domingo, 2 de abril de 2017

Seré Nicole Potter


POV Autora
Draco Malfoy estaba cubierto completamente por su túnica negra, también tenía la capucha puesta, cubriendo así sus rubios cabellos. Él estaba como tal serpiente, al acecho de próxima presa.
Le parecía de lo más absurdo estar en un lugar como ese, tan lleno de paz, parecía un mundo completamente distinto al que tenía que vivir día a día, minuto a minuto.
Draco miró a su alrededor, sí, debía reconocer que era un hermoso lugar para pasear, platicar, o tomar algo de beber en algunos de los pequeños bares, o simplemente sentarse bajo uno de los árboles del gran jardín. Como le gustaría poder escapar, poder llevarse consigo a su mujer y su madre, y olvidarse de la guerra.
Negó con su cabeza.
Lástima que eso no podía ser, no por ahora. No mientras Lord Voldemort estuviera con vida.
Y mientras espera a su objetivo, en un pequeño callejón; recordó la última conversación que tuvo con Severus.
Draco pensaba viajar a Francia dos días después de su encuentro con su esposa, pero lo pensó bien y se dio cuenta de que era muy precipitado, por no decir también de que no tenía un plan. ¿Cómo pensaba usar a Diane Moreau sin un plan? ¿Cómo iba hacer para que Moreau se haga pasar por Nicole Potter? ¿Poción Multijugos? No, eso no era muy seguro, debía haber una poción mucho más duradera, como para que Moreau se pueda hacer pasar por Nicole. La poción por lo menos debería tener una semana de duración. Y por supuesto también tenía que enseñarle a cerrar su mente a Moreau.
Así que no teniendo más remedio se fue en busca de Severus.
Le envió una carta pidiéndole verse. Tres horas después recibió una respuesta. Se verían, pero no en Hogwarts, eso podría ser sospechoso; y el único lugar que encontraron neutral era la casa del pocionista. Se verían a las 2 de la madrugada.
Draco se apareció en la casa de Snape a la hora acordada. El pocionista no estaba de buen humor —como de costumbre— así que apenas entraron a su despacho, fue directo al grano.
—¿Qué es lo que quieres, Draco?
Draco se dedicó a observar todo el despacho, haciendo enojar más a Snape.
—No lo volveré a repetir, ¿qué quieres? —lo apremió.
—Quiero que hagas una poción multijugos más reforzada que la original, por lo menos debe durar una semana —dijo el rubio—. Y la quiero para dentro de un par de días —agregó.
Snape observó al rubio por unos segundos, y luego curvo sus labios, en una sonrisa burlona y sarcástica.
—Y yo quiero que el Lord se vuelva bueno y empiece a repartir abrazos y besos a todos —dijo amargamente Snape.
Draco fulminó con la mirada a Snape.
—No estoy jugando —siseó.
—Yo tampoco estoy jugando —respondió el pocionista—. Y me estás haciendo perder minutos valiosos.
—Que no comprendes que esa poción es muy importante; con esa maldita poción podría poner a salvo a Nicole y a mi hijo.
—Y perjudicar a otros —completó Snape.
Draco no contestó por unos minutos.
—Sería un riesgo —dijo por fin el rubio sin remordimiento alguno.
Snape enarcó una ceja. Se acercó a Draco y confrontó.
—¿A qué juegas, Draco? ¿Cuáles son tus planes realmente? ¿En qué bando le debes tu lealtad? ¿Al bando del Lord y los mortífagos o al bando de Potter y la Orden?
—¿Y tú, Snape? ¿Con quién está tu lealtad? —contraatacó Draco.
—No tengo porque darte explicaciones —advirtió Snape.
—Y yo tampoco tengo porque dártelas a ti —siseó el rubio.
—Claro que debes dármelas, porque yo no voy a poner en riesgo por todo por lo que he trabajado por años, no por los caprichos de un mocoso que juega hacer un hombre.
Draco apretó los puños. Estaba cansado de que Snape lo trataran de ese modo, harto de las presiones de su padre, harto de las presiones y amenazas del Lord. Es él no se daba cuenta de que su vida corría peligro minuto a minuto, su situación era parecida a la suya, pero aun así Snape lo subestimaba.
—¿Quieres saber a qué bando le debo mi lealtad? —siseó Draco—, pues bien, te lo diré: a ningún maldito bando. Ahora solo soy un traidor. Traicione a mis creencias, a mi educación, a mi familia y a los mortífagos. No estoy ni con uno ni con otro. Solo quiero salvar a mi familia.
Snape miraba a Draco sin ninguna expresión en su rostro. Las palabras del rubio lo habían dejado pensando, él tampoco pertenecía a ningún bando realmente, lo único que quería era proteger a los hijos de Lily y ayudar a Potter a ganar la guerra.
Draco se detuvo un momento, respiró profundo, y continuó:
—No pertenezco a ningún bando —repitió, y una sonrisa amarga se formó en sus delgados labios—. Soy demasiado bueno como para ser malo, y demasiado malo como para ser bueno. Soy un traidor para los mortífagos y un espía para la Orden, aunque claro, ellos nunca sabrán que los ayudo. No quiero ser un maldito héroe, no me interesa en lo más mínimo, eso se lo dejo a Potter, a él que tiene complejo de héroe.
Y por eso Dumbledore intuyendo que Draco no quería que los demás miembros de la Orden sepan de él, lo mando a trabajar con Snape.
Snape seguía en la misma posición, sin cambiar su expresión. Se alejó unos pasos del rubio, y asintió.
—Bien, Draco, mejoraré la poción, pero no te prometo nada —dijo Snape, dándole la espalda, simulando buscar un libro en su biblioteca personal.
Draco se sorprendió por la actitud del pocionista, estaba seguro que le costaría más trabajo convencerlo, pensó incluso de que tendría que lanzarle algunos hechizos, hechizos que por supuesto serían devueltos por Snape.
—¿Para cuándo? —preguntó Draco.
—Yo te aviso —dijo Snape—. Ahora vete, tengo cosas que hacer.
Draco relajó su rostro, y salió del despacho sin despedirse.
Y cuatro días después Draco recibió una carta de Snape, donde lo citaba nuevamente en su casa. Este fue al lugar acordado. Apenas entro al oscuro despacho de Snape, el pocionista le entrego cinco frascos con una poción.
—Espero y sepas utilizarlos muy bien, Draco, me costó mucho cambiar la poción.
—Gracias, le daré un buen uso —dijo el rubio, y por primera vez se dio cuenta del aspecto de Snape. Estaba ojeroso, como si no hubiera dormido en varias noches, probablemente así hubiera sido. Pero Draco no se sintió culpable, al fin y al cabo todo era por una buena causa—. Gracias —repitió.
Draco en verdad se sentía agradecido por lo que había hecho Snape.
El nuevo director de Hogwarts miró a Draco con impaciencia.
—Ya tienes la poción —dijo Snape—, pero ahora el problema es que cuando agregues los cabellos de la señorita Potter a la poción, quien la beba tendrá su misma apariencia. ¿Qué crees que dirá el Lord cuando vea que está embarazada?
Draco no pareció importarle ese detalle.
—Pues el Lord pensara que es el hijo de cualquier otro hombre, no mío —respondió Draco.
Snape hizo una mueca.
—Vete —le dijo.
Draco asintió y salió del despacho. Ahora lo único que le faltaba era unos cabellos de su esposa. Rápidamente se dirigió a la habitación de la chica, pero no la encontró dentro, se preocupó por su ausencia.
Y cuando estaba a punto de sacar su varita e ir a reclamarle a Snape o a Dumbledore, escuchó la ducha abierta, eso quería decir que Nicole estaba tomando un baño. Quiso entrar en el baño y hacerle compañía y porque no recordar lo que hicieron la noche pasada, pero desistió a sus deseos, primero tenía que conseguir esos cabellos.
Busco en el tocador y allí encontró su cepillo, saco los cabellos que había entre los dientes del cepillo.
Luego de haber conseguido lo que buscaba, salió de la habitación.
Esa misma noche haría su viaje a Francia.
Parpadeó volviendo a la realidad.
Draco fijo su vista al frente, buscando entre todas las chicas rubias que había a su alrededor, pero no la encontró, se maldijo por haberse distraído.
Varias chicas y chicos rubios pasaron, pero Diane Moreau no. Y cuando estaba a punto de lanzarse un hechizo desilusionador e irla a buscar, la vio, caminaba sola con un libro abierto entre las manos.
Parece Granger, pensó.
Espero pacientemente a que la chica pasara por el callejón donde él estaba esperándola. Un minuto, dos, tres. ¿Por qué se demoraba tanto?
Empezó a contar los segundos, y por fin Diane paso por el callejón. Draco rápidamente se acercó a ella, le puso una mano en la boca evitando que gritara, ella soltó el libro, tratando de separarse de su captor, pero no pudo cuando sintió una varita en apuntándola en la espalda.
La chica ya no forcejeó.
—Quieta, no te haré daño —susurró Draco.
A Diane se le hizo familiar esa voz siseante, con sílabas arrastradas. Pensó a quien le podía pertenecer esa voz, pero por más que trato, el miedo no la dejo concentrarse.
Por su parte Draco aprovecho que Diane se quedó quieta para aparecerse en la antigua mansión de la familia Malfoy.
Y por fin cuando Draco estuvo seguro de que no gritaría la soltó.
Diane saco su varita del bolsillo de su túnica y se volvió lentamente hacia su captor.
—Expelliarmus —dijo Draco, desarmando a la chica antes de que esta pudiera lanzarle un hechizo. El rubio cogió la varita de Diane y sonrió con burla—. Eres muy lenta —se mofó.
—Draco Malfoy —dijo la francesa muy sorprendida al reconocer al rubio.
—Vaya, es bueno saber que no soy fácil de olvidar —dijo Draco.
—Quoi veux-tu de moi? (¿Qué quieres de mí?) —dijo Diane.
—Necesito tu ayuda —dijo Draco borrando toda diversión de su rostro—. Nicole necesita tu ayuda.
—¡Nicole! Qu'est-ce qu'il lui est arrivé? C'est bien? Dites-moi! (¿Qué le paso? ¿Está bien? ¡Dime!)
—Por ahora está bien, pero sino me ayudas podría morir.
Diane se llevó las manos a la boca, sorprendida y angustiada por las palabras del rubio.
—Me imagino que ya sabes que Potter, el hermano de Nicole y Lord Voldemort —la francesa se estremeció al escuchar el nombre del mago tenebroso— están en guerra.
Diane solo pudo asentir.
—Bien, pues ese ser despreciable me ha ordenado llevar a Nicole con él.
Diane se tambaleó por las noticias tan desagradables.
Pego —dijo la francesa tratando de hablar más o menos el inglés—, ¿cómo podgía ayudagte? ¿Cómo podgía ayudagla?
—Haciéndote pasar por ella.
La francesa boqueo como pez fuera del agua. Quería ayudar a su amiga, pero el solo pensar que tendría que estar frente a frente con ese ser tan despreciable como Lord Voldemort, la hacía temer. Sí, tenía miedo.
—Yo… tengo miedo —admitió, sus ojos estaban brillantes por las lágrimas a punto de salir—. Me matagá y a ti también si descubge que le engañamos.
—Eso no pasara —aseguró Draco, aunque por dentro él también temía no solo por él sino por su madre—. Lo primero, te enseñaré Legeremancia y Oclumancia. Será difícil, pero tendrás que aprender a controlar esta magia, esto es lo único que te salvara del Lord, por lo menos tendrás tu mente a salvo — Diane empezó a llorar—. Segundo que tienes que hacer es tomarte la poción multijugos —pero la chica igual seguía llorando, Draco la dejo, mientras continuaría con su plan—, no te preocupes esta nueva poción durada mínimo una semana.
Diane asintió. Tenía miedo, pero no dejaría a su amiga sola, ella sabía que si las cosas fueran al revés, Nicole la ayudaría sin pensarlo dos veces.
—N-no… J'ai besoin (necesito) e-esa… poción —balbuceó Diane.
—¿Qué? Por supuesto que la necesitas, si no te tom… —Draco fue interrumpido por la francesa.
—Yo puedo… yo tengo una… habilidad… —susurró, a la vez que se limpiaba las lágrimas con las mangas de su túnica.
Draco frunció el ceño.
—¿Qué clase de habilidad? —interrogó.
Diane no contestó. Ella hizo un gesto raro y de pronto su cabello rubio liso, se empezó a convertir en pelirrojo, su rostro ya no estaba pálido, sino más sonrosado, se hizo unos cinco centímetros más baja, y su vientre estaba plano, como antes.
Y en un parpadeó, Draco tenía frente a él a Nicole.
No lo podía creer.
—Eres una metamorfomaga.
Draco nunca había visto a ningún mago o bruja con esa extraña habilidad. Aunque una vez escuchó de la boca de uno de los mortífagos decir que había un auror con esa habilidad. No creyó por supuesto, pensó que eran patrañas para evitar el castigo del Lord.
—Lo soy —aseguró la francesa abriendo los ojos, los cuales habían dejado de ser azules para pasar a ser de color avellanas—. Solo mis padges, Nicole y ahoga tú saben de mi condición.
—Esto será mejor que la poción —dijo Draco saliendo de su asombro.
Ambos se quedaron callados, cado uno metidos en sus pensamientos.
—Puedo pgeguntag… ¿Pog qué quieges ayudag a mi amiga? —dijo Diane rompiendo el silencio—. La última vez que los vi, pagecían no llevagse bien, pego ahoga… tú…
—Ella es importante para mí ahora. Y esto es lo único que te diré, entre menos sepas mejor —dijo Draco interrumpiendo a la francesa.
Ella asintió.
Tal vez es lo mejor, pensó Diane.
—Bien —dijo Draco apartando la vista de la falsa Nicole, porque si no, no se podría controlar y querría volver hacerle el amor—, podrías volver a ser tú otra vez —pidió.
—Sí, no hay pgoblema.
—Ahora empezaremos con las clases de…
—Un momento pog favog —dijo Diane volviendo a ser nuevamente ella—, como veo que estagé pog mucho tiempo, pog lo menos déjame mandagle una cagta a mis padges paga que no se pgeocupen.
Draco asintió.
—Eh…, necesito mi vagita —Draco la miró con suspicacia—. No escapagé. Lo pgometo. Solo necesito peggamino, tinta y pluma.
Draco decidió confiar en ella, así que le devolvió su varita. La chica la acepto y con un movimiento de su varita conjuro pergamino, tinta y pluma.
—No trates de jugarme sucio, Moreau. Porque si lo haces, la pagarás caro —la amenazó.
La chica frunció el ceño, indignada.
—No es necesagio amenzagme, ya acepte ayudag a mi amiga y no cambiagé de pagecer. Y desde este momento segé Nicole Potteg.

***

Los días fueron pasando igual que las semanas, hasta que sin darse cuenta ya había pasado un mes. Un mes desde que Ron Weasley se había ido, dejando a sus dos amigos solos, abandonando así la misión que había prometido ayudar a cumplir.
Harry y Hermione no pasaban más de 24 horas en un mismo lugar, y por supuesto no hablaban de Ron. Harry sabía que no tenía que mencionarlo, no a menos que quiera ver a su mejor amiga llorar por horas. Era más que notorio que a la que más le dolía la partida de Ron era a Hermione. Ella lo amaba, aunque no lo decía en voz alta, Harry sabía que lo amaba, igual o más de lo que él amaba a Ginny.
Por su parte Harry se pasaba constantemente leyendo la biografía de Albus Dumbledore, la cual estaba escrita por la embustera de Rita Skeeter, y a pesar de que él ya conocía lo tan mentirosa y arpía que podía ser esta bruja, Harry no podía sacarse de la cabeza que en el pasado de Dumbledore había algo, no del todo claro y bueno.
Y una vez más Harry se lamentaba no poder platicar con el director, estaba seguro que si Dumbledore viviera aun, podría aclararle algunas de sus dudas, pero ya era tarde para eso. Su profesor nunca más volvería.
Y mientras Harry para concentrado en esa biografía, Hermione sacaba de vez en cuando el cuadro de Phineas Black, para preguntarle ciertas cosas o simplemente para llenar el espacio del pelirrojo o también para enterarse de lo que pasaba en Hogwarts.
Y por más que los chicos hacían todo lo que estaba en su alcance para que todo estuviera bien entre ellos, había veces en que la incertidumbre se hacía presente, y ellos no sabían cómo manejar eso, y más cuando notaban que la navidad ya estaba cerca, por los lugares en donde acampaban podrían vislumbrar algunos adornos navideños.
Y mientras comían lo que podían cazar o recolectar de los árboles, Harry miraba de reojo a su amiga, estaba siempre estaba metida entre libros incluso cuando comía. Y justo ahora estaba volviendo a leer el libro Beedle el bardo, y un silabario del hechicero.
Así que el pelinegro llamo la atención de la castaña.
—Hermione —dijo, y esta levanto la mirada del libro que leía—, he estado pensando… eh, bueno, ¿qué te parece si vamos a el Valle de Godric?
—Antes que te responda, podrías decirme si este símbolo se te hace conocido —dijo Hermione señalando un peculiar símbolo, que tenía forma triangular, con una línea en vertical que atravesaba un pupila.
Harry parpadeó.
—Eh… creo que no —musitó, pero luego algo se le vino a la mente, más exactamente Viktor Krum comportándose de manera extraña y diciendo que sino no hubiera estado en la boda de Fleur y Bill habría retado a un duelo al padre de Luna solo por llevar colgado en el cuello ese símbolo—. Espera, recuerdo que el padre de Luna tenía un dije con ese símbolo.
—¿El padre de Luna? ¿Estás seguro de eso, Harry? —preguntó Hermione.
Harry asintió y procedió a contarle todo lo que Viktor había dicho en la boda de Bill y Fleur.
Hermione frunció el ceño.
—Increíble —musito la castaña, pensativa.
—Hermione —dijo Harry llamando la atención de su amiga—, aun no me respondes.
—Perdón, ¿a qué te refieres exactamente?
—Sobre ir al Valle de Godric.
Hermione observó a su amigo.
—Sí, está bien, Harry, creo que tienes razón, ese sería el lugar indicado para encontrarla.
Harry la miró desconcertado.
—¿Encontrar el qué, Hermione?
—¿Cómo que encontrar qué? La espada de Gryffindor, creí que querrías ir allí por eso —hizo una pausa—. He estado pensando que encontrar la espada sería útil. ¿No lo crees tú también?
—Pues… en realidad… yo no lo había pensado —dijo Harry ligeramente avergonzado. Lo cierto era que el pelinegro tenía principalmente a su hermana, se preocupaba mucho por ella, al igual que por la otra pelirroja, y segundo, la idea de ir al Valle de Godric, era más porque quería ver por primera vez la tumba de sus padres.


Una semana después de que Harry le propusiera a Hermione ir al Valle de Godric, ya habían planeado lo que iban hacer, aunque ningunos de los dos se sentían muy confiados a medida que avanzaban, ya que los mortífagos estaban al acecho de ellos, pero aun así como los Gryffindor que eran, no desistieron a sus inseguridades y se quedaron en el pueblo.
Esa tarde Hermione decidió tomar un poco de aire, así que salió de la tienda de campaña, mientras que Harry se quedó dentro de la tienda, repasando lo que harían.
Hermione caminaba con parsimonia cerca del lago, y estando sola se permitió pensar en su amigo pelirrojo. Lo extrañaba y de dolía su ausencia.
—¿Por qué te fuiste, Ron? Prometimos quedarnos con Harry, pero… per… —las lágrimas no se hicieron esperar, Hermione se sentó junto a un árbol y apoyo su espalda en este.
Esa tarde Hermione se permitió llorar por Ron una vez más, pero luego, cuando regresara a la tienda de campaña sería otra, sería más fuerte, sería el apoyo de Harry, sabía que él la necesitaba, era por eso que ese día que Ron se había ido, Harry la había detenido tomándola de la mano, como rogándole en silencia que ella no se fuera también.
Pero Harry no tenía por qué temer, ella no lo dejaría, ella siempre estaría para él, ella lo quería como el hermano que nunca tuvo y estaba segura que Harry la quería como una hermana también
Cuando la nieve empezó a caer con más intensidad, Hermione decidió regresar a la tienda.
Tiritó de frío, y antes de poder entrar a la tienda para refugiarme del frío, un cuerpo tibio choco contra el mío y unos brazos me aprisionaron.
—Hermione —la voz de Harry tenía un tono de alivio—. Estaba tan preocupado. Me quede dormido y cuando desperté no te encontré, pensé que los mortífagos te habían encontrado y…
Hermione se separó un poco de su amigo.
—Tranquilo, Harry. Estoy bien, solo me distraje, no me di cuenta de que casi ya había anochecido.
—Lo mejor será no estar mucho tiempo separados —dijo Harry volviendo a pegarla a su pecho. Hermione sonrió levemente. Le agradaba que su amigo ya no este de mal humor.
Aun recordaba los primeros días después de que Ron se fuera; Harry estaba huraño, pesimista —aunque esto seguramente era debido al guardapelo— y no hablaba mucho, solo lo necesario. Aunque eso sí, Hermione se daba cuenta de que el pelinegro siempre tenía un ojo encima de ella, cuidándola.
El abrazo se rompió cuando Harry sintió tiritar a Hermione.
—Debemos entrar —dijo el pelinegro.
Ya dentro de la tienda de campaña, Hermione empezó a preparar té. Cuando las bebidas calientes ya estuvieron listas, Hermione las sirvió en unas tazas.
—Toma, te sentará bien —dijo Hermione pasándole una taza.
—Gracias —dijo el pelinegro.
Ambos estaban sentados en las literas, bebiendo su té en silencio.
—Por cierto, Harry —dijo Hermione luego de beber un sorbo de té—, no deberías ser tan confiado.
—¿Qué? —musitó el chico.
—Hace un momento, me abrazaste sin siquiera verificas que sea yo verdaderamente, ¿qué hubiera pasado si hubiera sido un mortífago con poción multijugos?
Harry tenso, y se le quedo observando varios minutos, hasta que luego bajo la vista a su té.
Hermione rió, y el pelinegro volvió a observarla.
—Oh, vamos, Harry, no estarás dudando de mí ahora, ¿no? —dijo Hermione negando con la cabeza—, y no le puesto nada extraño a tu té —agregó cuando vio que su amigo volvía a mirar su té.
—No, no es eso —dijo Harry—, es solo que tienes razón.
Hermione asintió.
—¿Qué te parece si para que estés más tranquilo me heces una pregunta, una que solo Hermione supiera?
Harry lo pensó por unos minutos.
—¿Qué me pediste que hiciera en quinto año? ¿Y cuál era nuestra señal de encuentro?
—Te pedí que nos dieras clases de Defensa Contra las Artes Oscuras, ya que Umbridge no nos enseñaba nada, y así nació El Ejército de Dumbledore. Y nuestra señal de encuentro era por medio de unos monedas de un galeón —Hermione sonrió levemente—. ¿Ya descubriste que soy yo en verdad?
—Sí —dijo Harry. Y volvió a beber su té—. Estoy preocupado —comentó luego de unos minutos de silencio.
—Sí, yo también —corroboró Hermione—, tenemos que estar mucho más alertas ahora…
—No, no me refiero a eso, Hermione —dijo Harry—, no digo que bajemos la guardia, pero a lo que yo me refería a Nicole, mi hermana. Es que… no sé porque siento que está en peligro. Es como un presentimiento.
Hermione se mordió el labio inferior. Que le podía decir a Harry, que tal vez presienta eso porque Malfoy podría estar al acecho de Nicole. Sí, claro, y luego le preguntaría porque especialmente Malfoy, y ella que le diría, es que Malfoy es el padre tu sobrino.
No, definitivamente no debo decir nada, además, se lo prometí a Nikki, pensaba Hermione. Se sentía mal por estar ocultándole algo tan importante, pero Nicole era la única que podía decirle la verdad, nadie más.
—Ella está bien, Harry, recuerda que esta con los Weasley, y ellos la deben estar cuidando muy bien.
—Tal vez solo… no, no importa —dijo Harry negando con la cabeza—. Yo empezare la guardia esta noche —le avisó.
Hermione asintió.

***

Por otra parte, más exactamente en una de las casas de la calle de la Hilandera, una chica pelirroja caminaba por la oscura casa.
La chica soltó un suspiro.
—¿Se encuentra bien, señora Malfoy? —le preguntó un anciano, el cual respondía al nombre de Albus Dumbledore.
La pelirroja hizo una mueca de molestia.
—Por favor, profesor, solo llámeme Nicole, no me gusta ese apellido —pidió con educación.
Dumbledore sonrió levemente.
—Lo siento, Nicole, pero debes comprenderme, solo soy un pobre anciano, hay veces que no me acuerdo de muchas cosas —dijo más para él que para que la chica le escuchará.
Nicole observó por el rabillo del ojo al director.
Podrá estar viejo, y olvidar cosas, pero no tiene nada de pobre, pensaba la chica.
—¿Qué te preocupa? —preguntó Dumbledore, a la vez que caminaban hacia la oscura sala.
Ambos tomaron asiento en los no muy cómodos sofás.
—Todos, mi hermano, los Weasley, mis padres, mis amigos —hizo una pausa—, y mi hijo —llevo una mano a su vientre—, Malfoy me obligo a casarme con él y luego me trajo aquí, y todo lo justifica diciéndome que es por mi bien. Pero yo creo que solo son patrañas, él está tramando algo, lo sé, lo presiento.
Los ojos de Nicole se empezaron a llenar de lágrimas, y no solo por los motivos que le acababa de decir al Dumbledore, sino también por haber caído en las provocaciones de Malfoy, se recriminaba todos los días, desde la mañana en que despertó desnuda en su cama.
Lo único bueno era que no había vuelto a regresar, y esperaba que siguiera así.
—No debe ser tan dura con el señor Malfoy, Nicole —dijo Dumbledore, con expresión tranquila—, su situación no es fácil, sí, sí, ya sé que para nadie lo es en estos tiempos —se apresuró a aclarar en cuanto noto la mirada de la chica—, pero debe confiar en él, sé que tal vez los métodos no sean los apropiados, pero el señor Malfoy nunca la lastimaría, y tal vez no debería decir esto, pero él se ha propuesto protegerla, no solo a ti, también al niño que llevas en el vientre.
—¿Cómo? —preguntó una sorprendida Nicole.
—Quizás ahora no le veas, pero con el tiempo te darás cuenta de que ese hombre al cual juzgas, está haciendo todo lo que está en sus manos para protegerlos.
Y sin más que decir, Dumbledore se levantó del sofá, y camino hacia un pasillo oscuro.
Mientras tanto Nicole se había quedado anonadada, le parecía tan inverosímil la forma en que Dumbledore hablaba de Malfoy. Porque era tan distinto al Malfoy que ella conocía, un arrogante, cínico, narcisista, cruel, frío… posesivo.
Tal vez el profesor Dumbledore termino por enloquecer como tanto decían en el colegio, pensaba Nicole.
Nicole negó con la cabeza, luego de imaginarse al Malfoy que el profesor Dumbledore describía.
—Ese Malfoy no existe —susurró.
Ella aun podía recordar las palabras exactas que estaban escritas en el pergamino que encontró junto a ella, esa mañana que despertó desnuda.

Querida Nicole
Pase una noche estupenda, pero esta no es nuestra noche de bodas, es solo un adelanto. Lo importante es que volviste a ser mía, sabía que tú también me deseabas, que no te resistirías a mí.
La próxima vez que nos volvamos a ver, te quiero encontrar igual de apasionada.
Recuerda que eres mía y de nadie más. Me perteneces.
D.M.

—Estúpido —dijo amargamente Nicole, y las lágrimas empezaron a salir por borbotones de sus ojos avellanas—. No soy un objeto, maldito posesivo.



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