POV Autora
—¡HERMIONE!
—bramó Ron, volviendo a patear las rejas—. ¡HERMIONE!
—¡Cállate,
Ron! —le dijo Harry, estaba prácticamente a ciegas en ese lugar tan oscuro, y
tener el rostro hinchado no ayudaba—. Tenemos que buscar la manera de salir de
aquí.
Harry
estaba furioso, Greyback no solo miraba lascivamente a su amiga, sino que
también quería a su hermana. ¿Qué demonios? ¿Cómo él sabía que su hermana era
hermosa? Le daba nauseas de solo pensar en lo que pasaría si el licántropo
ponía sus manos en Hermione y en su hermana.
—¡HERMIONE!
¡HERMIONE! —seguía bramando Ron como un poseso.
—Ron,
escúchame —le dijo Harry—, tenemos que hacer un plan, no nos podemos quedar
aquí…
—¿Harry?
—susurró una voz—. ¿Ron? ¿Son ustedes?
Ron
dejó de gritar. Y alguien se movió, se escuchaba los quedos pasos de alguien,
acercándose.
—¿Harry?
¿Ron? —volvió a interrogar la misma voz.
Harry
fue el primero en reconocer esa voz.
—¿Luna?
—¡Sí,
soy yo! —dijo más alto—. Me raptaron cuando estaba en el tren para ir a mi casa
para Navidad —contó.
—Lo
lamento, Luna —dijo Harry.
Un
grito desgarrador se escuchó.
—¡HERMIONE!
¡HERMIONE! —gritó Ron.
—¿Cómo
podríamos salir de aquí? —dijo Harry, sintiéndose culpable por el dolor que
estaba sufriendo su amiga. Si tan solo no hubiera mencionado el nombre del mago
oscuro, esto no estaría pasando.
—No
se puede, Harry —dijo Luna—. Ni el señor Ollivander ni yo hemos podido salir.
Harry
iba a preguntar por el fabricante de varitas, cuando la maligna voz de
Bellatrix —que era tan alta—, se pudo oír hasta en las mazmorras.
—¡Maldita,
sangre sucia! Dime ¿de dónde has sacado esa espada? ¡No pienso preguntártelo
otra vez!
No
se escuchó la voz de Hermione.
—¡Dime!
¿Cómo la consiguieron? ¡Crucio!
—¡NO!
¡HERMIONE! —gritó Ron, jalándose tan fuerte de lo cabellos, que casi podía
arrancárselos—. ¡MALDITA SEA! ¡TENGO QUE SALIR DE AQUÍ!
—No
hay forma de salir, Ron —repitió Luna—. La celda es a prueba de fugas. Yo lo
intenté al principio, pero nada funcionaba, por eso desistí.
—¡Tiene
que haber una maldita forma! —gruñó Ron.
—El
señor Ollivander lleva mucho más tiempo que yo aquí, y él tampoco ha podido
escapar.
—Esto
no es alentador —dijo Dean.
—¿Dean?
—dijo Luna—. Vaya. Hola, Dean —lo saludó.
Dean
no respondió al saludo, ¿cómo podría? Que no se daba cuenta que esa no era una
visita de cortesía; estaban prisioneros.
—No
te creo, maldita sangre sucia —escucharon nuevamente la voz de Bellatrix.
—Es…
fa-falsa…
—¡Mentirosa!
¡Crucio!
Otro
terrible grito.
—¡HERMIONE!
—Ron ahora empezó a patear las paredes de piedra, no le importaba hacerse daño,
lo único que quería era salir y rescatar a Hermione.
—N-no…
mi…mien-to… —la voz de Hermione era dolorosa—. Es… u-una… copi-a.
—¿Una
copia? —gritó Bellatrix para luego soltar una desquiciada risa—. ¿Cómo te
atreves a mentirme, asquerosa sangre sucia? ¡Tú has estado en mi cámara de
Gringotts? ¿Qué más te robaste? ¡Dime la verdad!
—Nun-ca…
he… es-tado en… en su cá-caámara…
—¡Embustera!
¡Dime la verdad! ¡Dime la verdad! ¡O juro que te atravesaré con este cuchillo!
Hermione
gritó otra vez, y Harry sintió un dolor muy fuerte en su pecho, su amiga estaba
siendo torturada y él no podía hacer nada para defenderla.
Harry
desesperado, saco de la bolsa que tenía alrededor de su cuello, la mitad del
espejo que le había regalo su padrino, lo puso frente a su cara, y aunque no
podía ver su reflejo…, pero de pronto le pareció divisar un rayo de azul
chispeante, ¿acaso eso era el ojo de Dumbledore? ¿O se lo estaba imaginando? No
lo sabía a ciencia cierta, he hizo lo que tenía que hacer, rogó por ayuda.
—¡Por
favor, ayúdanos! —chilló con desesperación al seguir escuchando los gritos de
dolor de su amiga—. Estamos en la mansión Malfoy. ¡Ayúdanos!
El
ojo parpadeó y luego desapareció.
Harry
aun veía hacia el espejo sin ver. Movió el espejo, tratando de que ese ojo
volviese aparecer. No lo consiguió.
—¡HERMIONE!
¡HERMIONE! —seguía gritando Ron.
—¿Cómo
entraste en mi cámara? ¡Responde! ¡Crucio!
—gritó Bellatrix—. ¿Acaso ese maldito duende te ayudo?
—¡Lo
acabo… de co-conocer! —la voz de Hermione era débil—. Nunca… he esta-do… en… su
cá-cámara. ¡Esa espada… es solo una… c-copia!
—¡Sigues
diciendo lo mismo! ¡No te creo! —gruñó la bruja—. Pero solo hay una forma de
averiguarlo. ¡Draco trae al duende! Él verificara si lo que dice la sangre
sucia es cierto o no.
Harry
guardo rápidamente el espejo.
—Griphook
—lo llamó Harry, pero el duende no contestó—. ¡Griphook! —insistió teniendo la
misma respuesta: silencio.
Ron
desesperado quiso ir y matar al duende, pero no sabía dónde estaba, no veía
nada. y de pronto recordó; él era dueño de un Desiluminador. Lo sacó de su
bolsillo con un click lo encendió,
aparecieron las luces que había succionado de la tienda de campaña, estas se
alzaron en el techo, miró por cada rincón hasta que lo halló.
Se acercó al duende.
—Griphook
—susurró, casi amenazante—, tienes que decirle que la espada es falsa —el
duende no lo miró—, por favor… ayúdanos —terminó rogando—. Harry dile algo…
Pero
Harry no lo escuchaba, con las luces en la celda había podido ver una cabellera
pelirroja en un rincón, primero pensó que era Ginny, pero no, la chica era más
menuda que su ex novia.
Nicole.
No
lo pensó, corrió hacia ella y la abrazó.
—Nicole
—le dijo desesperado, pero la chica no reaccionaba, estaba tiesa y con la
mirada perdida—. ¿Qué te sucede? ¿Qué te han hecho? —elevó su voz.
—Solo
está en shock —dijo Luna. Y así era, luego de que Draco la empujara, ella cayó
al suelo, Luna como pudo se acercó a ella, la ayudo a ponerse de pie y la llevó
junto a ella, la rodeó con sus brazos, pero la chica no hizo ni el más mínimo
movimiento.
Ron
también se sorprendió al verla allí.
Unos
pasos se empezaron a escuchar, Ron automáticamente volvió accionar su
Desiluminador y todo volvió a quedar a oscuras. Los pasos se detuvieron en las
rejas, hubo un sonido y las rejas se abrieron.
—¡Quédense
atrás! —ordenó Draco, con voz amenazante—. ¡Todos contra la pared! ¡No hagan
ninguna estupidez o lo lamentaran!
Ron
tenía unas ganas tremendas de darle un empujón a Draco y salir de allí, pero
luego reflexionó, si hacia eso no llegaría muy lejos, había muchos mortífagos
más en esa casa, y lo único que conseguiría seria arriesgar mucho más a
Hermione. Así que apretando los puños y tragándose su ira, hizo lo que le
ordenaron.
Draco
entro a la celda, tenía su varita en la mano y una luz salía de ella, busco al
duende, y cuando lo encontró lo levantó con brusquedad de un brazo y sacó de la
celda, un nuevo sonido se escuchó, la celda había sido cerrada nuevamente.
Ron
volvió a sacar su Desiluminador y lo acciono, las tres luces iluminaron la
sucia celda. Vio a Harry abrazando a su hermana.
—Nicole
—le decía Harry—. Reacciona, Nicole… por favor… —la sacudió levemente por los
hombros.
Pero
la pelirroja seguía sin responder.
Todos
miraban al chico, tratando de reanimar a su hermana.
Ron
se acercó a su amigo, para ayudarlo.
—Hey,
Nicole —le dijo Ron, arrodillándose a su lado, paso una mano por su rostro,
pero ella ni siquiera parpadeó—. Mierda —gruñó.
—¿Desde
cuándo está aquí? —preguntó Harry a nadie en particular.
—Semanas
—Luna fue la que respondió—. No sabría decirte cuantas, porque aquí se pierde
la noción de tiempo.
—Pero,
¿cómo? No se suponía que estaba al cuidado de mis padres —dijo Ron, mirando a
la Ravenclaw.
—Eso
es lo que se suponía —susurró Luna.
—¿Quién
la trajo? ¿Greyback? —preguntó Harry, con una voz amenazante.
—No.
No fue él. Fue Draco Malfoy —respondió Luna.
Harry
se llenó de ira. Ira que era dirigida a su némesis de toda la vida: Malfoy.
—Maldito
Malfoy —gritó, sin que le importarse que lo escuchasen—. Algún día me las
cobraré.
Acto
seguido, Harry colocó sus manos sobre los delgados brazos de su hermana y la
puso de pie.
—Vamos,
Nicole; tienes que reaccionar —decía Harry—. Nicole —la volvió a sacudir, el
cuerpo de la pelirroja se movió como si fuera una muñeca de trapo—. Por favor,
reacciona, te prometo que te sacaré de aquí. Te pondré a salvo y no volverás a
pasar por eso una segunda vez —Harry sacudió nuevamente a la chica, pero esta
vez con más fuerza. La túnica de la pelirroja se abrió, mostrando su vestido
celeste, y Harry ahora que ya se había acostumbrado a la luz y a su nueva
imagen, dirigió su vista al vientre plano de Nicole. El ojiverde se quedó
estático, ¿acaso su hermana no estaba embarazada? ¿Acaso para esas fechas su
hermana no debería tener un vientre de lo más abultado? ¿O es que estaba
equivocado? Empezó a contar los meses mentalmente, ella por lo menos debería
tener unos siete meses de embarazo; pero ¿entonces?—. ¿QUÉ DEMONIOS LE
HICIERON? —gritó con tal furia que hizo que Ron cayera sentado en el suelo, espantado.
***
—¡CRUCIO!
—gritó Bellatrix con gran satisfacción y odio mezclados. La maldición golpeó a
Hermione otra vez.
Ella
gritó de dolor, no sabía cuánto tiempo más podría soportar esa tortura.
Seguido
de sus gritos, el gritó de Ron, lleno de impotencia también se escuchó hasta la
sala. Bellatrix rió con tanta diversión, que cualquiera pensaría que le habían
contado un buen chiste.
—¡Que
divertido! —se mofó.
En
ese momento, Draco entró a la sala arrastrado a un duende. Y solo lo soltó
cuando estaban a unos pasos de su demente tía.
Bellatrix
dirigió su oscura mirada al duende.
—¿Y
bien? —gruñó Bellatrix a Griphook—. ¿La espada es auténtica? Porque esta
asquerosa sangre sucia dice todo lo contrario.
El
duende estiro su mano para que le dieran la espada de Gryffindor, cuando la
tuvo en sus manos, la reviso minuciosamente.
—Es
falsa, aunque parece una copia bien hecha si me permite decirlo.
—¿Estás
completamente seguro? —bramó Bellatrix apuntándolo con su varita directamente a
la cabeza.
—Sí
—respondió el duende con voz chillona.
Bellatrix
rechinó los dientes, pero en su demente rostro se pudo ver alivio.
—Bien
—dijo—. Colagusano —gritó, unos pocos minutos después el mortífago calvo hizo
acto de presencia—. Lleva a este duende a su celda —le ordenó.
Colagusano
miró de reojo a la castaña tirada en suelo, su cuerpo temblaba levemente, tenía
las mejillas rojas y las lágrimas rodaban por ellas; no pudo evitar recordar,
cuando esa bruja era una niña y siempre la escuchaba discutir con su amo pelirrojo, a decir verdad, la
inteligencia de esa chica le recordaba tanto a la de Lily. Tomó del brazo a
Griphook y salió por la puerta, arrastrándolo.
Bellatrix
miró a su víctima, sonrió.
—Que
hayas dicho la verdad, no te salvara —dijo con una voz de niña asquerosamente
tierna, y luego una malvada sonrisa se formó en sus labios—. ¡Crucio!
Hermione
volvió a gritar y a revolcarse de dolor.
Draco
estaba parado junto a su madre y su padre, pero no miraba a Granger ni a su
tía, había dejado de mirar tal tortura desde el momento en que Bellatrix le
había lanzado el segundo Crucio a la
castaña.
Hermione
Granger, nunca le había caído bien, por ser una sabelotodo insufrible y por
superarlo en sus notas, dejándolo en vergüenza con su padre. Pero ahora, viendo
lo frágil que parecía ser, no podía evitar sentir lastima por ella. Él tenía la
mano derecha dentro del bolsillo de su túnica y desde allí apretaba con fuerza
su varita.
***
—¡SON
UNOS MALDITOS DESGRACIADOS! —bramó Harry. Estaba muy enojado, como nunca antes
había estado. Le habían hecho una atrocidad a su hermana. Le habían arrancado
el niño que crecía en su matriz—. ¿QUIÉN LE HIZO ESTO? ¿FUE MALFOY? —gritó.
—¿De
qué habla? —dijo Dean, confundido, él nunca había vista a Harry tan enojado,
tan violento; y temía por lo que fuera a suceder.
Y
de pronto un crac sonó en la celda.
Todos
volvieron su vista hacia el ruido. Era Dobby, el elfo doméstico que le estaba
muy agradecido a Harry por concederle la libertad.
—¡Harry
Potter! —chilló Dobby, él lo había reconocido por sus gafas—. Dobby ha venido a
rescatarte y…
En
ese momento Harry dejó a su hermana sentada contra la fría pared.
—¿Dobby?
Pero ¿cómo…? —dijo Harry, aún estaba terriblemente enojado, pero sintió una
especie de esperanza en cuanto lo vio.
Un
nuevo gritó desgarrador se escuchó. Ron se acercó hasta las rejas.
—Tenemos
que salvar a Hermione —dijo.
—Dobby,
¿puedes desaparecer fuera de esta celda? —le preguntó Harry.
El
elfo asintió enérgicamente.
—¿Y
puedes desaparecer con personas?
Dobby
volvió a asentir.
—Bien,
pues entonces quiero que tomes a Luna, Dean, el señor Ollivander… y a mi
hermana —le dirigió una mirada apenada—, y te los lleves a… a… —Harry no sabía
a donde mandarlos.
—A
la casa de mi hermano Bill y Fleur —dijo Ron—. En Shell Cottage a las afueras
de Tinworth.
Dobby
asintió nuevamente.
—Y
luego regresas aquí. ¿Podrás hacerlo? —le preguntó Harry.
—Dobby
puede hacer cualquier cosa por Harry Potter y sus amigos.
Luna
y Dean protestaron, diciendo que querían ayudarlos, pero Harry no aceptó sus
protestas, lo único que quería era poner a salvo a todos.
Se
llevó una mano a la cicatriz, el dolor era insoportable, pero luego pudo verlo
a él, y no estaba solo, estaba con un desgraciado hombre. Cortó la conexión,
ahora lo importante era salir de ese lugar y salvar a Hermione.
Dobby
se acercó a Luna, Dean y el señor Ollivander para desaparecer de allí, Harry lo
detuvo un momento, falta su hermana, caminó hacia ella, la levantó del suelo y
la acercó al lado de la rubia, ella al instante la tomó del brazo.
Y
con un nuevo crack, Dobby desapareció
de la celda.
Ahora
solo quedaban Harry y Ron.
Se
escucharon unos pasos nuevamente, los dos chicos se pusieron alerta. Ron volvió
a accionar su Desiluminador, y todo quedó a oscuras otra vez.
—¡Atrás!
—dijo una voz familiar para ellos—. ¡Apártense de la puerta! —se escuchó como
las cerraduras de las rejas se abrían. Colagusano entró en la celda, tenía su
varita apuntando al frente, de la cual salía una luz, dejó caer al duende en el
suelo. Miró a su alrededor, y allí vio al hijo de su amigo y a su antiguo amo.
Harry
y Ron ya habían acordado de abalanzarse contra cualquier mortífago que hiciera
acto de presencia, y para su disgusto fue el traidor de Colagusano.
Los
dos de abalanzaron hacia el mortífago, Ron con rapidez logró quitarle la
varita, pero Harry fue el que se llevó la peor parte, ya que Colagusano lo tomo
del cuello con su mano de metal. Le estaba quitando todo el aire, y si
Colagusano seguía apretando más su cuello pronto ya no respiraría.
—¡Suéltalo!
—le exigió Ron, apuntándolo a la cara con su propia varita, pero Colagusano lo
ignoró—. ¡Te exijo que lo sueltes!
—¿Vas
a matarme? —logró decir Harry, tratando de apartar los dedos de metal de su
cuello—. ¿Después de que te salve la vida? —el mortífago recordó cuando Sirius
y Remus quisieron matarlo—. ¡Te salve la vida! ¡Y tú me debes una, Colagusano!
Colagusano
se quedó inmóvil unos segundos, pero luego miró al chico al cual estaba
intentando matar y recordó a James, el cual le había brindado su amistad y
protección; lentamente fue aflojando sus dedos, hasta que finalmente Harry fue
liberado.
Harry
se llevó las manos al cuello, masajeándoselo. Ron aun lo apuntaba con la varita
al mortífago.
Y
en ese mismo instante Colagusano soltó un chillido de sorpresa, Harry levantó
la cabeza, y lo que vio lo sorprendió, la mano metálica de Colagusano ahora se
cerraba contra su propio cuello, apretando con mucha fuerza.
—¿Qué
demonios? —dijo Ron.
Harry
no lo pensó dos veces, rápidamente se acercó al mortífago que solo hace unos
minutos había querido matarlo, y trato de aflojar los dedos del cuello de
Colagusano. Una tarea inútil, ya que cada vez que lo intentaba, parecía que los
dedos se cerraban con mucho ímpetu alrededor del cuello del mortífago.
Esa
mano metálica que le había dado Voldemort hace unos años —luego de que
Colagusano se cortara su mano para terminar de hacer la poción— parecía tener
vida propia, era como si estuviera castigando al traidor.
Ron
se acercó a ayudar también, pero esa mano maldita parecía tener mucha más
fuerza que ellos. Nada serviría.
La
cara de Colagusano, ya había perdido todo color para pasar un azul.
Ron
intento con un hechizo. Tampoco funcionó.
El
cuerpo de Colagusano cayó al suelo, y en ese momento Harry y Ron supieron que
ya nada se podía hacer con él.
Se
miraron ambos horrorizados por lo que acababan de presenciar, pero entonces, un
nuevo gritó de su amiga los hizo salir rápidamente de esa celda, pero antes
Harry tomó del brazo a Griphook lo llevaron con ellos.
Con
mucho sigilo subieron unas escaleras para dirigirse a la sala de estar de esa
maldita mansión. Se arrastraron con cuidado hasta llegar a la misma puerta por
donde Greyback los había arrastrado.
Abrieron
la puerta, y justo en ese momento Bellatrix le estaba diciendo a Greyback que
se podía quedar con la sangre sucia.
Ron
entró corriendo a la sala, lleno de ira, esa bestia no le pondría sus garras a
su Hermione.
Greyback
no pudo acercarse a Hermione, porque vio que un pelirrojo entraba corriendo
seguido del feo Potter.
—¡Expelliarmus! —gritó Ron apuntando con
la varita de Colagusano. La varita de la desquiciada bruja voló por los aires,
cayendo finalmente a la mano de Harry.
El
duende se acurrucó en una esquina de la sala, protegiéndose del futuro duelo.
Lucius,
Narcissa y Draco miraron a sus prisioneros, allí en su sala. Y Draco hizo un
ligero gesto —que se podía tomar como sonrisa— al verlos allí. En el fondo
sabía que ellos buscarían una manera de salir de esa celda.
Los
Malfoy sacaron sus varitas y empezaron a lanzar hechizos, Harry los bloqueaba
al igual que Ron, pero este estaba más pendiente de Hermione, empezó a
acercarse a ella bloqueando los hechizos que le lanzaban. Pero Bellatrix
adivinando sus intenciones se le adelanto y cogió a Hermione por el cuello,
poniendo como escudo, dado el caso de que le lanzaban un hechizo, la única que
saldría lastimada seria Hermione.
Ron
detuvo sus pasos, y Bellatrix al ver lo que había conseguido, sacó su cuchillo
maldito y lo puso en el cuello de Hermione.
—¡ALTO
O LA SANGRE SUCIA MUERE! —gritó la mortífaga.
Harry
logró bloquear el hechizo que le había lanzado Narcissa; y se detuvo, mirando a
Bellatrix y a su amiga.
Toda
la sala había quedado destruida en cuestión de minutos, los sofisticados sofás
estaban de cabeza, sin patas, los adornos estaban rotos en el suelo, algunas
lámparas tampoco habían sobrevivido.
—Ahora,
dejen caer sus varitas —ordenó Bellatrix.
Ron
apretó los dientes, vio a su amiga, por ella lo haría, por ella haría cualquier
cosa, inclusa dar su vida; lanzó su varita al suelo, segundos después Harry
hizo lo mismo.
Bellatrix
soltó una carcajada llena de odio. Luego le ordeno a Draco recogerlas, este
maldijo internamente, pero igual recogió las varitas, y cuando estaba a punto
de acercarse a su tía para entregarle las varitas, hubo un ruido seco, y
seguido el candelabro de cristal que estaba en el techo, cayó sobre Hermione y
Bellatrix, la mortífaga liberó a la castaña y se lanzó hacia un lado, Ron
corrió hacia Hermione y tomándola de la cintura, puso su cuerpo para
protegerla.
Draco
de dobló a la mitad cubriéndose de los vidrios, mientras que a Harry no se
preocupó por lo vidrios, corrió hacia Draco y en un descuido, no solo le
arrebato las varitas dos varitas que necesitaban, sino que también desarmó al
rubio, para luego correr hacia sus amigos.
Por
su parte el duende había aprovechado la oportunidad de correr y arrebatarle la
espada de Gryffindor a uno de los carroñeros y luego corrió hacía el trío de
oro.
Los
amigos buscaron quien había sido el culpable de tal acto, que, de cierta
manera, les había brindado una gran ayuda.
—¡Dobby!
—gritó Narcissa, la cual estaba abrazando a su hijo protectoramente—. ¿Tú
hiciste esto?
—Dobby
hizo lo que tenía que hacer —chilló el elfo—. Nadie tiene que dañar a Harry
Potter y a sus amigos.
—¡Desmaius! —gritó Harry al ver a
Greyback queriendo acercarse a ellos.
El
licántropo cayó al suelo con un ruido sordo.
Lucius
se paró del suelo y miró con ira al trío, pero no pudo hacer nada porque él no
tenía una varita para atacarlos.
Bellatrix
se arrastró por el suelo en busca de su cuchillo, cuando lo encontró lo tomó y
se levantó, estaba despeinada y tenía algunos cortes en el rostro.
—¡Mata
a ese maldito elfo, Narcissa! —le gritó a su hermana.
Pero
antes de que Narcissa siquiera reaccionara, Dobby con un chasquido se acercó al
trío y al duende, y tomándolos a todos de la mano, se dispuso a desaparecer,
pero antes la furiosa mortífaga lanzó su cuchillo maldito en dirección a sus
prisioneros.
Sin
embargo, el elfo domestico logró desaparecer con los tres chicos y el duende.
***
Eran
las cuatro de la madrugada, cuando Draco Malfoy se apareció en la casa de
Snape, llevaba su capa de mortífago y su máscara.
La
casa estaba oscura y fría, pero por lo menos no hacia tanto frío como en la
calle.
Draco
se quitó la máscara y la guardo en su bolsillo, respiró profundo, y hacerlo le
causo un terrible dolor, no era para menos, después de haber sido castigado por
inepto.
Luego
de que Potter y todos los prisioneros huyeran de su casa, llegó Su señor, estaba furioso, como nunca lo
había visto antes. Le lanzó la maldición Cruciatus
a su demente tía cuantas veces se le dio la gana y a cuanto mortífago tuviera
la desgracia de interponerse a su vista. Incluso, había matado a algunos de sus
mortífagos y se los había dado de comer a su asquerosa serpiente.
Y
por supuesto, su padre y él también fueron castigados —sobre todo él por no
haber cuidado de su prisionera—, aun no sabía cómo había logrado sobrevivir a
tanto dolor. Lo único bueno era que a su madre no le habían tocado ni un pelo.
Caminó
lentamente hasta la habitación de su esposa, necesitaba verla, necesitaba
tocarla y borrar de su cuerpo y mente toda la mierda que pasaba en su casa.
Solo ella era capaz de brindarle un poco de paz, aunque lo despreciara.
—¿Adónde vas, Draco? —había
siseado el Señor Tenebroso cuando lo vio ponerse de pie después de los crucios
que le había lanzado. Y este convocara su capa y su máscara.
Él
había apretado los puños tratando de contener el dolor y la ira.
—A buscar a la hermana de
Potter. La voy a encontrar y la voy a traer otra vez —había sido su respuesta.
Voldemort
en vez de torturarlo nuevamente, se había reído de él, soltando una macabra carcajada.
Y luego lo había amenazado de muerte a él y a su familia, claro, después de
haber maldecido e insultado a cada miembro de su familia.
Luego
de eso Draco había salido al patio de su mansión y había desparecido.
Se
detuvo un momento, recargándose en la pared, nunca en su vida había sentido
tanto dolor como ahora. Solo esperaba que el imbécil de Potter destruyera a la
escoria del Señor Tenebroso, el cual se había hecho dueño de su mansión y de
todo lo que había allí, incluso de ellos.
Luego
sonrió amargamente, era tan retorcido que él, Draco Malfoy, estuviera de parte
de Potter, su eterno rival.
Estaba
a punto de retomar sus pasos cuando escuchó un ruido, y frente a él se
materializó un elfo doméstico.
—Amo
—dijo el elfo haciendo una exagerada reverencia ante él—. Pinky está muy
contento de volverlo a ver.
Draco
ignoró al elfo, que le importaba a él que esa criatura estuviera contento de
verlo. Él lo único que quería era ver a su pelirroja esposa.
—Amo
—volvió a decir Pinky—. La ama Malfoy a…
—¡Largo!
—le dijo Draco, sin siquiera mirarlo.
Tomo
el pomo de la puerta y lo giró, entró a la habitación con pasos lentos y cerró
la puerta.
Caminó
hasta los pies de la cama, y allí pudo ver la silueta de Nicole. Ella dormía
plácidamente, su respiración era calmada, apacible. Él deseo poder tener un
poco de esa calma. Sin pensarlo camino hasta ella, y se acostó a su lado.
Cuanto
había extrañado su aroma, que era como una mezcla floral y chocolate, metió su
nariz en el hueco de su cuello y respiró profundo su fragancia, sin que le
importarse el dolor que le causaba hacer esto. Luego posó sus labios sobre los
de Nicole, en un beso casto y con amor; ella no se despertó, solo suspiró.
Pero
aun no era suficiente, Draco quería sentirla cerca de él, sentir su cuerpo
acurrucado al suyo, para así poder dormir al menos las pocas horas que faltaban
para el amanecer. Levantó su brazo para pasarlo por encima de su vientre y
también sentir así a su hijo, pero cuando logro su cometido, se dio cuenta que el
abultado vientre había desaparecido. Se asustó. ¿Qué demonios había pasado? Esa
Nicole era igual a la falsa Nicole que tenía como prisionera.
Quitó
las con fuerza las sabanas que cubría el cuerpo de su esposa, y con la poca luz
que se filtraba por una pequeña ventana, comprobó que el vientre abultado de
Nicole en realidad si había desaparecido.
Y
después de todo lo que había pasado en su casa, no tenía ningún pensamiento
positivo, así que creyó lo peor.
—Nicole
—la llamó Draco y la movió bruscamente por un hombro para despertarla.
La
pelirroja abrió los ojos lentamente, y se asustó un poco al ver a Draco
prácticamente sobre ella. Pero luego se tranquilizó.
—¿Malfoy?
—susurró con voz pastosa—. ¿Qué haces aquí?
—No
—dijo Malfoy seriamente—. ¿Qué sucedió? —preguntó colocando su mano sobre su
vientre; pero luego se quedó pensativo, contando los meses mentalmente. No
concordaba, aún faltaba dos meses para que ella tuviera al niño.
Nicole
colocó su cálida mano sobre la mano fría de Draco.
—Se
me adelanto el parto —respondió Nicole mirándolo a los ojos—. Nació sano a
pesar de que es prematuro. Ahora está dormido en el moisés —señaló a su lado
derecho.
Draco
miró hacia el lugar que le indicaba su esposa. Y allí lo vio, dentro de un
moisés, dormía entre cobijas blancas su hijo, su primogénito.
—¿Es
un niño? —preguntó Draco, sin apartar la vista del recién nacido.
—Sí
—susurró Nicole, haciendo una mueca de dolor cuando trato de sentarse. Y aunque
la señora Pomfrey le había dado pociones para el dolor, este aun no mermaba.
Draco
lentamente se levantó de la cama y se acercó al moisés. No podía verlo bien en
toda esa oscuridad, pero ahí estaba su primogénito. Podía escuchar su leve
respiración. Llevó su mano hacia la diminuta manita de su hijo y lo tocó, era
cálido, cálido e inocente.
Una
sensación de alegría, felicidad, dicha, miedo y añoranza se revolvía en su
corazón. Se había convertido en padre. Padre a los diecisiete años, aun sonaba
tan irreal en su mente.
Sonrió,
una sonrisa autentica, no una de esas cargada de burla, sarcasmo o frialdad
como la que acostumbraba en su casa.
Nicole
presenciaba todo en silencio, ella aún estaba sensible por el parto, así que no
pudo evitar que unas lágrimas se derramaran de sus ojos. No podía creer que el
frío y arrogante Draco Malfoy estuviera parado allí, frente a su hijo, y que lo
mirada como si fuera una de las maravillas del mundo. Tanta era su felicidad
que hasta empezó a ver al hombre que hace varias semanas le había descrito
Dumbledore. Empezó a ver a ese hombre que en verdad quería protegerla a ella y
a su hijo, un hombre tan distinto al chico arrogante y déspota que conoció en
Hogwarts, tan distinto al chico que le había pedido que terminara con la vida
de su bebé.
Unos
minutos después sintió que Draco se volvía a acostar junto a ella, este paso
una mano por su cintura posesiva y protectoramente y la acercó a él. No hubo
palabras de dichas o promesas de protección, pero ella por primera vez —en lo
que lleva de conocerlo— lo sintió tan humano, y hasta sintió amor por él.
No
supo en qué momento se volvió a quedar dormida, solo que despertó cuando
escuchó un llanto.
Abrió
los ojos al instante y se dispuso a levantarse, pero algo la tenía presa, miró que
era la detenía y vio los brazos de Draco cubiertos por su túnica negra. Sonrió
y suavemente se quitó esos brazos prisioneros.
Se
levantó de la cama con mucho cuidado, ya que aún estaba adolorida, pero todo
ese dolor pareció desaparecer en cuanto vio a su hijo. El niño lloraba
desesperadamente, así que ella lo tomo en brazos y empezó a mecerlo suavemente
mientras le susurraba palabras dulces. Y el niño adivinando que ella era su madre,
dejo de llorar y la observó.
Ella
sonrió y le acarició la cabecita con unos pocos cabellitos rubios; por supuesto
no se podía negar que era hijo de Draco, ya que hasta sus pequeños ojitos eran
del mismo tono gris que del padre y su piel ahora sonrosada dentro de poco
seria pálida. Si todo un Malfoy de pies a cabeza.
El
bebé se removió un poco en los brazos de su madre.
—¿Qué
te sucede, pequeño Harry? —le dijo Nicole maternalmente.
—¿Cómo
lo llamaste? —dijo una voz detrás de ella. Se volvió para encontrarse con Draco,
que tenía el ceño fruncido. Claramente no le gustaba el nombre que le había
puesto a su hijo.