POV Autora
Draco
Malfoy estaba cubierto completamente por su túnica negra, también tenía la
capucha puesta, cubriendo así sus rubios cabellos. Él estaba como tal
serpiente, al acecho de próxima presa.
Le
parecía de lo más absurdo estar en un lugar como ese, tan lleno de paz, parecía
un mundo completamente distinto al que tenía que vivir día a día, minuto a
minuto.
Draco
miró a su alrededor, sí, debía reconocer que era un hermoso lugar para pasear, platicar,
o tomar algo de beber en algunos de los pequeños bares, o simplemente sentarse
bajo uno de los árboles del gran jardín. Como le gustaría poder escapar, poder
llevarse consigo a su mujer y su madre, y olvidarse de la guerra.
Negó
con su cabeza.
Lástima
que eso no podía ser, no por ahora. No mientras Lord Voldemort estuviera con
vida.
Y
mientras espera a su objetivo, en un pequeño callejón; recordó la última
conversación que tuvo con Severus.
Draco
pensaba viajar a Francia dos días después de su encuentro con su esposa, pero
lo pensó bien y se dio cuenta de que era muy precipitado, por no decir también
de que no tenía un plan. ¿Cómo pensaba usar a Diane Moreau sin un plan? ¿Cómo
iba hacer para que Moreau se haga pasar por Nicole Potter? ¿Poción Multijugos?
No, eso no era muy seguro, debía haber una poción mucho más duradera, como para
que Moreau se pueda hacer pasar por Nicole. La poción por lo menos debería
tener una semana de duración. Y por supuesto también tenía que enseñarle a
cerrar su mente a Moreau.
Así
que no teniendo más remedio se fue en busca de Severus.
Le
envió una carta pidiéndole verse. Tres horas después recibió una respuesta. Se
verían, pero no en Hogwarts, eso podría ser sospechoso; y el único lugar que
encontraron neutral era la casa del pocionista. Se verían a las 2 de la
madrugada.
Draco
se apareció en la casa de Snape a la hora acordada. El pocionista no estaba de
buen humor —como de costumbre— así que apenas entraron a su despacho, fue
directo al grano.
—¿Qué
es lo que quieres, Draco?
Draco
se dedicó a observar todo el despacho, haciendo enojar más a Snape.
—No
lo volveré a repetir, ¿qué quieres? —lo apremió.
—Quiero
que hagas una poción multijugos más reforzada que la original, por lo menos
debe durar una semana —dijo el rubio—. Y la quiero para dentro de un par de
días —agregó.
Snape
observó al rubio por unos segundos, y luego curvo sus labios, en una sonrisa
burlona y sarcástica.
—Y
yo quiero que el Lord se vuelva bueno y empiece a repartir abrazos y besos a
todos —dijo amargamente Snape.
Draco
fulminó con la mirada a Snape.
—No
estoy jugando —siseó.
—Yo
tampoco estoy jugando —respondió el pocionista—. Y me estás haciendo perder
minutos valiosos.
—Que
no comprendes que esa poción es muy importante; con esa maldita poción podría poner
a salvo a Nicole y a mi hijo.
—Y
perjudicar a otros —completó Snape.
Draco
no contestó por unos minutos.
—Sería
un riesgo —dijo por fin el rubio sin remordimiento alguno.
Snape
enarcó una ceja. Se acercó a Draco y confrontó.
—¿A
qué juegas, Draco? ¿Cuáles son tus planes realmente? ¿En qué bando le debes tu
lealtad? ¿Al bando del Lord y los mortífagos o al bando de Potter y la Orden?
—¿Y
tú, Snape? ¿Con quién está tu lealtad? —contraatacó Draco.
—No
tengo porque darte explicaciones —advirtió Snape.
—Y
yo tampoco tengo porque dártelas a ti —siseó el rubio.
—Claro
que debes dármelas, porque yo no voy a poner en riesgo por todo por lo que he
trabajado por años, no por los caprichos de un mocoso que juega hacer un
hombre.
Draco
apretó los puños. Estaba cansado de que Snape lo trataran de ese modo, harto de
las presiones de su padre, harto de las presiones y amenazas del Lord. Es él no
se daba cuenta de que su vida corría peligro minuto a minuto, su situación era
parecida a la suya, pero aun así Snape lo subestimaba.
—¿Quieres
saber a qué bando le debo mi lealtad? —siseó Draco—, pues bien, te lo diré: a
ningún maldito bando. Ahora solo soy un traidor.
Traicione a mis creencias, a mi educación, a mi familia y a los mortífagos. No
estoy ni con uno ni con otro. Solo quiero salvar a mi familia.
Snape
miraba a Draco sin ninguna expresión en su rostro. Las palabras del rubio lo
habían dejado pensando, él tampoco pertenecía a ningún bando realmente, lo
único que quería era proteger a los hijos de Lily y ayudar a Potter a ganar la
guerra.
Draco
se detuvo un momento, respiró profundo, y continuó:
—No
pertenezco a ningún bando —repitió, y una sonrisa amarga se formó en sus
delgados labios—. Soy demasiado bueno como para ser malo, y demasiado malo como
para ser bueno. Soy un traidor para los mortífagos y un espía para la Orden,
aunque claro, ellos nunca sabrán que los ayudo. No quiero ser un maldito héroe,
no me interesa en lo más mínimo, eso se lo dejo a Potter, a él que tiene
complejo de héroe.
Y
por eso Dumbledore intuyendo que Draco no quería que los demás miembros de la
Orden sepan de él, lo mando a trabajar con Snape.
Snape
seguía en la misma posición, sin cambiar su expresión. Se alejó unos pasos del
rubio, y asintió.
—Bien,
Draco, mejoraré la poción, pero no te prometo nada —dijo Snape, dándole la
espalda, simulando buscar un libro en su biblioteca personal.
Draco
se sorprendió por la actitud del pocionista, estaba seguro que le costaría más
trabajo convencerlo, pensó incluso de que tendría que lanzarle algunos hechizos,
hechizos que por supuesto serían devueltos por Snape.
—¿Para
cuándo? —preguntó Draco.
—Yo
te aviso —dijo Snape—. Ahora vete, tengo cosas que hacer.
Draco
relajó su rostro, y salió del despacho sin despedirse.
Y
cuatro días después Draco recibió una carta de Snape, donde lo citaba
nuevamente en su casa. Este fue al lugar acordado. Apenas entro al oscuro
despacho de Snape, el pocionista le entrego cinco frascos con una poción.
—Espero
y sepas utilizarlos muy bien, Draco, me costó mucho cambiar la poción.
—Gracias,
le daré un buen uso —dijo el rubio, y por primera vez se dio cuenta del aspecto
de Snape. Estaba ojeroso, como si no hubiera dormido en varias noches,
probablemente así hubiera sido. Pero Draco no se sintió culpable, al fin y al
cabo todo era por una buena causa—. Gracias —repitió.
Draco
en verdad se sentía agradecido por lo que había hecho Snape.
El
nuevo director de Hogwarts miró a Draco con impaciencia.
—Ya
tienes la poción —dijo Snape—, pero ahora el problema es que cuando agregues
los cabellos de la señorita Potter a la poción, quien la beba tendrá su misma
apariencia. ¿Qué crees que dirá el Lord cuando vea que está embarazada?
Draco
no pareció importarle ese detalle.
—Pues
el Lord pensara que es el hijo de cualquier otro hombre, no mío —respondió
Draco.
Snape
hizo una mueca.
—Vete
—le dijo.
Draco
asintió y salió del despacho. Ahora lo único que le faltaba era unos cabellos
de su esposa. Rápidamente se dirigió a la habitación de la chica, pero no la
encontró dentro, se preocupó por su ausencia.
Y
cuando estaba a punto de sacar su varita e ir a reclamarle a Snape o a
Dumbledore, escuchó la ducha abierta, eso quería decir que Nicole estaba
tomando un baño. Quiso entrar en el baño y hacerle compañía y porque no
recordar lo que hicieron la noche pasada, pero desistió a sus deseos, primero
tenía que conseguir esos cabellos.
Busco
en el tocador y allí encontró su cepillo, saco los cabellos que había entre los
dientes del cepillo.
Luego
de haber conseguido lo que buscaba, salió de la habitación.
Esa
misma noche haría su viaje a Francia.
Parpadeó
volviendo a la realidad.
Draco
fijo su vista al frente, buscando entre todas las chicas rubias que había a su
alrededor, pero no la encontró, se maldijo por haberse distraído.
Varias
chicas y chicos rubios pasaron, pero Diane Moreau no. Y cuando estaba a punto
de lanzarse un hechizo desilusionador e irla a buscar, la vio, caminaba sola
con un libro abierto entre las manos.
Parece Granger, pensó.
Espero
pacientemente a que la chica pasara por el callejón donde él estaba
esperándola. Un minuto, dos, tres. ¿Por qué se demoraba tanto?
Empezó
a contar los segundos, y por fin Diane paso por el callejón. Draco rápidamente
se acercó a ella, le puso una mano en la boca evitando que gritara, ella soltó
el libro, tratando de separarse de su captor, pero no pudo cuando sintió una
varita en apuntándola en la espalda.
La
chica ya no forcejeó.
—Quieta,
no te haré daño —susurró Draco.
A
Diane se le hizo familiar esa voz siseante, con sílabas arrastradas. Pensó a
quien le podía pertenecer esa voz, pero por más que trato, el miedo no la dejo
concentrarse.
Por
su parte Draco aprovecho que Diane se quedó quieta para aparecerse en la
antigua mansión de la familia Malfoy.
Y
por fin cuando Draco estuvo seguro de que no gritaría la soltó.
Diane
saco su varita del bolsillo de su túnica y se volvió lentamente hacia su
captor.
—Expelliarmus
—dijo Draco, desarmando a la chica antes de que esta pudiera lanzarle un
hechizo. El rubio cogió la varita de Diane y sonrió con burla—. Eres muy lenta
—se mofó.
—Draco
Malfoy —dijo la francesa muy sorprendida al reconocer al rubio.
—Vaya,
es bueno saber que no soy fácil de olvidar —dijo Draco.
—Quoi
veux-tu de moi? (¿Qué quieres de mí?) —dijo Diane.
—Necesito
tu ayuda —dijo Draco borrando toda diversión de su rostro—. Nicole necesita tu
ayuda.
—¡Nicole!
Qu'est-ce qu'il lui est arrivé? C'est bien? Dites-moi! (¿Qué le paso? ¿Está
bien? ¡Dime!)
—Por
ahora está bien, pero sino me ayudas podría morir.
Diane
se llevó las manos a la boca, sorprendida y angustiada por las palabras del
rubio.
—Me
imagino que ya sabes que Potter, el hermano de Nicole y Lord Voldemort —la
francesa se estremeció al escuchar el nombre del mago tenebroso— están en
guerra.
Diane
solo pudo asentir.
—Bien,
pues ese ser despreciable me ha ordenado llevar a Nicole con él.
Diane
se tambaleó por las noticias tan desagradables.
—Pego —dijo la francesa tratando de
hablar más o menos el inglés—, ¿cómo podgía
ayudagte? ¿Cómo podgía ayudagla?
—Haciéndote
pasar por ella.
La
francesa boqueo como pez fuera del agua. Quería ayudar a su amiga, pero el solo
pensar que tendría que estar frente a frente con ese ser tan despreciable como
Lord Voldemort, la hacía temer. Sí, tenía miedo.
—Yo…
tengo miedo —admitió, sus ojos estaban brillantes por las lágrimas a punto de
salir—. Me matagá y a ti también si descubge que le engañamos.
—Eso
no pasara —aseguró Draco, aunque por dentro él también temía no solo por él
sino por su madre—. Lo primero, te enseñaré Legeremancia
y Oclumancia. Será difícil, pero
tendrás que aprender a controlar esta magia, esto es lo único que te salvara
del Lord, por lo menos tendrás tu mente a salvo — Diane empezó a llorar—.
Segundo que tienes que hacer es tomarte la poción multijugos —pero la chica
igual seguía llorando, Draco la dejo, mientras continuaría con su plan—, no te
preocupes esta nueva poción durada mínimo una semana.
Diane
asintió. Tenía miedo, pero no dejaría a su amiga sola, ella sabía que si las
cosas fueran al revés, Nicole la ayudaría sin pensarlo dos veces.
—N-no…
J'ai besoin (necesito) e-esa… poción
—balbuceó Diane.
—¿Qué?
Por supuesto que la necesitas, si no te tom… —Draco fue interrumpido por la
francesa.
—Yo
puedo… yo tengo una… habilidad… —susurró, a la vez que se limpiaba las lágrimas
con las mangas de su túnica.
Draco
frunció el ceño.
—¿Qué
clase de habilidad? —interrogó.
Diane
no contestó. Ella hizo un gesto raro y de pronto su cabello rubio liso, se
empezó a convertir en pelirrojo, su rostro ya no estaba pálido, sino más
sonrosado, se hizo unos cinco centímetros más baja, y su vientre estaba plano,
como antes.
Y
en un parpadeó, Draco tenía frente a él a Nicole.
No
lo podía creer.
—Eres
una metamorfomaga.
Draco
nunca había visto a ningún mago o bruja con esa extraña habilidad. Aunque una
vez escuchó de la boca de uno de los mortífagos decir que había un auror con
esa habilidad. No creyó por supuesto, pensó que eran patrañas para evitar el
castigo del Lord.
—Lo
soy —aseguró la francesa abriendo los ojos, los cuales habían dejado de ser
azules para pasar a ser de color avellanas—. Solo mis padges, Nicole y ahoga tú
saben de mi condición.
—Esto
será mejor que la poción —dijo Draco saliendo de su asombro.
Ambos
se quedaron callados, cado uno metidos en sus pensamientos.
—Puedo
pgeguntag… ¿Pog qué quieges ayudag a
mi amiga? —dijo Diane rompiendo el silencio—. La última vez que los vi, pagecían no llevagse bien, pego ahoga… tú…
—Ella
es importante para mí ahora. Y esto es lo único que te diré, entre menos sepas
mejor —dijo Draco interrumpiendo a la francesa.
Ella
asintió.
Tal vez es lo mejor, pensó Diane.
—Bien
—dijo Draco apartando la vista de la falsa Nicole, porque si no, no se podría
controlar y querría volver hacerle el amor—, podrías volver a ser tú otra vez
—pidió.
—Sí,
no hay pgoblema.
—Ahora
empezaremos con las clases de…
—Un
momento pog favog —dijo Diane
volviendo a ser nuevamente ella—, como veo que estagé pog mucho tiempo, pog
lo menos déjame mandagle una cagta a mis padges paga que no se pgeocupen.
Draco
asintió.
—Eh…,
necesito mi vagita —Draco la miró con
suspicacia—. No escapagé. Lo pgometo. Solo necesito peggamino, tinta y pluma.
Draco
decidió confiar en ella, así que le devolvió su varita. La chica la acepto y
con un movimiento de su varita conjuro pergamino, tinta y pluma.
—No
trates de jugarme sucio, Moreau. Porque si lo haces, la pagarás caro —la
amenazó.
La
chica frunció el ceño, indignada.
—No
es necesagio amenzagme, ya acepte ayudag a mi amiga y no cambiagé de pagecer. Y desde este momento segé
Nicole Potteg.
***
Los
días fueron pasando igual que las semanas, hasta que sin darse cuenta ya había
pasado un mes. Un mes desde que Ron Weasley se había ido, dejando a sus dos
amigos solos, abandonando así la misión que había prometido ayudar a cumplir.
Harry
y Hermione no pasaban más de 24 horas en un mismo lugar, y por supuesto no
hablaban de Ron. Harry sabía que no tenía que mencionarlo, no a menos que
quiera ver a su mejor amiga llorar por horas. Era más que notorio que a la que
más le dolía la partida de Ron era a Hermione. Ella lo amaba, aunque no lo
decía en voz alta, Harry sabía que lo amaba, igual o más de lo que él amaba a
Ginny.
Por
su parte Harry se pasaba constantemente leyendo la biografía de Albus
Dumbledore, la cual estaba escrita por la embustera de Rita Skeeter, y a pesar
de que él ya conocía lo tan mentirosa y arpía que podía ser esta bruja, Harry
no podía sacarse de la cabeza que en el pasado de Dumbledore había algo, no del
todo claro y bueno.
Y
una vez más Harry se lamentaba no poder platicar con el director, estaba seguro
que si Dumbledore viviera aun, podría aclararle algunas de sus dudas, pero ya
era tarde para eso. Su profesor nunca más volvería.
Y
mientras Harry para concentrado en esa biografía, Hermione sacaba de vez en
cuando el cuadro de Phineas Black, para preguntarle ciertas cosas o simplemente
para llenar el espacio del pelirrojo o también para enterarse de lo que pasaba
en Hogwarts.
Y
por más que los chicos hacían todo lo que estaba en su alcance para que todo
estuviera bien entre ellos, había veces en que la incertidumbre se hacía
presente, y ellos no sabían cómo manejar eso, y más cuando notaban que la
navidad ya estaba cerca, por los lugares en donde acampaban podrían vislumbrar
algunos adornos navideños.
Y
mientras comían lo que podían cazar o recolectar de los árboles, Harry miraba
de reojo a su amiga, estaba siempre estaba metida entre libros incluso cuando
comía. Y justo ahora estaba volviendo a leer el libro Beedle el bardo, y un silabario
del hechicero.
Así
que el pelinegro llamo la atención de la castaña.
—Hermione
—dijo, y esta levanto la mirada del libro que leía—, he estado pensando… eh,
bueno, ¿qué te parece si vamos a el Valle de Godric?
—Antes
que te responda, podrías decirme si este símbolo se te hace conocido —dijo
Hermione señalando un peculiar símbolo, que tenía forma triangular, con una
línea en vertical que atravesaba un pupila.
Harry
parpadeó.
—Eh…
creo que no —musitó, pero luego algo se le vino a la mente, más exactamente
Viktor Krum comportándose de manera extraña y diciendo que sino no hubiera
estado en la boda de Fleur y Bill habría retado a un duelo al padre de Luna
solo por llevar colgado en el cuello ese símbolo—. Espera, recuerdo que el
padre de Luna tenía un dije con ese símbolo.
—¿El
padre de Luna? ¿Estás seguro de eso, Harry? —preguntó Hermione.
Harry
asintió y procedió a contarle todo lo que Viktor había dicho en la boda de Bill
y Fleur.
Hermione
frunció el ceño.
—Increíble
—musito la castaña, pensativa.
—Hermione
—dijo Harry llamando la atención de su amiga—, aun no me respondes.
—Perdón,
¿a qué te refieres exactamente?
—Sobre
ir al Valle de Godric.
Hermione
observó a su amigo.
—Sí,
está bien, Harry, creo que tienes razón, ese sería el lugar indicado para
encontrarla.
Harry
la miró desconcertado.
—¿Encontrar
el qué, Hermione?
—¿Cómo
que encontrar qué? La espada de Gryffindor, creí que querrías ir allí por eso
—hizo una pausa—. He estado pensando que encontrar la espada sería útil. ¿No lo
crees tú también?
—Pues…
en realidad… yo no lo había pensado —dijo Harry ligeramente avergonzado. Lo
cierto era que el pelinegro tenía principalmente a su hermana, se preocupaba
mucho por ella, al igual que por la otra pelirroja, y segundo, la idea de ir al
Valle de Godric, era más porque quería ver por primera vez la tumba de sus
padres.
Una
semana después de que Harry le propusiera a Hermione ir al Valle de Godric, ya
habían planeado lo que iban hacer, aunque ningunos de los dos se sentían muy
confiados a medida que avanzaban, ya que los mortífagos estaban al acecho de
ellos, pero aun así como los Gryffindor que eran, no desistieron a sus
inseguridades y se quedaron en el pueblo.
Esa
tarde Hermione decidió tomar un poco de aire, así que salió de la tienda de
campaña, mientras que Harry se quedó dentro de la tienda, repasando lo que
harían.
Hermione
caminaba con parsimonia cerca del lago, y estando sola se permitió pensar en su
amigo pelirrojo. Lo extrañaba y de dolía su ausencia.
—¿Por
qué te fuiste, Ron? Prometimos quedarnos con Harry, pero… per… —las lágrimas no
se hicieron esperar, Hermione se sentó junto a un árbol y apoyo su espalda en
este.
Esa
tarde Hermione se permitió llorar por Ron una vez más, pero luego, cuando
regresara a la tienda de campaña sería otra, sería más fuerte, sería el apoyo
de Harry, sabía que él la necesitaba, era por eso que ese día que Ron se había
ido, Harry la había detenido tomándola de la mano, como rogándole en silencia
que ella no se fuera también.
Pero
Harry no tenía por qué temer, ella no lo dejaría, ella siempre estaría para él,
ella lo quería como el hermano que nunca tuvo y estaba segura que Harry la
quería como una hermana también
Cuando
la nieve empezó a caer con más intensidad, Hermione decidió regresar a la
tienda.
Tiritó
de frío, y antes de poder entrar a la tienda para refugiarme del frío, un
cuerpo tibio choco contra el mío y unos brazos me aprisionaron.
—Hermione
—la voz de Harry tenía un tono de alivio—. Estaba tan preocupado. Me quede
dormido y cuando desperté no te encontré, pensé que los mortífagos te habían
encontrado y…
Hermione
se separó un poco de su amigo.
—Tranquilo,
Harry. Estoy bien, solo me distraje, no me di cuenta de que casi ya había
anochecido.
—Lo
mejor será no estar mucho tiempo separados —dijo Harry volviendo a pegarla a su
pecho. Hermione sonrió levemente. Le agradaba que su amigo ya no este de mal
humor.
Aun
recordaba los primeros días después de que Ron se fuera; Harry estaba huraño,
pesimista —aunque esto seguramente era debido al guardapelo— y no hablaba
mucho, solo lo necesario. Aunque eso sí, Hermione se daba cuenta de que el
pelinegro siempre tenía un ojo encima de ella, cuidándola.
El
abrazo se rompió cuando Harry sintió tiritar a Hermione.
—Debemos
entrar —dijo el pelinegro.
Ya
dentro de la tienda de campaña, Hermione empezó a preparar té. Cuando las
bebidas calientes ya estuvieron listas, Hermione las sirvió en unas tazas.
—Toma,
te sentará bien —dijo Hermione pasándole una taza.
—Gracias
—dijo el pelinegro.
Ambos
estaban sentados en las literas, bebiendo su té en silencio.
—Por
cierto, Harry —dijo Hermione luego de beber un sorbo de té—, no deberías ser
tan confiado.
—¿Qué?
—musitó el chico.
—Hace
un momento, me abrazaste sin siquiera verificas que sea yo verdaderamente, ¿qué
hubiera pasado si hubiera sido un mortífago con poción multijugos?
Harry
tenso, y se le quedo observando varios minutos, hasta que luego bajo la vista a
su té.
Hermione
rió, y el pelinegro volvió a observarla.
—Oh,
vamos, Harry, no estarás dudando de mí ahora, ¿no? —dijo Hermione negando con
la cabeza—, y no le puesto nada extraño a tu té —agregó cuando vio que su amigo
volvía a mirar su té.
—No,
no es eso —dijo Harry—, es solo que tienes razón.
Hermione
asintió.
—¿Qué
te parece si para que estés más tranquilo me heces una pregunta, una que solo
Hermione supiera?
Harry
lo pensó por unos minutos.
—¿Qué
me pediste que hiciera en quinto año? ¿Y cuál era nuestra señal de encuentro?
—Te
pedí que nos dieras clases de Defensa Contra las Artes Oscuras, ya que Umbridge
no nos enseñaba nada, y así nació El Ejército de Dumbledore. Y nuestra señal de
encuentro era por medio de unos monedas de un galeón —Hermione sonrió
levemente—. ¿Ya descubriste que soy yo en verdad?
—Sí
—dijo Harry. Y volvió a beber su té—. Estoy preocupado —comentó luego de unos
minutos de silencio.
—Sí,
yo también —corroboró Hermione—, tenemos que estar mucho más alertas ahora…
—No,
no me refiero a eso, Hermione —dijo Harry—, no digo que bajemos la guardia,
pero a lo que yo me refería a Nicole, mi hermana. Es que… no sé porque siento
que está en peligro. Es como un presentimiento.
Hermione
se mordió el labio inferior. Que le podía decir a Harry, que tal vez presienta
eso porque Malfoy podría estar al acecho de Nicole. Sí, claro, y luego le
preguntaría porque especialmente Malfoy, y ella que le diría, es que Malfoy es
el padre tu sobrino.
No, definitivamente no debo
decir nada, además, se lo prometí a Nikki, pensaba Hermione. Se sentía mal por estar
ocultándole algo tan importante, pero Nicole era la única que podía decirle la
verdad, nadie más.
—Ella
está bien, Harry, recuerda que esta con los Weasley, y ellos la deben estar
cuidando muy bien.
—Tal
vez solo… no, no importa —dijo Harry negando con la cabeza—. Yo empezare la
guardia esta noche —le avisó.
Hermione
asintió.
***
Por
otra parte, más exactamente en una de las casas de la calle de la Hilandera,
una chica pelirroja caminaba por la oscura casa.
La
chica soltó un suspiro.
—¿Se
encuentra bien, señora Malfoy? —le preguntó un anciano, el cual respondía al
nombre de Albus Dumbledore.
La
pelirroja hizo una mueca de molestia.
—Por
favor, profesor, solo llámeme Nicole, no me gusta ese apellido —pidió con
educación.
Dumbledore
sonrió levemente.
—Lo
siento, Nicole, pero debes comprenderme, solo soy un pobre anciano, hay veces
que no me acuerdo de muchas cosas —dijo más para él que para que la chica le
escuchará.
Nicole
observó por el rabillo del ojo al director.
Podrá estar viejo, y
olvidar cosas, pero no tiene nada de pobre, pensaba la chica.
—¿Qué
te preocupa? —preguntó Dumbledore, a la vez que caminaban hacia la oscura sala.
Ambos
tomaron asiento en los no muy cómodos sofás.
—Todos,
mi hermano, los Weasley, mis padres, mis amigos —hizo una pausa—, y mi hijo
—llevo una mano a su vientre—, Malfoy me obligo a casarme con él y luego me
trajo aquí, y todo lo justifica diciéndome que es por mi bien. Pero yo creo que
solo son patrañas, él está tramando algo, lo sé, lo presiento.
Los
ojos de Nicole se empezaron a llenar de lágrimas, y no solo por los motivos que
le acababa de decir al Dumbledore, sino también por haber caído en las
provocaciones de Malfoy, se recriminaba todos los días, desde la mañana en que
despertó desnuda en su cama.
Lo
único bueno era que no había vuelto a regresar, y esperaba que siguiera así.
—No
debe ser tan dura con el señor Malfoy, Nicole —dijo Dumbledore, con expresión
tranquila—, su situación no es fácil, sí, sí, ya sé que para nadie lo es en
estos tiempos —se apresuró a aclarar en cuanto noto la mirada de la chica—,
pero debe confiar en él, sé que tal vez los métodos no sean los apropiados,
pero el señor Malfoy nunca la lastimaría, y tal vez no debería decir esto, pero
él se ha propuesto protegerla, no solo a ti, también al niño que llevas en el
vientre.
—¿Cómo?
—preguntó una sorprendida Nicole.
—Quizás
ahora no le veas, pero con el tiempo te darás cuenta de que ese hombre al cual
juzgas, está haciendo todo lo que está en sus manos para protegerlos.
Y
sin más que decir, Dumbledore se levantó del sofá, y camino hacia un pasillo
oscuro.
Mientras
tanto Nicole se había quedado anonadada, le parecía tan inverosímil la forma en
que Dumbledore hablaba de Malfoy. Porque era tan distinto al Malfoy que ella
conocía, un arrogante, cínico, narcisista, cruel, frío… posesivo.
Tal vez el profesor
Dumbledore termino por enloquecer como tanto decían en el colegio, pensaba Nicole.
Nicole
negó con la cabeza, luego de imaginarse al Malfoy que el profesor Dumbledore
describía.
—Ese
Malfoy no existe —susurró.
Ella
aun podía recordar las palabras exactas que estaban escritas en el pergamino
que encontró junto a ella, esa mañana que despertó desnuda.
Querida
Nicole
Pase una noche estupenda, pero esta no es nuestra
noche de bodas, es solo un adelanto. Lo importante es que volviste a ser mía,
sabía que tú también me deseabas, que no te resistirías a mí.
La próxima vez que nos volvamos a ver, te quiero
encontrar igual de apasionada.
Recuerda que eres mía y de nadie más. Me perteneces.
D.M.
—Estúpido —dijo amargamente Nicole, y las lágrimas
empezaron a salir por borbotones de sus ojos avellanas—. No soy un objeto,
maldito posesivo.
gracias por actualizar, me encanto
ResponderEliminarsi, actualizaste, gracias
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