POV Autora
—¿Ahora
si me vas a decir qué te sucede? —preguntó Pansy entrando a la habitación de
Blaise.
El
moreno había pasado tres días pensativo, desde que había visto nuevamente a
Draco arrastrando a la hermana de Potter a su mansión, y que éste le dijera que
era una prisionera, le pareció muy extraño.
Primero,
porque Draco parecía estar muy interesado en la pelirroja. Segundo, como es que
había podido dar con ella, según él sabía, la Potter estaba desaparecida, pero
Draco si pudo dar con su paradero.
—Algo
no cuadra —murmuró el moreno.
—Hey,
Blaise —Pansy trono los dedos frente al rostro de su compañero de casa—. ¿Qué pasa?
¡Exijo saber qué pasa!
Blaise
sonrió burlonamente.
—¿Exiges?
¿Por qué tendría que decirte lo que me pasa?
Pansy
bufó.
—Hace
unos cuantos días estuviste en la mansión de los Malfoy, y desde ese momento
estás raro… —la pelinegra no quitaba sus orbes verdes del chico—, es por eso
que quiero saber qué es lo que pasa. ¿Se trata de Draco? ¿Es eso?
—En
parte —dijo Zabini—. Está bien, te lo diré —Pansy asintió esperando a que
Blaise volviera a hablar—. Vi a Draco…
—¿Y
cómo está? ¿Se encuentra bien? —interrumpió Pansy.
El
moreno rodó los ojos.
—Sí,
está bien. Igual de arrogante y petulante que siempre… incluso más. Estaba con
la hermana de Potter.
—¿Cómo?
Pero si esa mestiza estaba desaparecida.
—Pues
estaba con ella. Me dijo que era su prisionera; la estaba arrastrando a su
mansión —hizo una pausa—. Sé que esa era la nueva misión que le encomendó el
Señor Tenebroso, pero nunca creí que la encontraría… y mucho menos que se
atreviera a llevarla ante el Lord.
—¿Por
qué? —preguntó Pansy.
Pero
el moreno la ignoró.
Volvió
a meterse en sus recuerdos, tratando de no dejar ningún cabo suelto, pero aun
así, nada cuadraba, había algo que lo hacía dudar del actuar de su amigo rubio.
—¿Por
qué? —volvió a preguntar Pansy, pero esta vez, de mal humor.
Blaise
la miró.
—No
lo sé —respondió el moreno—. No lo sé —repitió, miró nuevamente a su pelinegra
amiga y salió de su habitación.
Pansy
quedo confusa y enfurruñada.
***
—Tranquila,
todo pasará —susurraba Luna a su nueva compañera de celda.
Diane
Moreau —con la apariencia de Nicole— estaba acurrucada junto a la rubia,
temblaba de frío, y no era exactamente por el frío, sino también por el miedo.
Sentía miedo, mucho miedo estando encerrada en esa mazmorra. Cualquiera de esos
hombres que se hacían llamar “mortífagos” podría entrar y torturarla con crucios solo por diversión, o podrían
sacarla para llevarla ante el mismísimo Lord Voldemort… y terminaría muerta.
—¿Cómo
puedes estag tan seguga? —inquirió Diane—. Cualquiega
podgía entgag y matagnos.
Luna
negó con la cabeza, pero Diane no pudo verla, todo estaba muy oscuro.
—No
lo harán, nos necesitan —respondió Luna.
—¿Y
hasta cuándo?
—No
lo sé —admitió Luna—. Lo único que sé, es que por lo menos a ti no te harán
nada porque eres la hermana de Harry, le eres muy necesaria a…
—Sí,
sí, ya lo sé —susurró Diane, interrumpiendo las palabras de Luna, ya que no
quería escuchar sobre el mago tenebroso.
—Tranquila,
Nicole —repitió Luna, pasando un brazo por los hombros de Diane.
La
francesa se dejó reconfortar por la Ravenclaw. Una extraña compañía —según
Diane— ya que Luna Lovegood había descubierto que ella no era la verdadera Nicole
desde que la vio, pero aun así la seguía llamando por el nombre de su amiga. No
le había preguntado quien era, ni cuál era su verdadero nombre, simplemente la
acepto como Nicole Potter.
Aun
podía recordar el momento en que se conocieron.
—¿Nicole?
¿Eres tú?
Apenas
entro en las mazmorras, Diane escuchó una voz soñadora llamándola, mejor dicho,
llamando a la que creía que era la verdadera Nicole.
—Nicole
—volvió a repetir la misma voz.
—Yo…
—dijo Diane, pero el acento a francés era tan marcado, que Luna creyó que se
había equivocado, ya que Nicole tenía un poco de acento francés, pero no tanto
como la chica que estaba en la entrada de la mazmorra.
Luna
caminó lentamente hacia la chica, parpadeó un par de veces tratando de verla
bien. Y lo que vio, la dejo más que sorprendida. La chica frente a ella, era
exactamente igual que Nicole Potter, pero su voz era completamente distinta.
—¿Nicole?
—preguntó la rubia.
—Sí
—y nuevamente estaba allí el acento francés en su voz.
Luna
se quedó pensativa unos segundos, pero al final llego a la conclusión que la
pelirroja que estaba frente a ella era una impostora.
Tal vez ha tomado poción
multijugos,
pensó Luna. Pero ¿quién es en realidad?
¿Por qué se arriesgado tanto en hacerse pasar por Nicole? ¿O la estarán
obligando? No importa, no la delatare, si ella está aquí, siendo prisionera
igual que todos nosotros, es por algo.
—Ven,
no quedes allí, Nicole. Te acuerdas de mí, soy Luna Lovegood de Ravenclaw,
teníamos algunas clases juntas en Hogwarts —dijo la rubia, y le extendió una
mano a la falsa Nicole.
Diane
se demoró en reaccionar, pero finalmente termino aceptando la mano de Luna.
—Estaremos
juntas aquí, nos haremos compañía la una a la otra —dijo Luna.
—Sí,
me acuegdo de ti, Luna. Ggacias —respondió Diane.
Luna
empezó a tararear una extraña cancioncilla, sacando así de sus recuerdos a
Diane.
—¿Cuántos
días habrán pasado? —preguntó Diane.
—Dos
o tres días desde que llegaste, aunque no estoy muy segura, uno estando
encerrado en este lugar deja de estar segura de muchas cosas —respondió Luna
interrumpiendo su canción.
Diane
suspiró. Extrañaba a sus padres, su escuela, el confort de su hogar, lo único
que la hacía seguir manteniendo esta farsa era que su amiga, en donde sea que
estuviera, estaba bien, por lo menos mucho mejor que ella en esa fría y mohosa
mazmorra.
Nicole, eges mi amiga y
te quiego. Tu coggegías más peliggo aquí, que yo, espego que estés bien, pensaba Diane. A pesag de todo, estoy medianamente bien,
Dgaco ha cumplido su promesa, hasta ahora, nadie ha venido a molestarme, y hace
que nos tgaigan alimentos todos los días.
Diane
volvió a suspirar.
—Calma
—dijo Luna—. Tenemos que conservar la calma.
—No
entiendo —manifestó Diane, contrariada—. ¿Cómo puedes estag tan calmada? ¿Cómo puedes manteneg
la espeganza estando en un lugag como este?
—Si
pierdo la calma, lo pierdo todo. Y como mantengo la esperanza, pues porque
creo, creo que todo esto se resolverá, creo que alguien nos sacará de aquí muy
pronto, ya verás. Lo sé.
—Admiro
su optimismo, señorita Lovegood —dijo una voz ronca desde un rincón.
Luna
dirigió su vista hacia el rincón donde se había oído la ronca voz, pero estaba
tan oscuro que no pudo ver nada, pero eso no evito que la rubia le dedicara una
leve sonrisa al hombre.
—Usted
también debería ser optimista, señor Ollivander —dijo Luna—. Los Biblulius me aseguran que estaremos a
salvo.
—¿Los
qué? —preguntó Diane, ya que ella nunca había escuchado de esa palabra.
—Los
Biblulius, son unas pequeñas
criaturas que rondan en los sitios oscuros y fríos como estos, pero si puedes
escucharlos, ellos te darán pistas para resolver tus problemas —explicó Luna—,
no todos tienen la mente lo suficientemente abierta como para escucharlos, y si
algunos lo escuchan, lo marginan porque no viven en lugares muy agradables.
Diane
no supo que decir ante la explicación de unos seres —que ella estaba segura, no
existían—, pero ojalá, ella podría tener al menos un poco de ese optimismo que
se cargaba Luna.
—Todo
se resolverá —dijo Luna.
***
El
trío de oro despertó muy temprano. Hermione estaba sentada en el raído sofá
abrazando sus piernas, mientras que sus amigos estaban sentados en unas sillas.
—Aún
sigo pensando que fue muy arriesgado lo que hiciste, Harry —Hermione volvió a
regañar a su amigo—. Seguir un patronus
desconocido y luego lanzarte al lago.
—Hermione,
ya paso —se defendió Harry—. Además, Ron llego a tiempo para salvarme —Harry
trato de meter en la conversación a su amigo pelirrojo, ya que Hermione ni lo
buenos días le había dado, no cabía duda de que estaba muy, muy enojada.
Hermione
miró con ojos asesinos a Ron, y este sintió como si le clavaran un puñal en el
corazón.
—Pero…
aun no me creo que destruyeron el Horrocrux así, tan fácilmente.
—No
he dicho que haya sido fácil, solo que… —empezó Harry, pero fue interrumpido
por su amiga.
—Entonces,
¿cómo fue? ¡Explícamelo! —exigió la castaña.
Harry
suspiró. Y volvió a contarle todo, desde que vio el patronu, luego se lanzó al lago porque creyó ver la espada de
Gryffindor, el Horrocrux queriendo asesinarlo, Ron llegando a tiempo para
salvarlo… y luego, pues bueno, omitió contarle acerca de las apariciones de ella
y él, desnudos, besándose e insultando a Ron. Solo le conto de la voz de
Voldemort tratando de confundirlos, pero que finalmente Ron logro clavarle la
espada al guardapelo.
Ron
miró a Harry, y le agradeció su discreción mentalmente.
—Hermione
—dijo Harry, pensativo—, el patronus
que vi… era una cierva… ¿tú sabes a quien le pertenece?
—No,
lo siento mucho, Harry, pero no lo sé —dijo Hermione.
—Bien
—susurró Harry.
Ron
miraba a Hermione, no le quitaba la vista de encima en ningún momento, habían
sido varios días en los cuales no había podido contemplarla, que ahora que la
tenía frente a él su vista parecía un imán, hacia donde ella se encontraba, sus
ojos la seguían.
Respiró
profundo. Ron se preguntaba cuando seria el día en que su adorada castaña lo
perdonara.
Hermione
miraba hacia el suelo, pensando en todo lo que había ocurrido la noche anterior
—prácticamente así se la había pasado toda la noche—, se le hacía tan irreal,
lo que le había contado Harry… pero sobre todo el regreso de Ron, por un
momento llego a creer que no lo volvería a ver y…
Hermione
levantó la vista al sentir una profunda mirada sobre ella, y lo primero que vio
fue a Ron observándola de una manera tan intensa que… sus mejillas empezaron a
tornarse tan rojas como el propio cabello del chico que la miraba.
¡Por Merlín!, pensaba Hermione.
—¿Qué
tanto me miras? —lo increpó Hermione, con renovada ira, al recordar su
abandono.
Ron
dejo de mirarla inmediatamente escucho su voz.
—Hermione,
yo… —dijo Ron, pero se detuvo nervioso. Harry decidió mirar hacia las literas,
dándole un poco de privacidad a su amigo—, yo… yo lo lamento, en verdad lo
lamento, nunca fue mi intensión…
—Abandonarnos
—completó Hermione, parándose del sofá, camino hacia el pelirrojo para
enfrentarlo, pero este bajo la mirada—. Lo sientes… lo sientes, ¡eres
increíble, Ronald Weasley! —se pasó una mano por la cara, retirando
violentamente una traicionera lágrima—, te grite… te grite hasta quedarme sin
voz, pero tú… eres un verdadero idiota, eso es lo que eres, y ahora vienes con
que lo sientes.
Harry
decidió intervenir, él conocía bien el carácter de Hermione, como el de Ron, y
sabía que, si los dejaba continuar con esto, terminarían peor de lo que ya
estaban.
—Hermione
—la llamó el pelinegro, pero la castaña no lo miró—, Ron me salvo la vida… él
no se merece que…
Hermione
volvió su mirada furiosa a su amigo.
—No,
no me digas que hacer, Harry James Potter, él se fue, nos abandonó…
Ron
se paró de la silla, y observó a Hermione. Él era mucho más alto que Hermione,
pero a pesar de su tamaño, ver a su menuda y frágil —en apariencia— amiga, lo
intimidaba un poco. Hermione estaba muy molesta.
—Lo
siento —repitió Ron—. Y sí, te escuché cuando me llamaste, Hermione, pero
cuando quise regresar con ustedes, ya no pude encontrar el camino, me perdí,
los hechizos de protección si funcionan —Ron guardo silencio, ya no sabía que
más decir.
Hermione
asintió, se alejó de Ron y empezó a caminar de un lado a otro por la tienda de
campaña, casi parecía una leona enjaulada.
—Hermione…
—dijo Harry, pero fue interrumpido por Ron.
—Comprendo
que lo que les hice no tiene perdón, pero yo en verdad me arrepiento de haberlos
dejado —miró hacia la mesa, al Horrocrux destruido—, esa cosa —señaló al
Horrocrux— me hacía ver cosas, me hacía sentir cosas que me atormentaban… que
me enloquecían… —hizo una pausa—. Recuerdo que cuando salí de la tienda, y te
escuché gritarme, quise regresar, pero no pude… me perdí y allí… me encontré
con una banda de carroñeros, ellos me quitaron mi varita y como todavía estoy
en edad escolar me preguntaron mi nombre y…
Hermione
lo miró horroriza, preocupada por su bienestar.
—¿Una
banda de carroñeros? ¿Qué es eso? —preguntó Harry.
—Los
carroñeros son gente contratada por el Ministerio para capturar a mestizos e
hijos de muggles —Ron noto que Hermione tenía toda su atención hacia él, así
que continuo con su explicación—. Me tuve que inventar un nombre, y el único
que se me vino a la mente en ese momento fue el de Stan Shunpike.
—¿Y
te creyeron? —preguntó Harry, asombrado.
Ron
se pasó una mano por sus pelirrojos cabellos.
—Bueno,
no parecían muy inteligentes, eran un poco idiotas. Incluso uno olía a troll. Y
mientras ellos discutían en creer si en verdad era Stan, yo aproveché y golpeé
al que me tenía agarrado, le quité mi varita y desarme a su amigo, no perdí el
tiempo y desaparecí —Harry parecía asombrado por la reacción de su amigo—, pero
no me fue del todo bien, al desaparecer tuve una despartición y perdí dos uñas.
Hermione
volvió a enfurecerse.
—¡Oh,
vaya! Pobre de ti, ¿verdad? Debiste pasarlo muy mal. Mientras nosotros —señaló
a Harry y luego a ella—, estábamos pasando unas vacaciones inolvidables, ¿no es
así, Harry? —preguntó, pero su amigo no dijo nada—. Por si no lo sabías la
serpiente de Quien-tu-sabes —dijo con burla— ataco a Harry, yo hice todo lo
posible para salvarlo, pero en el proceso terminé rompiendo su varita… Ah, pero
no se compara con tu Odisea, ¿verdad?
Hermione
termino de hablar prácticamente a gritos, le dedico una mirada furiosa a Ron, y
volvió a sentarse en el sofá, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Ron
estaba impresionado, frustrado y porque no decirlo, también enojado, pero
enojado consigo mismo. Esta era una de las peores discusiones que había tenido
con Hermione.
Harry
también estaba sorprendido, él tampoco nunca había visto a Hermione tan
enojada. Y se sentía mal por su amigo, él comprendía que Ron había hecho mal al
dejarlo, pero no merecía que le sacaran en cara todo lo que ellos habían
pasado.
—Hermione,
creo que no deberías ser tan dura con Ron… —dijo Harry, con aire conciliador—,
él está aquí ahora, regreso, no crees que deberías darle una segunda
oportunidad… todo merecemos una segunda oportunidad.
Hermione
miró a Harry, y se preguntó qué pasaría cuando él se enterará que el padre de
su sobrino era nada más y nada menos que Draco Malfoy, actuaria de la misma
manera en que él le pide a ella, darle una segunda oportunidad a Ron. ¿Acaso
Harry podría darle una segunda oportunidad a Malfoy?
—Voy
a leer un poco —dijo Hermione, y se acercó a su litera, tomo su bolso de
cuentas y empezó a buscar dentro de él.
Harry
y Ron salieron de la tiendo, dejando sola a su amiga para calme su ira.
—Me
lo merezco —dijo Ron, metiendo sus manos en los bolsillos—. Pero a pesar de
todo, pensé que me iría peor.
Harry
lo miró y sonrió.
—¿Peor
que esto? —dijo el pelinegro.
—Peor
—aceptó Ron.
Por
la tarde, luego de haber comido algo —lo que buenamente habían podido
encontrar—, todo parecía más tranquilo, y aunque Hermione no le dirigía la
palabra a Ron, parecía que su enojo no era tanto con en la mañana.
—No
creo que vuelva hablarme —dijo Ron, apesadumbrado.
Harry
se acomodó bien sus gafas.
—Dale
tiempo, le dolió mucho que te fueras, pero ya verás que dentro de unos todo
volverá hacer igual que antes, será como si nunca te hubieras ido —Harry
trataba de levantarle los ánimos a su amigo.
Las
palabras de Harry no logaron subirle el ánimo a Ron.
—¿Qué
pasa? —preguntó Ron al notar a Harry callado por varios minutos.
—Sigo
pensando que alguien mando ese patronus
para ayudarme.
—Pero,
¿quién podría haberlo mandado? —dijo a su vez Ron.
—No
lo sé, pero…
—Y
si tal vez lo enviaron por lo contrario…
—¿Qué
quieres decir? —inquirió Harry—. Que tal vez ese patronus podría ser de algún mortífago…
—Podría
ser.
—No
sé de ningún mortífago que pueda hacer un patronus.
¿Qué pensamiento feliz utilizaría? Unas de las misiones de Vol…
—¡No!
No menciones su nombre —lo cortó Ron, con cara de pánico.
—Vamos,
Ron, no hay porque temer a su nombre. Es ridículo.
—No,
no es ridículo, Harry. Pero ahora no puedes pronunciar su nombre porque es
tabú.
—¿Es
qué?
—Tabú.
Es así como nos encontraron en Tottenham Court Road. Su nombre esta embrujado,
y los únicos que llaman a Quien-tu-sabes por su nombre son los miembros de la
Orden, por eso por poco capturan a Kingsley.
Harry
se quedó sorprendido por la información, luego frunció el ceño.
Ron
no interrumpió el silencio de su amigo por varios minutos. Pero cuando ya
habían pasado más de quince minutos, decidió romper el silencio.
—Quieres
contarme como fue eso de casi mueren.
Harry
parpadeó, saliendo de sus pensamientos. Miró a su amigo, y antes de contestar,
el pelinegro hizo un ademan para salir de la tienda de campaña.
Y
cuando ambos ya estuvieron a fuera, Harry procedió a contarle todo lo que había
pasado desde que fueron al Valle de Godric.
Harry
y Ron entraron a la tienda cuando ya había oscurecido, y lo primero que
hicieron fue buscar a Hermione con la mirada, la encontraron con varios libros
sobre la mesa.
Ambos
chicos sonrieron al verla, ya que era como si estuvieran en la biblioteca de
Hogwarts: Hermione rodeada de libros.
Hermione
levantó la mirada.
—Ah,
ya están aquí —dijo.
Ron
sonrió levemente, porque Hermione había dicho «están» y no «estás», lo que
quería decir que lo tomaba en cuenta.
Harry
y Ron se acercaron hacia donde estaba su amiga, se sentaron en las otras
sillas.
—Mira
este símbolo, Harry —dijo la castaña, mostrando el libro que había escrito Rita
Skeeter sobre Dumbledore, y le señaló la firma de su fallecido director.
Harry
miraba la firma con interrogación.
—¿No
lo entiendes? —dijo Hermione, un poco exasperada. Su amigo a veces era
demasiado, ¿cómo decirlo? Ah, sí, lento. Su amigo era lento—. Este símbolo es
igual al que vimos en el Valle de Godric. ¿Lo recuerdas? Es el mismo que tenía
el padre de Luna en la boda de Bill —Hermione le volvió a enseñar la firma.
—Sí,
es igual —dijo Harry, recordando el extraño símbolo por el cual Viktor Krum
quería desafiar a un duelo al padre de Luna.
Ron
se inclinó para ver el símbolo.
—Es
el mismo —susurró—. ¿Qué significa?
Hermione
miró de reojo al pelirrojo.
—Significa
que hay una conexión en todo —respondió Hermione, con aires de sabionda—. Ya
que este símbolo está en el libro que me heredo el profesor Dumbledore.
—Pero,
¿qué significa? —preguntó Harry.
—No
lo sé —admitió Hermione, sorprendiendo de esta manera a sus amigos, ya que no
era común que la castaña no supiera algo—. Pero en todo caso el único que
podría explicarnos que significa este símbolo es el padre de Luna.
—¿Estás
diciendo que debemos ir a verlo?
—Sí,
eso es lo que estoy diciendo.
—No
quiero que nos pase lo mismo que nos pasó en el Valle de Godric —dijo Harry.
—No
pasara nada, Harry —dijo Ron—. Si alguien que te apoya, esos son los Lovegood.
Su diario te apoya, mientras que El
Profeta te ataca. Creo que Hermione tiene razón, debemos visitar al padre
de Luna, tal vez y hasta podríamos encontrar a ella también, y si la
encontramos ella podría decirnos algo, saber cómo están las cosas, hasta tu
podrías saber sobre tu hermana.
Harry
no quería ir, pero ante la mención de su hermana, termino por convencerse.
—Bien, si ustedes están de acuerdo, yo no voy
a oponerme. Mañana a primera hora partiremos hacia la casa de los Lovegood.
Hermione
sonrió a sus amigos, casi parecía que ya se le había pasado el enojo.
—Iré
hacer la guardia —dijo Harry, y salió de la tienda sin dar opción a que alguien
más se ofrezca a hacer la guardia.
Hermione
y Ron se quedaron en silencio, hasta que la primera observó al pelirrojo.
—Ron
—dijo de manera dura. El aludido la observó—. Me gustaría saber, como
exactamente nos encontrarte. Es importante para mí saberlo, porque una vez que
lo sepamos, seremos capaces de asegurarnos que nadie más pueda encontrarnos.
Ron
saco un pequeño objeto plateado del bolsillo de sus jeans.
—Con
esto.
—¿El
Desiluminador? —preguntó Hermione, tan sorprendida que olvido usar tono de voz
molesto.
—Resulta
que esto —Ron movió el Desiluminador—, no solo sirve para encender y apagar las
luces. No tengo idea de cómo funciona,
ni porque sucedió esa noche y no en otro momento. Solo sé que yo estaba
deseando volver con ustedes desde el primer minuto en que me marche… Pero
estaba escuchando la radio muy temprano la noche de Navidad y… escuché… te
escuché a ti.
Hermione
se sorprendió.
—¿Me
escuchaste en la radio?
—No,
te oí saliendo de mi bolsillo. Era tu voz —movió nuevamente el Desiluminador—, y
salió de esto.
—¿Y
que dije exactamente? —preguntó la castaña, con un tono de curiosidad en la
voz.
—Mi
nombre. «Ron». Y luego dijiste… algo sobre una varita…
El
rostro de Hermione se tornó de escarlata. Ella recordaba ese momento: había
estado en peligro, con un Harry herido… y cuando ya estaban a salvo en su
tienda de campaña, y Harry se había enterado de que su varita se había roto, él
le había pedido que la arreglara y ella lo había mencionado en ese momento.
—Así
que lo saqué de mi bolsillo —continuó Ron—, no lucia nada diferente, pero aun
así lo abrí y lo encendí. La luz de mi habitación se apagó, pero otra luz
apareció fuera de la ventana.
—¿Y
la seguiste así nada más a esa luz?
Ron
asintió.
—Intuía
que me llevaría hacia ustedes. Así que simplemente tomé mi mochila y salí al
jardín. Y la pequeña luz estaba allí, esperándome y cuando salí al jardín
empezó a moverse y yo la seguí hasta el cobertizo y luego… se metió dentro de
mí.
—¿Qué?
—susurró Hermione.
—Pues
entro dentro de mí, en mi cabeza… podía sentirla caliente… y luego simplemente
sube que debía hacer. Y ya vez, pude encontrarlos.
Hermione
asintió —y por primera vez de lo que llevaban platicando—, no lo regaño.
***
La
noche era fría, muy fría. Y la chica dentro de una oscura habitación tirito, se
abrazó a sí misma para darse algo de calor. Estaba sentada en el borde de su
cama, cuando un sonido la saco de sus pensamientos. Levantó la vista
inmediatamente y lo que vio no le gustó nada.
Frunció
el ceño.
—¿Qué
haces aquí? —preguntó enfadada.
El
hombre soltó una risita socarrona.
—¿Qué
pasa, mi amor? ¿Estás de mal humor? Y yo que creí que te encontraría tan
dispuesta como la última vez.
Nicole
se levantó rápidamente de la cama, y enfrento al rubio que estaba a unos
cuantos pasos de ella.
—¡Vete!
¡No quiero estés aquí!
—Siempre
tan arisca —murmuró el rubio negando con la cabeza—. Pero me agrada que seas
así. Nunca me gustaron las cosas fáciles.
—Idiota.
Draco
ignoró el insulto y se acercó a su esposa. Nicole no retrocedió ni un paso,
ella no le daría el gusto de verla angustiada, temerosa.
—¿Qué
acaso no piensas saludar a tu esposo como se debe?
—Por
favor, Malfoy. Si no tienes nada que hacer, ve a fastidiar a otros, pero a mí déjame
en paz.
Diciendo
esto le dio la espalda para ya no verlo, y pensando así que Draco se iría.
Que
equivocada estaba.
Él
la tomó de un brazo y de un solo movimiento la giró, nuevamente estaban cara a
cara.
—No
me voy a ir —sentenció con seriedad, borrando así toda burla—. Ya estuve
alejado de ti muchos días, y esta noche te quiero conmigo. Necesito de ti,
necesito de compañía… de tu calor.
Y
luego de eso, la beso. Junto sus labios con los de la pelirroja, con anhelo,
con desesperación, con añoranza. Nicole quiso resistirse al beso, pero al
sentir nostalgia por parte de Draco, empezó a responderle el beso.
No
sabía por que Draco se encontraba así, tan necesitado de su compañía, pero de
lo que si estaba segura era de que ella nunca lo había notado de esa manera.
El
beso se rompió por falta de aire, pero solo separaron sus bocas, porque sus
cuerpos aún seguían muy juntos. Nicole lo observó a los ojos, queriendo
encontrar respuestas, pero lo único que pudo notar —en los glaciales ojos
grises— fue desesperación.
Abrió
la boca para preguntarle que le sucedía, pero no pudo hacerlo porque su rubio
esposo se inclinó y le susurro en el oído:
—No
diga nada. Solo quiero tu compañía.
Nicole,
muy confundida por la actitud de Draco, no hizo más que asentir.
Draco poso una fría mano
por la cálida mejilla de la pelirroja, le hizo una leve acaricia, y luego la
atrajo nuevamente a él y la beso.
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