nudo se le formo en la garganta.
—Haré
la guardia —dijo Hermione, tratando de decirle a Harry que ahora él tenía que
descansar.
—No,
yo seguiré haciendo la guardia —se negó Harry.
—Pero
Harry, tú también tienes que descasar —dijo Hermione—, déjame a mí…
Harry
volvió a negar con la cabeza.
—Haré
la guardia —dijo en un tono que hizo ver a Hermione que no daría su brazo a
torcer.
—Está
bien —dijo esta, y le dio su varita a su amigo.
Harry
cogió la varita y se sentó junto a la tienda, la chica lo miró una vez más y
entro a la tienda. Iba a volver a su litera, pero la noche estaba helando, y
Harry estaba solo afuera. Y haciendo uso de su habilidad para hacer magia sin
varita, puso a calentar agua para preparar té.
Minutos
después, salía con dos tazas con té caliente, y le ofreció una a Harry. Este la
tomo, pero se quedó mirando con sorpresa a su amiga.
—¿Cómo…?
Hermione
se encogió de hombros y sonrió tristemente.
—Gracias
—dijo Harry.
Hermione
se sentó a su lado, dio un sorbo al té.
—Deberías
entrar está helando —dijo el chico bebiendo su té.
—Entraré
cuando termine mi té, por ahora tendrás que soportarme —trato de bromear, y
funcionó por Harry sonrió.
Luego
de que terminaran sus bebidas, Hermione recostó su cabeza en el hombro de
Harry, cerró los ojos y se acurruco más cerca de él.
El
chico paso su brazo por la cintura de Hermione, y la dejo descansar; él tenía
los ojos abiertos, su mano estaba metida en su bolsillo apretando la varita
mágica de su amiga, y cada ruido que escuchaba miraba buscando al culpable,
pero siempre resultaba que el culpable era un animal.
Sentí
la respiración de Hermione en su cuello, le hacía cosquillas, pero no la alejó,
es más abrazo con fuerza, en esos momentos era lo único que tenía. Y no, no era
que estaba confundiendo sus sentimientos hacia la castaña, él sabía
perfectamente lo que sentía, él amaba a Ginny, y quería a Hermione como a una
hermana.
Hermana, repitió en su mente.
El
rostro de Nicole apareció en sus pensamientos. La extrañaba horrores, y estaba
preocupado por ella, sentía que algo no anda bien, era como un presentimiento
que le decía que su hermana estaba en peligro, y no solo ella, también el niño
que llevaba en el vientre.
Tengo que encontrar la
manera de saber de ella, pensaba.
Suspiró.
Cada
vez helaba más, así que cargo a Hermione, entro a la tienda y la acostó en una
de las literas. Y el nuevamente salió para seguir haciendo guardia.
***
La
mañana siguiente, Hermione se levantó temprano, aunque al menos agradecía que
las pesadillas la hayan abandonado por unas horas.
Harry
entro a la tienda, se le veía cansado y con ojeras, por las muchas horas de no
dormir.
La
castaña le dedico una sonrisa cuando lo vio entrar.
Desayunaron
algunas frutas que pudieron conseguir y té para entrar en calor. Luego del
breve desayuno, decidieron que lo mejor sería desaparecer de los terrenos del
Valle de Godric, ya que podría ser peligroso. Así que en la tarde recogieron
todas sus cosas y desaparecieron.
Y
nuevamente aparecieron en un bosque, había árboles frondosos los cuales estaban
llenos de nieve.
Hermione
se encargó de poner todos los hechizos protectores a los alrededores, y luego
armaron la tienda de campaña en un lugar seguro.
—¿Dónde
estamos? —preguntó Harry.
Hermione
se volvió hacia el pelinegro.
—En
el bosque de Dean —respondió con un suspiro—. Aquí acampe con mis padres una
vez —Harry noto que Hermione estaba apenada, y la entendía, dejar a tus seres
queridos para protegerlos era una decisión muy difícil. Y nuevamente llego a su
mente las imágenes de las dos pelirrojas de su vida: su hermana y Ginny.
Entraron
a la tienda porque el frío le calaba los huesos.
Y
aunque había hechizos protectores alrededor, Harry estaba ansioso, saco de su
bolsillo su chivatoscopio y lo dejo sobre la mesa, alerta por si alguien
pudiera traspasar los hechizos y quisieran hacerles daño.
Esa
tarde y noche paso normal, no hubo problemas. Y se protegían del frío por las
llamas que Hermione creaba, las cuales podían ser transportadas a cualquier
lugar que iban.
Por
la mañana Harry se encontraba afuera, haciendo guardia —parecía tener una
obsesión con hacer la guardia el solo—. Mientras que Hermione ya estaba
despierta y con un libro entre las manos.
Cuando
de pronto encontró algo en el libro que llamo su atención.
—¡Harry!
—lo llamó.
El
pelinegro entro al instante con la varita en mano, dispuesto a atacar, pensando
que su amiga estaba en peligro.
—¿Qué
pasa? —preguntó.
—Oh,
no, no pasa nada malo —le aclaró la castaña, y el chico bajo la varita—. Solo
quería mostrarte lo que encontré… —señaló el libro. Harry miró dicho libro,
pero no sabía que podía ser eso tan importante—, es el libro que encontré en la
casa de Bathilda Bagshot —explicó—, observa esto…
Harry
se acercó a Hermione, tomo el libro y miró en la página que la castaña había
estado leyendo, en la cual también había una fotografía de un muy joven Albus
Dumbledore y el misterioso rubio de su sueño.
—¡Grindelwald!
Hermione
asintió. Y Harry empezó a leer rápidamente; allí se enteró de la peculiar
amistad entre Dumbledore y el mago oscuro.
Hermione
espero a que Harry terminara de leer todo ese capítulo, y cuando lo hizo noto
que su amigo estaba perdido en su mente.
—Harry
—dijo Hermione—, yo sé que lo que acabas de leer no es agradable, pero…
Harry
se sentía desbastado, casi igual como se sintió cuando murió Dumbledore, o
cuando Ron los abandono.
Levanto
la cabeza y miró a su mejor amiga.
—¿Qué
no es agradable? —murmuró—. Hermione, tú has leído esto… Dime, dime que no te
sientes igual que yo… ¡Ahora Dumbledore es solo un extraño para mí! ¿Qué
pretendía?
—Harry…
no debes creer todo lo que dice ese libro… ¿Es que acaso no te has dado cuenta
que la que escribió ese libro es Rita…? No se puede confiar en esa mujer tan
deshonesta.
Harry
negó con la cabeza.
—¡Esa
era la letra de Dumbledore! Tú también lo has visto, deja de defenderlo… al
final él no era lo que yo creía.
—Se
comete errores en la juventud… y él era muy joven…
Harry
se llevó una mano a su sien y la masajeó.
—Por
Merlín, Hermione, él tenía nuestra edad, ¿y míranos? Nosotros estamos
arriesgando nuestras vidas para salvar a todo la comunidad mágica… constantemente
estamos en peligro… y él quería gobernar a los muggles y a los magos nacidos de
muggles… No lo puedo creer… era tan solo un hipócrita…
Hermione
se quedó en silencio.
—Pero,
luego él cambio…
—Yo
ya no estoy seguro de nada —dijo Harry dejándose caer sobre una de las literas.
Estaba tan cansado, tenía los músculos agarrotados.
Hermione
pensaba que quizás Dumbledore había tenido un diferente ideal que al de
Grindelwald, era por eso que había acabado con él después de todo, ¿no?
Dumbledore era un hombre de buenos sentimientos.
Pero
no le dijo nada Harry, él estaba ofuscado en ese momento, y contradecir sus
deducciones solo sería empezar una discusión innecesaria.
Harry
se levantó de la litera, se aseguró de tener la varita de Hermione en su
bolsillo y se dispuso a salir nuevamente, se sentía que se ahogaba estando
dentro de la tienda.
—Haré
la guardia —dijo.
—No,
descansa un poco, Harry, yo haré la guardia ahora.
Se
acercó a él.
—Anda,
duerme un poco.
—No
—dijo Harry obstinadamente.
Hermione
no discutiría con su amigo, levanto una mano y la coloco sobre la mejilla de
Harry, e hizo una suave caricia, luego lo beso su mejilla y se abrazó a él.
Harry
se sorprendió, pero luego paso sus brazos por cintura de la chica.
—Todo
estará bien, todo saldrá bien —murmuró Hermione cerca del oído de Harry—. No
hagas caso a todo lo que haya escrito esa bruja, porque a pesar de su pasado,
yo sé que él te quería, Harry. Dumbledore te quería y nunca hubiera hecho algo
para lastimarte.
Harry
agradeció las palabras de su amiga, no estaba seguro de Dumbledore, pero en el
fondo deseaba con todo el alma que todo que Hermione le dijo fuera cierto, y no
que simplemente haya querido remendar sus culpas del pasado a través de él.
Rompieron
el abrazo, y Harry salió a hacer la guardia.
Hermione
suspiró. Ella confiaba en Dumbledore y aunque haya leído que todo lo escrito
por Rita Skeeter, donde incluso insinuaba que Dumbledore había sido el que
provoco la muerte de su hermana menor, no lo creía. Ella nunca creería a las
invenciones de esa mujer.
Después
de ese día ya no volvieron a hablar de Dumbledore, y Hermione no quería que
Harry se deprimiera por la sola mención de su fallecido director o por
Grindelwald.
***
Pasaron
cinco días, en donde el frío los odiaba, porque parecía que cada día era más
fuerte, pero eso no era lo peor, lo peor era que no tenían ni la más mínima
idea de dónde ir, ni dónde buscar los otros Horrocruxes, de los cuales no
sabían cómo destruir. Hermione creía que la espada de Gryffindor podría
destruirlos, pero no la tenían, y no sabían dónde estaba.
Harry
estaba sentado en unos de los sillones, con la bolsa de cuentas de Hermione. La
abrió y saco el guardapelo de Slytherin y se lo colgó en el cuello, no sabía
porque, pero tenía un presentimiento, era como si temiera extraviarlo, y no lo
permitiría, no después de todo lo que habían tenido que pasar para encontrarlo.
—Hermione
—dijo Harry cuando salió de la tienda de campaña, y el frío le pego en la cara,
haciéndolo tiritar—. Ve a dormir, yo me haré cargo.
Hermione
parpadeó.
—No,
aun me falta una hora para terminar mi turno.
—No
importa, ve a dormir, debes estar congelándote —dijo Harry ofreciéndole una
mano para ayudarla a incorporarse.
Hermione
tomo la mano de Harry y se levantó.
—Gracias
—le dijo, metió su mano en su bolsillo y le entrego su varita, para luego
entrar a la tienda.
Harry
se sentó en el mismo lugar donde había estado Hermione, y así paso unas horas,
todo estaba en calma. Pero luego de unos minutos vio algo brillante moverse
entre los árboles. Se levantó, saco la varita de Hermione del bolsillo, y con
un Lumos empezó a seguir a la figura
brillante.
Cuando
estuvo un poco más cerca noto que la figura brillante era una hermosa cierva,
era un patronus. ¿Pero de quién? Y
además, también se dio cuenta de que la cierva lo buscaba.
La
cierva y él se miraron por un momento, pero luego ella se dio la vuelta.
Harry
le grito que se detuviera, pero la cierva no le hizo caso. Siguió corriendo,
alejándose de él. Harry la siguió, sentía la nieve crujir bajo sus pies, pero
no le importo, él solo quería alcanzar a la cierva, y saber porque lo buscaba.
Paso entre árboles y más árboles, alejándose de la tienda.
Harry
estaba más intrigado, ¿qué era lo que quería esa cierva? ¿Por qué no se
detenía? ¿Qué era lo que quería decirle?
Y
finalmente la cierva se detuvo. Harry corrió más para alcanzarla, y mientras
corría pensaba si todo eso no sería una emboscada; casi, casi ya estaba
preparado para encontrarse cara a cara con los mortífagos.
—Lumos —susurró.
Y
todo lo que vio fue un lago congelado. ¿Un lago? ¿Por qué la cierva lo había
guiado hasta ese lago?
Se
acercó más y alumbro la superficie, y vio algo brillar dentro. Eran rubíes. No
lo podía creer, el objeto que brillaba parecía ser la espada de Gryffindor.
Quiso
atraer la espada con accio, pero no
funciono. ¿Cómo podría sacar la espada del allí? Se preguntaba, y recordó lo
que una vez le dijo Dumbledore: solo un verdadero Gryffindor podía sacarlo del
sombrero. ¿Y cuáles eran las cualidades que lo definían como Gryffindor? La
respuesta llego al instante: Su osadía, temple y caballerosidad ponen aparte a
los de Gryffindor. Entonces no lo pensó y tampoco le importo congelarse, se
quitó la ropa quedando solamente en bóxer, y con un Diffindo quebró el hielo, y se lanzó al lago. Nado hasta lo más
profundo, donde estaba la espada, y sentía que su cuerpo gritaba protestando
por la baja temperatura, no le hizo caso y siguió nadando hacia la espada.
Estiro
la mano y la tomo por la empuñadura, y apenas tuvo la espada entre su mano, el
guardapelo empezó a atacarlo, cerrándose alrededor de su cuello, lo estaba
asfixiando.
Harry
pataleo tratando de subir a la superficie, pero fue inútil, el Horrocrux no
pensaba dejarlo salir con vida de allí.
Él
siguió intentando salir. Nada resultaba, y lo peor de todo era que ya no podía
respirar más bajo el agua, su cuerpo se estaba debilitando, y su mano que
apretaba la empuñadura de la espada estaba cediendo… el Horrocrux estaba
logrando su cometido…
Y
entonces alguien paso sus brazos por su cuerpo y lo saco del lago, su cuerpo
cayó sobre la nieve. Tosió y tosió escupiendo el agua que había tomado en su
lucha con el guardapelo; tirito de frío… pero parpadeó cuando escucho unos
pasos acercarse a él.
¿Dónde
estaba la varita de Hermione? Palpo en la nieve, no lo encontró, pero entonces,
se llevó una mano a su cuello, en busca del guardapelo. No estaba. Alzo la
cabeza, dispuesto a preguntarle a su salvador sobre el Horrocrux. Pero su boca
no obedeció la orden de hablar, ya que se quedó perplejo al reconocer al hombre
alto de cabellos pelirrojos, completamente empapado.
—¿Acaso…
estás… loco? ¿Por qué… de-demonios… te metiste… al… lago?
Harry
estaba muy sorprendido, nunca pensó que Ron regresaría, y menos en un momento
tan oportuno.
Se
levantó del suelo, tiritando aun, sin dejar de mirar a su amigo, y fue allí
cuando reparo en que Ron tenía en una mano la espada de Gryffindor y en la otra
el Horrocrux.
—¿Y…
por qué… demonios… no te quitaste… esta cosa… antes de lanzarte… al lago? —Ron
también tiritaba. Y el Horrocrux en su mano no dejaba de balancearse como si
quisiera hipnotizarlo.
Harry
no supo que responder, lo único que tenía en la cabeza era que su mejor amigo
había regresado, lo había salvado —zambulléndose en el agua helada—, y el patronus.
—¿E-eras…
tú? —dijo Harry con los dientes castañeándole.
Ron
lo observó confundido.
—Sí
—dijo.
—¿Y
tú conjuraste ese patronus? ¿Tú
conjuraste a la cierva?
—¿Qué?
No, yo no hice nada de eso —respondió Ron—. Yo también la vi, y pensé que eras
tú, guiándome para encontrarlos.
—Mi
patronus es un ciervo.
—Con
razón lo note distinto —dijo Ron rascándose la cabeza.
Harry
sonrió y luego empezó a ponerse su ropa de nuevo, cogió la varita de Hermione y
se la guardo en el bolsillo.
—Tenemos
que destruir el Horrocrux —dijo Harry con seriedad. Ron le paso el guardapelo—.
Lo abriré y tú le clavaras la espada de inmediato —respiró profundo—. ¿Estás
listo? —le preguntó.
—Harry…
yo no creo poder… hacerlo… —dijo Ron retrocediendo un paso—, cuando yo portaba
esa cosa… me hacía ver cosas horribles… y me afectaba mucho.
—Sé
que puedes, Ron.
Ron
negó con la cabeza.
—Ahora
hablaré pársel, le diré que se abra…
y tú le clavaras la espada.
Ron
apretó la empuñadura y asintió.
Harry
coloco el guardapelo en una superficie plana, sintiendo como este temblaba.
Respiró profundo nuevamente, y le ordeno que se abriera.
Y
entonces del guardapelo salió una neblina espesa, donde aparecieron dos ojos
rojos, y cuando Ron estuvo a punto de clavar la espada, la neblina empezó a
hablarle.
—Te conozco, he visto tu corazón, Ronald
Weasley, y es mío. He visto lo que hay dentro de él, he visto tus temores, tus
miedos y tus ambiciones… —Ron estaba totalmente paralizado—, todos pueden hacerse realidad.
—Ron
no le hagas caso. Clávale la espada —le gritaba Harry, pero Ron no reaccionaba,
solo miraba a los ojos de Tom Riddle.
—El menos amado, siempre, por la madre que
deseaba una hija… El menos amado, ahora, por la muchacha que prefiere a tu
amigo… El segundo mejor, siempre, eternamente en las sombras de otro…
—No
lo escuches. Apuñálalo —volvió a gritar Harry.
Ron
parpadeó, levanto la espada, dispuesto a apuñalarlo, pero entonces de entre la
neblina, flotaron dos réplicas de Harry y Hermione, ambos desnudos. Ron
retrocedió espantado.
—¡Ron!
—gritó Harry, pero el Harry falso lo interrumpió.
—¿Por qué regresaste? Estábamos mejor sin ti,
más felices sin ti, contentos con tu ausencia… nos reíamos de tu estupidez, tu cobardía,
tu presunción…
—¡Si, de tu presunción…! —dijo la falsa
Hermione, quien parecía incluso más bella que la verdadera Hermione—, ¿quién
podría mirarte, quién jamás te miraría a ti, al lado de Harry Potter? ¿Qué has
hecho, comparado con el Elegido? ¿Qué eres tú, comparado con El-Niño-Que-Vivió?
—la falsa Hermione miró despectivamente a Ron—. ¡Tú no eres nadie a comparación de él! ¡Tú presencia me repugna…!
—Ron,
apuñálalo. No le escuches —le gritó Harry nuevamente.
Pero
entonces la voz del falso Harry habló.
—Tu
madre confesó —se mofó el Harry falso—, que ella hubiera preferido
tenerme a mí como hijo, que felizmente cambiaría…
—Quien no lo preferiría, que mujer te elegiría a
ti, no eres nadie. Nadie, nadie, nadie, comparado con él —dijo a su vez la
falsa Hermione restregándose con el falso Harry—. ¡Yo nunca me fijaría en
ti! ¡En un pobretón! —y entonces el falso Harry abrazo por la cintura a la
falsa Hermione y juntaron sus labios en un beso apasionado.
Ron estaba pálido, nervioso, pero entonces, los
nerviosos se esfumaron y fueron reemplazados por la furia. Volvió a levantar la
espada y la clavo en el Horrocrux. Un fuerte grito se escuchó al ser destruido.
Ron dejo caer la espada.
—¿Ron…? —dijo Harry.
Pero el aludido no respondió. Estuvieron varios
minutos en silencio. Harry se acercó levanto la espada y el ahora destruido
Horrocrux.
Se acercó a su amigo, y le puso una mano en el
hombro, notando que Ron estaba tenso.
—Cuando… cuando te fuiste… Hermione… ella estaba
muy triste… ha sufrido mucho con tu ausencia… aún sufre… llora todas las noches
por ti… y un par de noches… la escuche llamarte en sueños… —Ron miró a su
amigo—. Ella es como otra hermana para mí… Pensé… pensé que lo sabias.
—Lo
sé —murmuró Ron.
Harry
quito su mano y guardo el Horrocrux destruido en la pequeña bolsita que le
regalo Hagrid. Ron fue por su mochila, y le dio la espalda a su amigo para que
no lo viera limpiarse las lágrimas de impotencia e ira.
—Vamos
con Hermione —dijo Harry.
Ron
se puso repentinamente nervioso, pero asintió. Caminaron unos minutos hasta que
llegaron a la tienda de campaña.
—¡Hermione!
—la llamó Harry—. ¡Hermione! ¡Despierta! —la sacudió levemente, y esta abrió
los ojos, y fijo su mirada en su amigo.
—¿Harry?
—murmuró adormilada—. ¿Qué… su-sucede? ¿Te encuentras bien?
—Sí
—dijo Harry asintiendo—. Mira quien está aquí —y se apartó para que la castaña
vea a Ron.
Hermione
abrió más los ojos al ver a Ron en la entrada de la tienda, goteando agua. Se
levantó de la cama como si esta quemara de pronto, y se acercó al pelirrojo.
—¡Tú!
¿Cómo te atreves?
Ron
se encogió ante la reacción de Hermione, pero después de todo él tenía la
esperanza de que ella se sintiera tan feliz de verlo que no le reclamaría nada.
Se equivocó.
—¡Eres
un idiota! —gritó y seguidamente le soltó una fuerte bofetada y después varios
golpes más en el pecho—. Idiota… insensible… yo te llame… te pedí que
regresaras… —gritó y sus ojos ya estaban irritados, se volvió al pelinegro—,
dame mi varita… ¡dámela ahora! —pero Harry se alejó de ella, y esta se volvió
nuevamente hacia Ron—. ¡Te odio tanto, Ronald Weasley! ¡Eres un completo
imbécil!
—Hermione…
—dijo Harry, pero fue ignorado.
—Después
de que te fuiste… yo salí a buscarte…
—Lo
siento. Siento haberlos abandonado —dijo Ron bajando la mirada.
Harry
se sintió mal por su amigo, así que decidió intervenir.
—Ron
me salvo, Hermione… el Horrocrux quería matarme… y él me salvo.
—¿Cómo?
—dijo Hermione, mirando a uno primero y al otro después.
—Yo
estaba haciendo la guardia, pero de pronto se apareció una cierva… un patronus… y yo lo seguí… —Harry empezó a
contarle todo lo acontecido hace más de una hora. Pero aun y con todo el
heroísmo de Ron, Hermione no dejaba de estar enojada con este, y tal vez
estaría enojada por mucho tiempo más.
—Ya
se le pasara —le dijo Harry a Ron, cuando ambos estaban fuera de la tienda
haciendo la guardia.
El
pelirrojo ya estaba con ropa seca, el frío prácticamente había desaparecido de
su cuerpo, pero no de su corazón, sí, él sentía frío, mucho frío al saber que
Hermione aun no lo perdonaba. Él necesitaba tanto de Hermione, ahora más que
nunca para que le devolviera la tibieza a su corazón y su alma.
***
—¿Estas
lista? —le preguntó Draco a Diane.
Diane
terminaba de bajar las escaleras, llevaba una túnica azul acero, la cual
contrastaba con su pálida piel.
Ella
se paró frente a Draco, y él noto la duda y el temor en los ojos de la
francesa. Maldijo internamente, solo faltaba que Diane le dijera que se
arrepentía, pero si ese fuera el caso, él la llevaría con Voldemort así tuviera
que lanzarle un Imperius.
Diane
suspiró y luego asintió.
—Estoy
lista.
Draco
saco un reloj de su bolsillo, lo observó unos segundos.
—Bien.
Entonces vamos, pero antes debes de cambiar —la señaló.
Diane
Moreau se concentró, arrugó la frente; y sus cabellos rubios empezaron ponerse
pelirrojos, se hizo un poco más baja, y cuando abrió los ojos, estos ahora eran
de un color avellana.
Nicole
Potter estaba frente a él.
Draco
levantó el brazo lentamente dispuesto a acariciarle el rostro a la pelirroja,
pero cuando esta hizo un gesto de sorpresa, volvió a la realidad. Se había dejado
llevar, por un momento creyó que era su esposa.
—Toma
el reloj —dijo fríamente.
—¿Qué?
—Es
un traslador, tómalo ahora —le ordenó, Diane hizo lo que Draco le dijo. Ambos
tomaron el reloj y en segundos después estaban en el gran jardín de Malfoy
Manor.
Diane
estaba en el suelo, había caído sin poder evitarlo, ella nunca había sido buena
para usar trasladores, Draco la tomo del brazo bruscamente y la levanto, metió
su mano en el bolsillo de la túnica de la francesa y le quito la varita.
—¿Qué
estás haciendo? —le reclamó Diane.
Draco
frunció el ceño.
—Eres
mi prisionera, por lo cual no te tengo permitido quedarte con tu varita —siseó
guardándose la varita de Diane en el bolsillo.
—Pero…
—Cállate
—le ordenó—. Desde este momento dejaste de ser dueña de tu persona.
Diane
con la apariencia de Nicole miró a Draco con cierto temor, el tono frío y
siseante de su voz lo hacía ver como un verdadero mortífago. Lo detallo bien,
no lo hacía ver como un mortífago, él era un verdadero mortífago.
—Camina
—gruñó apretándola del brazo, esta hizo un gesto de dolor.
Mientras
caminaban Diane pudo ver a muchos hombres con túnicas negras, un escalofrío le
recorrió la espalda cuando uno de esos hombres, el cual portaba una máscara, se
acercó a ellos.
—Draco
—dijo una voz profunda.
Draco
murmuró algo por lo bajo a la vez que su rostro se contorsionaba en molestia.
Había reconocido al hombre bajo la túnica negra y máscara, no había sabido de
él desde la supuesta muerte de Dumbledore.
¿Qué hace él aquí?, pensaba Draco.
—Zabini
—gruñó Draco.
El
hombre se sacó la máscara, dejando ver un rostro moreno y una mirada seria.
Miró a Draco y luego a la chica junto a él.
—¿Potter?
—Zabini parecía sorprendido al ver a la chica allí, él nunca creyó que Draco
fuera capaz de cumplir la misión que Voldemort le había encomendado. Si no
había sido capaz de matar a Dumbledore, menos creyó que fuera capaz de tomar
como prisionera a la hermana de Potter. No cuando parecía que su amigo estaba
más que encaprichado con Nicole Potter—. ¿Qué hace ella aquí? —preguntó.
Draco
soltó una risa petulante.
—El
Señor Tenebroso la quiere, y yo solo he cumplido con una misión.
Zabini
frunció el ceño. Miró a su amigo y a Nicole.
—Si
ya terminaste con tu inspección, apártate, Zabini, tengo una prisionera que
llevar a las mazmorras.
Y
Draco siguió con su camino, arrastrando a Diane junto a él, se detuvieron en
las puertas de la mansión.
—Actúa
como una prisionera. Actúa como lo haría Nicole —le susurró.
Abrió
las puertas y entro, todo estaba como siempre, algunos mortifagos andaban por
su mansión como si fueran los dueños, eso le molestaba. Les dedico una mirada
airada a todos los que veía.
Algunos
seguían con su camino, pero otros se quedaban mirando a la pelirroja que él
arrastraba.
Cuando
entro al salón principal, se encontró con su tía Bellatrix junto con el perro
asqueroso de Greyback; esté empezó a oler como la bestia que era apenas Draco
puso un pie en el salón. Los ojos de Greyback brillaron con malicia y lujuria
cuando divisaron a la pelirroja, se relamió los labios al ver el temor en los
ojos de la chica.
Y
era cierto, Diane estaba muy asustada, ella nunca había visto a un hombre —si
es que a ese ser se le podía considerar un hombre— tan alto y corpulento, con
una apariencia tosca, tan desaseado y con la piel peluda.
—¿Quién
es tu acompañante, Draco? —le preguntó el hombre lobo sin quitar su vista de
Diane.
Draco
lo miró con furia.
—Una
bestia como tú no tiene derecho a llamarme por mi nombre. Cuando te dirijas a
mí, debes bajar la cabeza y llamarme por mi apellido —siseó Draco.
Greyback
gruñó con fuerza y estuvo a punto de lanzarse sobre Draco por atreverse a
despreciarlo, pero Bellatrix lo detuvo con un crucio.
El
hombre lobo cayó sobre las finas alfombras revolcándose de dolor, mientras que
la demente bruja reía como si le hubieran contado el mejor de los chistes.
Diane
quiso retroceder horrorizada, pero no pudo porque aun Draco la tenía
fuertemente agarrada del brazo, ella forcejeó, sin embargo no logró mover a su
captor ni un centímetro. Alzo la mirada con lágrimas en los ojos, y vio a Draco
sin ninguna expresión, era como si ese hombre —el cual seguía revolcándose y
gritando de dolor— no hubiera querido atacarlo.
—Quieta
—siseó.
En
ese momento Bellatrix detuvo la tortura a Greyback y fijo sus marrones ojos en
la pelirroja que estaba temblando de miedo. Rió. No había reparado antes en
ella, estaba más concentrada en la disputa entre su sobrino y el hombre lobo.
Pero
apenas pudo verla bien, la reconoció.
—Tú
—la señaló con el dedo—, te recuerdo. Eres la maldita sangre sucia de Nicole
Jones —Diane tembló y se preguntaba cuándo es que su amiga había tenido la
desgracia de estar frente a frente con esa mujer—, pero que en realidad resulto
ser la hermana del mocoso idiota de Potter —volvió a reír como una demente—. No
pareces tan valiente ahora, ¿a qué no?
Greyback
empezó a levantarse del suelo, se llevó una mano a la cabeza y clavo una mirada
llena de furia sobre la bruja.
—¿Por
qué? —gruñó acercándose a Bellatrix, esta hizo un gesto de asco al sentir el
desagradable olor del hombre lobo.
—Porque
me divierte —contestó sin inmutarse.
El
hombre lobo gruñó, pero la bruja lo ignoró.
—Yo
solo vine por mi paga. Ya he cumplido con mi trabajo y no me iré sin mi paga.
Bellatrix
se volvió furiosa ante el hombre lobo y lo apuntó con su varita.
—El
Señor Tenebroso te dará tu paga cuando vuelva. ¡Ahora largo! Contaminas el
ambiente.
—No
me iré sin mi paga, pero si se niegan a dármela, entonces yo podría conformarme
con esa pelirroja de allí —señaló con un dedo mugroso a Diane.
Está
chillo asustada.
—Tú
no le pondrás ni un solo dedo encima —siseó Draco.
—La
quiero, le diré al Señor Tenebroso que la quiero a ella como paga —insistió el
hombre lobo—. Tiene un olor exquisito.
Diane
estaba a punto de desfallecer.
—No
la tocaras, el Lord le encargo a Draco traerla. Y por si no lo sabes, bestia,
esa mocosa de allá es la hermana de Potter y le será de mucha utilidad al Lord.
—No
lo sabía —dijo Greyback.
—Pero
si eres una buena mascota —dijo Bellatrix burlonamente, Greyback gruñó—, puede
que el Lord te la dé como premio, pero solo cuando ya no le sea útil —el hombre
lobo sonrió lascivamente, y volvió a relamerse los labios—. ¡Ahora vete!
Greyback
hizo una leve reverencia ante Bellatrix y salió del salón, dedicándole una
última mirada a Diane.
—El
Señor Tenebroso estará complacido al ver que has cumplido con tu misión, Draco
—dijo Bellatrix, el rubio sonrió arrogantemente—. Llévala a las mazmorras.
—Bien
—dijo Draco, pero antes de dar siquiera un paso, Lucius y Narcissa entraron al
salón. El rubio mayor se quedó mirando a su hijo y a la pelirroja.
—¿Es
la hermana de Potter? —preguntó Lucius a su hijo.
—Sí
—respondió.
Lucius
sonrió.
—Has
hecho un buen trabajo, Draco. Estoy orgulloso de ti.
—Sí,
debes sentirte muy orgulloso, Lucius, ya que Draco no heredo tu ineptitud —se
mofó Bellatrix.
Lucius
apretó los puños lleno de furia.
—No
me hables de esa manera —siseó.
—¿Y
si no qué? ¿Qué puedes hacerme tú? —lo retó.
—¡Ya
basta! —dijo Narcissa antes de que su esposo y su hermana empezaran una pelea,
que podría llegar a los oídos del Lord.
—Está
bien, Cissy, por esta vez te haré caso, pero solo porque estoy de muy buen
humor —dijo Bellatrix.
—La
llevaré a las mazmorras —dijo Draco arrastrando a Diane fuera del salón.
Cuando
ya estaban cerca de las mazmorras Draco le aseguro que la cuidaría, y que no
permitiría que ni Greyback, ni ningún otro la dañara.
—Entra
—le dijo al abrir las rejas de las mazmorras.
Diane
se quedó parada allí.
—No
puedo hacerlo —susurró al sentir la húmeda, el olor a rancio y moho.
—Si
puedes. Acuérdate de Nicole —le susurró Draco a su vez, y dándole un
empujoncito la hizo entrar. Cerró las rejas.
—¿Nicole?
¿Eres tú? —dijo una voz conocida. Draco se quedó parado queriendo escuchar
nuevamente esa voz—. Nicole —volvieron a decir.
Y
la reconoció. Reconoció esa voz soñadora e inocente.
Era
Luna Lovegood.
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