POV Draco
—Draco, ¿dónde
estabas? —dijo una voz detrás de mí.
Giré para
encontrarme cara a cara con la persona que se dirigía a mí, aunque no era
necesario porque ya sabía de quien se trataba. De nada más y nada menos que mi
padre.
—Padre —dije lo
más natural posible.
—¿De dónde
vienes, Draco?
Sonreí.
—Pues de donde
más, padre. De buscar pistas sobre la tonta hermana de Potter.
Mi padre me
estudiaba con la mirada.
—¿Y ya tienes
una idea de donde puede estar esa mestiza? —me preguntó.
—Fui al
Ministerio, y me infiltre en la oficina del traidor a la sangre de Weasley,
pero al parecer tampoco sabe nada. Es como si la mocosa hubiera desaparecido
del planeta.
—No pude
desaparecer de esa manera —dijo mi padre con el rostro duro.
—Estos últimos
días he tenido la idea de que San Potter también
se haya llevado a su hermana con él —inventé.
Mi padre
pareció pensarlo. Al fin y al cabo podrían creer mi teoría. Potter nunca dejaba
a su hermana sola. Bueno, solo una esa vez que me la encontré en Francia.
—Si ese maldito
de Potter se llevó a su hermana con él, esto molestara mucho a los planes del
Lord.
—Pues el Lord
tendrá que aceptar su derrota si mi teoría es cierta.
—Hablas como si
te diera gusto que al Lord le salgan mal sus planes —me recriminó.
—Yo no he dicho
eso, padre. No malinterpretes mis palabras —trate de convencerlo—. Yo estoy
luchando por los ideales del bando al cual pertenezco.
—Eso espero,
Draco, eso espero. Porque tu lealtad debe estar siempre con el Señor Tenebroso
—me advirtió.
—Se
perfectamente dónde y con quien está mi lealtad, padre —declaré.
Claro que se
con quién está mi lealtad, lastimosamente nuestras lealtades están con
diferentes bandos, padre, pensé.
—Bien,
entonces, has todos lo posible por averiguar el paradero de esa mestiza, porque
si no…
—Sí, sí, padre,
ya sé. Si yo cumplo perfectamente con la misión que me encomendó el Lord, la
familia Malfoy volvería a ser el brazo derecho del Lord.
—Qué bueno que
tengas claro que es lo que debes hacer.
Asentí.
Di media vuelta
y empecé a caminar hacia mi habitación.
—¿Adónde vas,
Draco?
—A mi
habitación —contesté sin voltear a mirarlo—, tengo cosas que pensar —después de
eso seguí con mi camino.
Entré en mi
habitación y me recosté sobre mi cama.
Lo único bueno
de esta mierda de guerra es que Nicole por fin es mi esposa, que aunque me desprecie
—como ella dice— sé que terminará cediendo en hacer todo lo que yo le diga. Y
por lo menos ahora ella y mi hijo estarán seguros, espero que el viejo y Snape
no estén tramando algo donde tenga que estar involucrada Nicole, porque si no
juro que ahora si mataré a Dumbledore.
Pero ahora en
lo que tengo que pensar es en cómo hacer para ayudar a todos los chicos que
salen de paseo a Hogsmeade este fin de semana —tan solo pensar en que yo estoy
dispuesto ayudar a otros personas que no fueran mi familia me causa risa, al
antiguo Draco no le hubiera importado absolutamente nada lo que le pasara a los
demás, porque el que tiene complejo de héroe es Potter no yo—. Pero me sigo
preguntando como hare para avisarles a los demás sobre el ataque, es obvio que
no puedo enviar lechuzas a Hogwarts dando el aviso, porque son interceptadas. Y
mucho menos podría enviar un Patronus porque no sé
cómo conjurarlo.
POV Autora
Mientras en la
casa de Severus Snape, una pelirroja miraba atenta a Dumbledore. Hasta que por
fin se decidió a hablar.
—¿Cómo es eso
de que Malfoy le dirá al cara de serpiente que usted está vivo, señor? No lo
entiendo.
—Es complicado
de explicar, señora Malfoy —contestó serenamente Dumbledore.
Nicole hizo una
mueca de molestia al escuchar que la llamaban «señora Malfoy».
—Profesor, solo
llámeme por mi nombre, por favor. No hace falta que me llame por ese odioso
apellido —pidió la pelirroja.
Dumbledore
asintió.
—Entonces, ¿por
qué se casó con el señor Malfoy? —preguntó el anciano profesor.
Nikki se puso
roja de rabia.
—Porque me
obligo.
—¿La obligo?
—cuestionó Dumbledore.
—Me dijo que si
nos casábamos, mi bebé —la pelirroja puso una mano sobre su vientre—, y yo
estaríamos a salvo, y que también Harry estaría a salvo, porque el estúpido
cara de serpiente ha mandado a que me capturen para hacer venir a mi hermano.
Dumbledore
volvió asentir.
—Y luego me
trajo aquí —agregó mirando el oscuro salón.
—El señor
Malfoy hizo bien en traerla aquí, este lugar es el único lugar donde estará a
salvo —confirmó Dumbledore.
—Tal vez, pero
aun no me ha explicado eso de que Volde…
—¡No! No digas
ese nombre, Nicole —la interrumpió el anciano.
—¿Perdón? —dijo
la chica.
—Ahora ese
nombre se ha convertido en tabú. Y cuando alguien menciona su nombre los
seguidores de él aparecen
—aclaró Dumbledore.
—Pero ¿no decía
que esta casa es segura? —preguntó una alarmada Nicole.
—Sí, pero no
hay que arriesgarnos.
Nicole asintió,
y volvió a formular la pregunta que quería hacer antes.
—Pero ¿por qué
el-que-usted-sabe lo cree muerto?
—Lamento no
poder darte la respuesta que quieres, Nicole. No aun.
Nicole quería
replicar, pero desistió porque ahora lo que realmente importaba era que los
mortífagos no llegaran a dar con ella, y así su hermano no tendría que venir a
por ella.
La pelirroja y
el anciano profesor se quedaron en silencio por unos minutos, hasta que
Dumbledore volvió su mirada en la chica.
—Que
desconsidera de mi parte —dijo Dumbledore—, seguro que quieres descansar y yo
no te indicado cuál va a ser tu habitación.
—Oh, no se preocupe
por eso, señor —dijo Nicole.
—Si me
preocupo, porque en tu estado debes estar lo más cómoda y tranquila posible.
¿Lo más cómoda
y tranquila posible?, repitió Nicole en su mente. El idiota de
Malfoy me tuvo secuestrada. Y aunque no me torturo ni me hizo nada malo, me
tuvo al borde de la histeria al no saber si al día siguiente seguiría con vida
o no. y con todo esto de la guerra, y mi hermano, Ron y Hermione, quien sabe
dónde estén, no voy a tener tranquilidad. Ah, y ahora agreguemos el bono de que
soy la esposa de ese idiota de Malfoy.
Minutos después
Nicole se encontraba en una habitación, no tan amplia, pero limpia y oscura
como el resto de la casa que ella había podido detallar.
¿De quién será
esta casa?, se preguntaba Nicole.
Suspiró, y se
acostó en la cama, ya que no tenía otra cosa que hacer, porque Pinky ya había
ordenado todas sus cosas en el closet.
De pronto
escuchó un plop.
—Ama Malfoy —el
elfo hizo una reverencia ante la pelirroja, y esta hizo otra mueca al ser
llamada «Ama Malfoy»—. Pinky venía a preguntarle a la ama, si necesita algo.
¿Podrías
divorciarme del estúpido oxigenado?, pensaba Nicole.
—No, no necito
nada. Muchas gracias, Pinky —hizo una pausa—. Y por favor, no me llames «Ama
Malfoy», solo trátame igual que siempre, nada ha cambiado.
—Pinky no puede
hacer eso —dijo el elfo, apenado y temeroso—, el amo Malfoy le ordeno a Pinky
que la tratara como la señora Malfoy que es, y que siempre la llamará por su
nuevo apellido.
Maldito, Malfoy, pensó Nicole.
Nicole miró al
elfo y se dio cuenta de que temía su reacción. Y sonrió para infundirle
confianza, después de todo el elfo no tenía la culpa de nada, él solo seguía
órdenes.
—Está bien, no
importa —dijo Nicole—. Pero ¿me podrías decir a quien pertenece esta casa?
—Pinky miró hacia abajo—. Ah, comprendo, esto también te lo ordeno Malfoy.
El elfo asintió.
—Bien, no
importa.
—Pinky lo
lamenta, ama Malfoy —dijo el elfo—, pero Pinky solo está aquí para cuidarla y…
—Pero no para
responder mis preguntas ni sacarme del lugar donde Malfoy me tenga encerrada,
¿verdad? —dijo Nicole con cierto fastidio.
Pinky negó con
la cabeza.
—Pinky si puede
responder a sus preguntas, ama Malfoy, pero solo algunas —se retractró.
Malfoy eres un
reverendo estúpido, pensó Nicole.
—De acuerdo,
Pinky. Puedes dejarme sola, por favor.
Pinky asintió.
—Pinky vendrá
más tarde para traerle la cena, ama Malfoy —dijo el elfo, y luego de hacer otra
reverencia desapareció con un plop.
***
El fin de
semana llego y con él también llego la salida a Hogsmeade. En Hogwarts había
una fila de chicos esperando salir a pasear al pueblo y tratar de olvidar un
poco la guerra, aunque sería imposible dado el caso de varios ataques a
familias de hijos de muggles. Pero aun así todos estaban obligados a ir a
Hogsmeade.
Una pelirroja,
una rubia y un chico de cabellos oscuros estaban casi al final de la fila.
—Algo me huele
mal —comentó la pelirroja.
—Los nargles han estado más
inquietos de lo normal, lo que quiere decir que deberíamos quedarnos en
Hogwarts —dijo la rubia, que respondía al nombre de Luna Lovegood.
Ginny y Neville
se quedaron mirando a Luna, sin entender, pero eso no era novedad, siempre les
pasaba lo mismo cuando la rubia mencionaba a una de esas criaturas que solo
ella —y su padre— podía ver. Pero aun así, ellos estaban seguros de algo: había
algo raro en todo ese paseo a Hogsmeade, y se podía sentir hasta en el aire.
—Hola —Seamus
Finnigan se acercó a ellos. El chico tenía el semblante apagado.
—Hola
—saludaron los tres chicos a la vez.
Seamus Finnigan
siempre se había llevado bien con sus compañeros de casa, pero con el que
siempre paraba era con Dean Tomas, su mejor amigo. Pero las cosas ahora habían
cambiado, Dean tuvo que escapar de Hogwarts —Ginny lo había ayudado— luego de
que Snape tomara el puesto de director —puesto que antes ocupaba el fallecido
Dumbledore— y que junto con el nuevo cargo de Snape, se incorporaron los
hermanos Carrow a Hogwarts.
—Esto es
absurdo —resopló Seamus—. Quien piensa en pasear por Hogsmeade cuando la guerra
puede explotar en cualquier momento.
—Shhh —dijo
Neville golpeando con el codo a Seamus—, te pueden escuchar. Además, se supone
que «todo está bien, y no debemos preocuparnos por nada» —Neville había repetido
lo que había dicho Alecto Carrow cuando se presentó como la nueva profesora de
Estudios Muggles.
Ginny hizo una
mueca.
La fila avanzo,
y los chicos no prestaron atención a las clásicas palabras del conserje.
—Les advierto
que si a su regreso los encuentro con bombas fétidas o algunas otras bromas, le
pediré permiso al director Snape para colgarlos con cadenas de las vigas del
techo más alto de este colegio.
La fila siguió
avanzando y cuando los cuatro los tres leones y la águila se dieron cuenta ya
estaban en los carruajes directo al pueblo.
El camino en
carruaje fue largo y silencioso, nadie tenía nada que comentar, salvo que
hablaran sobre los ataques a muggles o familiares desaparecidos de los hijos de
muggles o de los traidores a la sangre asesinados.
Minutos después
los chicos bajaban de los carruajes y tuvieron a la vista el pueblo, el cual
estaba cubierto de nieve, y muy silencioso, porque ni siquiera se escuchaba las
voces de los demás chicos, como era costumbre en las anteriores visitas al
pueblo.
—¿Y ahora que
se supone que tenemos que hacer? —preguntó Ginny.
—¿Divertirnos?
—dijo Luna, con la vista perdida en algún punto del pueblo.
—Y si vamos a
las Tres Escobas —propuso Neville—, seguramente allí es donde se encuentran
todos los demás.
Seamus asintió,
y dijo:
—Será lo mejor,
podríamos tomar unas cervezas de mantequilla y hacer tiempo hasta regresar a
Hogwarts.
Los cuatro
chicos se encaminaron a las Tres Escobas. Por el camino se veían a chicos de
Gryffindor, Ravenclaw y Hufflefupp, pero ningún Slytherin. Los cuatro chicos lo
notaron, pero no comentaron nada, pensando que verían a las serpientes más
adelante.
Siguieron
caminando hasta llegar al bar, y cuando entraron vieron lo que habían notado
afuera. No había ningún alumno de Slytherin dentro del bar.
Los cuatro se
miraron con suspicacia.
—Algo raro está
pasando, no hay ningún Slytherin, y por supuesto no es que me importe la
presencia de esas serpientes —dijo Ginny.
—Y
prácticamente nos obligaron a venir al pueblo —susurró Neville.
Pero aun y
sabiendo que algo andaba mal, los chicos buscaron una mesa y se sentaron en
ella, en silencio, pero con los sentidos alertas.
Madam Rosmerta
se acercó a los chicos para saber que querían tomar —Rosmerta al igual que
todos los demás no estaba tan alegre como era su costumbre, más bien todo lo
contrario, ella parecía estar demacrada—. Cuando la dueña del local se fue por
las cuatro cervezas de mantequilla que habían ordenado los chicos. Luna
aprovecho para ir al baño.
—Ahora vuelvo
—dijo la rubia.
—¿Adónde vas?
—le preguntó Ginny.
—Al baño.
—No quieres que
te acompañe —dijo Ginny parándose de su silla, pero la rubia la detuvo diciendo
que no tardaría.
Pero la rubia
no se había dado cuenta —más bien ninguno de los cuatro— de que alguien la
seguía.
***
Por su parte
Draco Malfoy —que ya había averiguado de que se trataría el ataque. Hogsmeade
ardería— estaba camuflado con un hechizo. Él había ido al pueblo para avisar a
uno de los leones de que iba a ver un ataque, pero su oportunidad llego cuando
vio a la rubia dirigirse al baño.
Él camino
sigilosamente hasta el baño de mujeres, se escondió en uno de los baños, hasta
que escucho la puerta del baño abrirse, fue cuando el salió de su escondite.
Allí, frente a él pudo ver a Luna Lovegood lavándose las manos, camino como
cual serpiente y se colocó detrás de ella.
Luna se volvió
rápidamente al sentir una respiración por su cuello. Pero cuando vio al hombre
vestido de negro —obviamente un mortífago— dio un salto hacia atrás,
golpeándose con el lavamanos.
—¿Qué…?
—¡Silencio,
Lovegood! —dijo el mortífago interrumpiéndola—. Escúchame muy bien… tal vez no
me creas, pero dentro de unos minutos habrá un ataque.
La rubia abrió
más los ojos.
—Es por eso que
no hay un solo Slytherin —dijo más para ella.
—Sí —graznó el
mortífago—. Pero no hay tiempo para dar más detalles. Y te recomiendo que si
quieres salvar tu vida y la de tus amiguitos, vayas ahora mismo y avísales.
Luna se le
quedo mirando con fijeza al mortífago. Sin saber a Draco se le había escapado
un poco de su cabello rubio platinado y Luna lo había reconocido, pero aun así
quería asegurarse.
—Dime tu nombre
—demandó la chica.
—¿Qué no
escuchaste lo que te dije? Vete con tus amigos y los demás y pónganse a salvo.
—¡Espera!
—¡Vete, maldita
sea! O será muy tarde después, te aseguro que no podrán salvarse si te sigues
demorando —dijo Draco con voz fría. Y sin decir nada más, desapareció.
Luna sonrió
levemente.
—Gracias, Draco
Malfoy —susurró.
Y en ese
preciso instante Ginny entro baño de manera violenta con la varita en alto,
dispuesta a atacar a cualquiera que se atreviera a dañar a sus amigos.
—¿Qué paso?
—interrogó la pelirroja mirando en todas direcciones.
Pero la rubia
no contestó.
—¡Luna!
—insistió Ginny acercándose a su amiga—. ¿Qué paso? ¿Por qué te demorabas tanto
en el baño?
Y Luna
fingiendo haber visto unas de esas criaturas que ella sola podía ver, le
respondió a la pelirroja.
—Los mortífagos
van atacar Hogsmeade.
—¿Qué estás
diciendo? —preguntó Ginny.
—Que va haber
un ataque ahora mismo. Vamos, tenemos que avisarles a los demás para irnos o
será muy tarde —dijo Luna tomando de la mano a Ginny para salir del baño.
Ginny se dejaba
arrastrar por que la noticia le había sorprendido.
—Pero, ¿quién
te lo dijo?
—Los nargles —contestó la
rubia aun jalando a su amiga.
Cuando ya
estaban fuera del baño de mujeres se encontraron cara a cara con Neville y
Seamus, los cuales también estaban con las varitas en alto.
—¿Qué pasa?
—preguntó Seamus, en alerta, igual que Neville.
—Luna dice que
los mortífagos nos atacaran —contestó Ginny.
—¿Qué? Pero,
¿cómo es que lo sabes? —preguntó Neville.
—Dice que los nargles se los dijeron
—volvió a responder la pelirroja, dudando un poco de cordura de su amiga.
Pero Luna se
alejó de sus amigos y camino hasta el centro de bar.
—¡Atención
todos, por favor! —gritó Luna.
Y todos los que
estaban en el bar se volvieron para observar a la Ravenclaw.
—Espera, Luna
—dijo Neville corriendo hacia ella, él no quería que la rubia alarmara a sus
demás compañeros de clase solo porque a la rubia creía todo lo que esas
supuestas criaturas le decían.
Pero Luna no le
hizo caso, y siguió hablando.
—Tienen que
salir todos del bar y si ven a alguien rondando por ahí avísenle de que
Hogsmeade será atacado ahora. Así que por favor volvamos todos a Hogwarts.
Apenas la rubia
termino de hablar empezó el loquerío. Todos los chicos se aglomeraban en las
puertas del bar, tratando de salvar sus vidas y la de sus amigos.
—Luna, ¿por qué
hiciste eso? —le preguntó Neville a rubia, pero apenas el chico termino de
hablar el verdadero caos empezó cuando vieron a los mortífagos aparecer de un
momento a otro—. ¡Demonios, era cierto! —exclamó el chico, mirando a la rubia
con asombro.
Y sin pensarlo
dos veces, los chicos se hicieron camino para salir del bar y empezar a luchar.
—¡Esperen!
—dijo Luna—. Tenemos que ayudar a los más pequeños a regresar a Hogwarts.
Ginny que
estaba su lado asintió.
—Nosotras nos
encargaremos de eso —dijo.
—¿Pero cómo?
—preguntó Neville.
—Tenemos que
llevarlos a Honeydukes —dijo la pelirroja.
—Esa tienda no
nos será de mucha ayuda, no podremos esconder allí a todos, Ginny —dijo Seamus.
—Un día escuche
a Harry y a Ron decir que allí había un pasadizo secreto que nos llevara
directo a Hogwarts —dijo la pelirroja.
—Bien.
Cuidaremos sus espaldas —dijo Seamus con la varita en alto—. ¡Protego! —gritó
cuando un mortífago quiso atacar a una chica de tercer año—. Dense prisa —las
urgió
Las chicas
trataron de calmar a los más pequeños, a la vez que lanzaban hechizos para
defenderse de los mortífagos. Con mucho cuidado hicieron un grupo con los más
pequeños, mientras trataban de cuidarse de los hechizos que pasaban por sus
cabezas y costados.
—Hay que cruzar
la calle principal para llegar a Honeydukes y evitar las maldiciones —dijo
Ginny, Luna asintió—. Yo iré adelante.
—Pero, Ginny…
—dijo la rubia.
—No hay de otra,
Luna —dijo la pelirroja, en pose de ataque, cuando de repente un Expulso paso por su
cabeza, mira al frente y se dio cuenta que quien había evitado que el ataque le
diera era Michael Corner, su ex novio.
—Tienes que
estar más atenta, Ginevra —dijo el Ravenclaw.
Ginny frunció
el ceño.
—Gracias —dijo
la chica.
Corner asintió.
—Tal vez no
logremos ganar, pero por lo menos no se la dejaremos fácil —comentó Corner,
mirando a su alrededor, y sí que habían bastantes mortífagos.
Ginny ya no
dijo nada más, y entre ella y Luna se abrieron camino lanzando Impedomentas y otros
hechizos de defensa.
La pelea entre
los alumnos de los últimos cursos y los mortífagos no era equitativa ya que
habían varios que están gravemente heridos, mientras que los del bando
contrario no tenían ningún rasguño.
—Este será
nuestro fin —dijo un chico de sexto de Hufflepupp.
—Cállate —le
dijo Seamus, lanzando un Incarcerous a un
mortífago—, y no te distraigas.
Mientras tanto
Lucius Malfoy, el que estaba a cargo de destruir Hogsmeade con todos los chicos
allí, corrió hacia donde estaban las Ginny y Luna con el grupo de chicos más
pequeños y se puso delante de ellas.
—Vaya, vaya,
pero que tenemos acá —siseó el rubio—. A la traidora a la sangre más buscada.
Ginny no
retrocedió, al contrario, alzo la cabeza y encaró a Lucius.
—Miren a quien
tenemos acá —repitió la pelirroja—, al lame botas del maldito desnarizado.
—¿Cómo te
atreves a nombrar a mi señor, maldita mocosa? —siseó el mortífago—. ¡Cruc…!
—¡Expulso!
—gritó Remus Lupin, lanzando a Lucius a unos cuantos metros, y evitando así que
Ginny fuera agredida—. Pueden continuar, y no se preocupen que yo mismo me
encargaré de que nadie más las sigan.
—Gracias, Lupin
—dijo Ginny. Y al instante se pusieron en marcha nuevamente.
Y desde allí,
ya fue más fácil, porque los de la Orden habían llegado, lo que quería decir
que estarían a salvo.
Unos minutos
después las chicas llegaron a la puerta trasera de Honeydukes, pero esta puerta
estaba cerrada.
—¡Bombarda!
—dijo Luna y la puerta exploto, dándoles pase a los chicos y a las dos amigas.
El camino fue
largo, pero por llegaron a la entrada de la bruja tuerta, y por allí pasaron,
pero no habían terminado de entrar cuando la bruja tuerta fue movida
nuevamente. Luna y Ginny se pusieron en alerta pensando que los mortífagos las
habían seguido, pero respiraron profundo cuando se dieron cuenta de que eran
Neville y Seamus, ambos heridos, pero nada comparado con los demás chicos a
quien venían ayudando.
—¿Qué ocurre?
—preguntó Ginny.
—Shacklebolt nos mandó al
colegio con los demás heridos —dijo Neville, tomándose del brazo herido.
—Sí, dijo que
los de la Orden se encargarían de todo, y que nosotros regresáramos —contó
Seamus, de pronto se escuchó unos ruidos detrás de la bruja tuerta—, deben ser
los demás. Shacklebolt, el
auror, dijo que nos estaría escoltando a los demás para que podamos regresar a
Hogwarts.
Y así fue, ya
que el otro grupo que entro era comandado por Corner, el cual tenía una gran
herida en la cabeza que no dejaba de sangrar.
—Debemos
llevarlos a la enfermería —dijo Luna, viendo a su compañero de casa.
—Sí, vamos
—dijo Ginny.
—¿Cómo te
hiciste esa herida? —le preguntó Neville a Corner.
El chico hizo
una mueca de dolor.
—Trate de esquivar
una bombarda que lanzo esa maldita bruja loca de Bellatrix Lestrange —contó
Corner y Neville frunció el ceño al escuchar el nombre de la bruja—, pero no
sirvió de mucho porque igual resulte herido. Pero eso no quedo allí, porque
después esa loca empezó a lanzar varios Incendio por todos
lugares, y ha causado un gran daño, a las justas logre escapar con ellos
—señaló a los demás chicos.
—Maldita
—susurró Neville.
Todos se
encaminaron a la enfermería, pero para su mala suerte en el camino se
encontraron con Snape. El cual los miró a todos con un rostro indescifrable. Y
ni siquiera les preguntó que les paso, o como estaban, solo les ordeno que
fueran a su oficina.
—Weasley, Lovegood, Longbottom, Finnigan, Bones y
Corner, síganme.
—Pero, señor,
Corner necesita ir a la enfermería así como los demás —dijo Luna.
Snape la miró
de tal manera que si sus ojos hubieran sido dagas, Luna ya estaría muerta.
—He dicho que
me sigan.
Y sin esperan
nada más Snape dio medio vuelta y caminó directo a la antigua oficina de
Dumbledore.
Cuando los seis
chicos ya estuvieron dentro de la oficina del director, Snape por fin se
decidió a preguntarle lo que sucedió.
—¿Cómo sino lo
supiera? —dijo Ginny sin poder contenerse.
—Silencio,
Weasley —siseó el nuevo director—. ¿Qué paso?
—Nos atacaron,
señor… fueron los mortífagos —contestó Luna—. Yo les avise sobre el ataque,
pero nos demoramos mucho en salir.
—¿Usted sabía que
habría un ataque? —preguntó Snape, observando a la rubia con suspicacia.
—Sí, señor.
—¿Cómo se
enteró? —siguió preguntando Snape. Algo le decía que había sido alertada de tal
ataque incluso antes de que él les avisara a la Orden de dicho ataque comandado
por Lucius.
—Los nargles me lo dijeron,
señor —contestó la rubia con toda naturalidad.
Ginny quiso
golpearse la cabeza ante tal contestación de su amiga, ya que Snape no los
dejaría en paz con tal respuesta. Sí, ella quería a su amiga, pero esa
respuesta era patética.
—Trata de
burlarse de mí, Lovegood —gruñó Snape.
—No, señor
—dijo Luna—, esa es la verdad.
—Pues si los
«nargles» te dijeron sobre el ataque, por favor, Luna dime como son, tal vez y
nos salven de más ataques futuros y yo quiero estar atento a ellos —comentó
Seamus, empezando a creer en esos seres que ni siquiera estaba seguro que
existían.
—Pues este en
particular era alto y rubio —respondió Luna sin alterarse.
Snape se le
quedo mirando a la rubia chica. Ahora sí que sus sospechas estaban claras.
Eres un
imbécil, Draco, pensaba Snape.