miércoles, 17 de enero de 2018

Un nuevo Malfoy



POV Autora
Los tres chicos estaban paralizados, nerviosos. Hermione no perdió tiempo, y empezó a poner hechizos protectores, pero ya era tarde los carroñeros ya habían entrado en la tienda de campaña, así que lo único que hizo Hermione fue apuntar a la cara de Harry, se escuchó un estallido y una luz blanca salió de su varita.
Harry cayó al suelo por el impacto, y fue incapaz de ver cuando sus gafas se deslizaron de su rostro. Sintió que su cara se hinchó de pronto, se tocó el rostro y sí, definitivamente ese ya no era su rostro.
Los carroñeros se acercaron a los chicos, uno de ellos iba a tocar a Hermione.
—¡No te atrevas a tocarla, maldito asqueroso! —rugió Ron, Hermione dio un bote.
El carroñero se acercó a Ron y lo golpeó en el estómago. Este se dobló por el dolor infringido.
—¡NO! —gritó Hermione—. Por favor no le hagan daño —las lágrimas se le acumularon en los ojos.
—¡Tú! Levante, alimaña —dijo otro carroñero a Harry, levantándolo del suelo con rapidez.
En ese momento, Hermione vio entrar a un hombre —si es que ese sujeto calificaba como hombre— a la tienda de campaña, ese hombre tenía un rostro horrible, aterrador, y de pronto empezó como a olor, su nariz aleteaba como si fuera un perro.
Cuando los ojos azules del mortífago se encontraron los ojos marrones de Hermione, la bestia sonrió lascivamente.
—A tu novio le pasaran cosas peores si está en mi lista —le dijo Greyback a Hermione, con voz rasposa, ella tembló levemente al oírlo—. Tú eres una chica deliciosa… —dijo al volver a oler, de un par de zancadas se acercó a Hermione y con una asquerosa mano le acarició el rostro—, me encanta la suavidad de tu piel…
Hermione sintió que algo se removía en su estómago, era el asco que le tenía a ese hombre. Y entonces lo supo, supo quién era, Fenrir Greyback, el hombre lobo al cual habían hecho un mortífago, el hombre lobo que le había desgraciado la vida a su ex profesor de DCAO, Remus Lupin.
El carroñero que había levantado a Harry del piso rebusco entre sus bolsillos y saco su varita. Harry hizo un gesto, pero hacer esto le provoco un horrible dolor en la cara. Él no sabía que encantamiento le había lanzado Hermione, solo sabía que le dolía mucho y que no le permitía ver muy bien. Fijo su vista y lo poco que pudo ver, Fue a Ron aun retorciéndose de dolor.
Se llenó de coraje cuando vio a ese hombre salvaje tocar a su amiga. Él tenía que hacer algo. se movió para acercarse a su amiga, pero el carroñero lo agarró del brazo rápidamente y se lo apretó.
—Registren la tienda… —dijo otra voz osca.
Y eso hicieron los demás carroñeros, empezaron a buscar entre sus cosas, tirándolas al suelo y rompiéndolas.
—Haber, pero que tenemos aquí —dijo el carroñero alto, que apresaba a Harry, puso una mano bajo la barbilla de Harry y la levantó con brusquedad para que Greyback pudiera verlo—. ¿Quién eres tú? Pareces un sapo inflado —los demás carroñeros se rieron de ese comentario.
Greyback lo miró fijamente.
—Para tragarte necesitaré varios litros de cerveza mantequilla. ¿Quién eres, feo? ¿Qué te paso? —preguntó Greyback.
Harry no contestó.
—Pregunte ¿qué te paso? —gruñó el licántropo.
—Una picadura —respondió Harry.
—Sí, eso parece —dijo el carroñero que lo apresaba.
—¿Cuál es tu nombre? —volvió a cuestionar el licántropo.
Harry respiró profundo y dijo el primer nombre que se le pasó por la mente.
—Vernon… Vernon Dudley.
—Busca en la lista, Scabior —dijo Greyback—. No te preocupes, él no escapara… a menos que quiera morir —dijo cuándo su compañero de fechorías lo miró indeciso. El tal Scabior lo soltó y sacó una lista del bolsillo de su negra túnica—. ¿Y tú, pelirrojo? ¿Cuál es tu nombre?
Ron se había incorporado, y aunque tenía aun cara de dolor, se atrevió a plantarle una mirada fija.
—Stan Shunpike —dijo Ron. Creyendo que, si una vez le había funcionado ese nombre, una segunda sería más fácil.
—¿Crees que soy idiota? —bramó Scabior, acercándose a Ron—. Conocemos a Stan, él ha hecho algunos trabajitos para nosotros —y Ron recibió un nuevo golpe, pero esta vez en la mejilla.
—¡No, ya no lo golpeen! —gritó Hermione, pero los carroñeros la ignoraron, solo Greyback se volvió para mirarla y le sonrió lascivamente.
—Y bien, pelirrojo. No lo volveré a preguntar —dijo Grayback—. A menos que quieras que tu linda y apetecible novia responda por ti.
Ron se llenó de ira.
—Soy Barny —respondió Ron con la boca llena de sangre—. Barny Weasley.
Greyback y Scabior sonrieron.
—Vaya… ¿Un Weasley? —dijo Greyback—. Eso quiere decir que estas familiarizado con los traidores a la sangre y los sangre sucias… y el indeseable número uno —el licántropo rió, pensando en que se llevaría una gran recompensa por parte de su Lord—. Sabes una cosa, Barny… me gusta mucho tu novia, huele exquisita… y su piel me motiva a…
—¡No te atrevas a tocarla, maldito! —gruñó Ron, sin poderse contener.
Greyback volvió a reír. En verdad le causaba gracia que el chico se pusiera de valiente cuando sabía que tenía todas las de perder.
El licántropo se acercó nuevamente a Hermione para molestar al novio, la tomo fuertemente del brazo, provocando que la chica se quejara de dolor; con su otra mano volvió a acariciarle en la mejilla.
Hermione tembló por la forma en que la miraba y la tocaba el licántropo.
—No, lindura, tranquila, todavía no te voy a morder —se mofó—. ¿Quién eres, preciosa? Vamos, espero que tú si seas más rápida que tu noviecito, niña.
—Penelope Clearwater —respondió Hermione, su voz se sonaba aterrada.
—¿Cuál es tu status de sangre?
—Mestiza.
El licántropo asintió.
—Scabior —lo llamó—. ¿Alguno de nuestros nuevos amigos está en la lista?
Scabior negó con la cabeza.
—Pero todos ellos parecen tener edad escolar —dijo Scabior—, y parece que se escaparon. ¿Acaso no saben que es obligatoria asistir a Hogwarts? ¿O es que acaso se están burlando de nuestro señor?
—No… —dijo Hermione—, no nos estamos burlando, solo…
—Solo es un accidente… —dijo Ron.
—¿Un accidente? Dices que fue un accidente, sabes a quien le pasa ese tipo de accidentes, pues a los estúpidos de los aurores y a los miembros de la Orden del Fénix —gruñó Greyback—. Porque ellos son los únicos imbéciles que se atreven a decir el nombre del Señor Tenebroso —y luego soltó una carcajada al ver la expresión colerizada de Ron.
—Bien, ahora ponlos junto a los demás prisioneros —dijo Scabior.
Los carroñeros les ataron las muñecas con una cuerda a Harry, Ron y Hermione, para inmovilizarlos. Y cuando los dejaron solos en un rincón, junto a los demás prisioneros, con toda la seguridad del mundo, ya que ninguno de los tres podría defenderse, los carroñeros siguieron revisando sus cosas.
—¿Alguien tiene su varita? —preguntó Harry en un susurro.
—No —contestaron a la vez Ron y Hermione.
Harry hizo un gesto de pesar, pero hacer eso le conllevo a tener un dolor horrible en la cara. Trato de zafarse de las cuerdas, pero fue inútil.
—Lo siento, todo es culpa mía. Dije el nombre… —susurró Harry con pesar.
—¿Harry? —susurró un chico que estaba de espaldas a él.
A Harry le pareció conocida esa voz, iba a preguntarle quien era, pero esa voz volvió a hablar.
—¿Eres Harry?
Entonces el pelinegro lo reconoció.
—Dean, ¿eres tú?
—Sí, soy yo. Vaya, si se enteraran a quien han atrapado… Estas bestias solo buscan a chicos que se han escapado del colegio o no han asistido, les pagan por llevarnos a…
Dean dejo de hablar cuando Greyback se acercó un poco a ellos.
—No ha sido una mala noche —dijo el licántropo con voz rasposa—. Un sangre sucia, un duende fugitivo y estos tres fugitivos de Hogwarts —se escucharon unas pisadas saliendo de la tienda de campaña—. ¿Ya comprobaste sus nombres en la lista, Scabior?
—Sí, y no hay ningún Vernon Dudley —contestó el mortífago.
—Que interesante —dijo Greyback dirigiéndole una mirada a Harry. Se acercó lo suficiente a él para observarlo mejor, y Harry sintió su desagradable olor a suciedad, sudor y sangre, casi le dieron arcadas.
Sí, en verdad Greyback era un ser desagradable, y su aspecto era peor, de demasiado alto, corpulento, su rostro y su cuerpo parecían estar cubierto de pelos enmarañados de color gris, tenía bigotes y marrones dientes puntiagudos.
Greyback empezó a interrogarlo, que a qué casa pertenecía, Harry le dijo que a Slytherin y para que le crean le describió como se entraba a la sala común, y como era su decoración. Eso pareció convencerlo, así que después procedió a averiguar quiénes eran sus padres, y Harry le dijo que su padre trabajaba en el ministerio en el Departamento de Accidentes Mágicos y Catástrofes.
Scabior que había escuchado, le dijo a Greyback que le parecía que había un Dudley en el ministerio y que luego se encargarían de sacarle el dinero suficiente al padre por su hijo.
—Bien —gruñó Greyback, y se alejó de Harry, no muy convencido.
Otro de los carroñeros que estaba aún en la tienda de campaña salió de ella, muy emocionado.
—Mira lo que encontré allí adentro, Greyback.
El mortífago tenía en sus manos la reluciente espada de Gryffindor.
—Muy bonita —dijo Greyback—. Parece fabricada por duentes —y ahora sus ojos se clavaron en el duende prisionero—. ¿De dónde sacaron algo como eso? —los interrogó.
—Era de mi padre —mintió Harry—. La cogí prestada para cortar leña.
Greyback rió escandalosamente por la mentira, claramente no le creía.
—Claro, por supuesto —se mofó Greyback, pero de pronto detuvo sus burlas cuando vio que en el suelo estaba El Profeta.
Scabior también vio lo mismo y levantó el diario del suelo.
Harry sintió un dolor intenso en su cicatriz, y haciendo un esfuerzo sobre humano trato de cerrar su mente para que Voldemort no supiera lo que estaba pasando con ellos.
—Parece ser que nuestra linda prisionera nos ha mentido —dijo Scabior.
Hermione sintió un escalofrío recorrerle toda la columna vertebral.
Greyback le arranco de las manos El Profeta a Scabior.
—Hermione Granger —leyó Greyback—. Sabes lindura, esta chica se parece mucho a ti, y si de verdad eres esa tal Hermione Granger, eso quiere decir que eres una sangre sucia, la amiga de Harry Potter… que curiosamente ha huido con él.
Hermione se puso pálida.
—Dime linda. ¿Eres Hermione Granger?
—¡No! ¡No soy yo! —chilló Hermione, tan aterrorizada que no supo ni lo que decía.
No convenció al licántropo.
—Claro, te creo, preciosa —dijo Greyback, dejo de mirar a Hermione para luego mirar a sus amigos. Miró a Ron un momento, pero nuevamente detuvo su mirada fija en Harry. Se acercó a él, lo tomo de los cabellos para mirarle bien el rostro—. Tú te pareces a Potter… y ¿qué es esto que tienes en la frente? Parece una cicatriz…
—¡No me toques! —dijo Harry.
—Y también te faltan las gafas de tonto… —dijo el licántropo ignorando la advertencia del chico.
—¡Ya encontré las gafas! Estaban en el suelo —dijo uno de los carroñeros, Greyback extendió la mano para que le den las gafas, las miró un momento y luego se los colocó a Harry.
—Sabes, creo que si eres Potter. ¿Qué dicen ustedes? —les preguntó Greyback a los otros carroñeros.
Estos rieron contentos, habían dado con Potter, lo que significaba que tendrían una mayor recompensa.
—Creo que todavía tenemos un poco de tiempo —dijo Greyback, mirando lascivamente a Hermione y se pasó la lengua por sus agrietados labios—, quizás todavía podamos divertirnos con la amiguita sangre sucia de Potter —la jaló junto a él y metió su cabeza en el hueco del cuello de la chica para oler su fragancia—. Huele más que exquisita. Amo el sabor de una virgen. Saben tan dulce… e inocente.
Se escucharon varias risas de fondo.
A Harry y a Ron les hervía la sangre al pensar que, si no hacían algo en ese momento, su amiga sufriría las peores aberraciones a manos de los mortífagos. Y ella quedaría dañada no solo físicamente sino también psicológicamente.
Hermione reprimió un sollozo, tenía miedo, mucho miedo de lo que Greyback y los demás le hicieran… allí, delante de sus amigos.
—¡Suéltala! —gritó Harry al ver que el licántropo la pegaba a su cuerpo—. He dicho que la sueltes.
Greyback rió, sin hacer el más mínimo caso a Harry.
—Vaya, preciosa, al parecer tienes otro novio —dijo Greyback; Hermione ya no pudo contener sus lágrimas un minuto más—. ¿Quién de los dos es el oficial? ¿El pelirrojo o el feo?
—¡Suéltala, maldita bestia! —gritó Ron, removiéndose para liberarse de las cuerdas.
Greyback gruñó como la bestia que era.
—Deja a la sangre sucia, Fenrir —dijo el mortífago de nombre Scabior—. No perdamos el tiempo y llevemos a todos estos al ministerio.
—Al ministerio, ¡una mierda! —gruñó el licántropo—. Se quedarán con todo el mérito y nosotros seremos relevados.
—¿Y qué pretendes? ¿Invocar al Lord ahora? —se mofó Scabior.
—No —volvió a gruñir el licántropo—. La mansión de los Malfoy es la base, es allí donde están casi todos prisioneros.
En cuando mencionaron que la base de los mortífagos era la mansión de los Malfoy, Harry sintió su cicatriz punzarle.
Y entonces lo vio, a él, se había elevado al cielo, volaba sin la ayuda de una escoba, e iba directo a lo más alto de una torre.
—Bien —dijo Scabior—. Nos llevaremos a todos a la mansión de los Malfoy.
Greyback levantó a Hermione con mucha facilidad sobre su hombro, la chica estaba aterrorizada, y no dejaba de llorar; luego él se acercó a Harry y lo tomo de un brazo, con rudeza.
—Yo me llevo a estos dos —dijo Greyback.
Los demás mortífagos se reunieron con ellos después de requisar la tienda de campaña y de quedarse con lo que les parecía que tenía valor. Cogieron de los brazos a los prisioneros y en un parpadeó ya se encontraban frente a las verjas de la mansión Malfoy.
Uno de los carroñeros se acercó a las verjas y le contestó a la voz metálica que tenían a Potter. Las verjas rápidamente se abrieron, dejándoles pase, y a empujones metieron a los prisioneros a la oscura mansión.
—Ese Malfoy es un egocéntrico de mierda —bufó Greyback—. ¿Para qué demonios querría tener pavos reales blancos?
Siguieron caminando, hasta cuando llegaron a una puerta elegantemente pulida. Pero antes de que esta puerta se abriera, una fría voz de mujer se dejó escuchar.
—¿Quién eres?
—Soy yo. Fenrir Greyback —contestó el licántropo—. ¡Hemos atrapado a Potter!
—¿Qué? ¿Tienen a Potter? —la puerta se abrió, dejando a la vista a una distinguida y rubia mujer. Narcissa Malfoy, pero Harry no la recordaba tan delgada y demacrada—. ¡Pasen! —dijo la mujer, sin dejar de examinar la cara de Harry.
Greyback se colocó bien a Hermione sobre su hombro y arrastró a Harry hacia el interior de la casa.
—Vamos, síganme —les urgió Narcissa—. Mi hijo, Draco está ahora en casa, y si es Potter, él lo reconocerá.
Los carroñeros con sus prisioneros entraron a la gran sala de estar de los Malfoy, la luz daño los ojos de los chicos, sobre todo a Harry.
Una puerta, igual de elegante que la anterior se abrió.
—¿Qué pasa? —la voz arrastrada de Lucius Malfoy se dejó escuchar. Él entraba a la sala cuando los carroñeros también hacían lo mismo—. ¿Quiénes son? —preguntó.
—Dicen que traen a Potter —le informó su esposa.
—Es Potter —dijo Greyback.
Lucius miró con despreció al licántropo, y este lo noto, dejo salir un gruñido. Ya se las cobraría todas a Lucius.
Así que le da asco mi presencia. En la próxima luna llena, me las cobrare todas con su hijo. Ya veremos cuanto asco le da su hijo cuando sea igual que yo, pensaba Greyback.
Lucius miró a cada uno de los prisioneros, pero dejo para el último al que tenía la cara hinchada. Él también conocía a Potter, pero no podía confirmarlo.
—¿Así qué dices que es Potter? ¿Estás seguro? —le preguntó Lucius.
—Sí, estoy seguro, su hijo podría comprobarlo —dijo el licántropo.
—Draco, ven aquí —llamó Narcissa.

***

Draco estaba en las mazmorras, nuevamente había ido a ver a Nicole Potter, no sabía porque, pero algo le decía que las cosas se complicarían… aún más.
Cuando abrió la reja, pudo verla como siempre, acurrucada cerca de Lunática, quien a pesar de estar demacrada no parecía perder las esperanzas.
—Potter —llamó con la voz más fría posible.
La pelirroja tembló al escuchar que se dirigían a ella, levantó la cabeza y pudo ver una figura alta y oscura acercarse a ella. Se acurrucó más cerca de Luna.
—Potter —volvió a llamarla Draco, al no escuchar respuesta—. Maldita sea, Potter, no me hagas perder la poca paciencia que tengo.
La francesa estaba tan nerviosa que primero no le había prestado atención a la voz, pensaba que se trataba de otro mortífago, pero al segundo llamado pudo reconocer esa voz dura, como la de Draco.
Dudo por unos minutos.
—¡Acércate! —le ordenó Draco.
—Ve. No te pasara nada —le susurró la Luna.
Lentamente la pelirroja dejó el confort de los brazos de Luna y se paró, caminó hacia él.
Draco actuando como un mortífago, la tomó del brazo con rudeza, acercó su boca a su oído.
—Escúchame bien —susurró—, las cosas cada vez se están poniendo peores, y los demás mortífagos ya empiezan a sospechar —hizo una pausa al notar a la chica temblar levemente—, ya no voy a poder venir a verte tan seguido…
La chica soltó un pequeño chillido.
—¡Cállate! —gruñó fuerte, para asegurarse de que los demás prisioneros escucharan que la maltrataba—. Cuídate y no te confíes —y luego procedió a guardarle en su sucia túnica su varita.
—¿Qué? —murmuró con sorpresa la francesa, al palpar su bolsillo y notar su preciada varita nuevamente en su poder.
—Si tienes que atacar, ataca… y si tienes que matar… mata —susurró el rubio.
La chica se puso más pálida de lo que estaba. ¿Matar? ¡Matar! No. Nunca. Ella nunca se mancharía las manos de sangre, mucho menos con la sangre de uno de esos asquerosos mortífagos.
—Tienes que hacerlo —advirtió, y por último le dio un empujón y salió de la celda, cerrándola con magia.
¡Maldita sea!, gruñía internamente. Todo parecía complicarse cada vez más.

***

—¡Draco! —Narcissa volvió a llamar a su hijo.
Draco entró a la sala de estar por la misma puerta que minutos antes había entrado su padre. Sus pasos eran como los de un militar, su rostro tenía una expresión fría, dura, sin ninguna emoción.
—Madre —dijo.
Harry miró de soslayo el rostro del Slytherin. Lo notó más pálido que de costumbre, con ojeras bajo sus ojos y delgado.
Greyback arrastró a Harry para ponerlo frente a Draco.
—¿Bien, chico? ¿El feo es Potter? —cuestionó el licántropo. Draco hizo un gesto de asco al sentir el desagradable olor del hombre.
Draco miró a Harry. lo había reconocido desde el principio, y más viendo a Weasley y Granger junto con él. Frunció el ceño; el chico que estaba frente a él tenía la cara completamente hinchada, la mandíbula un poco amoratada, pero usaba las mismas ridículas gafas que siempre usaba Potter… y por supuesto se le notaba su famosa cicatriz en forma de rayo.
Harry, Ron y Hermione ya lo veían todo perdido, Draco Malfoy siempre los había odiado, y ahora era su oportunidad de destruirlos, y llevarse la mayor recompensa del Señor Tenebroso.
—¿Y bien, Draco? —dijo Lucius, impaciente por una respuesta afirmativa—. ¿Es Potter?
—No sé… no estoy seguro —dijo Draco, maldiciendo internamente a Potter y compañía por haber sido tan estúpidos por mencionar el nombre del Señor Tenebroso y por dejarse atrapar.
—¿Cómo que no lo sabes? ¡Míralo bien! ¡Acércate más! —le ordenó Lucius.
Harry notó la mirada que Draco le estaba dirigiendo. Nunca antes lo había mirado de esa manera, en vez de ver odio, parecía que él le reprocharle algo.
—Draco, recuerda que, si nosotros le entregamos a Potter al Señor Oscuro, se nos perdona…
—Fuimos nosotros quien atrapamos a Potter, señor Malfoy… Espero que comprenda eso —dijo Greyback interrumpiendo a Lucius de una manera no tan amable.
Lucius le dedicó una mirada llena de superioridad a Greyback.
—Yo no olvido nada —bramó.
—¿Qué le hicieron? —dijo la fría voz de Draco.
—Nosotros no le hicimos nada —gruñó Greyback—. Ya estaba así cuando lo atrapamos.
—Parece un embrujo punzante —dijo Lucius.
—Tiene una extraña cicatriz —Greyback señaló la frente de Harry.
—No seas idiota, perro —bufó Draco. Greyback gruñó, cada vez detestaba más a los Malfoy—. Eso no es una cicatriz, es solo un efecto del embrujo.
Hermione se atrevió a mirar a Draco. ¿Cómo que no era una cicatriz? ¿Acaso no la notaba o… los estaba ayudando? No, imposible, se dijo.
—Pero es Potter —insistió Greyback.
—No. No es Potter —aseguró Draco, con una sonrisa de suficiencia. Como si su palabra valiera más que la de cualquiera de los allí presente.
—Pero ese si es el chico Weasley —dijo Lucius mirando hacia Ron
—No, padre… ese no es la comadreja —dijo Draco. Estúpida comadreja, estúpida Granger y estúpido Potter. Me estoy jugando el pellejo por ustedes, pensaba—. Lamentablemente yo he estudiado con Weasley, y ese no es. Créeme, padre, nunca olvidaría la cara de imbécil de la comadreja.
Ron estaba confundido. ¿Qué acababa de decir el hurón? ¿Qué él no era Weasley? ¿Se habría golpeado la cabeza o…?
—Él dice llamarse Barny Weasley —gruñó Greyback.
Draco rió burlonamente.
—¿Y tú le creíste? ¡Que iluso! —siguió burlándose.
Greyback dejó caer a Potter, y arrastró a Hermione, hasta ponerla a solo dos palmos de Draco. Este retrocedió un paso, fingiendo asco.
—¿Y ella? ¿Es la amiga sangre sucia de Potter?
Antes de que Draco respondiera, su madre lo hizo:
—Ella… ¡estaba en la tienda de madame Malkin con Potter! Y también salió una fotografía de ella en El Profeta. ¿Es Granger, verdad, Draco?
Draco miró a Hermione.
—Tal vez… Granger era tan desagradable que apenas soportaba verla unos segundos… antes de largarme a vomitar.
—¿Qué demonios pasa aquí? —Bellatrix entró a la sala al escuchar tanto alboroto—. ¿Qué ha pasado, Cissy? —se dirigió a su hermana.
Bellatrix poso su demente mirada en la chica que Greyback tenía del brazo, la reconoció al instante, ya que ella también había visto su foto en El Profeta. Y una risa casi macabra inundo toda la sala.
—Vaya, vaya —dijo, y volvió a reír—, pero que es lo que tenemos aquí, a la sangre sucia amiga de Potter.
—Lo es, mi señora —dijo Greyback—. Nosotros los capturamos y con ella están Potter y el pelirroj…
—¿Potter? —chilló Bellatrix, y dirigió su mirada a los prisioneros, observó a ron y a Dean, y por último observó detenidamente a Harry, quien todavía estaba en el suelo—. ¿Estás seguro de que se trata de Potter?
—Sí, mi señora —contestó el licántropo.
—Entonces debemos informa de esto al Señor Tenebroso —se levantó la manga izquierda de su vestido, descubriendo así la Marca Tenebrosa en su brazo, y estaba a punto de invocarlo, cuando mano de Lucius la tomó con fuerza de la muñeca.
 —Yo lo haré, Bella; Potter está en mi casa y yo tengo el deber de llamar a nuestro señor —dijo el rubio mayor.
Bellatrix se soltó bruscamente de su agarre.
—¿Deber? —se burló la desagradable bruja—. Con que derecho me pides algo así, ¿acaso no recuerdas que perdiste toda la autoridad desde que no tienes tu varita… y desde que fallaste con tu misión… En todo caso, sería Draco el que tendría la autoridad de llamar a mi señor, después de todo él si cumplió con su misión.
—Mi señora, recuerde que fuimos nosotros quien atrapamos a Potter, y seremos nosotros quien cobremos el oro —dijo Greyback interrumpiendo la discusión de los cuñados.
—¿Así que quieres tu oro? —dijo Bellatrix, metiendo la mano en el bolsillo de su túnica para sacar su varita…
Lucius aprovechó para descubrir su Marca Tenebrosa, pero cuando estuvo a punto de invocar a su señor, el chillido de Bellatrix lo distrajo. La vio mirar algo directamente, movido por la curiosidad él siguió la mirada de la pelinegra, descubriendo así que lo que había provocado ese chillido se trataba de una espada con la empuñadura de rubíes, el cual sostenía uno de los carroñeros.
—¿Qué es eso? —gruñó Bellatrix.
—Un espada —contestó el carroñero.
—¿De dónde la has sacado? —preguntó histéricamente, pero el carroñero se quedó callado—. ¡Responde! —gruñó.
—Estaba en la tienda de campaña de Potter —respondió Scabior—, pero ahora es nuestra.
—¡Cállate! ¡Esa espada no te pertenece! —gritó la bruja sacando su varita, Scabior hizo lo mismo, pero Bellatrix fue más rápida y atacó a los carroñeros desarmándolos y desmayándolos en un abrir y cerrar de ojos.
Greyback se había protegido de los hechizos tan rápido como le fue posible, y Harry que estaba más cerca a Hermione se levantó del suelo y prácticamente empujándola hacia un lado evito que los hechizos la dañaran.
—Draco, saca a esta basura de aquí —le ordenó Bellatrix señalando a los carroñeros desmayados—, y acaba con ellos, pero si no tienes las suficientes agallas, déjamelo a mí.
—¡No te atrevas a hablarle así a mi hijo, Bella! —dijo Narcissa, más que furiosa al ver que su hermana trataba a su hijo como si fuera un sirviente.
—¡Cállate, Narcissa! Esta es una situación más grave de lo que crees.
Lucius se había olvidado de llamar a su señor al ver todo el alboroto que se había armado.
—Yo los sacaré —dijo Lucius, levitando el cuerpo de los carroñeros hacia el jardín.
Minutos después Lucius regreso a la sala.
Pero Bellatrix seguía histérica.
—Llévense a los prisioneros a las mazmorras —ordenó Bellatrix.
—Esta es mi casa, Bella y no te permito que des ordenes —dijo Lucius, enojado de que lo relevaran.
—¡Cállate, idiota! —gritó Bellatrix—. ¿Y ustedes, malditos estúpidos, por qué no obedecen? ¡Y cuidado con Potter! El Señor Tenebroso es el único que puede acabar con él —miró al desfigurado Harry y sonrió con demencia—. Ah, Potter, en las celdas te encontraras con una gran sorpresa… tómatelo como un reencuentro antes de tu muerte —y rió.
—Primero tiene que pagarnos —dijo Greyback poniendo a unos cuantos pasos de la pelinegra.
—¿Quieres tu paga ahora o después? —dijo Bellatrix apuntándolo con su varita.
—Lleva a los prisioneros a la celda, Greyback —ordenó Narcissa antes de que sucediera otro ataque.
Greyback gruñó, pero obedeció. Tomó por el brazo a Potter y cuando iba a tomar a Hermione, Bellatrix lo detuvo.
—Deja a la sangre sucia. Tendremos una conversación de mujer a mujer —había saña en el tono de su voz.
—¡No! —gritó Ron—. ¡Yo me quedare en su lugar, pero déjala en paz!
Bellatrix rió.
—No te preocupes, pelirrojo, porque si ella muere en el interrogatorio, tú serás el siguiente —dijo Bellatrix—. ¡Ahora sáquenlos de mi vista! —gritó.
Hermione se quedó parada, mirando como Greyback se llevaba a sus amigos, cuando estos desaparecieron de su vista, alzo la vista y con temor se enfrentó a Bellatrix.
Bellatrix volvió a reír. Y con un movimiento de su varita desapareció las cuerdas que apresaban las muñecas de Hermione.
La chica se masajeó las muñecas adoloridas, pero sin quitar su mirada de la bruja, como interrogándola.
—Así será más divertido. Quiero ver como tratas de defenderte de mí —se burló Bellatrix—. ¿Y bien, sangre sucia?

***

En todo el camino hacia las mazmorras, Ron no dejaba de gritar el nombre de su amiga, pidiendo quedarse en su lugar. Pero fue en vano, nadie le hacía caso, solo Greyback se burlaba.
Greyback abrió la celda y con un cuchillo cortó las cuerdas que sujetaba las muñecas de los prisioneros. Les dio un empujón para que entraran, y cerró la celda, pero antes de irse decidió burlarse un poco más de ellos.
—Ya deja de gritar, Barny, no conseguirás nada. Pero para que veas que soy bueno —se mofó—, voy a salvar a tu novia… o era tu novia, feo Potter… Bueno, no importa. La salvaré, pero solo porque la quiero a ella como parte de mi pago. Ya casi puedo sentir la suavidad de su piel contra la mía…
—No te atrevas a ponerle tus garras encima, bestia —gritó Ron, pateando las rejas—. Porque te juro que no sé cómo, pero salgo de aquí y te mato.
—Tranquilízate —le dijo Harry, tomándolo del brazo, no serviría de nada gastar sus pocas energías en amenazar al licántropo. Después de todo estaban encerrados en esa oscura y fría celda… y sin varitas.
—Eso, hazle caso al feo de tu amigo, Barny —dijo Greyback—. Y después de que tenga a la sangre sucia seguiré con tu hermana, feo… ya hace mucho tiempo que también la pedí como parte de un pago; tan solo estoy esperando que Señor Tenebroso me la regale, y después de atraparte, estoy seguro de que no me la negara.
Y aspiró en el aire con deseo.
—Tu hermana es muy bonita, feo… y tiene una fragancia exquisita —se mofó el licántropo—, y si ella es complaciente conmigo, hasta puede que la haga parte de mi manada. Ardo en deseos por tenerla…
Y ahora fue Harry, el que no pudo controlar su ira, al escuchar que esa bestia quería a su hermana. Con él podía meterse todo lo que quería, pero no con su hermana. No con ella.
—¡Te mataré! —gritó—. Te mataré si te atreves a ponerle tus manos encima.
Greyback se alejó de las celdas riendo, había logrado molestar a los prisioneros, pero de una cosa si estaba seguro, él en verdad quería a Hermione Granger tanto como a la hermana de Potter.

***

Albus Dumbledore había corrido con bastante rapidez —a pesar de su edad—, luego de que el elfo doméstico le informara que su ama se encontraba gritando de dolor porque su nuevo amito nacería.
El ex director de Hogwarts entró en la habitación.
—Señora Malfoy —dijo Dumbledore acercándose a la chica, la cual tenía las mejillas sonrojadas, los ojos llorosos y la frente perlada de sudor.
Nicole ni siquiera le prestó atención en como la había llamado, ahora no era el momento para hacer correcciones.
—¡Aaahh! —gimió de dolor, respiró como hacían las mujeres de la televisión cuando estaban a punto de dar a luz—. Pro-profesor.
Hubo otra contracción y Nicole gritó de dolor.
—¿Us… us-ted… va… ayu-yudarme? —preguntó la pelirroja.
A Dumbledore se le pusieron las mejillas coloradas, él podría ser el mejor mago de todos los tiempos, sabría mucho sobre libros e hechizos, estrategias y porque no decirlo, también sabía cómo manipular; pero sobre partos y como ser un apoyo, no.
—Ya… no… pu-puedo… m-más…
—Pinky —llamó Dumbledore—, ve por Severus y dile que busque a alguien que pueda ayudar a la señora Malfoy.
Pinky no tuvo que ir la orden dos veces, y desapareció con un crac en busca del ex profesor de pociones.
—¿El pro-profesor… Sna-pe? —dijo confusa Nicole.
—Respiré —dijo Dumbledore, evitando darle más explicaciones—, Severus no tardara en venir con ayuda. Vamos, respire, eso ayudara con las contracciones.
Nicole obedeció, pero eso no detuvo el dolor.
Minutos después se escuchó un sonido en la chimenea de la vieja casa; Snape salió de la chimenea seguido de la señora Pomfrey.
—¿Qué hacemos aquí, Severus? —preguntó la enfermera de Hogwarts con cierta desconfianza.
Pomfrey se había visto casi entre la espada y la pared cuando Snape entró a la enfermería como un huracán, revoloteando su capa detrás de él. Le dijo que tenía una emergencia, y que era muy importante que lo acompañara. La enfermera no le iba a ser caso, pero por primera vez en todo lo que llevaba de conocer al osco profesor, pudo ver en el algo de emoción. Parecía muy azorado.
Así que queriendo o no, hizo lo que él le dijo.
—Ya le dije que es una emergencia —dijo Snape con voz impasible—. Sígame —le ordenó.
Ambos caminaron por el oscuro pasillo, luego abrió la puerta de una habitación sin tomarse la molestia de tocar antes.
Pomfrey abrió los ojos con sorpresa, la hermana de Harry Potter se encontraba sobre una cama, y se tomaba su abultado vientre con desesperación.
—Pero, ¿ella no estab…?
—Ahora no es momento de un interrogatorio, Pomfrey —la cortó Snape.
La enfermera entró a la habitación, dispuesta a acercarse a la pelirroja, pero paro en seco cuando vio a una presencia que supuestamente no debería de ver más. Casi le da un colapso al ver parado en una esquina a Dumbledore. Estaba tal y como ella lo recordaba.
—Dumbledore —dijo la enfermera llevándose una mano al pecho.
—Nicole necesita ahora de ti, Poppy —dijo serenamente Dumbledore—. Después hablaremos —prometió.
La enfermera respiró profundo, sacó su varita y la pasó por el cuerpo de la pelirroja. Frunció el ceño, la chica ya estaba en trabajo de parto.
Pomfrey como la experta que era, empezó a invocar todo lo que necesitaba: tollas limpias, agua caliente y pociones. Luego miró a su alrededor y al ver que Dumbledore y Snape seguían en su mismo lugar, sobre todo este último, parecía haberse quedado petrificado al ver a la pelirroja; les pidió que la dejaran sola con su paciente.
No tardaron ni dos segundos en hacer lo que la enfermera les pidió.
Nicole no prestaba mucha atención, lo único que quería era dejar de sentir esos dolores. Y como toda mujer primeriza, en el trabajo de parto, sentía que el mundo se le venía encima.
Pomfrey le puso una sábana encima a Nicole y luego le retiro la ropa interior para revisarla.
—Abra las piernas, Potter —dijo la enfermera, y Nicole con mucha dificultad hizo lo que le pidieron—. Esto llevara tiempo.
Dos horas después Nicole rompió fuente, la enfermera se apresuró a secarla para que estuviera cómoda.
—Calma —le susurró Pomfrey limpiándole la frente a Nicole—. Solo tiene que dilatar un poco más…
—No… lo aguan-to.
—Tranquilizase, tiene que serenarse o sino todo será más complicado. Usted es primeriza, por eso se le adelantado el parto, esto es normal —trató de calmarla—. A ver respire conmigo.
Pasaron cinco horas más, pero Nicole solo había dilatado cuatro centímetros. Pomfrey le iba explicando que cada vez que las contracciones sean más fuertes y seguidas, entraría en trabajo de parto.
Para ayudarla a dilatar más rápido, Pomfrey la ayudo a levantarse de la cama y caminar —con su ayuda, claro—, por varios minutos, luego la hizo volver a acostarse en la cama de costada y con una almohada entre las piernas.
—Todavía falta —dijo la enfermera cuando la volvió a revisar—. Resista.
Tuvieron que pasar otras cinco horas más —de lo más dolorosas para Nicole— cuando Pomfrey le dijo que ya había dilatado lo suficiente.
—Muy bien, Nicole —dijo Pomfrey—. Voy a contar hasta tres y usted empezara a pujar.
Nicole vio a la mujer y asintió.
—Uno… dos… y tres, puje.
Así lo hizo Nicole, pujo con todas sus fuerzas, pero el dolor en su cintura la hizo detenerse.
—¡Puje, Nicole! —la apremió Pomfrey.
—Estoy… muy cansada… —se quejó la chica.
—Tiene que hacerlo, Nicole. ¿O acaso quiere que a su bebé le pase algo? —Nicole negó con la cabeza—. Puje.
La pelirroja volvió a pujar, pero nuevamente se detuvo. En verdad estaba agotada.
Tal vez necesita apoyo, pensó Pomfrey. En esos casos, era el padre quien siempre se encontraba cerca de la madre para animarla. Pero el padre no estaba. Así que hizo lo único que podía, salió rápidamente de la habitación, dispuesta a buscar a Dumbledore.
Pero cuando salió de la habitación, vio a Dumbledore al final de pasillo, pero no estaba solo, Snape todavía estaba con él, parecían discutir por algo. En ese momento no importaba su discusión, lo único que realmente importaba era que la ayudaran.
Y qué mejor que Snape, ya que él era mucho más joven que Dumbledore.
—Snape —lo llamó, el aludido se volvió al instante, tenía el ceño fruncido—. Acércate, por favor.
El hombre camino rápidamente hacia la enfermera.
—¿Qué quieres? —preguntó con molestia.
—Necesito tu ayuda —dijo.
Snape levantó una negra ceja.
—Eres tú la medimaga, no yo.
—Ahora no, Snape. Necesito tu ayuda en verdad —Pomfrey abrió más la puerta, como invitándolo a pasar, pero él no se movió—. Entra.
Snape frunció el ceño, no le gustaba nada eso, pero igual entro, la enfermera paso detrás de él, y cerró la puerta. Se posesiono nuevamente en su lugar. Pero Snape no se movía.
—Snape —le urgió Pomfrey—. Acércate a Potter.
El hombre apretó los puños, pero hizo lo que le pidieron, se acercó a la chica, parándose a la cabecera.
—Siéntate a su lado y tómala de la mano.
Snape le dedicó la peor de las miradas, pero Pomfrey ni se inmuto, ahora estaba demasiado ocupada.
—Potter no te va a morder. ¡Hazlo, ya!
Snape estaba dispuesto a salir de esa habitación e irse a Hogwarts, él no tenía por qué hacer lo que le ordenaban, ya suficiente tenía con Dumbledore y con el Señor Tenebroso. Pero cometió un error, bajo la mirada y la observó. Lily, pensó. Su hija era idéntica a ella.
Y sin pensarlo, se sentó junto a ella y la tomó de la mano, estaba helada y sudorosa. No le importó.
Nicole al sentir que su temible profesor de pociones entraba a su habitación, se cohibió, pero cuando la tomó de la mano, ofreciendo su apoyo, ya no le importo.
—¡Puja, Nicole! —le dijo la enfermera.
Nicole pujo con todas sus fuerzas, a la vez que le apretaba la mano a su profesor. Se detuvo, pero nuevamente empezó a pujar, hasta que se pudo ver asomar la cabecita del bebé.
—Vamos, sigue, Nicole —le dijo Pomfrey.
Nicole respiró unos instantes entre contracciones, y volvió a pujar.
—Ya falta poco. Una vez más.
Pujo con todas sus fuerzas y en ese momento, el bebé salió y un gran llanto se escuchó en toda la casa. La enfermera sonrió al ver al bebé.
—Es un niño —informó.
Nicole respiraba fuerte, aun no soltaba la mano de Snape, pero cuando escuchó que era un niño, soltó la mano del profesor, y estiro sus manos para que cargarlo, abrazarlo, besarlo.
Pomfrey rápidamente se lo entregó.
—Es hermoso —susurró observando embelesada a su hijo, las lágrimas empezaron a salir de sus ojos, en ese momento se sentía muy feliz, por fin tenía a su hijo en sus brazos.
Snape aún seguía sentado junto a ella, inmóvil; dirigió su vista al niño que la pelirroja tenía en sus brazos. Y se preguntó como él, siendo un ser tan despreciable, había tenido el privilegio de ver un acontecimiento tan hermoso. Había estado presente en el nacimiento de un ser inocente.
Nicole volvió su rostro hacia él.
—Gracias, señor —le dijo con verdadera gratitud—. Nunca olvidaré esto que ha hecho por mí.
Snape se sintió incomodo, pero asintió.
Pomfrey fue por el niño pasado unos minutos, ahora tenía que asearlo, ya que el bebé tenía de manchas de sangre y manchar de líquido viscoso.
A Nicole le dolía todo, pero estaba tan contenta que sus dolores los dejo en un segundo plano. Respiró profundo y de pronto todo se puso negro.
Snape se alarmó, pero la enfermera le dijo que solo estaba agotada, que era normal, y que ya volvería en sí. Él asintió, se levantó de la cama y sin mirar a nadie salió de la habitación, mientras se masajeaba la mano, nunca creyó que esa chica tuviera tan fuerza, si hasta casi creyó que le rompería los huesos.
Draco Malfoy ya era padre.


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