POV Autora
Los
tres chicos estaban paralizados, nerviosos. Hermione no perdió tiempo, y empezó
a poner hechizos protectores, pero ya era tarde los carroñeros ya habían
entrado en la tienda de campaña, así que lo único que hizo Hermione fue apuntar
a la cara de Harry, se escuchó un estallido y una luz blanca salió de su
varita.
Harry
cayó al suelo por el impacto, y fue incapaz de ver cuando sus gafas se
deslizaron de su rostro. Sintió que su cara se hinchó de pronto, se tocó el
rostro y sí, definitivamente ese ya no era su rostro.
Los
carroñeros se acercaron a los chicos, uno de ellos iba a tocar a Hermione.
—¡No
te atrevas a tocarla, maldito asqueroso! —rugió Ron, Hermione dio un bote.
El
carroñero se acercó a Ron y lo golpeó en el estómago. Este se dobló por el
dolor infringido.
—¡NO!
—gritó Hermione—. Por favor no le hagan daño —las lágrimas se le acumularon en
los ojos.
—¡Tú!
Levante, alimaña —dijo otro carroñero a Harry, levantándolo del suelo con
rapidez.
En
ese momento, Hermione vio entrar a un hombre —si es que ese sujeto calificaba
como hombre— a la tienda de campaña, ese hombre
tenía un rostro horrible, aterrador, y de pronto empezó como a olor, su nariz
aleteaba como si fuera un perro.
Cuando
los ojos azules del mortífago se encontraron los ojos marrones de Hermione, la
bestia sonrió lascivamente.
—A
tu novio le pasaran cosas peores si está en mi lista —le dijo Greyback a
Hermione, con voz rasposa, ella tembló levemente al oírlo—. Tú eres una chica
deliciosa… —dijo al volver a oler, de un par de zancadas se acercó a Hermione y
con una asquerosa mano le acarició el rostro—, me encanta la suavidad de tu
piel…
Hermione
sintió que algo se removía en su estómago, era el asco que le tenía a ese
hombre. Y entonces lo supo, supo quién era, Fenrir Greyback, el hombre lobo al
cual habían hecho un mortífago, el hombre lobo que le había desgraciado la vida
a su ex profesor de DCAO, Remus Lupin.
El
carroñero que había levantado a Harry del piso rebusco entre sus bolsillos y
saco su varita. Harry hizo un gesto, pero hacer esto le provoco un horrible
dolor en la cara. Él no sabía que encantamiento le había lanzado Hermione, solo
sabía que le dolía mucho y que no le permitía ver muy bien. Fijo su vista y lo
poco que pudo ver, Fue a Ron aun retorciéndose de dolor.
Se
llenó de coraje cuando vio a ese hombre salvaje tocar a su amiga. Él tenía que
hacer algo. se movió para acercarse a su amiga, pero el carroñero lo agarró del
brazo rápidamente y se lo apretó.
—Registren
la tienda… —dijo otra voz osca.
Y
eso hicieron los demás carroñeros, empezaron a buscar entre sus cosas,
tirándolas al suelo y rompiéndolas.
—Haber,
pero que tenemos aquí —dijo el carroñero alto, que apresaba a Harry, puso una
mano bajo la barbilla de Harry y la levantó con brusquedad para que Greyback
pudiera verlo—. ¿Quién eres tú? Pareces un sapo inflado —los demás carroñeros se
rieron de ese comentario.
Greyback
lo miró fijamente.
—Para
tragarte necesitaré varios litros de cerveza mantequilla. ¿Quién eres, feo? ¿Qué
te paso? —preguntó Greyback.
Harry
no contestó.
—Pregunte
¿qué te paso? —gruñó el licántropo.
—Una
picadura —respondió Harry.
—Sí,
eso parece —dijo el carroñero que lo apresaba.
—¿Cuál
es tu nombre? —volvió a cuestionar el licántropo.
Harry
respiró profundo y dijo el primer nombre que se le pasó por la mente.
—Vernon…
Vernon Dudley.
—Busca
en la lista, Scabior —dijo Greyback—. No te preocupes, él no escapara… a menos
que quiera morir —dijo cuándo su compañero de fechorías lo miró indeciso. El
tal Scabior lo soltó y sacó una lista del bolsillo de su negra túnica—. ¿Y tú,
pelirrojo? ¿Cuál es tu nombre?
Ron
se había incorporado, y aunque tenía aun cara de dolor, se atrevió a plantarle
una mirada fija.
—Stan
Shunpike —dijo Ron. Creyendo que, si una vez le había funcionado ese nombre,
una segunda sería más fácil.
—¿Crees
que soy idiota? —bramó Scabior, acercándose a Ron—. Conocemos a Stan, él ha
hecho algunos trabajitos para nosotros —y Ron recibió un nuevo golpe, pero esta
vez en la mejilla.
—¡No,
ya no lo golpeen! —gritó Hermione, pero los carroñeros la ignoraron, solo
Greyback se volvió para mirarla y le sonrió lascivamente.
—Y
bien, pelirrojo. No lo volveré a preguntar —dijo Grayback—. A menos que quieras
que tu linda y apetecible novia responda por ti.
Ron
se llenó de ira.
—Soy
Barny —respondió Ron con la boca llena de sangre—. Barny Weasley.
Greyback
y Scabior sonrieron.
—Vaya…
¿Un Weasley? —dijo Greyback—. Eso quiere decir que estas familiarizado con los
traidores a la sangre y los sangre sucias… y el indeseable número uno —el
licántropo rió, pensando en que se llevaría una gran recompensa por parte de su
Lord—. Sabes una cosa, Barny… me gusta mucho tu novia, huele exquisita… y su
piel me motiva a…
—¡No
te atrevas a tocarla, maldito! —gruñó Ron, sin poderse contener.
Greyback
volvió a reír. En verdad le causaba gracia que el chico se pusiera de valiente
cuando sabía que tenía todas las de perder.
El
licántropo se acercó nuevamente a Hermione para molestar al novio, la tomo
fuertemente del brazo, provocando que la chica se quejara de dolor; con su otra
mano volvió a acariciarle en la mejilla.
Hermione
tembló por la forma en que la miraba y la tocaba el licántropo.
—No,
lindura, tranquila, todavía no te voy a morder —se mofó—. ¿Quién eres, preciosa?
Vamos, espero que tú si seas más rápida que tu noviecito, niña.
—Penelope
Clearwater —respondió Hermione, su voz se sonaba aterrada.
—¿Cuál
es tu status de sangre?
—Mestiza.
El
licántropo asintió.
—Scabior
—lo llamó—. ¿Alguno de nuestros nuevos amigos está en la lista?
Scabior
negó con la cabeza.
—Pero
todos ellos parecen tener edad escolar —dijo Scabior—, y parece que se
escaparon. ¿Acaso no saben que es obligatoria asistir a Hogwarts? ¿O es que
acaso se están burlando de nuestro señor?
—No…
—dijo Hermione—, no nos estamos burlando, solo…
—Solo
es un accidente… —dijo Ron.
—¿Un
accidente? Dices que fue un accidente, sabes a quien le pasa ese tipo de accidentes, pues a los estúpidos de los
aurores y a los miembros de la Orden del Fénix —gruñó Greyback—. Porque ellos
son los únicos imbéciles que se atreven a decir el nombre del Señor Tenebroso
—y luego soltó una carcajada al ver la expresión colerizada de Ron.
—Bien,
ahora ponlos junto a los demás prisioneros —dijo Scabior.
Los
carroñeros les ataron las muñecas con una cuerda a Harry, Ron y Hermione, para
inmovilizarlos. Y cuando los dejaron solos en un rincón, junto a los demás
prisioneros, con toda la seguridad del mundo, ya que ninguno de los tres podría
defenderse, los carroñeros siguieron revisando sus cosas.
—¿Alguien
tiene su varita? —preguntó Harry en un susurro.
—No
—contestaron a la vez Ron y Hermione.
Harry
hizo un gesto de pesar, pero hacer eso le conllevo a tener un dolor horrible en
la cara. Trato de zafarse de las cuerdas, pero fue inútil.
—Lo
siento, todo es culpa mía. Dije el nombre… —susurró Harry con pesar.
—¿Harry?
—susurró un chico que estaba de espaldas a él.
A
Harry le pareció conocida esa voz, iba a preguntarle quien era, pero esa voz
volvió a hablar.
—¿Eres
Harry?
Entonces
el pelinegro lo reconoció.
—Dean,
¿eres tú?
—Sí,
soy yo. Vaya, si se enteraran a quien han atrapado… Estas bestias solo buscan a
chicos que se han escapado del colegio o no han asistido, les pagan por
llevarnos a…
Dean
dejo de hablar cuando Greyback se acercó un poco a ellos.
—No
ha sido una mala noche —dijo el licántropo con voz rasposa—. Un sangre sucia,
un duende fugitivo y estos tres fugitivos de Hogwarts —se escucharon unas
pisadas saliendo de la tienda de campaña—. ¿Ya comprobaste sus nombres en la
lista, Scabior?
—Sí,
y no hay ningún Vernon Dudley —contestó el mortífago.
—Que
interesante —dijo Greyback dirigiéndole una mirada a Harry. Se acercó lo
suficiente a él para observarlo mejor, y Harry sintió su desagradable olor a
suciedad, sudor y sangre, casi le dieron arcadas.
Sí,
en verdad Greyback era un ser desagradable, y su aspecto era peor, de demasiado
alto, corpulento, su rostro y su cuerpo parecían estar cubierto de pelos
enmarañados de color gris, tenía bigotes y marrones dientes puntiagudos.
Greyback
empezó a interrogarlo, que a qué casa pertenecía, Harry le dijo que a Slytherin
y para que le crean le describió como se entraba a la sala común, y como era su
decoración. Eso pareció convencerlo, así que después procedió a averiguar
quiénes eran sus padres, y Harry le dijo que su padre trabajaba en el
ministerio en el Departamento de Accidentes Mágicos y Catástrofes.
Scabior
que había escuchado, le dijo a Greyback que le parecía que había un Dudley en
el ministerio y que luego se encargarían de sacarle el dinero suficiente al
padre por su hijo.
—Bien
—gruñó Greyback, y se alejó de Harry, no muy convencido.
Otro
de los carroñeros que estaba aún en la tienda de campaña salió de ella, muy
emocionado.
—Mira
lo que encontré allí adentro, Greyback.
El
mortífago tenía en sus manos la reluciente espada de Gryffindor.
—Muy
bonita —dijo Greyback—. Parece fabricada por duentes —y ahora sus ojos se
clavaron en el duende prisionero—. ¿De dónde sacaron algo como eso? —los
interrogó.
—Era
de mi padre —mintió Harry—. La cogí prestada para cortar leña.
Greyback
rió escandalosamente por la mentira, claramente no le creía.
—Claro,
por supuesto —se mofó Greyback, pero de pronto detuvo sus burlas cuando vio que
en el suelo estaba El Profeta.
Scabior
también vio lo mismo y levantó el diario del suelo.
Harry
sintió un dolor intenso en su cicatriz, y haciendo un esfuerzo sobre humano
trato de cerrar su mente para que Voldemort no supiera lo que estaba pasando
con ellos.
—Parece
ser que nuestra linda prisionera nos ha mentido —dijo Scabior.
Hermione
sintió un escalofrío recorrerle toda la columna vertebral.
Greyback
le arranco de las manos El Profeta a
Scabior.
—Hermione
Granger —leyó Greyback—. Sabes lindura, esta chica se parece mucho a ti, y si
de verdad eres esa tal Hermione Granger, eso quiere decir que eres una sangre
sucia, la amiga de Harry Potter… que curiosamente ha huido con él.
Hermione
se puso pálida.
—Dime
linda. ¿Eres Hermione Granger?
—¡No!
¡No soy yo! —chilló Hermione, tan aterrorizada que no supo ni lo que decía.
No
convenció al licántropo.
—Claro,
te creo, preciosa —dijo Greyback, dejo de mirar a Hermione para luego mirar a
sus amigos. Miró a Ron un momento, pero nuevamente detuvo su mirada fija en
Harry. Se acercó a él, lo tomo de los cabellos para mirarle bien el rostro—. Tú
te pareces a Potter… y ¿qué es esto que tienes en la frente? Parece una
cicatriz…
—¡No
me toques! —dijo Harry.
—Y
también te faltan las gafas de tonto… —dijo el licántropo ignorando la
advertencia del chico.
—¡Ya
encontré las gafas! Estaban en el suelo —dijo uno de los carroñeros, Greyback
extendió la mano para que le den las gafas, las miró un momento y luego se los
colocó a Harry.
—Sabes,
creo que si eres Potter. ¿Qué dicen ustedes? —les preguntó Greyback a los otros
carroñeros.
Estos
rieron contentos, habían dado con Potter, lo que significaba que tendrían una
mayor recompensa.
—Creo
que todavía tenemos un poco de tiempo —dijo Greyback, mirando lascivamente a
Hermione y se pasó la lengua por sus agrietados labios—, quizás todavía podamos
divertirnos con la amiguita sangre sucia de Potter —la jaló junto a él y metió
su cabeza en el hueco del cuello de la chica para oler su fragancia—. Huele más
que exquisita. Amo el sabor de una virgen. Saben tan dulce… e inocente.
Se
escucharon varias risas de fondo.
A
Harry y a Ron les hervía la sangre al pensar que, si no hacían algo en ese
momento, su amiga sufriría las peores aberraciones a manos de los mortífagos. Y
ella quedaría dañada no solo físicamente sino también psicológicamente.
Hermione
reprimió un sollozo, tenía miedo, mucho miedo de lo que Greyback y los demás le
hicieran… allí, delante de sus amigos.
—¡Suéltala!
—gritó Harry al ver que el licántropo la pegaba a su cuerpo—. He dicho que la
sueltes.
Greyback
rió, sin hacer el más mínimo caso a Harry.
—Vaya,
preciosa, al parecer tienes otro novio —dijo Greyback; Hermione ya no pudo
contener sus lágrimas un minuto más—. ¿Quién de los dos es el oficial? ¿El
pelirrojo o el feo?
—¡Suéltala,
maldita bestia! —gritó Ron, removiéndose para liberarse de las cuerdas.
Greyback
gruñó como la bestia que era.
—Deja
a la sangre sucia, Fenrir —dijo el mortífago de nombre Scabior—. No perdamos el
tiempo y llevemos a todos estos al ministerio.
—Al
ministerio, ¡una mierda! —gruñó el licántropo—. Se quedarán con todo el mérito
y nosotros seremos relevados.
—¿Y
qué pretendes? ¿Invocar al Lord ahora? —se mofó Scabior.
—No
—volvió a gruñir el licántropo—. La mansión de los Malfoy es la base, es allí
donde están casi todos prisioneros.
En
cuando mencionaron que la base de los mortífagos era la mansión de los Malfoy,
Harry sintió su cicatriz punzarle.
Y
entonces lo vio, a él, se había elevado al cielo, volaba sin la ayuda de una
escoba, e iba directo a lo más alto de una torre.
—Bien
—dijo Scabior—. Nos llevaremos a todos a la mansión de los Malfoy.
Greyback
levantó a Hermione con mucha facilidad sobre su hombro, la chica estaba
aterrorizada, y no dejaba de llorar; luego él se acercó a Harry y lo tomo de un
brazo, con rudeza.
—Yo
me llevo a estos dos —dijo Greyback.
Los
demás mortífagos se reunieron con ellos después de requisar la tienda de
campaña y de quedarse con lo que les parecía que tenía valor. Cogieron de los
brazos a los prisioneros y en un parpadeó ya se encontraban frente a las verjas
de la mansión Malfoy.
Uno
de los carroñeros se acercó a las verjas y le contestó a la voz metálica que
tenían a Potter. Las verjas rápidamente se abrieron, dejándoles pase, y a
empujones metieron a los prisioneros a la oscura mansión.
—Ese
Malfoy es un egocéntrico de mierda —bufó Greyback—. ¿Para qué demonios querría
tener pavos reales blancos?
Siguieron
caminando, hasta cuando llegaron a una puerta elegantemente pulida. Pero antes
de que esta puerta se abriera, una fría voz de mujer se dejó escuchar.
—¿Quién
eres?
—Soy
yo. Fenrir Greyback —contestó el licántropo—. ¡Hemos atrapado a Potter!
—¿Qué?
¿Tienen a Potter? —la puerta se abrió, dejando a la vista a una distinguida y
rubia mujer. Narcissa Malfoy, pero Harry no la recordaba tan delgada y
demacrada—. ¡Pasen! —dijo la mujer, sin dejar de examinar la cara de Harry.
Greyback
se colocó bien a Hermione sobre su hombro y arrastró a Harry hacia el interior
de la casa.
—Vamos,
síganme —les urgió Narcissa—. Mi hijo, Draco está ahora en casa, y si es
Potter, él lo reconocerá.
Los
carroñeros con sus prisioneros entraron a la gran sala de estar de los Malfoy,
la luz daño los ojos de los chicos, sobre todo a Harry.
Una
puerta, igual de elegante que la anterior se abrió.
—¿Qué
pasa? —la voz arrastrada de Lucius Malfoy se dejó escuchar. Él entraba a la
sala cuando los carroñeros también hacían lo mismo—. ¿Quiénes son? —preguntó.
—Dicen
que traen a Potter —le informó su esposa.
—Es
Potter —dijo Greyback.
Lucius
miró con despreció al licántropo, y este lo noto, dejo salir un gruñido. Ya se
las cobraría todas a Lucius.
Así que le da asco mi
presencia. En la próxima luna llena, me las cobrare todas con su hijo. Ya
veremos cuanto asco le da su hijo cuando sea igual que yo, pensaba Greyback.
Lucius
miró a cada uno de los prisioneros, pero dejo para el último al que tenía la
cara hinchada. Él también conocía a Potter, pero no podía confirmarlo.
—¿Así
qué dices que es Potter? ¿Estás seguro? —le preguntó Lucius.
—Sí,
estoy seguro, su hijo podría comprobarlo —dijo el licántropo.
—Draco,
ven aquí —llamó Narcissa.
***
Draco
estaba en las mazmorras, nuevamente había ido a ver a Nicole Potter, no sabía porque, pero algo le decía que las cosas se
complicarían… aún más.
Cuando
abrió la reja, pudo verla como siempre, acurrucada cerca de Lunática, quien a
pesar de estar demacrada no parecía perder las esperanzas.
—Potter
—llamó con la voz más fría posible.
La
pelirroja tembló al escuchar que se dirigían a ella, levantó la cabeza y pudo
ver una figura alta y oscura acercarse a ella. Se acurrucó más cerca de Luna.
—Potter
—volvió a llamarla Draco, al no escuchar respuesta—. Maldita sea, Potter, no me
hagas perder la poca paciencia que tengo.
La
francesa estaba tan nerviosa que primero no le había prestado atención a la
voz, pensaba que se trataba de otro mortífago, pero al segundo llamado pudo
reconocer esa voz dura, como la de Draco.
Dudo
por unos minutos.
—¡Acércate!
—le ordenó Draco.
—Ve.
No te pasara nada —le susurró la Luna.
Lentamente
la pelirroja dejó el confort de los brazos de Luna y se paró, caminó hacia él.
Draco
actuando como un mortífago, la tomó del brazo con rudeza, acercó su boca a su
oído.
—Escúchame
bien —susurró—, las cosas cada vez se están poniendo peores, y los demás
mortífagos ya empiezan a sospechar —hizo una pausa al notar a la chica temblar levemente—,
ya no voy a poder venir a verte tan seguido…
La
chica soltó un pequeño chillido.
—¡Cállate!
—gruñó fuerte, para asegurarse de que los demás prisioneros escucharan que la
maltrataba—. Cuídate y no te confíes —y luego procedió a guardarle en su sucia
túnica su varita.
—¿Qué?
—murmuró con sorpresa la francesa, al palpar su bolsillo y notar su preciada
varita nuevamente en su poder.
—Si
tienes que atacar, ataca… y si tienes que matar… mata —susurró el rubio.
La
chica se puso más pálida de lo que estaba. ¿Matar? ¡Matar! No. Nunca. Ella
nunca se mancharía las manos de sangre, mucho menos con la sangre de uno de esos
asquerosos mortífagos.
—Tienes
que hacerlo —advirtió, y por último le dio un empujón y salió de la celda,
cerrándola con magia.
¡Maldita sea!, gruñía internamente. Todo
parecía complicarse cada vez más.
***
—¡Draco!
—Narcissa volvió a llamar a su hijo.
Draco
entró a la sala de estar por la misma puerta que minutos antes había entrado su
padre. Sus pasos eran como los de un militar, su rostro tenía una expresión
fría, dura, sin ninguna emoción.
—Madre
—dijo.
Harry
miró de soslayo el rostro del Slytherin. Lo notó más pálido que de costumbre,
con ojeras bajo sus ojos y delgado.
Greyback
arrastró a Harry para ponerlo frente a Draco.
—¿Bien,
chico? ¿El feo es Potter? —cuestionó el licántropo. Draco hizo un gesto de asco
al sentir el desagradable olor del hombre.
Draco
miró a Harry. lo había reconocido desde el principio, y más viendo a Weasley y
Granger junto con él. Frunció el ceño; el chico que estaba frente a él tenía la
cara completamente hinchada, la mandíbula un poco amoratada, pero usaba las
mismas ridículas gafas que siempre usaba Potter… y por supuesto se le notaba su
famosa cicatriz en forma de rayo.
Harry,
Ron y Hermione ya lo veían todo perdido, Draco Malfoy siempre los había odiado,
y ahora era su oportunidad de destruirlos, y llevarse la mayor recompensa del
Señor Tenebroso.
—¿Y
bien, Draco? —dijo Lucius, impaciente por una respuesta afirmativa—. ¿Es
Potter?
—No
sé… no estoy seguro —dijo Draco, maldiciendo internamente a Potter y compañía
por haber sido tan estúpidos por mencionar el nombre del Señor Tenebroso y por
dejarse atrapar.
—¿Cómo
que no lo sabes? ¡Míralo bien! ¡Acércate más! —le ordenó Lucius.
Harry
notó la mirada que Draco le estaba dirigiendo. Nunca antes lo había mirado de
esa manera, en vez de ver odio, parecía que él le reprocharle algo.
—Draco,
recuerda que, si nosotros le entregamos a Potter al Señor Oscuro, se nos
perdona…
—Fuimos
nosotros quien atrapamos a Potter, señor Malfoy… Espero que comprenda eso —dijo
Greyback interrumpiendo a Lucius de una manera no tan amable.
Lucius
le dedicó una mirada llena de superioridad a Greyback.
—Yo
no olvido nada —bramó.
—¿Qué
le hicieron? —dijo la fría voz de Draco.
—Nosotros
no le hicimos nada —gruñó Greyback—. Ya estaba así cuando lo atrapamos.
—Parece
un embrujo punzante —dijo Lucius.
—Tiene
una extraña cicatriz —Greyback señaló la frente de Harry.
—No
seas idiota, perro —bufó Draco. Greyback gruñó, cada vez detestaba más a los Malfoy—.
Eso no es una cicatriz, es solo un efecto del embrujo.
Hermione
se atrevió a mirar a Draco. ¿Cómo que no era una cicatriz? ¿Acaso no la notaba
o… los estaba ayudando? No, imposible,
se dijo.
—Pero
es Potter —insistió Greyback.
—No.
No es Potter —aseguró Draco, con una sonrisa de suficiencia. Como si su palabra
valiera más que la de cualquiera de los allí presente.
—Pero
ese si es el chico Weasley —dijo Lucius mirando hacia Ron
—No,
padre… ese no es la comadreja —dijo Draco. Estúpida
comadreja, estúpida Granger y estúpido Potter. Me estoy jugando el pellejo por
ustedes, pensaba—. Lamentablemente yo he estudiado con Weasley, y ese no
es. Créeme, padre, nunca olvidaría la cara de imbécil de la comadreja.
Ron
estaba confundido. ¿Qué acababa de decir el hurón? ¿Qué él no era Weasley? ¿Se
habría golpeado la cabeza o…?
—Él
dice llamarse Barny Weasley —gruñó Greyback.
Draco
rió burlonamente.
—¿Y
tú le creíste? ¡Que iluso! —siguió burlándose.
Greyback
dejó caer a Potter, y arrastró a Hermione, hasta ponerla a solo dos palmos de
Draco. Este retrocedió un paso, fingiendo asco.
—¿Y
ella? ¿Es la amiga sangre sucia de Potter?
Antes
de que Draco respondiera, su madre lo hizo:
—Ella…
¡estaba en la tienda de madame Malkin con Potter! Y también salió una
fotografía de ella en El Profeta. ¿Es
Granger, verdad, Draco?
Draco
miró a Hermione.
—Tal
vez… Granger era tan desagradable que apenas soportaba verla unos segundos…
antes de largarme a vomitar.
—¿Qué
demonios pasa aquí? —Bellatrix entró a la sala al escuchar tanto alboroto—.
¿Qué ha pasado, Cissy? —se dirigió a su hermana.
Bellatrix
poso su demente mirada en la chica que Greyback tenía del brazo, la reconoció
al instante, ya que ella también había visto su foto en El Profeta. Y una risa casi macabra inundo toda la sala.
—Vaya,
vaya —dijo, y volvió a reír—, pero que es lo que tenemos aquí, a la sangre
sucia amiga de Potter.
—Lo
es, mi señora —dijo Greyback—. Nosotros los capturamos y con ella están Potter
y el pelirroj…
—¿Potter?
—chilló Bellatrix, y dirigió su mirada a los prisioneros, observó a ron y a
Dean, y por último observó detenidamente a Harry, quien todavía estaba en el
suelo—. ¿Estás seguro de que se trata de Potter?
—Sí,
mi señora —contestó el licántropo.
—Entonces
debemos informa de esto al Señor Tenebroso —se levantó la manga izquierda de su
vestido, descubriendo así la Marca Tenebrosa en su brazo, y estaba a punto de
invocarlo, cuando mano de Lucius la tomó con fuerza de la muñeca.
—Yo lo haré, Bella; Potter está en mi casa y
yo tengo el deber de llamar a nuestro señor —dijo el rubio mayor.
Bellatrix
se soltó bruscamente de su agarre.
—¿Deber?
—se burló la desagradable bruja—. Con que derecho me pides algo así, ¿acaso no
recuerdas que perdiste toda la autoridad desde que no tienes tu varita… y desde
que fallaste con tu misión… En todo caso, sería Draco el que tendría la
autoridad de llamar a mi señor, después de todo él si cumplió con su misión.
—Mi
señora, recuerde que fuimos nosotros quien atrapamos a Potter, y seremos nosotros
quien cobremos el oro —dijo Greyback interrumpiendo la discusión de los
cuñados.
—¿Así
que quieres tu oro? —dijo Bellatrix, metiendo la mano en el bolsillo de su
túnica para sacar su varita…
Lucius
aprovechó para descubrir su Marca Tenebrosa, pero cuando estuvo a punto de
invocar a su señor, el chillido de Bellatrix lo distrajo. La vio mirar algo
directamente, movido por la curiosidad él siguió la mirada de la pelinegra,
descubriendo así que lo que había provocado ese chillido se trataba de una
espada con la empuñadura de rubíes, el cual sostenía uno de los carroñeros.
—¿Qué
es eso? —gruñó Bellatrix.
—Un
espada —contestó el carroñero.
—¿De
dónde la has sacado? —preguntó histéricamente, pero el carroñero se quedó
callado—. ¡Responde! —gruñó.
—Estaba
en la tienda de campaña de Potter —respondió Scabior—, pero ahora es nuestra.
—¡Cállate!
¡Esa espada no te pertenece! —gritó la bruja sacando su varita, Scabior hizo lo
mismo, pero Bellatrix fue más rápida y atacó a los carroñeros desarmándolos y
desmayándolos en un abrir y cerrar de ojos.
Greyback
se había protegido de los hechizos tan rápido como le fue posible, y Harry que
estaba más cerca a Hermione se levantó del suelo y prácticamente empujándola
hacia un lado evito que los hechizos la dañaran.
—Draco,
saca a esta basura de aquí —le ordenó Bellatrix señalando a los carroñeros
desmayados—, y acaba con ellos, pero si no tienes las suficientes agallas,
déjamelo a mí.
—¡No
te atrevas a hablarle así a mi hijo, Bella! —dijo Narcissa, más que furiosa al
ver que su hermana trataba a su hijo como si fuera un sirviente.
—¡Cállate,
Narcissa! Esta es una situación más grave de lo que crees.
Lucius
se había olvidado de llamar a su señor al ver todo el alboroto que se había
armado.
—Yo
los sacaré —dijo Lucius, levitando el cuerpo de los carroñeros hacia el jardín.
Minutos
después Lucius regreso a la sala.
Pero
Bellatrix seguía histérica.
—Llévense
a los prisioneros a las mazmorras —ordenó Bellatrix.
—Esta
es mi casa, Bella y no te permito que des ordenes —dijo Lucius, enojado de que
lo relevaran.
—¡Cállate,
idiota! —gritó Bellatrix—. ¿Y ustedes, malditos estúpidos, por qué no obedecen?
¡Y cuidado con Potter! El Señor Tenebroso es el único que puede acabar con él
—miró al desfigurado Harry y sonrió con demencia—. Ah, Potter, en las celdas te
encontraras con una gran sorpresa… tómatelo como un reencuentro antes de tu
muerte —y rió.
—Primero
tiene que pagarnos —dijo Greyback poniendo a unos cuantos pasos de la
pelinegra.
—¿Quieres
tu paga ahora o después? —dijo Bellatrix apuntándolo con su varita.
—Lleva
a los prisioneros a la celda, Greyback —ordenó Narcissa antes de que sucediera
otro ataque.
Greyback
gruñó, pero obedeció. Tomó por el brazo a Potter y cuando iba a tomar a
Hermione, Bellatrix lo detuvo.
—Deja
a la sangre sucia. Tendremos una conversación de mujer a mujer —había saña en
el tono de su voz.
—¡No!
—gritó Ron—. ¡Yo me quedare en su lugar, pero déjala en paz!
Bellatrix
rió.
—No
te preocupes, pelirrojo, porque si ella muere en el interrogatorio, tú serás el
siguiente —dijo Bellatrix—. ¡Ahora sáquenlos de mi vista! —gritó.
Hermione
se quedó parada, mirando como Greyback se llevaba a sus amigos, cuando estos
desaparecieron de su vista, alzo la vista y con temor se enfrentó a Bellatrix.
Bellatrix
volvió a reír. Y con un movimiento de su varita desapareció las cuerdas que
apresaban las muñecas de Hermione.
La
chica se masajeó las muñecas adoloridas, pero sin quitar su mirada de la bruja,
como interrogándola.
—Así
será más divertido. Quiero ver como tratas de defenderte de mí —se burló
Bellatrix—. ¿Y bien, sangre sucia?
***
En
todo el camino hacia las mazmorras, Ron no dejaba de gritar el nombre de su
amiga, pidiendo quedarse en su lugar. Pero fue en vano, nadie le hacía caso,
solo Greyback se burlaba.
Greyback
abrió la celda y con un cuchillo cortó las cuerdas que sujetaba las muñecas de
los prisioneros. Les dio un empujón para que entraran, y cerró la celda, pero
antes de irse decidió burlarse un poco más de ellos.
—Ya
deja de gritar, Barny, no conseguirás nada. Pero para que veas que soy bueno
—se mofó—, voy a salvar a tu novia… o era tu novia, feo Potter… Bueno, no
importa. La salvaré, pero solo porque la quiero a ella como parte de mi pago.
Ya casi puedo sentir la suavidad de su piel contra la mía…
—No
te atrevas a ponerle tus garras encima, bestia —gritó Ron, pateando las rejas—.
Porque te juro que no sé cómo, pero salgo de aquí y te mato.
—Tranquilízate
—le dijo Harry, tomándolo del brazo, no serviría de nada gastar sus pocas
energías en amenazar al licántropo. Después de todo estaban encerrados en esa
oscura y fría celda… y sin varitas.
—Eso,
hazle caso al feo de tu amigo, Barny —dijo Greyback—. Y después de que tenga a
la sangre sucia seguiré con tu hermana, feo… ya hace mucho tiempo que también
la pedí como parte de un pago; tan solo estoy esperando que Señor Tenebroso me
la regale, y después de atraparte, estoy seguro de que no me la negara.
Y
aspiró en el aire con deseo.
—Tu
hermana es muy bonita, feo… y tiene una fragancia exquisita —se mofó el licántropo—,
y si ella es complaciente conmigo, hasta puede que la haga parte de mi manada.
Ardo en deseos por tenerla…
Y
ahora fue Harry, el que no pudo controlar su ira, al escuchar que esa bestia
quería a su hermana. Con él podía meterse todo lo que quería, pero no con su
hermana. No con ella.
—¡Te
mataré! —gritó—. Te mataré si te atreves a ponerle tus manos encima.
Greyback
se alejó de las celdas riendo, había logrado molestar a los prisioneros, pero
de una cosa si estaba seguro, él en verdad quería a Hermione Granger tanto como
a la hermana de Potter.
***
Albus
Dumbledore había corrido con bastante rapidez —a pesar de su edad—, luego de
que el elfo doméstico le informara que su ama se encontraba gritando de dolor
porque su nuevo amito nacería.
El
ex director de Hogwarts entró en la habitación.
—Señora
Malfoy —dijo Dumbledore acercándose a la chica, la cual tenía las mejillas
sonrojadas, los ojos llorosos y la frente perlada de sudor.
Nicole
ni siquiera le prestó atención en como la había llamado, ahora no era el
momento para hacer correcciones.
—¡Aaahh!
—gimió de dolor, respiró como hacían las mujeres de la televisión cuando
estaban a punto de dar a luz—. Pro-profesor.
Hubo
otra contracción y Nicole gritó de dolor.
—¿Us…
us-ted… va… ayu-yudarme? —preguntó la pelirroja.
A
Dumbledore se le pusieron las mejillas coloradas, él podría ser el mejor mago
de todos los tiempos, sabría mucho sobre libros e hechizos, estrategias y
porque no decirlo, también sabía cómo manipular; pero sobre partos y como ser
un apoyo, no.
—Ya…
no… pu-puedo… m-más…
—Pinky
—llamó Dumbledore—, ve por Severus y dile que busque a alguien que pueda ayudar
a la señora Malfoy.
Pinky
no tuvo que ir la orden dos veces, y desapareció con un crac en busca del ex profesor de pociones.
—¿El
pro-profesor… Sna-pe? —dijo confusa Nicole.
—Respiré
—dijo Dumbledore, evitando darle más explicaciones—, Severus no tardara en
venir con ayuda. Vamos, respire, eso ayudara con las contracciones.
Nicole
obedeció, pero eso no detuvo el dolor.
Minutos
después se escuchó un sonido en la chimenea de la vieja casa; Snape salió de la
chimenea seguido de la señora Pomfrey.
—¿Qué
hacemos aquí, Severus? —preguntó la enfermera de Hogwarts con cierta
desconfianza.
Pomfrey
se había visto casi entre la espada y la pared cuando Snape entró a la
enfermería como un huracán, revoloteando su capa detrás de él. Le dijo que
tenía una emergencia, y que era muy importante que lo acompañara. La enfermera
no le iba a ser caso, pero por primera vez en todo lo que llevaba de conocer al
osco profesor, pudo ver en el algo de emoción. Parecía muy azorado.
Así
que queriendo o no, hizo lo que él le dijo.
—Ya
le dije que es una emergencia —dijo Snape con voz impasible—. Sígame —le
ordenó.
Ambos
caminaron por el oscuro pasillo, luego abrió la puerta de una habitación sin
tomarse la molestia de tocar antes.
Pomfrey
abrió los ojos con sorpresa, la hermana de Harry Potter se encontraba sobre una
cama, y se tomaba su abultado vientre con desesperación.
—Pero,
¿ella no estab…?
—Ahora
no es momento de un interrogatorio, Pomfrey —la cortó Snape.
La
enfermera entró a la habitación, dispuesta a acercarse a la pelirroja, pero
paro en seco cuando vio a una presencia que supuestamente no debería de ver más.
Casi le da un colapso al ver parado en una esquina a Dumbledore. Estaba tal y
como ella lo recordaba.
—Dumbledore
—dijo la enfermera llevándose una mano al pecho.
—Nicole
necesita ahora de ti, Poppy —dijo serenamente Dumbledore—. Después hablaremos
—prometió.
La
enfermera respiró profundo, sacó su varita y la pasó por el cuerpo de la
pelirroja. Frunció el ceño, la chica ya estaba en trabajo de parto.
Pomfrey
como la experta que era, empezó a invocar todo lo que necesitaba: tollas
limpias, agua caliente y pociones. Luego miró a su alrededor y al ver que
Dumbledore y Snape seguían en su mismo lugar, sobre todo este último, parecía
haberse quedado petrificado al ver a la pelirroja; les pidió que la dejaran
sola con su paciente.
No
tardaron ni dos segundos en hacer lo que la enfermera les pidió.
Nicole
no prestaba mucha atención, lo único que quería era dejar de sentir esos
dolores. Y como toda mujer primeriza, en el trabajo de parto, sentía que el
mundo se le venía encima.
Pomfrey
le puso una sábana encima a Nicole y luego le retiro la ropa interior para
revisarla.
—Abra
las piernas, Potter —dijo la enfermera, y Nicole con mucha dificultad hizo lo
que le pidieron—. Esto llevara tiempo.
Dos
horas después Nicole rompió fuente, la enfermera se apresuró a secarla para que
estuviera cómoda.
—Calma
—le susurró Pomfrey limpiándole la frente a Nicole—. Solo tiene que dilatar un
poco más…
—No…
lo aguan-to.
—Tranquilizase,
tiene que serenarse o sino todo será más complicado. Usted es primeriza, por
eso se le adelantado el parto, esto es normal —trató de calmarla—. A ver
respire conmigo.
Pasaron
cinco horas más, pero Nicole solo había dilatado cuatro centímetros. Pomfrey le
iba explicando que cada vez que las contracciones sean más fuertes y seguidas,
entraría en trabajo de parto.
Para
ayudarla a dilatar más rápido, Pomfrey la ayudo a levantarse de la cama y
caminar —con su ayuda, claro—, por varios minutos, luego la hizo volver a
acostarse en la cama de costada y con una almohada entre las piernas.
—Todavía
falta —dijo la enfermera cuando la volvió a revisar—. Resista.
Tuvieron
que pasar otras cinco horas más —de lo más dolorosas para Nicole— cuando
Pomfrey le dijo que ya había dilatado lo suficiente.
—Muy
bien, Nicole —dijo Pomfrey—. Voy a contar hasta tres y usted empezara a pujar.
Nicole
vio a la mujer y asintió.
—Uno…
dos… y tres, puje.
Así
lo hizo Nicole, pujo con todas sus fuerzas, pero el dolor en su cintura la hizo
detenerse.
—¡Puje,
Nicole! —la apremió Pomfrey.
—Estoy…
muy cansada… —se quejó la chica.
—Tiene
que hacerlo, Nicole. ¿O acaso quiere que a su bebé le pase algo? —Nicole negó
con la cabeza—. Puje.
La
pelirroja volvió a pujar, pero nuevamente se detuvo. En verdad estaba agotada.
Tal vez necesita apoyo, pensó Pomfrey. En esos
casos, era el padre quien siempre se encontraba cerca de la madre para animarla.
Pero el padre no estaba. Así que hizo lo único que podía, salió rápidamente de
la habitación, dispuesta a buscar a Dumbledore.
Pero
cuando salió de la habitación, vio a Dumbledore al final de pasillo, pero no
estaba solo, Snape todavía estaba con él, parecían discutir por algo. En ese
momento no importaba su discusión, lo único que realmente importaba era que la
ayudaran.
Y
qué mejor que Snape, ya que él era mucho más joven que Dumbledore.
—Snape
—lo llamó, el aludido se volvió al instante, tenía el ceño fruncido—. Acércate,
por favor.
El
hombre camino rápidamente hacia la enfermera.
—¿Qué
quieres? —preguntó con molestia.
—Necesito
tu ayuda —dijo.
Snape
levantó una negra ceja.
—Eres
tú la medimaga, no yo.
—Ahora
no, Snape. Necesito tu ayuda en verdad —Pomfrey abrió más la puerta, como
invitándolo a pasar, pero él no se movió—. Entra.
Snape
frunció el ceño, no le gustaba nada eso, pero igual entro, la enfermera paso
detrás de él, y cerró la puerta. Se posesiono nuevamente en su lugar. Pero
Snape no se movía.
—Snape
—le urgió Pomfrey—. Acércate a Potter.
El
hombre apretó los puños, pero hizo lo que le pidieron, se acercó a la chica,
parándose a la cabecera.
—Siéntate
a su lado y tómala de la mano.
Snape
le dedicó la peor de las miradas, pero Pomfrey ni se inmuto, ahora estaba
demasiado ocupada.
—Potter
no te va a morder. ¡Hazlo, ya!
Snape
estaba dispuesto a salir de esa habitación e irse a Hogwarts, él no tenía por
qué hacer lo que le ordenaban, ya suficiente tenía con Dumbledore y con el
Señor Tenebroso. Pero cometió un error, bajo la mirada y la observó. Lily, pensó. Su hija era idéntica a
ella.
Y
sin pensarlo, se sentó junto a ella y la tomó de la mano, estaba helada y
sudorosa. No le importó.
Nicole
al sentir que su temible profesor de pociones entraba a su habitación, se
cohibió, pero cuando la tomó de la mano, ofreciendo su apoyo, ya no le importo.
—¡Puja,
Nicole! —le dijo la enfermera.
Nicole
pujo con todas sus fuerzas, a la vez que le apretaba la mano a su profesor. Se
detuvo, pero nuevamente empezó a pujar, hasta que se pudo ver asomar la
cabecita del bebé.
—Vamos,
sigue, Nicole —le dijo Pomfrey.
Nicole
respiró unos instantes entre contracciones, y volvió a pujar.
—Ya
falta poco. Una vez más.
Pujo
con todas sus fuerzas y en ese momento, el bebé salió y un gran llanto se
escuchó en toda la casa. La enfermera sonrió al ver al bebé.
—Es
un niño —informó.
Nicole
respiraba fuerte, aun no soltaba la mano de Snape, pero cuando escuchó que era
un niño, soltó la mano del profesor, y estiro sus manos para que cargarlo,
abrazarlo, besarlo.
Pomfrey
rápidamente se lo entregó.
—Es
hermoso —susurró observando embelesada a su hijo, las lágrimas empezaron a
salir de sus ojos, en ese momento se sentía muy feliz, por fin tenía a su hijo
en sus brazos.
Snape
aún seguía sentado junto a ella, inmóvil; dirigió su vista al niño que la
pelirroja tenía en sus brazos. Y se preguntó como él, siendo un ser tan
despreciable, había tenido el privilegio de ver un acontecimiento tan hermoso.
Había estado presente en el nacimiento de un ser inocente.
Nicole
volvió su rostro hacia él.
—Gracias,
señor —le dijo con verdadera gratitud—. Nunca olvidaré esto que ha hecho por
mí.
Snape
se sintió incomodo, pero asintió.
Pomfrey
fue por el niño pasado unos minutos, ahora tenía que asearlo, ya que el bebé
tenía de manchas de sangre y manchar de líquido viscoso.
A
Nicole le dolía todo, pero estaba tan contenta que sus dolores los dejo en un
segundo plano. Respiró profundo y de pronto todo se puso negro.
Snape
se alarmó, pero la enfermera le dijo que solo estaba agotada, que era normal, y
que ya volvería en sí. Él asintió, se levantó de la cama y sin mirar a nadie
salió de la habitación, mientras se masajeaba la mano, nunca creyó que esa
chica tuviera tan fuerza, si hasta casi creyó que le rompería los huesos.
Draco
Malfoy ya era padre.
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