POV Autora
A
la mañana siguiente, muy temprano, el trío de oro, ya se encontraban listos
para ir a la casa de los Lovegood. Aunque Harry no le agradara mucho la idea de
visitar al padre de Luna, ya que algo le decía que no era buena idea, pero él y
Ron habían accedido por Hermione.
El
trío de chicos estaba listo, Harry tenía su capa de invisibilidad sobre él —ya
que Hermione se lo había pedido por precaución—. Los tres se aparecieron cerca
de La Madriguera, lo cual les produjo nostalgia; Ron quería ir a visitar a su
familia, hacía mucho tiempo que no los veía, y el tiempo que estuvo separado de
sus amigos, él la había pasado en la casa de Bill y Fleur. Por su parte, Harry
que considera su hogar la casa de su amigo, miró con añoranza la casa, y porque
—supuestamente— tenía a unos cuantos pasos a su hermana. Hermione también
miraba hacia la casa de los Weasley, tenía ganas de ir hacia allí y comprobar
por ella misma que todos estaba bien.
Ron
suspiró.
—Es
tan extraño estar tan cerca de casa y no poder ir —dijo el pelirrojo, volviendo
a suspirar—. Como extraño la comida de mi mamá.
Hermione
hizo una mueca de molestia, aun recordaba esa discusión que tuvo con Ron,
cuando este dijo que su comida estaba asquerosa.
Ron
noto este gesto en su amiga, y se puso pálida, ya que pensaba que pensaba que
en cualquier momento Hermione sacaría su varita y lo hechizaría, pero luego
recordó que Harry tenía la varita de Hermione.
—Sigamos
caminando, mientras más rápido lleguemos a la casa de Luna, más rápido
regresaremos —dijo Harry evitando así, una discusión innecesaria entre sus
amigos. Discusión que no estaba dispuesto a soportar. No otra vez, ya había
sido suficiente con la que habían tenido cuando regreso Ron.
Hermione
y Ron asintieron.
Pero
antes de caminar hacia la casa de Luna, Hermione se detuvo a acomodarle bien la
capa a Harry, ya que se le notaba un pie.
Los
tres chicos empezaron a caminar en silencio, tratando de divisar la casa de su
rubia amiga, pasaron por varias casas, hasta que una de ella llamo su atención,
ya que tenía la peculiaridad de parecerse a una vieja torre de ajedrez —un poco
chueca y oscura—. Los tres chicos se acercaron a la casa y allí pudieron leer
los letreros que colgaban sobre la verja; el primero decía: El Quisquilloso.
Editor: X. Lovegood. El segundo: Escoge tu propio muérdago. Y el tercero: No
tocar las ciruelas dirigibles. Así que sí, estaban en la casa correcta.
Hermione
no pudo evitar sentir nostalgia al recordar a Luna, ya que esos carteles eran
en eran tan particulares como las mismas cosas que decía la rubia.
—Creo
que es mejor que te quites la capa, Harry —dijo Hermione cuando ya estaban a
unos cuantos centímetros de la puerta—. Es a ti a quien quiere ayudar el señor
Lovegood, no a nosotros.
Harry
se sacó la capa y se la dio a Hermione para que esta la guardara en su bolsa de
cuentas.
Harry
levantó su mano y toco tres veces la puerta. Segundos después la puerta se
abrió dejando ver la figura de un demacrado y ojeroso señor Lovegood. Una
apariencia muy diferente a la que tenía en la boda de Bill y Fleur.
—¿Qué?
¿Quiénes sois? ¿Qué quieren? —chilló el señor Lovegood, mirando a Hermione,
luego a Ron y finalmente a Harry. Al reconocerlo, el demacrado hombre abrió su
boca con sorpresa.
Los
chicos se sintieron incomodos.
—Buenas
tardes, señor Lovegood —dijo Harry extendiendo su mano—. Soy Harry Potter.
El
señor Lovegood no le estrechó la mano a Harry, y este la bajo.
—Eh,
buenas tardes, señor Lovegood —dijo ahora Hermione, llamando la atención del
hombre, el cual miraba la cicatriz de su amigo—. Nosotros vinimos a preguntarle
algo, ¿podríamos pasar? —preguntó con nerviosismo, y de pronto ya no le pareció
conveniente haber venido a visitar al padre de Luna.
—No…
no creo que sea buena idea —dijo el señor Lovegood—. Esto realmente es muy
sorprendente… tenerlos aquí… pero no es aconsejable…
—No
le quitaremos mucho tiempo —dijo Harry, quien parecía decepcionado con el
recibimiento.
—Yo…
está bien, pasen. Pasen, rápido. ¡Rápido!
Apenas
pasaron, Xenophilius cerró la puerta de golpe. Los tres chicos se quedaron
mirando con sorpresa la circular cocina, todos sus muebles también eran
curvados —los cuales estaban pintados con flores, insectos y aves, seguramente
idea de Luna— para que pudieran encajar en ella. En medio del suelo había una
escalera de espiral, por la cual Xenophilius les dijo a los chicos que
subieran, todavía con un aspecto bastante incomodo, y con nerviosismo.
Ya
en la segunda planta, esta parecía como un salón de trabajo, había demasiados
libros, revistas y una horrible escultura de una bruja con un tocado
estrafalario. También había una imprenta, donde se hacia los diarios de El Quisquilloso, Hermione se acercó,
intentando leer uno, pero antes de que pudiera hacerlo, el señor Lovegood lo
cubrió con una manta.
Hermione
hizo un gesto, pero luego algo más llamo su atención.
—Disculpe,
señor Lovegood —dijo Hermione—. ¿Qué es eso? —señaló un enorme cuerno gris en
forma de espiral muy parecido al cuerno de unicornio, el cual estaba colgado de
la pared.
Xenophilius
observó donde le señalaba Hermione.
—Ah,
eso es un cuerno de un snorkack de cuerno arrugado —dijo Xenophilius.
—Eso….
no es un cuerno de snorkack —dijo Hermione.
—Hermione
—susurró Harry, y parecía avergonzado—. No creo que sea el momento…
—Pero
Harry, ¡eso es un cuerno de erumpent! ¡Es un material comerciable de clase B y
es extremadamente peligroso tenerlo en casa!
—¿Cómo
sabes que es un cuerno de erumpent? —preguntó Ron alejándose del cuerno.
—Pues
porque hay una descripción de Animales Fantásticos y donde encontrarlo. Señor
Lovegood, tiene que deshacerse de esa cosa…
—Es
una snorkack de cuerno arrugado —interrumpió Xenophilius, mirando de arriba
abajo a Hermione—. Lo compre hace dos semanas, a un encantador joven que
conocía de mi interés en el exquisito snorkack. Una gran sorpresa navideña para
mi Luna.
Hermione
bufó, evidentemente era una pérdida de tiempo tratar de explicarle lo que
verdaderamente era ese cuerno al señor Lovegood.
—Bien
—dijo Xenophilius mirando a Harry—. ¿A qué ha venido aquí, señor Potter? Porque
no creo que hayan venido hasta acá para ver mi cuerno de snorkack, ¿o sí?
—No,
por supuesto que no, señor Lovegood —dijo Harry—. Nosotros vinimos porque
queríamos preguntarle algo; necesitamos su ayuda.
—¿Mi
ayuda? —dijo Xenophilius volviendo a mirar la cicatriz de Harry—. Lo malo es
que ayudarte… es demasiado peligroso…
—¿Qué?
—dijo Ron frunciendo el ceño—. ¿No es usted el que siempre dice a todo el mundo
que su primer deber es ayudar a Harry? El
Quisquilloso es su revista, ¿no?
Xenophilius
miró de reojos a su oculta prensa.
—Eh…
sí…
—Entonces,
¿qué? Solo lo dice para que los demás lo hagan, mientras usted en persona se
esconde como un cobarde —Ron estaba exaltado, porque todo lo que decía era con
ira—. ¿Y Luna? Me gustaría saber si ella piensa igual que su padre…
Hermione
se acercó a Ron, y le empezó a susurrar palabras en el oído para que se
calmara, y lo logró porque Ron relajó su ceño fruncido.
—¿Dónde
está Luna? —preguntó Hermione.
Xenophilius
se puso más pálido de lo que estaba a la mención de su hija. Observó a cada uno
de los chicos.
—Iré
por Luna, está abajo en el arroyo, pescando unos plimpies de agua dulce. A
ella… le gustará verlos… La llamaré. Sí, iré por ella —y diciendo esto, se
alejó por las escaleras de caracol.
—Maldito
cobarde, hipócrita —despotricaba Ron.
—Tranquilízate,
Ron. Cuando llegue Luna podremos hablar con ella, y tal vez ella si nos pueda
ayudar —dijo Hermione.
—Probablemente
solo está preocupado por lo que le pueda pasar si los mortífagos se enteran de
que estuve aquí —dijo Harry pensativamente.
—Bueno,
yo estoy de acuerdo con Ron —dijo Hermione, que, aunque todavía estuviera
sentida con su pelirrojo amigo, eso no quería decir que compartiera los mismos
pensamientos de Ron.
Ron
sonrió levemente, ya que Hermione dijera que estaba de acuerdo con él, decía
que ya no estaba tan enojada con él, y que perdón estaba cerca.
Harry se levantó del sofá y caminó hasta la
ventana, y desde allí pudo ver un arroyo. Suspiró todo parecía tan tranquilo,
que le dio ganas de bajar, acostarse en césped, y dormir escuchando el agua.
De
pronto oyeron la puerta abrirse y un momento después Xenophilius subía las
escaleras con una bandeja con cuatro tazas de distinto juego y una tetera.
La
puso la bandeja sobre una silla.
—Una
taza con té gurdirraíz nos reconfortara, y aparte es exquisita. Nosotros mismos
la fabricamos —dijo Xenophilius mientras empezaba a servir la humeante bebida
de color morado. Le dio a cada uno una taza.
Hermione
bebió un sorbo, atragantándose al momento por el horrible sabor.
—Señor
Lovegood, nosotros venimos a… —dijo Harry, pero fue interrumpido por el padre
de su amiga.
—Mi
Luna vendrá en un momento —avisó—. Esta tan entusiasmada de verlos. Así que no
creo que demore en venir.
Los
tres chicos asintieron, y muy a su pesar tuvieron que beber más de ese
asqueroso té.
—Exquisito
—dijo Xenophilius bebiendo de su té—. Bien, ¿cómo puedo ayúdate, Potter? —dijo
mirando al pelinegro.
Harry
miró a Hermione, y esta asintió dándole ánimos para continuar.
—Vera,
se trata del símbolo que llevaba en la boda de Bill. Eh, pues nos gustaría
saber que significa.
—¿Te
refieres al signo de las Reliquias de la Muerte?
Harry
miró a cada uno de sus amigos, pero estos tampoco parecían saber de qué hablaba
el señor Lovegood.
—¿Las
Reliquias de la Muerte? —preguntó Harry—. ¿Qué es eso?
—¿No
habían escuchado hablar de ellas? No me extraña —negó con la cabeza—, muy pocos
magos creen en ellas. Como ese joven ignorante que estaba en la boda de tu
hermano —dijo mirando a Ron.
—Viktor
no es un ignorante —lo defendió Hermione, cosa que no le agrado mucho a Ron.
—Como
sea, ese joven me agredió por llevar supuestamente el símbolo de un mago
tenebroso, cuanta ignorancia —rezongó Xenophilius—. Uno simplemente lo utiliza
para mostrarse a sí mismo ante los otros creyentes. Este símbolo no tiene nada
que ver con magia oscura.
—Lo
siento, pero sigo sin entender —dijo Harry, ya que no tenía ni la más mínima
idea de lo que hablaba Xenophilius.
—Bueno,
los que creemos, estamos en la búsqueda constante de las Reliquias.
—¿Qué
son las Reliquias de la Muerte? —preguntó Hermione, casi al borde de la
desesperación, ya que Xenophilius le daba muchas vueltas al asunto, pero al
final no decía nada.
Xenophilius
dejo su taza vacía en la bandeja. Dispuesto a explicarle al trío lo que eran
las Reliquias de la Muerte.
—Supongo
que todos ustedes conocen “El cuento de los tres hermanos”, ¿no?
Harry
dijo que no, pero Hermione y Ron dijeron que sí.
—Bueno,
Potter, pues todo se origina ahí; creo que tengo una copia de ese libro por
alguna parte.
Miró
por la habitación, hacia los montones de libros y revistas.
—Yo
tengo el libro, señor Lovegood —dijo Hermione.
Y
sacó Los cuentos de Beedle el Bardo de su bolsa de cuentas.
—¿Es
original? —preguntó Xenophilius sorprendido.
Hermione
asintió.
—Bueno,
porque no lo lees en voz alta, y así nos aseguramos de que todos lo escuchemos.
—Eh…
de acuerdo —dijo Hermione; abrió el libro, y se aclaró la garganta para empezar
a leer el cuento.
Hermione
paro su lectura cuando Ron la interrumpió diciendo que era a “medianoche” y no
al “atardecer”, pero una mirada furiosa de Hermione lo calló. La castaña continúo
leyendo, pero nuevamente fue interrumpida, esta vez por Harry, preguntando ¿cómo es que la muerte les había hablado?
Hermione
suspiró y le dijo que se trataba de un cuento.
Mientras
Hermione leía, Ron no dejaba de mirarla, observaba atentamente cada gesto de la
chica, en como movía sus labios al hablar, en la forma en que cogía el libro,
con tanta delicadeza, como si fuera una verdadera obra de arte, y se preguntó
cómo se sentiría sus manos acariciándole el rostro. Ese pensamiento lo hizo
enrojecer de vergüenza. Pasó saliva y giró su rostro para ver a su amigo, este
parecía muy concentrado en el cuento.
Y
ahora Ron se preguntó, ¿qué era lo realmente sentía Hermione por Harry? ¿Lo
querría más que aun amigo? Habían pasado mucho tiempo solos.
Movió
la cabeza para sacarse esos pensamientos nada saludables. No, se dijo. Hermione no veía de otra manera a Harry. Era muy tonto
por pensar que algo entre ellos podría suceder. Harry se lo había dicho, él
quería a Hermione como a una hermana.
Poso
nuevamente su mirada en Hermione, y está ya estaba terminando de leer el
cuento.
—… saludó a la Muerte como a una vieja amiga,
y se marchó con ella gustosamente. Y así como iguales, ambos se alejaron de la
vida.
Hermione
termino de leer el cuento y dirigió su vista hacia sus amigos y el padre de
Luna, sus amigos la observaban, pero Xenophilius apenas parecía darse cuenta de
ella había terminado de leer.
—Bien,
ahí tienes tu respuesta —dijo el hombre.
—¿Perdón?
—dijo Hermione, quien parecía confundida.
—No
entiendo, ¿cuál es la respuesta? —dijo Harry, igual de confundido que Hermione
y Ron.
—Esas
son las Reliquias de la Muerte —dijo Xenophilius.
Los
tres chicos se miraron.
—Se
los explicaré —dijo Xenophilius, cogió un pedazo roto de pergamino, una pluma y
el tintero—. La Varita de Sauco —y en el pergamino comenzó a trazar una línea
vertical—. La piedra de la Resurrección —añadió un círculo sobre la línea—. La
Capa de Invisibilidad —termino trazando un triángulo encerrando la línea y el
círculo, para finalmente mostrar el símbolo que tanto llamaba la atención de
Hermione—. Unidas las tres; son las Reliquias de la Muerte.
—Espere…
—dijo Hermione—, no mencionan a las “Reliquias de la Muerte” en…
—Por
supuesto que no. Es un cuento para niños —dijo Xenophilius, casi al borde de la
desesperación. Y volvió a mirar a Hermione—. Mi Luna me hablado de ti,
jovencita. Me conto que eres muy inteligente, pero con una mente extremadamente
cerrada, incapaz de aceptar y de ver lo que hay más allá de tus ojos.
Hermione
apretó los puños, llena de ira. ¿Cómo se atrevía ese hombre a hablarle de esa
manera?
Harry
y Ron miraron a su amiga, esperando que contestara algo, pero antes de que
Hermione abriera la boca, Xenophilius habló.
—El
que pueda reunir las tres Reliquias, se convertirá en el Amo de la Muerte.
El
señor Lovegood miró por la ventana, al sol, ya casi ocultándose.
—Luna
no tardara en venir —dijo de manera ausente.
—¿Cómo
dijo? —preguntó Ron—. ¿El «Amo de la Muerte»?
—Sí,
el Amo, Conquistador…, Vencedor… cualquier termino que quieran usar —dijo
Xenophilius.
—Pero,
eso quiere decir que… ¿realmente existen? —preguntó Harry.
—Por
supuesto —dijo el padre de Luna.
Hermione
hizo un gesto, al parecer no le creía.
—Señor
Lovegood —dijo Hermione—. Sabemos que la Capa de Invisibilidad existe, pero…
—La
tercera Reliquia, es una verdadera Capa de Invisibilidad, señorita Granger. Lo
que quiero decir es que no es una capa con un hechizo de Desilusión. Estamos
hablando de una capa que realmente vuelve completamente invisible al que la
lleva puesta. ¿Cuántas capas como esa ha visto, señorita Granger?
Hermione
miró a Harry y a Ron, abrió la boca para contestar, pero la volvió a cerrar.
—Bien,
digamos que la capa existe. Entonces, ¿qué hay de la Piedra de la Resurrección
y la Varita de Sauco? —dijo Hermione.
—¿Qué
hay con eso?
—¿Cómo
puede probar que existen?
—¿Cómo
puede probar que no existen? —dijo a su vez Xenophilius.
Hermione
lo miró indignada.
—¿Y
dónde cree que esta la Varita de Sauco? —preguntó Ron, interesado en la varita
más poderosa.
—¿Quién
sabe dónde está la Varita de Sauco? —dijo Xenophilius—. El último rastro fue
con Arcus y Livius. Nadie puede asegurar cuál de ellos derroto a Loxias.
Después
de eso empezaron una conversación sobre los hermanos Peverell con las Reliquias
de la Muerte.
Hermione
le dirigió una mirada entre burlona y amarga a Xenophilius, cuando este pensó
que ella era una buscadora de las Reliquias.
El
señor Lovegood no nota la mirada de Hermione o no quiso notarlo, se volvió a
parar.
—Se
quedarán a cenar, ¿verdad? A mi Luna le gustara eso —dijo bajando las escaleras
de caracol.
Ron
miró a su taza con té de gurdirraíz y se estremeció al pensar en la cena.
—¿Pueden
creerlo? Es increíble en que crea en semejante tontería. Las Reliquias de
Muerte. Sí, claro —dijo Hermione cruzando sus brazos sobre su pecho.
Harry
se acomodó las gafas.
—Creo
que fue una pérdida de tiempo —dijo.
—Aunque
no hay que olvidarnos que la capa de si existe —dijo Ron—. Tú eres el dueño de
la Capa de Invisibilidad —argumentó cuando Harry lo miró.
—Pues
si realmente existieran las Reliquias… —dijo Harry—. ¿Cuál escogerían?
—La
capa —dijo Hermione.
—La
varita —dijo Ron.
—La
piedra —dijo Harry.
Los
tres se miraron, medios divertidos porque habían escogido distintas Reliquias.
—¿La
capa? —le dijo Ron a Hermione—. Porque necesitarías hacerte invisible cuando
tienes una la varita. Una varita invisible.
—Además,
ya tenemos la capa —dijo Harry.
Hermione
rodó los ojos.
—Pues
si no escuchaste, Ron, todos los que portan la Varita de Sauco han terminado
muertos —dijo la chica.
—Solo
los idiotas terminaron muertos, Hermione —dijo Ron—. Yo no estaría proclamando
que soy dueño de la Varita de Sauco.
—Ah,
¿sí? —dijo Hermione—. Tú no eres muy discreto que digamos.
Ron
frunció el ceño. Harry sonrió, todo parecía volver a la normalidad entre sus
amigos. Pero luego se puso serio.
—Pues
yo escogería la piedra —dijo—. Así podríamos traer de regreso a Sirius…
Ojoloco… Dumbledore… y a mis padres…
Hermione
y Ron no supieron que decir.
—Pero
Harry —empezó Hermione—, el cuento dice que los muertos no se sentían felices
con volver al mundo de los vivos.
Harry
miró a su amiga.
—Lo
sé —dijo.
Los
tres se quedaron callados. Pero un olor muy fuerte que venía de la cocina los
hizo hacer un gesto. Y Harry se preguntó si lo que el señor Lovegood estaba
cocinando seria comestible.
—Sin
embargo, ¿qué hay de la capa? —preguntó Ron.
Hermione
le contestó, pero Harry no prestó atención, miró la escalera, donde él creía
estaba la habitación de Luna. Empezó a subir las escaleras, Hermione se dio
cuenta.
—Harry,
¿qué haces? No creo que debas hacerlo. No es educado.
Pero
Harry no la escuchó, siguió subiendo hasta llegar a la habitación de Luna. La
chica había decorado su habitación con cinco caras pintadas de Harry, Ron,
Hermione, Ginny y Neville. Y había una fina cadena dorada tejida alrededor de
las pinturas uniéndolas, con una palabra que siempre se repetía: amigos.
Harry
estudio la peculiar habitación por unos minutos más, dándose cuenta de que
nadie había dormido allí en mucho tiempo, ya que el polvo estaba acumulado. Eso
le pareció raro, ya que según Xenophilius Luna estaba con él.
Cuando
volvió al piso inferior con sus amigos, Hermione se le acercó.
—¿Qué
pasa? —le preguntó.
Pero
Harry no pudo contestar porque Xenophilius apareció por las escaleras, pero
ahora con una nueva bandeja en las manos.
—Señor
Lovegood —dijo Harry—. ¿Dónde está Luna? —preguntó al ver que solo había traído
cuatro tazones en la bandeja.
—Ya
se los dije, Luna está en el lago pescando algunos plimpies —dijo Xenophilius
con nerviosismo.
Hermione
frunció el ceño.
—Entonces
¿por qué solo ha traído cuatro tazones en la bandeja? —dijo Harry—. ¿Y porque
la habitación de Luna parece vacía? Su ropa no está y toda la habitación parece
llena de polvo.
Xenophilius
dejó caer la bandeja que llevaba en las manos, provocando un gran estallido; miró
a los tres chicos, su rostro demacrado y pálido, se puso aún más pálido.
Para
ese entonces, Harry, Ron y Hermione sabían que algo andaba mal, así que sacaron
sus varitas —Harry ahora portaba la varita que Ron le había quitado a uno de
los carroñeros que lo habían apresado— y apuntaron hacia Xenophilius, pero este
no hizo la intención de sacar su varita.
En
ese momento la imprente dejo de funcionar, haciendo mucho ruido, eso llamo de los
chicos porque la imprenta también empezó a arrojar los ejemplares por todas
partes.
Hermione
se agachó a recoger uno, y rápidamente empezó a leer y luego se lo enseñó a
Harry.
En
la portada de El Quisquilloso, estaba
la foto de Harry con el título “El Indeseable Número 1” y abajo la recompensa.
Harry
miró a Xenophilius.
—Al
parecer El Quisquilloso cambio de
bando —dijo Harry.
—¿Qué
hizo cuando fue a llamar a Luna, señor Lovegood? ¿Mandarle una carta al
Ministerio? —dijo Hermione, volviendo a apuntarlo con su varita.
Xenophilius
bajo la mirada.
—Se
llevaron a mi Luna —gimió, casi pareciendo a un perro herido—. Todo por
apoyarte, muchacho, por creer en ti, por tu culpa me quitaron a mi Luna, a mi
hija.
Hermione
bajo la varita, suprimiendo un grito de horror.
—Y
ahora no sé dónde está o lo que han hecho con ella…
—¿Y
qué es lo que ha hecho? —siseó Ron.
—Lo
siento mucho, pero… pero tal vez me… me la devuelvan… si yo… yo…
—¿Entrega
a Harry? —dijo Hermione mirando desesperadamente por todo el alrededor.
—Lo
siento, lo siento mucho, Potter… no tuve otra opción…
—¡Maldito
viejo cobarde! —rugió Ron—. ¿Qué cree que dirá Luna si se entera? Ella tiene
diez mil veces más agallas.
Xenophilius
empezó a sollozar, abrazándose a sí mismo.
—¡No!
¡No hay trato! No entregaremos a Harry —volvió a rugir Ron.
—Ya
es tarde, llegaran en cualquier momento —dijo Xenophilius en un tono bajo—. Lo
siento, Potter, pero eras tú o mi hija… y la vida de mi hija vale más.
—Vámonos
—dijo Hermione caminando hacia las escaleras, pero Xenophilius se puso al
frente.
—Apártese
de nuestro camino, señor Lovegood —dijo Harry acercándose a Hermione—, no nos
obligue a hacerle daño —advirtió.
Ron
también se acercó a sus amigos, apuntando con la varita al padre de Luna.
—¡Harry!
—gritó Hermione señalándole la ventana. Por allí se vislumbraban unas sombras
oscuras. Harry y Ron miraron hacia donde les señalaba Hermione; Xenophilius
aprovecho ese momento para sacar su varita y apunta a Harry, este se dio cuenta
y empujo a sus amigos lejos mientras le lanzaba un hechizo aturdidor a
Xenophilius, este se alzó y se golpeó contra el cuerno de Erumpent.
Hubo
una explosión, haciendo que todos los papeles y adornos de la sala volaran por
todos lados, una nube blanca lleno la estancia, Hermione había caído hacia un
lado golpeándose la espalda, los chicos sí pudieron evitar la explosión por sus
rápidos reflejos que tenían por jugar quidditch.
Ron
se acercó a Hermione y la ayudo a levantarse, Harry se acercó a ellos y cuando
empezaban a bajar las escaleras, escucharon como la puerta principal se abría
de golpe.
—No
había necesidad de venir con tanta prisa a la casa del chiflado, Travers —dijo
una voz áspera.
—Y
bien, Lovegood, ¿por qué diablos nos has hablado? —dijo el tal Travers—. Como
sea otra de tus estupideces, no volverás a ver a tu encantadora hijita.
—Solo
espero que no sea otro asqueroso sombrero ensangrentado —dijo el otro hombre—.
Recuerda que eso no te sirvió la otra vez para intercambiarlo por tu hija.
Se
escuchó un golpe seco.
—Ya
déjalo, Selwyn, lo volverás más chiflado de lo que está.
—¡No!
¡No… por favor! Es Potter… si, él está arriba… de verdad —dijo Xenophilius
entre tartamudeos.
Se
escuchó una risa burlona.
—Bien,
veamos si es cierto lo que dices, porque si estás mintiendo pedazo de
porquería, la pagaras —dijo Selwyn.
—Es
verdad. Es Potter… tienen que creerme —dijo Xenophilius—. Allí esta, pero por
favor devuélvanme a Luna.
—Está
bien, tendrá de regreso a tu hijita, si subes y me traes a Potter —dijo
Travers.
Xenophilius
se levantó del suelo y comenzó a subir las escaleras desvencijadas.
—Vamos
—susurró Harry—. Salgamos de aquí.
—Bien
—dijo Hermione—. ¿Confías en mí, Harry? —el aludido asintió—. Entonces, vamos
—Hermione le pidió a Ron que se pusiera la capa, Ron no comprendía, se suponía
que era Harry quien tenía que ocultarse, pero, de todas formas, hizo lo que
Hermione le dijo y desapareció al instante.
Mientras
Xenophilius trataba de entrar a la destartala sala, pero no podía.
—Sujétame
muy fuerte —le pidió Hermione a Harry.
Harry
la sujeto y en ese momento la cara de Xenophilius se apareció por uno de los
escombros.
—¡Obliviate!
—dijo Hermione directo al hombre, busco la mano de Ron y la apretó cuando la
encontró—. ¡Deprimo! —los tres cayeron entre los escombros del piso,
sujetándose fuertemente de las manos, se pararon y comenzaron a lanzar hechizos
de protección en todas direcciones mientras corrían.
—Es
un maldito traído —siseó Ron.
—Tienen
a Luna, y él la quiere de regreso, debemos comprenderlo —dijo Hermione.
—Igual
creo que es un traidor —insistió Ron.
—Eres
maravillosa, Hermione, nuevamente nos salvaste. Gracias —le dijo Harry, cuando
ya estaban alejados de la casa.
—Más
que maravillosa —dijo Ron—. Eres como un ángel —la chica se sonrojó por el
cumplido—. Y tenías razón sobre el cuerno de Erumpent, ahora la casa del viejo
está destruida.
Cuando
ya estaban a salvo, los tres chicos aparecieron en un bosque y se dedicaron a
arma la tienda de campaña.
***
—Blaise
Zabini, ¿qué haces aquí? —le preguntó Bellatrix.
La
oscura bruja encontró a Zabini por uno de los pasillos que llevaba a los
calabozos de la mansión Malfoy.
—Señora
—dijo Zabini inclinando la cabeza en señal de respeto—. Solo venía a ver a la
hermana de Potter. Tengo curiosidad —agregó, al ver que la bruja no quitaba su
mirada de él.
—¿Por
qué? ¿Acaso nunca la has visto? Tenía entendido que estudiabas junto a ella en
Hogwarts.
—Ella
es un año menor que yo, así que no íbamos a las mismas clases…
—Sí,
sí, sí, como sea… ¿Qué piensas hacer con ella? —preguntó la bruja
socarronamente.
Zabini
sabiendo de lo sádica que era la bruja, sonrió con malicia.
—Solo
quiero hacerle una visita especial.
Bellatrix
soltó una risa demente al imaginarse en como torturaría el joven mortífago a la
hermana del peor enemigo de su Lord.
—Está
bien, puedes seguir, solo no la lastimes mucho, al Lord no le gustara y tampoco
a Draco.
—¿A
Draco? —preguntó Blaise.
—Sí
a él, cuida mucho de la niña estúpida esa —la bruja volvió a reír—. Draco
resulto ser mejor que su padre, cuida de su prisionera, no quiere que nadie de
nosotros se le acerque, solo él puede lastimarla —hizo una pausa—. Será mejor
mortífago que el idiota de su padre, claramente la astucia la heredo de los
Black.
¿Solo él puede lastimarla?
¿O solo él puede desearla?, pensaba Zabini.
El
moreno volvió a inclinar la cabeza hacia la bruja, para después seguir su
camino hacia los calabozos.
Todo
ese pasillo era oscuro, frío, y olía a moho. Zabini hizo un gesto de desagrado.
Se
detuvo frente a las rejas oxidadas, tratando de observar hacia dentro, pero fue
imposible, allí estaba más oscuro que en los pasillos.
—Potter
—la llamó—. Potter, vamos, es inútil que te escondas, sé que estas allí —sacó
su varita del bolsillo de su túnica—. Lumus —dijo, y una brillante luz alumbro
el calabozo. En un rincón pudo divisar a un duende, no le tomo importancia,
alumbro hacia otro extremo y allí, pudo ver a Lunática, pero recostada junto a
ella, estaba una chica pelirroja—. Potter —la volvió a llamar.
La
pelirroja, había escuchado que alguien la llamaba —o creían estar llamando a la
verdadera Nicole Potter—, pero esa voz no era la de Draco, así que asustada se
acurruco más en Luna, la cual la había abrazado al sentirla temblar.
—Potter
—insistió Zabini—, mírame cuando te hablo —gruñó—. ¿Qué demonios te pasa?
¿Dónde dejaste tu valentía Gryffindor? —se burló, pero ni aun así la chica lo
miró.
Parece otra, pensó el mago.
—Zabini.
Blaise Zabini —dijo Luna, levantando la mano para cubrirse de la cegadora luz.
Estando tanto tiempo en la oscuridad, la vista se acostumbra a ella.
—Lunática…
que grata sorpresa —rió entre
dientes—. Podrías decirle a tu amiga que dé la cara, casi parece una Hufflepuff
escondiéndose tras de ti.
Diane
con la apariencia de Nicole, sintió crecer una furia al escuchar la burla en su
voz. Así que, armándose de valor, se levantó y miró de frente a Zabini.
—Vaya,
vaya, Potter… cuanto tiempo sin vernos. Déjame verte bien —dijo y alumbro hacia
la pelirroja—. Sabes, hay algo raro en ti —murmuró.
Siguió
mirándola para encontrar eso que la hacía ver tan distinta, pero antes de que
pudiera seguir con su inspección, alguien le puso una mano sobre el hombro y lo
apretó.
—¿Qué
haces aquí? —siseó una voz, que Zabini reconocía muy bien.
Giró
levente la cabeza y sonrió con burla, sacudiéndose la mano de Draco.
—Draco,
amigo mío.
—¿Qué
haces aquí? —repitió Draco en un tono de voz bajo, amenazante.
—Solo
quería ver a tu… perdón, a Potter.
—¡Vete!
—siseó.
—Que
poco cortés. Te has vuelto un mal educado, amigo.
—No
te lo voy a volver a repetir, Blaise. ¡Vete!
—Está
bien, me voy —dijo Zabini, levantando las manos en señal de que no quería
peleas, pero en ese momento, un recuerdo llego a su cabeza.
—Ella está
esperando un hijo mío —susurró Draco.
—¡¿Qué?!
—dijo Zabini—. ¿Estás seguro que ese hijo que espera es tuyo, Draco? No lo creo.
Además, yo nunca me enteré que tú y la rojita Potter tenían algo.
—No tengo que
contarte todo lo que hago, o con quien salgo —gruñó Draco.
—Claro —dijo Zabini sonriendo como si hubiera
descubierto la cura de todos los males del mundo—. Eso era.
—¿De qué rayos estás hablando? —dijo Draco.
—De Potter. De tu querida Potter.
Draco frunció el ceño.
—No se suponía que ella estaba embarazada —dijo
Zabini, volvió la cabeza hacia el calabozo, pero antes de siquiera poder
hacerlo, Draco lo tomo del cuello de su camisa—. ¿No crees que Potter ya
debería tener un vientre muy abultado?
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