miércoles, 17 de enero de 2018

Torturada



POV Autora
—¡HERMIONE! —bramó Ron, volviendo a patear las rejas—. ¡HERMIONE!
—¡Cállate, Ron! —le dijo Harry, estaba prácticamente a ciegas en ese lugar tan oscuro, y tener el rostro hinchado no ayudaba—. Tenemos que buscar la manera de salir de aquí.
Harry estaba furioso, Greyback no solo miraba lascivamente a su amiga, sino que también quería a su hermana. ¿Qué demonios? ¿Cómo él sabía que su hermana era hermosa? Le daba nauseas de solo pensar en lo que pasaría si el licántropo ponía sus manos en Hermione y en su hermana.
—¡HERMIONE! ¡HERMIONE! —seguía bramando Ron como un poseso.
—Ron, escúchame —le dijo Harry—, tenemos que hacer un plan, no nos podemos quedar aquí…
—¿Harry? —susurró una voz—. ¿Ron? ¿Son ustedes?
Ron dejó de gritar. Y alguien se movió, se escuchaba los quedos pasos de alguien, acercándose.
—¿Harry? ¿Ron? —volvió a interrogar la misma voz.
Harry fue el primero en reconocer esa voz.
—¿Luna?
—¡Sí, soy yo! —dijo más alto—. Me raptaron cuando estaba en el tren para ir a mi casa para Navidad —contó.
—Lo lamento, Luna —dijo Harry.
Un grito desgarrador se escuchó.
—¡HERMIONE! ¡HERMIONE! —gritó Ron.
—¿Cómo podríamos salir de aquí? —dijo Harry, sintiéndose culpable por el dolor que estaba sufriendo su amiga. Si tan solo no hubiera mencionado el nombre del mago oscuro, esto no estaría pasando.
—No se puede, Harry —dijo Luna—. Ni el señor Ollivander ni yo hemos podido salir.
Harry iba a preguntar por el fabricante de varitas, cuando la maligna voz de Bellatrix —que era tan alta—, se pudo oír hasta en las mazmorras.
—¡Maldita, sangre sucia! Dime ¿de dónde has sacado esa espada? ¡No pienso preguntártelo otra vez!
No se escuchó la voz de Hermione.
—¡Dime! ¿Cómo la consiguieron? ¡Crucio!
—¡NO! ¡HERMIONE! —gritó Ron, jalándose tan fuerte de lo cabellos, que casi podía arrancárselos—. ¡MALDITA SEA! ¡TENGO QUE SALIR DE AQUÍ!
—No hay forma de salir, Ron —repitió Luna—. La celda es a prueba de fugas. Yo lo intenté al principio, pero nada funcionaba, por eso desistí.
—¡Tiene que haber una maldita forma! —gruñó Ron.
—El señor Ollivander lleva mucho más tiempo que yo aquí, y él tampoco ha podido escapar.
—Esto no es alentador —dijo Dean.
—¿Dean? —dijo Luna—. Vaya. Hola, Dean —lo saludó.
Dean no respondió al saludo, ¿cómo podría? Que no se daba cuenta que esa no era una visita de cortesía; estaban prisioneros.
—No te creo, maldita sangre sucia —escucharon nuevamente la voz de Bellatrix.
—Es… fa-falsa…
—¡Mentirosa! ¡Crucio!
Otro terrible grito.
—¡HERMIONE! —Ron ahora empezó a patear las paredes de piedra, no le importaba hacerse daño, lo único que quería era salir y rescatar a Hermione.
—N-no… mi…mien-to… —la voz de Hermione era dolorosa—. Es… u-una… copi-a.
—¿Una copia? —gritó Bellatrix para luego soltar una desquiciada risa—. ¿Cómo te atreves a mentirme, asquerosa sangre sucia? ¡Tú has estado en mi cámara de Gringotts? ¿Qué más te robaste? ¡Dime la verdad!
—Nun-ca… he… es-tado en… en su cá-caámara…
—¡Embustera! ¡Dime la verdad! ¡Dime la verdad! ¡O juro que te atravesaré con este cuchillo!
Hermione gritó otra vez, y Harry sintió un dolor muy fuerte en su pecho, su amiga estaba siendo torturada y él no podía hacer nada para defenderla.
Harry desesperado, saco de la bolsa que tenía alrededor de su cuello, la mitad del espejo que le había regalo su padrino, lo puso frente a su cara, y aunque no podía ver su reflejo…, pero de pronto le pareció divisar un rayo de azul chispeante, ¿acaso eso era el ojo de Dumbledore? ¿O se lo estaba imaginando? No lo sabía a ciencia cierta, he hizo lo que tenía que hacer, rogó por ayuda.
—¡Por favor, ayúdanos! —chilló con desesperación al seguir escuchando los gritos de dolor de su amiga—. Estamos en la mansión Malfoy. ¡Ayúdanos!
El ojo parpadeó y luego desapareció.
Harry aun veía hacia el espejo sin ver. Movió el espejo, tratando de que ese ojo volviese aparecer. No lo consiguió.
—¡HERMIONE! ¡HERMIONE! —seguía gritando Ron.
—¿Cómo entraste en mi cámara? ¡Responde! ¡Crucio! —gritó Bellatrix—. ¿Acaso ese maldito duende te ayudo?
—¡Lo acabo… de co-conocer! —la voz de Hermione era débil—. Nunca… he esta-do… en… su cá-cámara. ¡Esa espada… es solo una… c-copia!
—¡Sigues diciendo lo mismo! ¡No te creo! —gruñó la bruja—. Pero solo hay una forma de averiguarlo. ¡Draco trae al duende! Él verificara si lo que dice la sangre sucia es cierto o no.
Harry guardo rápidamente el espejo.
—Griphook —lo llamó Harry, pero el duende no contestó—. ¡Griphook! —insistió teniendo la misma respuesta: silencio.
Ron desesperado quiso ir y matar al duende, pero no sabía dónde estaba, no veía nada. y de pronto recordó; él era dueño de un Desiluminador. Lo sacó de su bolsillo con un click lo encendió, aparecieron las luces que había succionado de la tienda de campaña, estas se alzaron en el techo, miró por cada rincón hasta que lo halló.
 Se acercó al duende.
—Griphook —susurró, casi amenazante—, tienes que decirle que la espada es falsa —el duende no lo miró—, por favor… ayúdanos —terminó rogando—. Harry dile algo…
Pero Harry no lo escuchaba, con las luces en la celda había podido ver una cabellera pelirroja en un rincón, primero pensó que era Ginny, pero no, la chica era más menuda que su ex novia.
Nicole.
No lo pensó, corrió hacia ella y la abrazó.
—Nicole —le dijo desesperado, pero la chica no reaccionaba, estaba tiesa y con la mirada perdida—. ¿Qué te sucede? ¿Qué te han hecho? —elevó su voz.
—Solo está en shock —dijo Luna. Y así era, luego de que Draco la empujara, ella cayó al suelo, Luna como pudo se acercó a ella, la ayudo a ponerse de pie y la llevó junto a ella, la rodeó con sus brazos, pero la chica no hizo ni el más mínimo movimiento.
Ron también se sorprendió al verla allí.
Unos pasos se empezaron a escuchar, Ron automáticamente volvió accionar su Desiluminador y todo volvió a quedar a oscuras. Los pasos se detuvieron en las rejas, hubo un sonido y las rejas se abrieron.
—¡Quédense atrás! —ordenó Draco, con voz amenazante—. ¡Todos contra la pared! ¡No hagan ninguna estupidez o lo lamentaran!
Ron tenía unas ganas tremendas de darle un empujón a Draco y salir de allí, pero luego reflexionó, si hacia eso no llegaría muy lejos, había muchos mortífagos más en esa casa, y lo único que conseguiría seria arriesgar mucho más a Hermione. Así que apretando los puños y tragándose su ira, hizo lo que le ordenaron.
Draco entro a la celda, tenía su varita en la mano y una luz salía de ella, busco al duende, y cuando lo encontró lo levantó con brusquedad de un brazo y sacó de la celda, un nuevo sonido se escuchó, la celda había sido cerrada nuevamente.
Ron volvió a sacar su Desiluminador y lo acciono, las tres luces iluminaron la sucia celda. Vio a Harry abrazando a su hermana.
—Nicole —le decía Harry—. Reacciona, Nicole… por favor… —la sacudió levemente por los hombros.
Pero la pelirroja seguía sin responder.
Todos miraban al chico, tratando de reanimar a su hermana.
Ron se acercó a su amigo, para ayudarlo.
—Hey, Nicole —le dijo Ron, arrodillándose a su lado, paso una mano por su rostro, pero ella ni siquiera parpadeó—. Mierda —gruñó.
—¿Desde cuándo está aquí? —preguntó Harry a nadie en particular.
—Semanas —Luna fue la que respondió—. No sabría decirte cuantas, porque aquí se pierde la noción de tiempo.
—Pero, ¿cómo? No se suponía que estaba al cuidado de mis padres —dijo Ron, mirando a la Ravenclaw.
—Eso es lo que se suponía —susurró Luna.
—¿Quién la trajo? ¿Greyback? —preguntó Harry, con una voz amenazante.
—No. No fue él. Fue Draco Malfoy —respondió Luna.
Harry se llenó de ira. Ira que era dirigida a su némesis de toda la vida: Malfoy.
—Maldito Malfoy —gritó, sin que le importarse que lo escuchasen—. Algún día me las cobraré.
Acto seguido, Harry colocó sus manos sobre los delgados brazos de su hermana y la puso de pie.
—Vamos, Nicole; tienes que reaccionar —decía Harry—. Nicole —la volvió a sacudir, el cuerpo de la pelirroja se movió como si fuera una muñeca de trapo—. Por favor, reacciona, te prometo que te sacaré de aquí. Te pondré a salvo y no volverás a pasar por eso una segunda vez —Harry sacudió nuevamente a la chica, pero esta vez con más fuerza. La túnica de la pelirroja se abrió, mostrando su vestido celeste, y Harry ahora que ya se había acostumbrado a la luz y a su nueva imagen, dirigió su vista al vientre plano de Nicole. El ojiverde se quedó estático, ¿acaso su hermana no estaba embarazada? ¿Acaso para esas fechas su hermana no debería tener un vientre de lo más abultado? ¿O es que estaba equivocado? Empezó a contar los meses mentalmente, ella por lo menos debería tener unos siete meses de embarazo; pero ¿entonces?—. ¿QUÉ DEMONIOS LE HICIERON? —gritó con tal furia que hizo que Ron cayera sentado en el suelo, espantado.

***

—¡CRUCIO! —gritó Bellatrix con gran satisfacción y odio mezclados. La maldición golpeó a Hermione otra vez.
Ella gritó de dolor, no sabía cuánto tiempo más podría soportar esa tortura.
Seguido de sus gritos, el gritó de Ron, lleno de impotencia también se escuchó hasta la sala. Bellatrix rió con tanta diversión, que cualquiera pensaría que le habían contado un buen chiste.
—¡Que divertido! —se mofó.
En ese momento, Draco entró a la sala arrastrado a un duende. Y solo lo soltó cuando estaban a unos pasos de su demente tía.
Bellatrix dirigió su oscura mirada al duende.
—¿Y bien? —gruñó Bellatrix a Griphook—. ¿La espada es auténtica? Porque esta asquerosa sangre sucia dice todo lo contrario.
El duende estiro su mano para que le dieran la espada de Gryffindor, cuando la tuvo en sus manos, la reviso minuciosamente.
—Es falsa, aunque parece una copia bien hecha si me permite decirlo.
—¿Estás completamente seguro? —bramó Bellatrix apuntándolo con su varita directamente a la cabeza.
—Sí —respondió el duende con voz chillona.
Bellatrix rechinó los dientes, pero en su demente rostro se pudo ver alivio.
—Bien —dijo—. Colagusano —gritó, unos pocos minutos después el mortífago calvo hizo acto de presencia—. Lleva a este duende a su celda —le ordenó.
Colagusano miró de reojo a la castaña tirada en suelo, su cuerpo temblaba levemente, tenía las mejillas rojas y las lágrimas rodaban por ellas; no pudo evitar recordar, cuando esa bruja era una niña y siempre la escuchaba discutir con su amo pelirrojo, a decir verdad, la inteligencia de esa chica le recordaba tanto a la de Lily. Tomó del brazo a Griphook y salió por la puerta, arrastrándolo.
Bellatrix miró a su víctima, sonrió.
—Que hayas dicho la verdad, no te salvara —dijo con una voz de niña asquerosamente tierna, y luego una malvada sonrisa se formó en sus labios—. ¡Crucio!
Hermione volvió a gritar y a revolcarse de dolor.
Draco estaba parado junto a su madre y su padre, pero no miraba a Granger ni a su tía, había dejado de mirar tal tortura desde el momento en que Bellatrix le había lanzado el segundo Crucio a la castaña.
Hermione Granger, nunca le había caído bien, por ser una sabelotodo insufrible y por superarlo en sus notas, dejándolo en vergüenza con su padre. Pero ahora, viendo lo frágil que parecía ser, no podía evitar sentir lastima por ella. Él tenía la mano derecha dentro del bolsillo de su túnica y desde allí apretaba con fuerza su varita.

***

—¡SON UNOS MALDITOS DESGRACIADOS! —bramó Harry. Estaba muy enojado, como nunca antes había estado. Le habían hecho una atrocidad a su hermana. Le habían arrancado el niño que crecía en su matriz—. ¿QUIÉN LE HIZO ESTO? ¿FUE MALFOY? —gritó.
—¿De qué habla? —dijo Dean, confundido, él nunca había vista a Harry tan enojado, tan violento; y temía por lo que fuera a suceder.
Y de pronto un crac sonó en la celda.
Todos volvieron su vista hacia el ruido. Era Dobby, el elfo doméstico que le estaba muy agradecido a Harry por concederle la libertad.
—¡Harry Potter! —chilló Dobby, él lo había reconocido por sus gafas—. Dobby ha venido a rescatarte y…
En ese momento Harry dejó a su hermana sentada contra la fría pared.
—¿Dobby? Pero ¿cómo…? —dijo Harry, aún estaba terriblemente enojado, pero sintió una especie de esperanza en cuanto lo vio.
Un nuevo gritó desgarrador se escuchó. Ron se acercó hasta las rejas.
—Tenemos que salvar a Hermione —dijo.
—Dobby, ¿puedes desaparecer fuera de esta celda? —le preguntó Harry.
El elfo asintió enérgicamente.
—¿Y puedes desaparecer con personas?
Dobby volvió a asentir.
—Bien, pues entonces quiero que tomes a Luna, Dean, el señor Ollivander… y a mi hermana —le dirigió una mirada apenada—, y te los lleves a… a… —Harry no sabía a donde mandarlos.
—A la casa de mi hermano Bill y Fleur —dijo Ron—. En Shell Cottage a las afueras de Tinworth.
Dobby asintió nuevamente.
—Y luego regresas aquí. ¿Podrás hacerlo? —le preguntó Harry.
—Dobby puede hacer cualquier cosa por Harry Potter y sus amigos.
Luna y Dean protestaron, diciendo que querían ayudarlos, pero Harry no aceptó sus protestas, lo único que quería era poner a salvo a todos.
Se llevó una mano a la cicatriz, el dolor era insoportable, pero luego pudo verlo a él, y no estaba solo, estaba con un desgraciado hombre. Cortó la conexión, ahora lo importante era salir de ese lugar y salvar a Hermione.
Dobby se acercó a Luna, Dean y el señor Ollivander para desaparecer de allí, Harry lo detuvo un momento, falta su hermana, caminó hacia ella, la levantó del suelo y la acercó al lado de la rubia, ella al instante la tomó del brazo.
Y con un nuevo crack, Dobby desapareció de la celda.
Ahora solo quedaban Harry y Ron.
Se escucharon unos pasos nuevamente, los dos chicos se pusieron alerta. Ron volvió a accionar su Desiluminador, y todo quedó a oscuras otra vez.
—¡Atrás! —dijo una voz familiar para ellos—. ¡Apártense de la puerta! —se escuchó como las cerraduras de las rejas se abrían. Colagusano entró en la celda, tenía su varita apuntando al frente, de la cual salía una luz, dejó caer al duende en el suelo. Miró a su alrededor, y allí vio al hijo de su amigo y a su antiguo amo.
Harry y Ron ya habían acordado de abalanzarse contra cualquier mortífago que hiciera acto de presencia, y para su disgusto fue el traidor de Colagusano.
Los dos de abalanzaron hacia el mortífago, Ron con rapidez logró quitarle la varita, pero Harry fue el que se llevó la peor parte, ya que Colagusano lo tomo del cuello con su mano de metal. Le estaba quitando todo el aire, y si Colagusano seguía apretando más su cuello pronto ya no respiraría.
—¡Suéltalo! —le exigió Ron, apuntándolo a la cara con su propia varita, pero Colagusano lo ignoró—. ¡Te exijo que lo sueltes!
—¿Vas a matarme? —logró decir Harry, tratando de apartar los dedos de metal de su cuello—. ¿Después de que te salve la vida? —el mortífago recordó cuando Sirius y Remus quisieron matarlo—. ¡Te salve la vida! ¡Y tú me debes una, Colagusano!
Colagusano se quedó inmóvil unos segundos, pero luego miró al chico al cual estaba intentando matar y recordó a James, el cual le había brindado su amistad y protección; lentamente fue aflojando sus dedos, hasta que finalmente Harry fue liberado.
Harry se llevó las manos al cuello, masajeándoselo. Ron aun lo apuntaba con la varita al mortífago.
Y en ese mismo instante Colagusano soltó un chillido de sorpresa, Harry levantó la cabeza, y lo que vio lo sorprendió, la mano metálica de Colagusano ahora se cerraba contra su propio cuello, apretando con mucha fuerza.
—¿Qué demonios? —dijo Ron.
Harry no lo pensó dos veces, rápidamente se acercó al mortífago que solo hace unos minutos había querido matarlo, y trato de aflojar los dedos del cuello de Colagusano. Una tarea inútil, ya que cada vez que lo intentaba, parecía que los dedos se cerraban con mucho ímpetu alrededor del cuello del mortífago.
Esa mano metálica que le había dado Voldemort hace unos años —luego de que Colagusano se cortara su mano para terminar de hacer la poción— parecía tener vida propia, era como si estuviera castigando al traidor.
Ron se acercó a ayudar también, pero esa mano maldita parecía tener mucha más fuerza que ellos. Nada serviría.
La cara de Colagusano, ya había perdido todo color para pasar un azul.
Ron intento con un hechizo. Tampoco funcionó.
El cuerpo de Colagusano cayó al suelo, y en ese momento Harry y Ron supieron que ya nada se podía hacer con él.
Se miraron ambos horrorizados por lo que acababan de presenciar, pero entonces, un nuevo gritó de su amiga los hizo salir rápidamente de esa celda, pero antes Harry tomó del brazo a Griphook lo llevaron con ellos.
Con mucho sigilo subieron unas escaleras para dirigirse a la sala de estar de esa maldita mansión. Se arrastraron con cuidado hasta llegar a la misma puerta por donde Greyback los había arrastrado.
Abrieron la puerta, y justo en ese momento Bellatrix le estaba diciendo a Greyback que se podía quedar con la sangre sucia.
Ron entró corriendo a la sala, lleno de ira, esa bestia no le pondría sus garras a su Hermione.
Greyback no pudo acercarse a Hermione, porque vio que un pelirrojo entraba corriendo seguido del feo Potter.
¡Expelliarmus! —gritó Ron apuntando con la varita de Colagusano. La varita de la desquiciada bruja voló por los aires, cayendo finalmente a la mano de Harry.
El duende se acurrucó en una esquina de la sala, protegiéndose del futuro duelo.
Lucius, Narcissa y Draco miraron a sus prisioneros, allí en su sala. Y Draco hizo un ligero gesto —que se podía tomar como sonrisa— al verlos allí. En el fondo sabía que ellos buscarían una manera de salir de esa celda.
Los Malfoy sacaron sus varitas y empezaron a lanzar hechizos, Harry los bloqueaba al igual que Ron, pero este estaba más pendiente de Hermione, empezó a acercarse a ella bloqueando los hechizos que le lanzaban. Pero Bellatrix adivinando sus intenciones se le adelanto y cogió a Hermione por el cuello, poniendo como escudo, dado el caso de que le lanzaban un hechizo, la única que saldría lastimada seria Hermione.
Ron detuvo sus pasos, y Bellatrix al ver lo que había conseguido, sacó su cuchillo maldito y lo puso en el cuello de Hermione.
—¡ALTO O LA SANGRE SUCIA MUERE! —gritó la mortífaga.
Harry logró bloquear el hechizo que le había lanzado Narcissa; y se detuvo, mirando a Bellatrix y a su amiga.
Toda la sala había quedado destruida en cuestión de minutos, los sofisticados sofás estaban de cabeza, sin patas, los adornos estaban rotos en el suelo, algunas lámparas tampoco habían sobrevivido.
—Ahora, dejen caer sus varitas —ordenó Bellatrix.
Ron apretó los dientes, vio a su amiga, por ella lo haría, por ella haría cualquier cosa, inclusa dar su vida; lanzó su varita al suelo, segundos después Harry hizo lo mismo.
Bellatrix soltó una carcajada llena de odio. Luego le ordeno a Draco recogerlas, este maldijo internamente, pero igual recogió las varitas, y cuando estaba a punto de acercarse a su tía para entregarle las varitas, hubo un ruido seco, y seguido el candelabro de cristal que estaba en el techo, cayó sobre Hermione y Bellatrix, la mortífaga liberó a la castaña y se lanzó hacia un lado, Ron corrió hacia Hermione y tomándola de la cintura, puso su cuerpo para protegerla.
Draco de dobló a la mitad cubriéndose de los vidrios, mientras que a Harry no se preocupó por lo vidrios, corrió hacia Draco y en un descuido, no solo le arrebato las varitas dos varitas que necesitaban, sino que también desarmó al rubio, para luego correr hacia sus amigos.
Por su parte el duende había aprovechado la oportunidad de correr y arrebatarle la espada de Gryffindor a uno de los carroñeros y luego corrió hacía el trío de oro.
Los amigos buscaron quien había sido el culpable de tal acto, que, de cierta manera, les había brindado una gran ayuda.
—¡Dobby! —gritó Narcissa, la cual estaba abrazando a su hijo protectoramente—. ¿Tú hiciste esto?
—Dobby hizo lo que tenía que hacer —chilló el elfo—. Nadie tiene que dañar a Harry Potter y a sus amigos.
¡Desmaius! —gritó Harry al ver a Greyback queriendo acercarse a ellos.
El licántropo cayó al suelo con un ruido sordo.
Lucius se paró del suelo y miró con ira al trío, pero no pudo hacer nada porque él no tenía una varita para atacarlos.
Bellatrix se arrastró por el suelo en busca de su cuchillo, cuando lo encontró lo tomó y se levantó, estaba despeinada y tenía algunos cortes en el rostro.
—¡Mata a ese maldito elfo, Narcissa! —le gritó a su hermana.
Pero antes de que Narcissa siquiera reaccionara, Dobby con un chasquido se acercó al trío y al duende, y tomándolos a todos de la mano, se dispuso a desaparecer, pero antes la furiosa mortífaga lanzó su cuchillo maldito en dirección a sus prisioneros.
Sin embargo, el elfo domestico logró desaparecer con los tres chicos y el duende.

***

Eran las cuatro de la madrugada, cuando Draco Malfoy se apareció en la casa de Snape, llevaba su capa de mortífago y su máscara.
La casa estaba oscura y fría, pero por lo menos no hacia tanto frío como en la calle.
Draco se quitó la máscara y la guardo en su bolsillo, respiró profundo, y hacerlo le causo un terrible dolor, no era para menos, después de haber sido castigado por inepto.
Luego de que Potter y todos los prisioneros huyeran de su casa, llegó Su señor, estaba furioso, como nunca lo había visto antes. Le lanzó la maldición Cruciatus a su demente tía cuantas veces se le dio la gana y a cuanto mortífago tuviera la desgracia de interponerse a su vista. Incluso, había matado a algunos de sus mortífagos y se los había dado de comer a su asquerosa serpiente.
Y por supuesto, su padre y él también fueron castigados —sobre todo él por no haber cuidado de su prisionera—, aun no sabía cómo había logrado sobrevivir a tanto dolor. Lo único bueno era que a su madre no le habían tocado ni un pelo.
Caminó lentamente hasta la habitación de su esposa, necesitaba verla, necesitaba tocarla y borrar de su cuerpo y mente toda la mierda que pasaba en su casa. Solo ella era capaz de brindarle un poco de paz, aunque lo despreciara.
—¿Adónde vas, Draco? —había siseado el Señor Tenebroso cuando lo vio ponerse de pie después de los crucios que le había lanzado. Y este convocara su capa y su máscara.
Él había apretado los puños tratando de contener el dolor y la ira.
—A buscar a la hermana de Potter. La voy a encontrar y la voy a traer otra vez —había sido su respuesta.
Voldemort en vez de torturarlo nuevamente, se había reído de él, soltando una macabra carcajada. Y luego lo había amenazado de muerte a él y a su familia, claro, después de haber maldecido e insultado a cada miembro de su familia.
Luego de eso Draco había salido al patio de su mansión y había desparecido.
Se detuvo un momento, recargándose en la pared, nunca en su vida había sentido tanto dolor como ahora. Solo esperaba que el imbécil de Potter destruyera a la escoria del Señor Tenebroso, el cual se había hecho dueño de su mansión y de todo lo que había allí, incluso de ellos.
Luego sonrió amargamente, era tan retorcido que él, Draco Malfoy, estuviera de parte de Potter, su eterno rival.
Estaba a punto de retomar sus pasos cuando escuchó un ruido, y frente a él se materializó un elfo doméstico.
—Amo —dijo el elfo haciendo una exagerada reverencia ante él—. Pinky está muy contento de volverlo a ver.
Draco ignoró al elfo, que le importaba a él que esa criatura estuviera contento de verlo. Él lo único que quería era ver a su pelirroja esposa.
—Amo —volvió a decir Pinky—. La ama Malfoy a…
—¡Largo! —le dijo Draco, sin siquiera mirarlo.
Tomo el pomo de la puerta y lo giró, entró a la habitación con pasos lentos y cerró la puerta.
Caminó hasta los pies de la cama, y allí pudo ver la silueta de Nicole. Ella dormía plácidamente, su respiración era calmada, apacible. Él deseo poder tener un poco de esa calma. Sin pensarlo camino hasta ella, y se acostó a su lado.
Cuanto había extrañado su aroma, que era como una mezcla floral y chocolate, metió su nariz en el hueco de su cuello y respiró profundo su fragancia, sin que le importarse el dolor que le causaba hacer esto. Luego posó sus labios sobre los de Nicole, en un beso casto y con amor; ella no se despertó, solo suspiró.
Pero aun no era suficiente, Draco quería sentirla cerca de él, sentir su cuerpo acurrucado al suyo, para así poder dormir al menos las pocas horas que faltaban para el amanecer. Levantó su brazo para pasarlo por encima de su vientre y también sentir así a su hijo, pero cuando logro su cometido, se dio cuenta que el abultado vientre había desaparecido. Se asustó. ¿Qué demonios había pasado? Esa Nicole era igual a la falsa Nicole que tenía como prisionera.
Quitó las con fuerza las sabanas que cubría el cuerpo de su esposa, y con la poca luz que se filtraba por una pequeña ventana, comprobó que el vientre abultado de Nicole en realidad si había desaparecido.
Y después de todo lo que había pasado en su casa, no tenía ningún pensamiento positivo, así que creyó lo peor.
—Nicole —la llamó Draco y la movió bruscamente por un hombro para despertarla.
La pelirroja abrió los ojos lentamente, y se asustó un poco al ver a Draco prácticamente sobre ella. Pero luego se tranquilizó.
—¿Malfoy? —susurró con voz pastosa—. ¿Qué haces aquí?
—No —dijo Malfoy seriamente—. ¿Qué sucedió? —preguntó colocando su mano sobre su vientre; pero luego se quedó pensativo, contando los meses mentalmente. No concordaba, aún faltaba dos meses para que ella tuviera al niño.
Nicole colocó su cálida mano sobre la mano fría de Draco.
—Se me adelanto el parto —respondió Nicole mirándolo a los ojos—. Nació sano a pesar de que es prematuro. Ahora está dormido en el moisés —señaló a su lado derecho.
Draco miró hacia el lugar que le indicaba su esposa. Y allí lo vio, dentro de un moisés, dormía entre cobijas blancas su hijo, su primogénito.
—¿Es un niño? —preguntó Draco, sin apartar la vista del recién nacido.
—Sí —susurró Nicole, haciendo una mueca de dolor cuando trato de sentarse. Y aunque la señora Pomfrey le había dado pociones para el dolor, este aun no mermaba.
Draco lentamente se levantó de la cama y se acercó al moisés. No podía verlo bien en toda esa oscuridad, pero ahí estaba su primogénito. Podía escuchar su leve respiración. Llevó su mano hacia la diminuta manita de su hijo y lo tocó, era cálido, cálido e inocente.
Una sensación de alegría, felicidad, dicha, miedo y añoranza se revolvía en su corazón. Se había convertido en padre. Padre a los diecisiete años, aun sonaba tan irreal en su mente.
Sonrió, una sonrisa autentica, no una de esas cargada de burla, sarcasmo o frialdad como la que acostumbraba en su casa.
Nicole presenciaba todo en silencio, ella aún estaba sensible por el parto, así que no pudo evitar que unas lágrimas se derramaran de sus ojos. No podía creer que el frío y arrogante Draco Malfoy estuviera parado allí, frente a su hijo, y que lo mirada como si fuera una de las maravillas del mundo. Tanta era su felicidad que hasta empezó a ver al hombre que hace varias semanas le había descrito Dumbledore. Empezó a ver a ese hombre que en verdad quería protegerla a ella y a su hijo, un hombre tan distinto al chico arrogante y déspota que conoció en Hogwarts, tan distinto al chico que le había pedido que terminara con la vida de su bebé.
Unos minutos después sintió que Draco se volvía a acostar junto a ella, este paso una mano por su cintura posesiva y protectoramente y la acercó a él. No hubo palabras de dichas o promesas de protección, pero ella por primera vez —en lo que lleva de conocerlo— lo sintió tan humano, y hasta sintió amor por él.
No supo en qué momento se volvió a quedar dormida, solo que despertó cuando escuchó un llanto.
Abrió los ojos al instante y se dispuso a levantarse, pero algo la tenía presa, miró que era la detenía y vio los brazos de Draco cubiertos por su túnica negra. Sonrió y suavemente se quitó esos brazos prisioneros.
Se levantó de la cama con mucho cuidado, ya que aún estaba adolorida, pero todo ese dolor pareció desaparecer en cuanto vio a su hijo. El niño lloraba desesperadamente, así que ella lo tomo en brazos y empezó a mecerlo suavemente mientras le susurraba palabras dulces. Y el niño adivinando que ella era su madre, dejo de llorar y la observó.
Ella sonrió y le acarició la cabecita con unos pocos cabellitos rubios; por supuesto no se podía negar que era hijo de Draco, ya que hasta sus pequeños ojitos eran del mismo tono gris que del padre y su piel ahora sonrosada dentro de poco seria pálida. Si todo un Malfoy de pies a cabeza.
El bebé se removió un poco en los brazos de su madre.
—¿Qué te sucede, pequeño Harry? —le dijo Nicole maternalmente.
—¿Cómo lo llamaste? —dijo una voz detrás de ella. Se volvió para encontrarse con Draco, que tenía el ceño fruncido. Claramente no le gustaba el nombre que le había puesto a su hijo.


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