miércoles, 17 de enero de 2018

La gran torre de ajedrez


POV Autora
A la mañana siguiente, muy temprano, el trío de oro, ya se encontraban listos para ir a la casa de los Lovegood. Aunque Harry no le agradara mucho la idea de visitar al padre de Luna, ya que algo le decía que no era buena idea, pero él y Ron habían accedido por Hermione.
El trío de chicos estaba listo, Harry tenía su capa de invisibilidad sobre él —ya que Hermione se lo había pedido por precaución—. Los tres se aparecieron cerca de La Madriguera, lo cual les produjo nostalgia; Ron quería ir a visitar a su familia, hacía mucho tiempo que no los veía, y el tiempo que estuvo separado de sus amigos, él la había pasado en la casa de Bill y Fleur. Por su parte, Harry que considera su hogar la casa de su amigo, miró con añoranza la casa, y porque —supuestamente— tenía a unos cuantos pasos a su hermana. Hermione también miraba hacia la casa de los Weasley, tenía ganas de ir hacia allí y comprobar por ella misma que todos estaba bien.
Ron suspiró.
—Es tan extraño estar tan cerca de casa y no poder ir —dijo el pelirrojo, volviendo a suspirar—. Como extraño la comida de mi mamá.
Hermione hizo una mueca de molestia, aun recordaba esa discusión que tuvo con Ron, cuando este dijo que su comida estaba asquerosa.
Ron noto este gesto en su amiga, y se puso pálida, ya que pensaba que pensaba que en cualquier momento Hermione sacaría su varita y lo hechizaría, pero luego recordó que Harry tenía la varita de Hermione.
—Sigamos caminando, mientras más rápido lleguemos a la casa de Luna, más rápido regresaremos —dijo Harry evitando así, una discusión innecesaria entre sus amigos. Discusión que no estaba dispuesto a soportar. No otra vez, ya había sido suficiente con la que habían tenido cuando regreso Ron.
Hermione y Ron asintieron.
Pero antes de caminar hacia la casa de Luna, Hermione se detuvo a acomodarle bien la capa a Harry, ya que se le notaba un pie.
Los tres chicos empezaron a caminar en silencio, tratando de divisar la casa de su rubia amiga, pasaron por varias casas, hasta que una de ella llamo su atención, ya que tenía la peculiaridad de parecerse a una vieja torre de ajedrez —un poco chueca y oscura—. Los tres chicos se acercaron a la casa y allí pudieron leer los letreros que colgaban sobre la verja; el primero decía: El Quisquilloso. Editor: X. Lovegood. El segundo: Escoge tu propio muérdago. Y el tercero: No tocar las ciruelas dirigibles. Así que sí, estaban en la casa correcta.
Hermione no pudo evitar sentir nostalgia al recordar a Luna, ya que esos carteles eran en eran tan particulares como las mismas cosas que decía la rubia.
—Creo que es mejor que te quites la capa, Harry —dijo Hermione cuando ya estaban a unos cuantos centímetros de la puerta—. Es a ti a quien quiere ayudar el señor Lovegood, no a nosotros.
Harry se sacó la capa y se la dio a Hermione para que esta la guardara en su bolsa de cuentas.
Harry levantó su mano y toco tres veces la puerta. Segundos después la puerta se abrió dejando ver la figura de un demacrado y ojeroso señor Lovegood. Una apariencia muy diferente a la que tenía en la boda de Bill y Fleur.
—¿Qué? ¿Quiénes sois? ¿Qué quieren? —chilló el señor Lovegood, mirando a Hermione, luego a Ron y finalmente a Harry. Al reconocerlo, el demacrado hombre abrió su boca con sorpresa.
Los chicos se sintieron incomodos.
—Buenas tardes, señor Lovegood —dijo Harry extendiendo su mano—. Soy Harry Potter.
El señor Lovegood no le estrechó la mano a Harry, y este la bajo.
—Eh, buenas tardes, señor Lovegood —dijo ahora Hermione, llamando la atención del hombre, el cual miraba la cicatriz de su amigo—. Nosotros vinimos a preguntarle algo, ¿podríamos pasar? —preguntó con nerviosismo, y de pronto ya no le pareció conveniente haber venido a visitar al padre de Luna.
—No… no creo que sea buena idea —dijo el señor Lovegood—. Esto realmente es muy sorprendente… tenerlos aquí… pero no es aconsejable…
—No le quitaremos mucho tiempo —dijo Harry, quien parecía decepcionado con el recibimiento.
—Yo… está bien, pasen. Pasen, rápido. ¡Rápido!
Apenas pasaron, Xenophilius cerró la puerta de golpe. Los tres chicos se quedaron mirando con sorpresa la circular cocina, todos sus muebles también eran curvados —los cuales estaban pintados con flores, insectos y aves, seguramente idea de Luna— para que pudieran encajar en ella. En medio del suelo había una escalera de espiral, por la cual Xenophilius les dijo a los chicos que subieran, todavía con un aspecto bastante incomodo, y con nerviosismo.
Ya en la segunda planta, esta parecía como un salón de trabajo, había demasiados libros, revistas y una horrible escultura de una bruja con un tocado estrafalario. También había una imprenta, donde se hacia los diarios de El Quisquilloso, Hermione se acercó, intentando leer uno, pero antes de que pudiera hacerlo, el señor Lovegood lo cubrió con una manta.
Hermione hizo un gesto, pero luego algo más llamo su atención.
—Disculpe, señor Lovegood —dijo Hermione—. ¿Qué es eso? —señaló un enorme cuerno gris en forma de espiral muy parecido al cuerno de unicornio, el cual estaba colgado de la pared.
Xenophilius observó donde le señalaba Hermione.
—Ah, eso es un cuerno de un snorkack de cuerno arrugado —dijo Xenophilius.
—Eso…. no es un cuerno de snorkack —dijo Hermione.
—Hermione —susurró Harry, y parecía avergonzado—. No creo que sea el momento…
—Pero Harry, ¡eso es un cuerno de erumpent! ¡Es un material comerciable de clase B y es extremadamente peligroso tenerlo en casa!
—¿Cómo sabes que es un cuerno de erumpent? —preguntó Ron alejándose del cuerno.
—Pues porque hay una descripción de Animales Fantásticos y donde encontrarlo. Señor Lovegood, tiene que deshacerse de esa cosa…
—Es una snorkack de cuerno arrugado —interrumpió Xenophilius, mirando de arriba abajo a Hermione—. Lo compre hace dos semanas, a un encantador joven que conocía de mi interés en el exquisito snorkack. Una gran sorpresa navideña para mi Luna.
Hermione bufó, evidentemente era una pérdida de tiempo tratar de explicarle lo que verdaderamente era ese cuerno al señor Lovegood.
—Bien —dijo Xenophilius mirando a Harry—. ¿A qué ha venido aquí, señor Potter? Porque no creo que hayan venido hasta acá para ver mi cuerno de snorkack, ¿o sí?
—No, por supuesto que no, señor Lovegood —dijo Harry—. Nosotros vinimos porque queríamos preguntarle algo; necesitamos su ayuda.
—¿Mi ayuda? —dijo Xenophilius volviendo a mirar la cicatriz de Harry—. Lo malo es que ayudarte… es demasiado peligroso…
—¿Qué? —dijo Ron frunciendo el ceño—. ¿No es usted el que siempre dice a todo el mundo que su primer deber es ayudar a Harry? El Quisquilloso es su revista, ¿no?
Xenophilius miró de reojos a su oculta prensa.
—Eh… sí…
—Entonces, ¿qué? Solo lo dice para que los demás lo hagan, mientras usted en persona se esconde como un cobarde —Ron estaba exaltado, porque todo lo que decía era con ira—. ¿Y Luna? Me gustaría saber si ella piensa igual que su padre…
Hermione se acercó a Ron, y le empezó a susurrar palabras en el oído para que se calmara, y lo logró porque Ron relajó su ceño fruncido.
—¿Dónde está Luna? —preguntó Hermione.
Xenophilius se puso más pálido de lo que estaba a la mención de su hija. Observó a cada uno de los chicos.
—Iré por Luna, está abajo en el arroyo, pescando unos plimpies de agua dulce. A ella… le gustará verlos… La llamaré. Sí, iré por ella —y diciendo esto, se alejó por las escaleras de caracol.
—Maldito cobarde, hipócrita —despotricaba Ron.
—Tranquilízate, Ron. Cuando llegue Luna podremos hablar con ella, y tal vez ella si nos pueda ayudar —dijo Hermione.
—Probablemente solo está preocupado por lo que le pueda pasar si los mortífagos se enteran de que estuve aquí —dijo Harry pensativamente.
—Bueno, yo estoy de acuerdo con Ron —dijo Hermione, que, aunque todavía estuviera sentida con su pelirrojo amigo, eso no quería decir que compartiera los mismos pensamientos de Ron.
Ron sonrió levemente, ya que Hermione dijera que estaba de acuerdo con él, decía que ya no estaba tan enojada con él, y que perdón estaba cerca.
  Harry se levantó del sofá y caminó hasta la ventana, y desde allí pudo ver un arroyo. Suspiró todo parecía tan tranquilo, que le dio ganas de bajar, acostarse en césped, y dormir escuchando el agua.
De pronto oyeron la puerta abrirse y un momento después Xenophilius subía las escaleras con una bandeja con cuatro tazas de distinto juego y una tetera.
La puso la bandeja sobre una silla.
—Una taza con té gurdirraíz nos reconfortara, y aparte es exquisita. Nosotros mismos la fabricamos —dijo Xenophilius mientras empezaba a servir la humeante bebida de color morado. Le dio a cada uno una taza.
Hermione bebió un sorbo, atragantándose al momento por el horrible sabor.
—Señor Lovegood, nosotros venimos a… —dijo Harry, pero fue interrumpido por el padre de su amiga.
—Mi Luna vendrá en un momento —avisó—. Esta tan entusiasmada de verlos. Así que no creo que demore en venir.
Los tres chicos asintieron, y muy a su pesar tuvieron que beber más de ese asqueroso té.
—Exquisito —dijo Xenophilius bebiendo de su té—. Bien, ¿cómo puedo ayúdate, Potter? —dijo mirando al pelinegro.
Harry miró a Hermione, y esta asintió dándole ánimos para continuar.
—Vera, se trata del símbolo que llevaba en la boda de Bill. Eh, pues nos gustaría saber que significa.
—¿Te refieres al signo de las Reliquias de la Muerte?
Harry miró a cada uno de sus amigos, pero estos tampoco parecían saber de qué hablaba el señor Lovegood.
—¿Las Reliquias de la Muerte? —preguntó Harry—. ¿Qué es eso?
—¿No habían escuchado hablar de ellas? No me extraña —negó con la cabeza—, muy pocos magos creen en ellas. Como ese joven ignorante que estaba en la boda de tu hermano —dijo mirando a Ron.
—Viktor no es un ignorante —lo defendió Hermione, cosa que no le agrado mucho a Ron.
—Como sea, ese joven me agredió por llevar supuestamente el símbolo de un mago tenebroso, cuanta ignorancia —rezongó Xenophilius—. Uno simplemente lo utiliza para mostrarse a sí mismo ante los otros creyentes. Este símbolo no tiene nada que ver con magia oscura.
—Lo siento, pero sigo sin entender —dijo Harry, ya que no tenía ni la más mínima idea de lo que hablaba Xenophilius.
—Bueno, los que creemos, estamos en la búsqueda constante de las Reliquias.
—¿Qué son las Reliquias de la Muerte? —preguntó Hermione, casi al borde de la desesperación, ya que Xenophilius le daba muchas vueltas al asunto, pero al final no decía nada.
Xenophilius dejo su taza vacía en la bandeja. Dispuesto a explicarle al trío lo que eran las Reliquias de la Muerte.
—Supongo que todos ustedes conocen “El cuento de los tres hermanos”, ¿no?
Harry dijo que no, pero Hermione y Ron dijeron que sí.
—Bueno, Potter, pues todo se origina ahí; creo que tengo una copia de ese libro por alguna parte.
Miró por la habitación, hacia los montones de libros y revistas.
—Yo tengo el libro, señor Lovegood —dijo Hermione.
Y sacó Los cuentos de Beedle el Bardo de su bolsa de cuentas.
—¿Es original? —preguntó Xenophilius sorprendido.
Hermione asintió.
—Bueno, porque no lo lees en voz alta, y así nos aseguramos de que todos lo escuchemos.
—Eh… de acuerdo —dijo Hermione; abrió el libro, y se aclaró la garganta para empezar a leer el cuento.
Hermione paro su lectura cuando Ron la interrumpió diciendo que era a “medianoche” y no al “atardecer”, pero una mirada furiosa de Hermione lo calló. La castaña continúo leyendo, pero nuevamente fue interrumpida, esta vez por Harry, preguntando ¿cómo es que la muerte les había hablado?
Hermione suspiró y le dijo que se trataba de un cuento.
Mientras Hermione leía, Ron no dejaba de mirarla, observaba atentamente cada gesto de la chica, en como movía sus labios al hablar, en la forma en que cogía el libro, con tanta delicadeza, como si fuera una verdadera obra de arte, y se preguntó cómo se sentiría sus manos acariciándole el rostro. Ese pensamiento lo hizo enrojecer de vergüenza. Pasó saliva y giró su rostro para ver a su amigo, este parecía muy concentrado en el cuento.
Y ahora Ron se preguntó, ¿qué era lo realmente sentía Hermione por Harry? ¿Lo querría más que aun amigo? Habían pasado mucho tiempo solos.
Movió la cabeza para sacarse esos pensamientos nada saludables. No, se dijo. Hermione no veía de otra manera a Harry. Era muy tonto por pensar que algo entre ellos podría suceder. Harry se lo había dicho, él quería a Hermione como a una hermana.
Poso nuevamente su mirada en Hermione, y está ya estaba terminando de leer el cuento.
… saludó a la Muerte como a una vieja amiga, y se marchó con ella gustosamente. Y así como iguales, ambos se alejaron de la vida.
Hermione termino de leer el cuento y dirigió su vista hacia sus amigos y el padre de Luna, sus amigos la observaban, pero Xenophilius apenas parecía darse cuenta de ella había terminado de leer.
—Bien, ahí tienes tu respuesta —dijo el hombre.
—¿Perdón? —dijo Hermione, quien parecía confundida.
—No entiendo, ¿cuál es la respuesta? —dijo Harry, igual de confundido que Hermione y Ron.
—Esas son las Reliquias de la Muerte —dijo Xenophilius.
Los tres chicos se miraron.
—Se los explicaré —dijo Xenophilius, cogió un pedazo roto de pergamino, una pluma y el tintero—. La Varita de Sauco —y en el pergamino comenzó a trazar una línea vertical—. La piedra de la Resurrección —añadió un círculo sobre la línea—. La Capa de Invisibilidad —termino trazando un triángulo encerrando la línea y el círculo, para finalmente mostrar el símbolo que tanto llamaba la atención de Hermione—. Unidas las tres; son las Reliquias de la Muerte.
—Espere… —dijo Hermione—, no mencionan a las “Reliquias de la Muerte” en…
—Por supuesto que no. Es un cuento para niños —dijo Xenophilius, casi al borde de la desesperación. Y volvió a mirar a Hermione—. Mi Luna me hablado de ti, jovencita. Me conto que eres muy inteligente, pero con una mente extremadamente cerrada, incapaz de aceptar y de ver lo que hay más allá de tus ojos.
Hermione apretó los puños, llena de ira. ¿Cómo se atrevía ese hombre a hablarle de esa manera?
Harry y Ron miraron a su amiga, esperando que contestara algo, pero antes de que Hermione abriera la boca, Xenophilius habló.
—El que pueda reunir las tres Reliquias, se convertirá en el Amo de la Muerte.
El señor Lovegood miró por la ventana, al sol, ya casi ocultándose.
—Luna no tardara en venir —dijo de manera ausente.
—¿Cómo dijo? —preguntó Ron—. ¿El «Amo de la Muerte»?
—Sí, el Amo, Conquistador…, Vencedor… cualquier termino que quieran usar —dijo Xenophilius.
—Pero, eso quiere decir que… ¿realmente existen? —preguntó Harry.
—Por supuesto —dijo el padre de Luna.
Hermione hizo un gesto, al parecer no le creía.
—Señor Lovegood —dijo Hermione—. Sabemos que la Capa de Invisibilidad existe, pero…
—La tercera Reliquia, es una verdadera Capa de Invisibilidad, señorita Granger. Lo que quiero decir es que no es una capa con un hechizo de Desilusión. Estamos hablando de una capa que realmente vuelve completamente invisible al que la lleva puesta. ¿Cuántas capas como esa ha visto, señorita Granger?
Hermione miró a Harry y a Ron, abrió la boca para contestar, pero la volvió a cerrar.
—Bien, digamos que la capa existe. Entonces, ¿qué hay de la Piedra de la Resurrección y la Varita de Sauco? —dijo Hermione.
—¿Qué hay con eso?
—¿Cómo puede probar que existen?
—¿Cómo puede probar que no existen? —dijo a su vez Xenophilius.
Hermione lo miró indignada.
—¿Y dónde cree que esta la Varita de Sauco? —preguntó Ron, interesado en la varita más poderosa.
—¿Quién sabe dónde está la Varita de Sauco? —dijo Xenophilius—. El último rastro fue con Arcus y Livius. Nadie puede asegurar cuál de ellos derroto a Loxias.
Después de eso empezaron una conversación sobre los hermanos Peverell con las Reliquias de la Muerte.
Hermione le dirigió una mirada entre burlona y amarga a Xenophilius, cuando este pensó que ella era una buscadora de las Reliquias.
El señor Lovegood no nota la mirada de Hermione o no quiso notarlo, se volvió a parar.
—Se quedarán a cenar, ¿verdad? A mi Luna le gustara eso —dijo bajando las escaleras de caracol.
Ron miró a su taza con té de gurdirraíz y se estremeció al pensar en la cena.
—¿Pueden creerlo? Es increíble en que crea en semejante tontería. Las Reliquias de Muerte. Sí, claro —dijo Hermione cruzando sus brazos sobre su pecho.
Harry se acomodó las gafas.
—Creo que fue una pérdida de tiempo —dijo.
—Aunque no hay que olvidarnos que la capa de si existe —dijo Ron—. Tú eres el dueño de la Capa de Invisibilidad —argumentó cuando Harry lo miró.
—Pues si realmente existieran las Reliquias… —dijo Harry—. ¿Cuál escogerían?
—La capa —dijo Hermione.
—La varita —dijo Ron.
—La piedra —dijo Harry.
Los tres se miraron, medios divertidos porque habían escogido distintas Reliquias.
—¿La capa? —le dijo Ron a Hermione—. Porque necesitarías hacerte invisible cuando tienes una la varita. Una varita invisible.
—Además, ya tenemos la capa —dijo Harry.
Hermione rodó los ojos.
—Pues si no escuchaste, Ron, todos los que portan la Varita de Sauco han terminado muertos —dijo la chica.
—Solo los idiotas terminaron muertos, Hermione —dijo Ron—. Yo no estaría proclamando que soy dueño de la Varita de Sauco.
—Ah, ¿sí? —dijo Hermione—. Tú no eres muy discreto que digamos.
Ron frunció el ceño. Harry sonrió, todo parecía volver a la normalidad entre sus amigos. Pero luego se puso serio.
—Pues yo escogería la piedra —dijo—. Así podríamos traer de regreso a Sirius… Ojoloco… Dumbledore… y a mis padres…
Hermione y Ron no supieron que decir.
—Pero Harry —empezó Hermione—, el cuento dice que los muertos no se sentían felices con volver al mundo de los vivos.
Harry miró a su amiga.
—Lo sé —dijo.
Los tres se quedaron callados. Pero un olor muy fuerte que venía de la cocina los hizo hacer un gesto. Y Harry se preguntó si lo que el señor Lovegood estaba cocinando seria comestible.
—Sin embargo, ¿qué hay de la capa? —preguntó Ron.
Hermione le contestó, pero Harry no prestó atención, miró la escalera, donde él creía estaba la habitación de Luna. Empezó a subir las escaleras, Hermione se dio cuenta.
—Harry, ¿qué haces? No creo que debas hacerlo. No es educado.
Pero Harry no la escuchó, siguió subiendo hasta llegar a la habitación de Luna. La chica había decorado su habitación con cinco caras pintadas de Harry, Ron, Hermione, Ginny y Neville. Y había una fina cadena dorada tejida alrededor de las pinturas uniéndolas, con una palabra que siempre se repetía: amigos.
Harry estudio la peculiar habitación por unos minutos más, dándose cuenta de que nadie había dormido allí en mucho tiempo, ya que el polvo estaba acumulado. Eso le pareció raro, ya que según Xenophilius Luna estaba con él.
Cuando volvió al piso inferior con sus amigos, Hermione se le acercó.
—¿Qué pasa? —le preguntó.
Pero Harry no pudo contestar porque Xenophilius apareció por las escaleras, pero ahora con una nueva bandeja en las manos.
—Señor Lovegood —dijo Harry—. ¿Dónde está Luna? —preguntó al ver que solo había traído cuatro tazones en la bandeja.
—Ya se los dije, Luna está en el lago pescando algunos plimpies —dijo Xenophilius con nerviosismo.
Hermione frunció el ceño.
—Entonces ¿por qué solo ha traído cuatro tazones en la bandeja? —dijo Harry—. ¿Y porque la habitación de Luna parece vacía? Su ropa no está y toda la habitación parece llena de polvo.
Xenophilius dejó caer la bandeja que llevaba en las manos, provocando un gran estallido; miró a los tres chicos, su rostro demacrado y pálido, se puso aún más pálido.
Para ese entonces, Harry, Ron y Hermione sabían que algo andaba mal, así que sacaron sus varitas —Harry ahora portaba la varita que Ron le había quitado a uno de los carroñeros que lo habían apresado— y apuntaron hacia Xenophilius, pero este no hizo la intención de sacar su varita.
En ese momento la imprente dejo de funcionar, haciendo mucho ruido, eso llamo de los chicos porque la imprenta también empezó a arrojar los ejemplares por todas partes.
Hermione se agachó a recoger uno, y rápidamente empezó a leer y luego se lo enseñó a Harry.
En la portada de El Quisquilloso, estaba la foto de Harry con el título “El Indeseable Número 1” y abajo la recompensa.
Harry miró a Xenophilius.
—Al parecer El Quisquilloso cambio de bando —dijo Harry.
—¿Qué hizo cuando fue a llamar a Luna, señor Lovegood? ¿Mandarle una carta al Ministerio? —dijo Hermione, volviendo a apuntarlo con su varita.
Xenophilius bajo la mirada.
—Se llevaron a mi Luna —gimió, casi pareciendo a un perro herido—. Todo por apoyarte, muchacho, por creer en ti, por tu culpa me quitaron a mi Luna, a mi hija.
Hermione bajo la varita, suprimiendo un grito de horror.
—Y ahora no sé dónde está o lo que han hecho con ella…
—¿Y qué es lo que ha hecho? —siseó Ron.
—Lo siento mucho, pero… pero tal vez me… me la devuelvan… si yo… yo…
—¿Entrega a Harry? —dijo Hermione mirando desesperadamente por todo el alrededor.
—Lo siento, lo siento mucho, Potter… no tuve otra opción…
—¡Maldito viejo cobarde! —rugió Ron—. ¿Qué cree que dirá Luna si se entera? Ella tiene diez mil veces más agallas.
Xenophilius empezó a sollozar, abrazándose a sí mismo.
—¡No! ¡No hay trato! No entregaremos a Harry —volvió a rugir Ron.
—Ya es tarde, llegaran en cualquier momento —dijo Xenophilius en un tono bajo—. Lo siento, Potter, pero eras tú o mi hija… y la vida de mi hija vale más.
—Vámonos —dijo Hermione caminando hacia las escaleras, pero Xenophilius se puso al frente.
—Apártese de nuestro camino, señor Lovegood —dijo Harry acercándose a Hermione—, no nos obligue a hacerle daño —advirtió.
Ron también se acercó a sus amigos, apuntando con la varita al padre de Luna.
—¡Harry! —gritó Hermione señalándole la ventana. Por allí se vislumbraban unas sombras oscuras. Harry y Ron miraron hacia donde les señalaba Hermione; Xenophilius aprovecho ese momento para sacar su varita y apunta a Harry, este se dio cuenta y empujo a sus amigos lejos mientras le lanzaba un hechizo aturdidor a Xenophilius, este se alzó y se golpeó contra el cuerno de Erumpent.
Hubo una explosión, haciendo que todos los papeles y adornos de la sala volaran por todos lados, una nube blanca lleno la estancia, Hermione había caído hacia un lado golpeándose la espalda, los chicos sí pudieron evitar la explosión por sus rápidos reflejos que tenían por jugar quidditch.
Ron se acercó a Hermione y la ayudo a levantarse, Harry se acercó a ellos y cuando empezaban a bajar las escaleras, escucharon como la puerta principal se abría de golpe.
—No había necesidad de venir con tanta prisa a la casa del chiflado, Travers —dijo una voz áspera.
—Y bien, Lovegood, ¿por qué diablos nos has hablado? —dijo el tal Travers—. Como sea otra de tus estupideces, no volverás a ver a tu encantadora hijita.
—Solo espero que no sea otro asqueroso sombrero ensangrentado —dijo el otro hombre—. Recuerda que eso no te sirvió la otra vez para intercambiarlo por tu hija.
Se escuchó un golpe seco.
—Ya déjalo, Selwyn, lo volverás más chiflado de lo que está.
—¡No! ¡No… por favor! Es Potter… si, él está arriba… de verdad —dijo Xenophilius entre tartamudeos.
Se escuchó una risa burlona.
—Bien, veamos si es cierto lo que dices, porque si estás mintiendo pedazo de porquería, la pagaras —dijo Selwyn.
—Es verdad. Es Potter… tienen que creerme —dijo Xenophilius—. Allí esta, pero por favor devuélvanme a Luna.
—Está bien, tendrá de regreso a tu hijita, si subes y me traes a Potter —dijo Travers.
Xenophilius se levantó del suelo y comenzó a subir las escaleras desvencijadas.
—Vamos —susurró Harry—. Salgamos de aquí.
—Bien —dijo Hermione—. ¿Confías en mí, Harry? —el aludido asintió—. Entonces, vamos —Hermione le pidió a Ron que se pusiera la capa, Ron no comprendía, se suponía que era Harry quien tenía que ocultarse, pero, de todas formas, hizo lo que Hermione le dijo y desapareció al instante.
Mientras Xenophilius trataba de entrar a la destartala sala, pero no podía.
—Sujétame muy fuerte —le pidió Hermione a Harry.
Harry la sujeto y en ese momento la cara de Xenophilius se apareció por uno de los escombros.
—¡Obliviate! —dijo Hermione directo al hombre, busco la mano de Ron y la apretó cuando la encontró—. ¡Deprimo! —los tres cayeron entre los escombros del piso, sujetándose fuertemente de las manos, se pararon y comenzaron a lanzar hechizos de protección en todas direcciones mientras corrían.
—Es un maldito traído —siseó Ron.
—Tienen a Luna, y él la quiere de regreso, debemos comprenderlo —dijo Hermione.
—Igual creo que es un traidor —insistió Ron.
—Eres maravillosa, Hermione, nuevamente nos salvaste. Gracias —le dijo Harry, cuando ya estaban alejados de la casa.
—Más que maravillosa —dijo Ron—. Eres como un ángel —la chica se sonrojó por el cumplido—. Y tenías razón sobre el cuerno de Erumpent, ahora la casa del viejo está destruida.
Cuando ya estaban a salvo, los tres chicos aparecieron en un bosque y se dedicaron a arma la tienda de campaña.

***

—Blaise Zabini, ¿qué haces aquí? —le preguntó Bellatrix.
La oscura bruja encontró a Zabini por uno de los pasillos que llevaba a los calabozos de la mansión Malfoy.
—Señora —dijo Zabini inclinando la cabeza en señal de respeto—. Solo venía a ver a la hermana de Potter. Tengo curiosidad —agregó, al ver que la bruja no quitaba su mirada de él.
—¿Por qué? ¿Acaso nunca la has visto? Tenía entendido que estudiabas junto a ella en Hogwarts.
—Ella es un año menor que yo, así que no íbamos a las mismas clases…
—Sí, sí, sí, como sea… ¿Qué piensas hacer con ella? —preguntó la bruja socarronamente.
Zabini sabiendo de lo sádica que era la bruja, sonrió con malicia.
—Solo quiero hacerle una visita especial.
Bellatrix soltó una risa demente al imaginarse en como torturaría el joven mortífago a la hermana del peor enemigo de su Lord.
—Está bien, puedes seguir, solo no la lastimes mucho, al Lord no le gustara y tampoco a Draco.
—¿A Draco? —preguntó Blaise.
—Sí a él, cuida mucho de la niña estúpida esa —la bruja volvió a reír—. Draco resulto ser mejor que su padre, cuida de su prisionera, no quiere que nadie de nosotros se le acerque, solo él puede lastimarla —hizo una pausa—. Será mejor mortífago que el idiota de su padre, claramente la astucia la heredo de los Black.
¿Solo él puede lastimarla? ¿O solo él puede desearla?, pensaba Zabini.
El moreno volvió a inclinar la cabeza hacia la bruja, para después seguir su camino hacia los calabozos.
Todo ese pasillo era oscuro, frío, y olía a moho. Zabini hizo un gesto de desagrado.
Se detuvo frente a las rejas oxidadas, tratando de observar hacia dentro, pero fue imposible, allí estaba más oscuro que en los pasillos.
—Potter —la llamó—. Potter, vamos, es inútil que te escondas, sé que estas allí —sacó su varita del bolsillo de su túnica—. Lumus —dijo, y una brillante luz alumbro el calabozo. En un rincón pudo divisar a un duende, no le tomo importancia, alumbro hacia otro extremo y allí, pudo ver a Lunática, pero recostada junto a ella, estaba una chica pelirroja—. Potter —la volvió a llamar.
La pelirroja, había escuchado que alguien la llamaba —o creían estar llamando a la verdadera Nicole Potter—, pero esa voz no era la de Draco, así que asustada se acurruco más en Luna, la cual la había abrazado al sentirla temblar.
—Potter —insistió Zabini—, mírame cuando te hablo —gruñó—. ¿Qué demonios te pasa? ¿Dónde dejaste tu valentía Gryffindor? —se burló, pero ni aun así la chica lo miró.
Parece otra, pensó el mago.
—Zabini. Blaise Zabini —dijo Luna, levantando la mano para cubrirse de la cegadora luz. Estando tanto tiempo en la oscuridad, la vista se acostumbra a ella.
—Lunática… que grata sorpresa —rió entre dientes—. Podrías decirle a tu amiga que dé la cara, casi parece una Hufflepuff escondiéndose tras de ti.
Diane con la apariencia de Nicole, sintió crecer una furia al escuchar la burla en su voz. Así que, armándose de valor, se levantó y miró de frente a Zabini.
—Vaya, vaya, Potter… cuanto tiempo sin vernos. Déjame verte bien —dijo y alumbro hacia la pelirroja—. Sabes, hay algo raro en ti —murmuró.
Siguió mirándola para encontrar eso que la hacía ver tan distinta, pero antes de que pudiera seguir con su inspección, alguien le puso una mano sobre el hombro y lo apretó.
—¿Qué haces aquí? —siseó una voz, que Zabini reconocía muy bien.
Giró levente la cabeza y sonrió con burla, sacudiéndose la mano de Draco.
—Draco, amigo mío.
—¿Qué haces aquí? —repitió Draco en un tono de voz bajo, amenazante.
—Solo quería ver a tu… perdón, a Potter.
—¡Vete! —siseó.
—Que poco cortés. Te has vuelto un mal educado, amigo.
—No te lo voy a volver a repetir, Blaise. ¡Vete!
—Está bien, me voy —dijo Zabini, levantando las manos en señal de que no quería peleas, pero en ese momento, un recuerdo llego a su cabeza.
—Ella está esperando un hijo mío —susurró Draco.
—¡¿Qué?! —dijo Zabini—. ¿Estás seguro que ese hijo que espera es tuyo, Draco? No lo creo. Además, yo nunca me enteré que tú y la rojita Potter tenían algo.
—No tengo que contarte todo lo que hago, o con quien salgo —gruñó Draco.
—Claro —dijo Zabini sonriendo como si hubiera descubierto la cura de todos los males del mundo—. Eso era.
—¿De qué rayos estás hablando? —dijo Draco.
—De Potter. De tu querida Potter.
Draco frunció el ceño.
—No se suponía que ella estaba embarazada —dijo Zabini, volvió la cabeza hacia el calabozo, pero antes de siquiera poder hacerlo, Draco lo tomo del cuello de su camisa—. ¿No crees que Potter ya debería tener un vientre muy abultado?


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